Crculo de Periodistas de Bogot

Archivos junio 2020

“Estamos en contra de nosotros”

13 junio 2020 –

Por: Arturo Guerrero, Socio del CPB – El Colombiano –

La libertad no es hacer lo que a uno le provoque. La libertad es poder hacer lo que a uno le provoque. Hay una grieta ancha entre hacer y poder hacer. Hacer significa llevar a hechos lo que a uno le dé la honrada gana. Pero es claro que ni la vida ni las fuerzas aguantarían para que cada persona haga de todo.

Eso no importa. Lo decisivo es que esas personas sientan que las múltiples posibilidades están a su alcance. Esto es poder hacer, tener abierta la opción de realizar todas las cosas. Por eso millones de asiáticos, latinoamericanos y africanos se iban a Estados Unidos.

Se hacían la película de que ese país es paraíso de oportunidades. Allá saldrían adelante, así tuvieran que restregar inodoros por años. El horizonte millonario, si no para ellos para sus hijos, era la combustión de su esclavitud prolongada, trocada en sueño de libertad.

He aquí lo que no han entendido nuestros gobiernos cuando aparecen en los medios a decretar encerramientos virales. Su intento de atajar los ríos amazónicos que constituyen el empuje interno de cada colombiano, es un fracaso multiplicado por innumerables canales líquidos que entonces inundarán tierras.

La justificación de que aquellos “protocolos” son un cariño para cuidarse uno y cuidar a los demás del contagio, quedó hecha trizas por el caricaturista argentino Tute. En una viñeta de mayo titulada “Marcha anticuarentena”, aparece un mar de cabezas apeñuscadas, gente que protesta, y a lo ancho ondea esta única pancarta: “Estamos en contra de nosotros”.

No gracias, no se molesten, sus señorías. No nos obliguen a sus trajes hospitalarios antifluidos, a sus caretas plásticas de soldador. No nos amputen los parques donde entre el sol y los árboles quedaríamos blindados. Ante todo, no nos alejen de la animación de la tertulia donde somos capaces de desbaratar y armar este mundo.

En una palabra, no se metan con nuestra libertad. No dictaminen lo que no podemos hacer, porque más rápido lo hacemos. Más bien expándannos, suministren datos fidedignos sobre la pandemia y sus contras, exciten nuestras habilidades imaginativas y creativas, póngannos de su lado como aliados.

Porque si continúan sumando imposiciones para salvarnos de la muerte, ya tenemos la respuesta: “Estamos en contra de nosotros”.

Guía para introducir la inteligencia artificial en las redacciones

10 junio 2020 –

Tomado de: Laboratorio de Periodismo – España –

La inteligencia artificial va transformando poco a poco los medios de comunicación. Pero para aquellos medios que aún no han dado el paso, la pregunta principal que se hacen es “por dónde empezamos”.

Para contestar a esta pregunta, Tom Van de Weghe, investigador becado del John S. Knight de la Universidad de Stanford, estuvo analizando casos de éxito y recopilando ideas para establecer una hoja de ruta que ayude a introducir la Inteligencia Artificial en las redacciones. “Contacté con personas de algunos medios relevantes que ya han integrado la inteligencia artificial en sus operaciones de noticias. Entrevisté a líderes de innovación en The Associated Press, The Washington Post y la emisora ​​pública finlandesa Yle”.

Estas son las recomendaciones de Van de Weghe para que las redacciones den los primeros pasos en el uso de la IA.

  1. Empezar por un pequeño proyecto Las noticias deportivas y de negocios han sido los casos de primer uso más frecuentes para las redacciones, seguidos de los resultados electorales.                                                                                                                                                          The Associated Press y The Washington Post fueron de los primeros medios en automatizar historias sobre deportes y negocios. “Hay dos criterios importantes de por qué elegimos automatizar las historias”, explica Lisa Gibbs, de The Associated Press. “Tenemos que poder demostrar que este contenido automatizado llegará a nuevas audiencias o entrará en nuevos mercados, y que ahorramos mucho tiempo al buscar la automatización”.                                                                                                                                                                                    Emilio García-Ruiz, editor gerente de The Washington Post que supervisa el desarrollo, la implementación y la ejecución de la estrategia digital de redacción, apunta. “Nuestra gente quedó impresionada cuando presentamos Heliograf, nuestro programa interno para crear historias en línea sobre deportes en la escuela secundaria. Este era contenido que aún no estábamos creando”, dice. “Mantener a un periodista al tanto es esencial. Porque una cosa es que Heliograf escriba una oración coherente usando una plantilla, pero el resultado final también debe ser publicable”.                                                                                                                                                     El año pasado, la emisora ​​pública finlandesa Yle presentó a su roboperiodista Voitto, la palabra finlandesa para la victoria. Utiliza el aprendizaje automático para escribir artículos sobre los resultados de las elecciones municipales y los juegos de hockey sobre hielo. Pero Voitto no es solo para los periodistas en Yle. Integrado en la aplicación Yle NewsWatch, Voitto también es un asistente personal de noticias inteligente para usuarios públicos, que recomienda artículos interesantes en sus dispositivos móviles.
  2. ¿Equipo de inteligencia artificial interno o externo?                                                                                                                                                  Pros y contras Para el desarrollo de nuevas aplicaciones de IA, los medios de comunicación tienen que elegir entre la experiencia interna o la externalización del trabajo, tal vez a una start-up o a la universidad. Dos factores son decisivos: tiempo y dinero. La contratación externa suele ser más rápida, mientras que contratar científicos de datos y expertos en aprendizaje automático puede costar mucho. A largo plazo, la creación de experiencia interna dará sus frutos y puede dar al medio de comunicación una ventaja más competitiva.                                                                                                                                                                                                                             La emisora ​​finlandesa Yle decidió desarrollar sus aplicaciones de inteligencia artificial internamente. “Debería ser un esfuerzo de toda la compañía”, dijo Koponen. “Ahora tenemos un equipo multidisciplinar de aproximadamente 30 a 40 personas en nuestro laboratorio de noticias, según el proyecto. Una combinación de personas con una sólida formación en periodismo, personas analíticas, expertos en aprendizaje automático y en experiencia de usuario”.                                                                                                                                                 The Washington Post desarrolla todo internamente e invierte mucho en un equipo tecnológico de casi 250 personas. Según García-Ruiz, los científicos y desarrolladores de datos tienen una mejor comprensión de sus lectores. “Nos ayudan sobre qué tipo de contenido deberíamos producir y dónde distribuirlo. La gran ventaja de tener este equipo interno es que puedes trabajar junto con periodistas que pueden proporcionar el contexto periodístico correcto”.                                                                                                                                              Pero no todas las redacciones tienen los recursos para contratar científicos de datos costosos. “Hemos encontrado que es más eficiente trabajar con una start-up, en lugar de crear aplicaciones internamente”, dice Gibbs de AP. “Esto es mucho más rápido, y en nuestro negocio tenemos que actuar rápido. Las nuevas empresas tienen la experiencia que no tenemos en la sala de redacción. En AP hemos desarrollado un manual para identificar nuevas empresas o departamentos universitarios que tienen experiencia específica. Cerramos acuerdos con ellos”.
  3. Cómo entrenar a los periodistas en IA                                                                                                                                                                                La AI transformará trabajos en las redacciones. Dar a los periodistas el conocimiento para adaptarse a los nuevos roles en la era de la IA es esencial, sostiene Van de Weghe. Los medios de comunicación pueden decidir contratar consultores y expertos en inteligencia artificial para educar a los empleados. Pero gracias al aumento de MOOCS (cursos masivos en línea abiertos) y seminarios web de organizaciones como Knight Center, Coursera y YouTube, se ha vuelto más rentable capacitar a los empleados en nuevas habilidades como la IA.                                                                                                                                                                                                                         Gibbs (AP) cree que la capacitación debería comenzar en las universidades, y hay un paso importante que dar primero. “Los profesores de periodismo me preguntan si deberían enseñar a sus alumnos sobre IA. Pero creo que, ante todo, tienen que enseñarles sobre los datos. Comprender los datos y cómo puede aprovecharlos es clave. En nuestra redacción ahora tenemos un editor de automatización interno que puede codificar las plantillas. A medida que la tecnología se vuelva más fácil y más barata de usar, creo que veremos muchos trabajos nuevos”.
  4. Construir una estrategia de IA                                                                                                                                                                                          Después de la ejecución exitosa de los proyectos iniciales de IA y un poco de capacitación básica, los periodistas comprenderán mejor cómo la IA puede aumentar su trabajo. Los líderes de la redacción deberían poder identificar las áreas donde la IA puede crear valor agregado y dibujar los contornos de una estrategia coherente.                                                                                                                                   En Yle, creen que una buena estrategia es una cuestión de supervivencia. “Esta estrategia siempre debe comenzar desde la perspectiva del usuario”, dijo Koponen.                                                                                                                                                                                              Gibbs está de acuerdo en que tener una estrategia de IA es fundamental. “Como organización de noticias, debemos aprovechar la inteligencia artificial y otras tecnologías de automatización para hacer nuestro trabajo mejor y de manera más eficiente“, dijo. “Esto es inherente al negocio en el que estamos, porque nos faltan tiempo y recursos”. A medida que este mundo se vuelve más y más sofisticado, Gibbs cree que los periodistas no solo deberían estar preparados para comprender la tecnología, sino que también deben estar preparados para luchar en la batalla contra los que hagan mal uso de la IA, como deepfakes, etc.                                                              Según García-Ruiz, hay un cambio reciente en la estrategia general de periodismo para centrarse menos en la cantidad, pero más en la calidad. “Si el modelo de negocio emergente se basa en la suscripción, debemos preguntarnos cuál es el mejor uso periodístico de inteligencia artificial que podría generar más suscripciones. En las noticias locales, se debe averiguar cuáles son las instancias locales que pueden agregar valor a su publicación. Ganancias de compañías de compañías locales, por ejemplo, o deportes locales y registros judiciales locales. Concéntrese en áreas que tienen conjuntos de datos robustos. Pero no lo uses en exceso”.                                                    Los que no tengan capacidad deberán asociarse, por ejemplo, a Google News Initiative                                                                                     En comparación con una gran editorial como The Washington Post, las editoriales más pequeñas tienen muchos otros desafíos difíciles que enfrentar en este momento antes de llegar a AI, reconoce García-Ruiz. “Simplemente no tienen los recursos, y ciertamente no tienen acceso a los desarrolladores. No tendrán otra opción que asociarse con Google News Initiative, por ejemplo, para construir ciertas herramientas “.
  5. Comunicar sobre el uso de IA                                                                                                                                                                                            Por último, pero no menos importante, indica Van de Weghe, dado que la IA afectará a todas las partes interesadas clave de un periódico, es importante implementar un plan estratégico de comunicación. “Esto no solo debería ayudar a reducir la renuencia a adoptar IA, tanto interna como externamente; también debe abordar las preocupaciones de que los trabajos serán automatizados y reemplazados por IA”.                                                                                                                                                                                                         Gibbs cree que la buena comunicación es la clave del éxito con la IA. “En AP tenemos una comunicación muy abierta sobre nuestros objetivos. Involucramos a reporteros y editores en el equipo. Es esencial que se estén integrando en el proceso”.
El periodismo libre no necesita tarjeta / El otro lado

10 junio 2020 –

Por: Ómar Rincón- El Tiempo –

Foto: César Sánchez Carreño –

Estamos preocupados por la calidad periodística, la sostenibilidad de los medios, las condiciones laborales de los periodistas y la libertad de expresión como definidora de la democracia. Pero la solución de una tarjeta profesional para el ejercicio del periodismo no sirve, evita ir a la pepa de la crisis y atenta contra la libertad de expresión.

Otra vez vuelve la burra al trigo, otra vez Afacom, la Asociación de Facultades de Comunicación Social, quiere convertirse en ‘dador’ de permiso para ejercer el periodismo, y el Senado, otra vez a jugar en contra de los derechos.

1. La tarjeta profesional atenta contra la libertad de información y censura el derecho colectivo de expresión de todos los ciudadanos.

2. La tarjeta profesional para ser periodista discrimina a los ciudadanos que no pueden estudiar y a los que no estudiaron comunicación social y/o periodismo para expresarse y participar en la vida pública.

3. Una tarjeta profesional no asegura periodismo de calidad. La libertad de expresión sí asegura la diversidad y pluralidad de opiniones e información.Por estas razones, entre muchas otras, AMI, la Asociación Colombiana de Medios de Información, la Fundación Gabo, la Flip (Fundación para la Libertad de Prensa), Consejo de Redacción y la Alianza por el Acceso a la Información y la Libertad de Expresión consideran que este proyecto de ley debe ser archivado y acatar la Constitución y los fallos de la Corte Constitucional.

La solución de la crisis laboral de los periodistas no está en la tarjeta profesional. Muchos análisis y experiencias de vida han documentado que en la formación de periodistas que hacen las facultades de Comunicación hay un problema de fondo. Solucionarlo vía la tarjeta profesional significa no asumir el autoexamen y buscar desde la academia contribuir a la reinvención del oficio del periodismo.

Hay que solucionar la simulación que dice que un comunicador es un periodista. No, un comunicador es un estratega, un estudioso de los mensajes y las audiencias, un crítico de medios, pero no es un periodista por haber recibido 8 cursos en una carrera.

Cada vez parece haber más un consenso de que el periodismo es una profesión de posgrado, ya que es un oficio que requiere antes una formación de la cabeza, la mirada y la conciencia crítica de mundo, y eso lo da una profesión.

En la misma línea habría que preguntarse cómo las facultades de comunicación han convertido la convergencia digital en experiencia de formación cuando siguen haciendo asignaturas independientes para cada medio; preguntarse si la libertad de expresión, las condiciones laborales y la economía de medios y del oficio hacen parte de sus cursos.

Periodismo en tiempos difíciles

10 junio 2020 –

Por: Daniel Bosque – El Tribuno – Argentina –

La pandemia ha disparado, por humanas razones, el consumo de noticias en el mundo. Pero eso, por los efectos catastróficos de las cuarentenas sobre el trabajo colectivo y la logística de distribución, más el temor por el contacto con el prójimo está castigando a la que durante más de dos siglos conocimos como «prensa» y luego como «prensa escrita», a partir de la radio y de la televisión.

Mientras esto sucede, el sujeto histórico de la producción de noticias, al que en español se le conoce como periodista y que en la Argentina celebró este domingo su fecha profesional, también ve crujir la osamenta de su rol tradicional, que ya venía aquejado por décadas de ajustes paulatinos por el advenimiento de internet y los medios digitales primero y de las redes sociales en el pasado reciente.

Son éstas las que están arrinconando a la labor informativa, por la sencilla vía de la devaluación de su mercancía y la imposibilidad de monetizar publicaciones y plataformas, en un escenario multidireccional e instantáneo en el que los lectores o receptores decenas de veces por día invierten los polos del circuito, adictos de un hábito sin fin que los transforma en re-

emisores ad honorem de novedades locales, nacionales o de las más alejadas latitudes del globo.

En ese contexto, cabe preguntarse cuál es el papel que podrá reservar este tramo del siglo a una profesión hoy jíbara, que además de haber mutado en sus formas de expresión de la noticia también siente en carne propia, y en su propia práctica de recepción, búsqueda, selección y tratamiento de la información, los ramalazos de la caída de estándares de la cultura y la educación general. Un fenómeno que se palpa en la mayor parte de los países del mundo, y en el caso argentino con marcado acento.

Como es lógico, el segmento de la prensa escrita es el que más sufre el derrumbe. El medio es el mensaje y por tanto la entronización de las redes sociales ha producido notables transformaciones en emisores y consumidores de contenidos. En el actual escenario, conviven materiales de discutible calidad literaria o gramatical y, en el otro extremo del wi fi, un público cada vez más habituado a la vulgaridad y la ausencia de elementales análisis.

A ello debe agregársele, en apretada sinopsis, lo que sucede con la metamorfosis de la noticia como tal, constreñida a viajar y vivir dentro de un teléfono en la mayoría de los casos y clicks. En aras de esa visual e instantaneidad, editores y periodistas sometemos a textos e imágenes a una reducción de calidad, en muchos casos sin el debido control que aconsejan los manuales.

Si el abordaje del fenómeno lo hacemos desde el concepto del negocio editorial, la última década ha asistido en todo el planeta a la desaparición de miles de publicaciones o de las llamadas «sinergias» al interior de las empresas periodísticas.

Después de las cuales, las redacciones ahora subpobladas de personal han perdido a sus cronistas especializados a manos de generalistas, con los resultados conocidos, en unos casos más evidentes que en otros. Destrozadas las tortas publicitarias a manos de Facebook, Instagram o Google, el catecismo del ajuste se impone y daña el producto final,

Pero también otros aspectos no menos preocupantes para analizar este presente del periodismo y es el referido a la manoseada libertad de expresión: el mundo hoy en pandemia y hasta ayer obsesionado por los traumas del cambio climático, las desigualdades imparables y las tensiones entre las grandes potencias, tiene en su palestra la pugna por el devenir de sus democracias y libertades.

En Occidente, por usar una categoría atávica, es frecuente escuchar a violadores e inquisidores de la expresión diversa golpearse el pecho con que lo que están defendiendo es el bienestar del pueblo, para lo cual hace falta más silencio.

En todo el planeta, acciones autoritarias y arbitrariedades rebasan nuevas metas de coerción a los individuos, bajo los designios de diversas banderas. Para Xi Jinping, Trump y decenas de líderes, además de millones de seguidores en los cinco continentes, la solución ejecutada o deseada es defenestrar, amordazar o comprar al periodismo disonante.

Al mismo tiempo, mientras más ruinoso se torna el negocio editorial, más súbdito se torna del poder político y de dineros del Estado, por arriba o por debajo de la mesa, en un juego a varias bandas en el que el público no se entera del revés de la trama y al fin todos contentos.

En sociedades en conflicto, como la Argentina en decadencia, la dificultad de poderes y protagonistas de la agobiante puja histórica para enhebrar un ciclo virtuoso, torna al periodismo divergente en un target predilecto de sus obsesiones.

Los proyectos por ahora truncos para amordazar a medios e informadores, tomando como ejemplo lo que han hecho Jair Bolsonaro, Rafael Correa, Nicolás Maduro o Daniel Ortega, o las aseveraciones temerarias como las recientísimas del jurista Eugenio Zaffaroni, despiertan justificadas inquietudes sobre un macartismo ejercido desde el llamado campo nacional y popular.

Perseguir a la prensa, a sus empresas y trabajadores, no es un deporte nacional, como se vio en el estallido social de Chile, donde periódicos de distintas ciudades fueron atacados e incendiados sin que eso rankeara luego en la lista de violaciones a los derechos humanos.

Existe un rictus marcado de un espacio sociocultural, que es el escrache permanente a la prensa que difunde ópticas diferentes, motorizado incluso por sus medios de comunicación para los cuales el mejor periodismo es aquel que es acallado.
La Argentina, por tradición cultural del siglo XIX, la raíz inmigrante de la era opulenta, la movilidad social ascendente y el instinto igualitario que en su momento se encarnó en el peronismo, han sabido procrear a miles de pequeños medios y expresiones periodísticas, en pueblos, ciudades y capitales del país. Un fenómeno previo al estallido tecnológico que derivó ahora en un océano de portales, radios y blogs.
Entre los periodistas que han hecho carrera en redacciones de prestigio, escuelas del oficio, suele darse el debate, con frecuencia corporativo, acerca de quiénes pueden considerarse colegas, por trayectoria profesional y probidad.
En unos países y en otras épocas la unción profesional era dada por la educación superior y la matriculación o colegiatura. En otros, por la sindicalización o por revistar en grupos editoriales.
En todo caso, en un paisaje en el que lo que abunda es la información, de todo tipo y a cada instante, es el lector, la audiencia, el consumidor quien tiene la última palabra. Lo cual no es bueno ni es malo, es así nomás.
En este difícil trance de la historia, es toda una apuesta imaginar cómo sobrevivirá y qué será en el futuro el oficio de periodista, hoy casi una especie en vías de extinción.
Cuesta imaginar la persistencia de su prestigio social que decanta de su credibilidad, si no es como fruto del esfuerzo por entregar al público obras y miradas diferentes, y, por qué no, el brillo o la oscuridad de las cosas que, infaltablemente, otros se esmeran por ocultar.

La violencia y el periodismo

10 junio 2020 –

Por: Javier Garza Ramos – Animal Politico – Mexico –

La “nota roja” siempre ha sido ingrediente esencial del periodismo. Las noticias de crímenes o accidentes, cualquier cosa que suponga violencia o tragedia, ocupa espacios prominentes en noticieros de radio y televisión y en los periódicos y sitios web.

“If it bleed, it leads” es casi un mandamiento sagrado entre los editores de noticias locales en Estados Unidos.

“La sangre vende” es una máxima irrefutable para editores en México.

El problema es qué pasa cuando la nota roja deja de ser el accidente, la riña de cantina en la que alguien salió apuñalado, el asalto a una farmacia o la golpiza que un hombre le dio a su esposa.

Cuando hace década y media la nota roja se volvió el relato de cabezas humanas arrojadas en un bar de Uruapan, de cuerpos colgando de puentes peatonales en Nuevo Laredo, o balaceras a fiestas de jóvenes en Ciudad Juárez, ya no queda tan clara la conveniencia de abrir el noticiero o encabezar el periódico con sangre.

Durante década y media los periodistas en México hemos tenido que aprender, a prueba y error, que hay muchas formas de cubrir la violencia que ha azotado al país y que cada una tiene efectos más allá de nuestro control.

Podemos criminalizar a un joven detenido, tachándolo de sicario o asaltante o vendedor de droga sin respetar su presunción de inocencia, colgándole un estigma para siempre. Podemos dibujar una portada con la sangre de una persona baleada sin pensar en el impacto que eso va a tener en sus familiares. Podemos atribuir esta balacera a un cártel o aquel secuestro a otro cártel y luego recibir una amenaza o, peor, un ataque armado por lo que acabamos de publicar.

Comencé a vivir este proceso en 2006, como director editorial de El Siglo de Torreón justo cuando empezaba una embestida de narcoviolencia que ahogaría a la Comarca Lagunera durante los años siguientes. En octubre de ese año publicamos en primera plana, a media página con foto destacada, la noticia del asesinato de un presunto vendedor de droga y su abogado. Era la novedad de las “ejecuciones” a plena luz del día que eran hecho común en otras partes del país, pero todavía no en La Laguna. Tomamos la noticia con el impacto de la novedad. Al cabo de unos años los homicidios eran tan frecuentes, uno o dos diarios, a veces cinco y días de más de diez, que cada caso se relegaba a una nota pequeña en interiores.

Pero la violencia se hizo tan común que su cobertura se volvió un asunto de rutina. Aun así, su impacto no ha bajado, la violencia todavía vende. Un error inicial que cometimos editores en todo el país fue enfocarnos en las víctimas de manera fría, con números. Los “ejecutómetros” se volvieron frecuentes, simples contadores sin contexto.

Lectores y televidentes justamente reclamaban que un diario o un noticiero le pusiera demasiada atención a la violencia, que le dedicaran tanto espacio a homicidios y balaceras. Pero luego analizábamos los índices de las noticias más leídas en el sitio de Internet y resultaba que en un día cualquiera, todas eran rojas.

Poco a poco comenzamos a dar contexto. Hace 15 años ninguna autoridad local llevaba estadísticas puntuales de crímenes en La Laguna y fuimos los periodistas locales los que empezamos a sumar los asesinados de cada día para decir que en un mes hubo tantos, y luego para medir cómo evolucionaban e informar qué tanto estaban aumentando. Hicimos lo mismo con robos y asaltos. Llegó un momento en que nos quedamos sin sinónimos para decir que los delitos habían subido. Pero al menos conseguimos darle contexto a las cifras.

Luego pasamos a las víctimas, a narrar algunas de sus historias. Empezamos a hablar de los impactos de la violencia en la comunidad: en la educación, la salud, la economía, la cultura, la vida cotidiana.

En el caso de la Comarca Lagunera, la violencia comenzó a declinar hace siete años y la tendencia a la baja se ha mantenido. Pero otras ciudades del país han visto aumentos considerables en homicidios, enfrentamientos armados, secuestros, asaltos.

La mayoría de estos hechos queda reportada en la prensa local; es sólo cuando su impacto rebasa ciertos indicadores (número de muertos, edad o género de las víctimas, cantidad o duración de balaceras) que brincan a los medios de difusión nacional en la Ciudad de México.

Sin embargo, estos mismos medios mantienen una visión “chilango-céntrica” porque un asesinato en el centro de Jalapa o de Irapuato no es lo mismo que uno en un restaurante de Polanco o la Condesa. Entonces despliegan tiempo en radio y televisión y espacio en periódicos y sitios web.

A veces los medios nacionales corren de una tragedia a otra. En La Laguna, este 2020 marca una década del año traumático en el que a la región llegaron las masacres indiscriminadas en lugares con bares o fiestas.

El 31 de enero de 2010, por ejemplo, 10 personas fueron asesinadas en el ataque a un bar de Torreón y la atención mediática no se hizo esperar. Pensamos que quizá esa atención iba a forzar a las autoridades a ponerse las pilas en la lucha contra grupos criminales. Pero entonces se supo de los jóvenes masacrados en la colonia Villas de Salvárcar de Ciudad Juárez ese mismo fin de semana y la atención se fue para allá.

El 14 de mayo de ese año otras ocho personas fueron asesinadas en otro ataque a un bar. Otra vez la atención de medios nacionales nos hizo pensar que La Laguna se convertiría en prioridad. Pero ese fin de semana se confirmó la noticia del secuestro del líder panista Diego Fernández de Cevallos y la atención se esfumó.

Cierto, los medios de difusión nacional han sido clave para visibilizar lo que ocurre en el resto del país, y para asegurarse que el resto del país sepa qué regiones están descendiendo sin remedio en una espiral de violencia. También han ayudado a examinar sus causas y a recoger los testimonios de quienes buscan justicia y no obtienen respuesta.

A lo largo de los últimos años, los medios de comunicación han sido en parte responsables por la forma en que la ciudadanía observa, asimila y entiende la violencia. Editores y reporteros tienen esa influencia a partir de acciones tan simples como escoger las palabras con las que van a redactar un titular.

Una de las primeras lecciones que aprendí en esta cobertura es que los delincuentes buscan controlar la noticia desde la misma forma en que cometen un crimen. Como si fueran editores, saben que una noticia se mide por impacto. Si matan a una persona y arrojan su cuerpo a la calle, la nota captará cierta atención. Pero si decapitan el cuerpo, habrá más atención. Y si mutilan el cuerpo habrá aún más.

El reto fue cómo decidir la publicación de este tipo de noticias sin amplificar de manera involuntaria las intenciones de los criminales. No es lo mismo titular una nota “Matan a un hombre”, que escribir “¡EJECUTADO!”.

Es en la elección de palabras, frase, fotografías, espacio en una plana, o posición en un sitio web o tiempo-aire en un noticiero que los periodistas moldeamos la forma en que el público entiende la violencia. En esa medida, es posible que hayamos contribuido a ciertas actitudes que han llevado a normalizar situaciones de horror. Si la dieta informativa diaria es violencia sin contexto, difícilmente vamos a entender de dónde viene y cómo cambia.

Por ejemplo, una razón por la cual el público no generaba empatía con víctimas era la tendencia a estigmatizarlas. “Se matan entre ellos” es un dicho frecuente entre consumidores de noticias que leen sobre la violencia cotidiana. Es la explicación que les evita profundizar en las causas.

La normalización de la violencia también ha llevado a un fenómeno que se empieza a ver en muchas comunidades: la sensación de que matar es muy fácil, de que conseguir un arma es muy fácil y de que es más probable que una persona se salga con la suya a que lo atrapen. En cierto sentido, tenemos que admitir que una gran causa de esa normalización de la violencia es por lo que se ve todos los días en medios de comunicación.

Por otra parte, los medios han servido para visibilizar situaciones de terror que de otra forma habrían permanecido ocultas. Muchos medios han dado voz a víctimas y sus familiares y han buscado explicar la violencia a partir de fenómenos que se observan en distintas comunidades, como la situación económica, la falta de red de protección social, la marginación, la rápida penetración de dinero oscuro en una ciudad, la corrupción política.

Contar la violencia, narrar las tragedias cotidianas requiere un esfuerzo constante y un aprendizaje continuo. Los periodistas mexicanos somos mucho más sensibles para hacerlo que hace una década, pero todavía nos falta mucho camino por recorrer. Estos son apenas algunas lecciones que creo hemos sacado de la cobertura de la violencia. Pero la evaluación sobre lo que hemos hecho bien y mal debe ser constante.

Los líderes del pensamiento mágico

10 junio 2020 –

Por: Alberto Vergara – The New York Times –

El rechazo a la ciencia y a la razón de algunos presidentes del continente, de Jair Bolsonaro a Donald Trump, deben ser tomados en serio. La pandemia nos ha permitido ver las consecuencias oscuras que destilan esas posturas políticas.

CIUDAD DE PANAMÁ — Se ha vuelto común oír que las negligentes políticas de Jair Bolsonaro y Donald Trump respecto de la pandemia responden a que estos presidentes priorizan la economía de sus países sobre la salud de su población. En el caso de Trump, se subraya que necesita llegar a noviembre sin una economía en ruinas pues sino su reelección es virtualmente imposible. No estoy convencido. O, mejor dicho, este diagnóstico, sin ser incorrecto, resulta crucialmente incompleto: antes que presidentes partidarios del laissez faire, son líderes que pertenecen a una vieja tradición política antiracionalista.

El rechazo a la ciencia, a la razón y las consecuencias nefastas que han generado, deben ser tomados en serio y no ser minimizadas como estrategias electorales. Menos aún, descartarlas como pedestre imbecilidad.

Y no se trata solo de Trump y Bolsonaro. Para quedarnos en nuestro hemisferio, las políticas de Daniel Ortega y su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo, en Nicaragua entran en este molde; algo de las decisiones de Andrés Manuel López Obrador en México y Jeanine Áñez en Bolivia también. Estamos ante una tendencia que combina impulsos antiilustrados con una forma de actuar atada a instintos y misticismo, y que privilegia el exabrupto del jefazo por encima de la razón.

Algunos de estos líderes habían cruzado lanzas contra la ciencia antes de llegar a la presidencia. Sus mandatos han sido consecuentes con ello. Y el oscurantismo, con impecable lógica, destiló consecuencias oscuras.

El año 2016, Bolsonaro se hizo bautizar, cual Cristo, en el río Jordán. El flamante presidente impuso un lema de pánico: “Brasil por encima de todos y Dios por encima de todo”. Contra la evidencia negó la depredación de la Amazonía y botó al director del Instituto Nacional de Investigación Espacial que mostró imágenes satelitales que lo probaban. Cuando llegó la COVID-19, la llamó “una gripecita”, despidió a dos ministros de Salud en medio de la tormenta y se plegó a manifestaciones contra los confinamientos. Eso sí, reconozcámoslo, invitó a un ayuno religioso para librase de la enfermedad. Ahora Brasil es el nuevo centro de la crisis mundial con el segundo número global de contagiados y, se estima, pronto será también el segundo en cuanto a fallecidos.

«Revolución rosa” es el término para referirse al régimen mágico-socialista de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Las manifestaciones políticas del sandinismo asemejan homilías públicas. Ella es una avalancha de misticismo: asegura que habla con Rubén Darío y que uno de sus hijos es la reencarnación de Sandino. Cuando la COVID-19 aterrizó en Nicaragua, la dictadura esotérica organizó manifestaciones, maratones, misas masivas, procesiones, entre otros actos que parecían destinados a infectar todo el país cuanto antes. Después de mucho tiempo sin reconocer el avance de la enfermedad, han aceptado que la “contención divina” presentaba limitaciones. Los entierros masivos y clandestinos reflejan que la situación está fuera de control.

A Trump no lo hemos visto, como a Murillo, con anillos de cuarzo y otras piedras con supuestos poderes mágicos, pero él ha mostrado un rechazo consistente hacia la ciencia y la evidencia. Antes de ser presidente esparció la infamia de asociar las vacunas al autismo. Atendiendo a que el calentamiento global es un concepto que inventó China para restar competitividad a las empresas norteamericanas, retiró a Estados Unidos del Acuerdo de París sobre el cambio climático. Un artículo de la Universidad de Melbourne demuestra la actitud anticiencia del presidente. Y desde ahí enfrentó la COVID-19. Confesó que decía cosas que seguramente los médicos aconsejarían que calle. Sugirió que inyectarse lejía podía ser un remedio casero. Gente cercana a Trump ha avalado la teoría de la conspiración según la cual Bill Gates está buscando inocularnos un chip en la vacuna contra la COVID-19. El resultado de todo este delirio es que hoy Estados Unidos tiene más de 100.000 muertos por coronavirus. Es decir, casi el 30 por ciento de los fallecidos mundiales, aunque su población sea alrededor del 5 por cierto del total global.

La historia de George Floyd: el camino desde ‘Quiero emocionar al mundo’ hasta ‘No puedo respirar’

10 junio 2020 –

Por:  Manny Fernandez y 

Hace casi 30 años Floyd tenía grandes planes para su vida. Su muerte a manos de la policía impulsa un movimiento en contra de la brutalidad policial y la injusticia racial.

HOUSTON — Era el último día del penúltimo grado de bachillerato en la Escuela Preparatoria Jack Yates de Houston, hace casi tres décadas. De camino a casa, un grupo de buenos amigos iba pensando lo que traería el último año escolar y lo que vendría incluso más adelante. Eran adolescentes negros a punto de alcanzar la mayoría de edad. La pregunta que se planteaban unos a otros era: ¿Qué querían hacer con su vida?

“George me miró y dijo: ‘Quiero emocionar al mundo’”, comentó Jonathan Veal, de 45 años, al recordar las aspiraciones de uno de esos jóvenes, un destacado atleta, alto y sociable, llamado George Floyd, a quien había conocido en la cafetería de la escuela el día que comenzaron el sexto año. En sus mentes de 17 años, la idea de emocionar al mundo tal vez significaba la NBA o la NFL.

“Fue uno de los primeros momentos que recordé después de enterarme de lo que le sucedió”, dijo Veal. “Floyd no podría haberse imaginado que esta sería la manera trágica en que la gente conocería su nombre”.

Ahora la gente conoce a George Perry Floyd Jr. por sus desgarradores momentos finales, cuando suplicaba que lo dejaran respirar mientras la rodilla de un policía presionaba su cuello durante casi nueve minutos en una calle de la ciudad de Mineápolis.

La muerte de Floyd, inmortalizada en el video que tomó en su celular una persona que pasaba por el lugar durante el atardecer del Día de los Caídos, ha desatado dos semanas de manifestaciones que se han extendido por todo Estados Unidos en contra de la brutalidad policiaca. Ha sido conmemorado en Mineápolis, donde murió; en Carolina del Norte, donde nació, y en Houston, donde miles de personas hicieron fila de pie bajo el calor implacable del lunes en la tarde para pasar junto a su ataúd dorado y darle el último adiós en la ciudad en la que pasó la mayor parte de su vida.

Muchos de los que asistieron a esta despedida pública dijeron que veían a Floyd como uno de ellos: un vecino de Houston que podía haber sido su padre, su hermano o su hijo.

“Esto fue algo que sentimos muy de cerca”, afirmó Kina Ardoin, una enfermera de 43 años que estaba formada en una fila que llegaba hasta muy lejos de la entrada de la iglesia. “Podría haber sido cualquiera de mi familia”.

Ahora que es una fecha marcada en la larga historia de violencia contra las personas negras, el asesinato de Floyd ha hecho que manifestantes de todas las razas marchen por las calles y se arrodillen coreando “¡Las vidas negras importan!” en cientos de ciudades y pueblos pequeños.

No obstante, Floyd, de 46 años, fue más que el video gráfico de su muerte de casi nueve minutos. Fue más que las dieciséis frases registradas en la grabación en las que dice de varias formas “No puedo respirar”.

Fue un hombre corpulento que tenía sueños muy grandes y que no se desanimó por los tropiezos de su vida.

Después de crecer en uno de los barrios más pobres de Houston, se distinguió como basquetbolista y futbolista, y completó tres pases para avanzar 18 yardas en un juego de campeonato estatal en su penúltimo año de bachillerato.

Fue el primero de sus hermanos en ir a la universidad gracias a una beca de deporte. Pero después de un par de años, regresó a Texas y pasó casi una década entre arrestos y encarcelamientos por delitos relacionados principalmente con las drogas. Para cuando salió definitivamente de su pueblo natal hace algunos años y se mudó a trabajar a Mineápolis, a unos 2000 kilómetros, estaba listo para comenzar de nuevo.

Cuando viajó a Houston en 2018 para el funeral de su madre —murieron con dos años y una semana de diferencia—, le dijo a su familia que había comenzado a sentir que Mineápolis era su hogar. Se hizo tatuar el nombre de su madre en el abdomen, un dato que se registró en la autopsia.

Floyd nació en Fayetteville, Carolina del Norte, y fue hijo de George Perry y Larcenia Floyd, pero en realidad creció en un barrio de Houston llamado Bricks.

Luego de que sus padres se separaron, su madre se mudó con él y sus hermanos a Texas, donde creció en el mundo de ladrillos rojos de Cuney Homes, un complejo de 564 viviendas públicas ubicado en el tercer distrito de Houston nombrado en honor a Norris Wright Cuney, uno de los hombres negros políticamente más poderosos del estado a fines del siglo XIX.

La madre de Floyd —conocida como Cissy— era una lideresa de Cuney Homes y era integrante activa de la junta de vecinos. Crio a sus hijos y, en ocasiones, también a algunos de sus nietos e hijos de sus vecinos.

De niño, en Bricks, lo conocían como Perry, su segundo nombre. Cuando creció, también creció la cantidad de sobrenombres. Era el Gran Floyd, conocido tanto por su gran personalidad como por su sentido del humor.

La altura de Floyd —en el colegio medía más de 1,80 metros — creó una especie de mística.

“Imagínate a este chico alto como estudiante de primer año de secundaria caminando por los pasillos. Pensamos: ‘¿Quién es ese tipo?’. Era un bromista, siempre estaba riéndose y hacía chistes”, dijo Herbert Mouton, de 45 años, quien jugó en el equipo de fútbol americano de la secundaria Yates con Floyd. “Estábamos hablando el otro día con un compañero de clases tratando de pensar si Floyd había estado antes en una pelea. Y no pudimos recordarlo”.

Mouton dijo que después de perder un juego importante, Floyd dejaba que el equipo se pusiera de mal humor por unos minutos antes de contar un chiste para aligerar el estado de ánimo. “Nunca quería que nos sintiéramos mal por mucho tiempo”, dijo.

Floyd vio en los deportes un camino para salir de Bricks. Y fue así que, en un estado obsesionado con los deportes, se valió de su talla y destreza atlética. Jugando como ala cerrada, Floyd ayudó a llevar a su equipo de fútbol americano a la final del campeonato estatal en 1992.

En un emocionante momento que quedó grabado en video —y que ha circulado después de su muerte— Floyd se eleva por encima de un oponente en la zona final para atrapar un pase de anotación.

Después de graduarse del bachillerato, Floyd se fue de Texas con una beca de básquetbol al South Florida Community College (ahora llamado South Florida State College).

“Yo buscaba un ala-pívot que fuese alto y él cumplía con los requisitos. Era atlético y me gustaba cómo manejaba el balón”, dijo George Walker, quien reclutó a Floyd. “Era titular y anotaba de doce a catorce puntos y lograba de siete a ocho recuperaciones de balón”.

Floyd fue transferido dos años después, en 1995, al campus de Kingsville de la Universidad de Texas A&M, pero no se quedó mucho tiempo ahí. Regresó a Houston —y al tercer distrito— sin titularse.

Conocido a nivel local como el Tré, el tercer distrito, al sur del centro de la ciudad, es históricamente uno de los vecindarios negros de Houston y ha sido representado en la música de una de las personas más famosas que han crecido ahí: Beyoncé.

La vida en Bricks era despiadada en ocasiones. La pobreza, las drogas, las pandillas y la violencia atemorizaban a muchas familias del tercer distrito. Muchos de los compañeros de escuela de Floyd no cumplieron más de veintitantos años.

Poco después de regresar, Floyd comenzó a rapear. Apareció con el nombre de Big Floyd en cintas creadas por DJ Screw, un personaje de la escena hip-hop de Houston en la década de 1990. Con voz profunda y rimas intencionalmente lentas, Floyd rapeaba sobre autos con llantas de gran tamaño y el orgullo de pertenecer al tercer distrito, su barrio.

Según los registros del tribunal y de la policía, Floyd fue arrestado varias veces en Houston, a lo largo de un periodo aproximado de diez años que comenzó cuando tenía veintitantos. Una de esas detenciones, por una transacción de diez dólares relacionada con drogas en 2004, lo llevó a pasar diez meses en una cárcel estatal.

Cuatro años después, Floyd se declaró culpable de robo agravado a mano armada y pasó cuatro años en prisión. Lo liberaron en 2013 y regresó a casa, esta vez para empezar el largo y difícil camino de intentar cambiar su vida. Usó sus errores como una lección para otras personas.

Stephen Jackson, un jugador profesional de básquetbol jubilado de Port Arthur, Texas, conoció a Floyd un año o dos antes de unirse a la NBA. Tenían en común los deportes, dijo Jackson, pero también se parecían lo suficiente como para llamarse de cariño “gemelo” el uno al otro.

“Le digo a la gente todo el tiempo que la única diferencia entre George Floyd y yo, la única diferencia entre mi gemelo y yo, la única diferencia entre Georgie y yo, es el hecho de que yo tuve más oportunidades”, dijo, y luego agregó: “Si George hubiera tenido más oportunidades, podría haber sido atleta profesional en dos deportes”.

Luego de salir de prisión, Floyd se dedicó todavía más a su iglesia. Inspirado por su hija, Gianna Floyd, quien nació después de que fue liberado, Floyd pasaba mucho tiempo en Resurrection Houston, una iglesia que celebra muchos de sus servicios en una cancha de basquetbol ubicada en el centro de Cuney Homes. Colocaba las sillas y arrastraba hasta el centro de la cancha la figura principal del servicio: la pila bautismal.

“Bautizábamos a las personas en la cancha en este gran abrevadero para caballos. Él arrastraba sin ayuda esa cosa a la cancha”, dijo Patrick Ngwolo, abogado y pastor de Resurrection Houston, quien describió a Floyd como una figura paterna para los jóvenes de la comunidad.

Floyd terminó por integrarse a un programa cristiano que tenía tiempo llevando a hombres del tercer distrito a Minnesota, donde se les ofrecían servicios de rehabilitación para adicción a las drogas y de reinserción laboral.

“Cuando dices que te vas a Minnesota, todos saben que vas a este programa de trabajo de la iglesia de Minnesota”, señaló Ngwolo, “y que estás saliendo de este ambiente”.

Ese cambio sería un nuevo comienzo para Floyd, comentó Ngwolo, su historia de salvación.

En Minnesota, Floyd vivía en una casa dúplex de madera con dos compañeros en la orilla oriental de St. Louis Park, un suburbio en proceso de gentrificación de Mineápolis.

En 2017, comenzó a trabajar como guardia de seguridad en el Harbor Light Center del Ejército de Salvación, un refugio y alojamiento provisional para personas sin hogar del centro de la ciudad. El personal conocía a Floyd como alguien de temperamento estable que por instinto de protección acompañaba a los empleados hasta sus automóviles.

“Hay que ser una persona especial para trabajar en el ambiente del albergue”, dijo Brian Molohon, director ejecutivo de desarrollo en la división norte del Ejército de Salvación. “Todos los días te bombardean con angustias y quebrantos”.

Pese a que Floyd se adaptó a su puesto, buscó otros empleos. Cuando trabajaba en el Ejército de Salvación, solicitó empleo como portero en el restaurante y discoteca Conga Latin Bistro.

Jovanni Thunstrom, el propietario, comentó que Floyd pronto se volvió parte de la familia de empleados. Llegaba temprano y se iba tarde. Y, aunque lo intentó, nunca aprendió bien a bailar salsa.

“De inmediato me gustó su actitud”, afirmó Thunstrom, quien también era el casero de Floyd. “Te estrechaba la mano con ambas manos. Se inclinaba para saludarte”.

Floyd siempre tenía una Biblia junto a su cama. A menudo la leía en voz alta y, a pesar de su estatura, con frecuencia se acomodaba en el pasillo para rezar con Theresa Scott, una de sus compañeras de casa.

“Tenía una forma de hablar realmente genial. Su voz me recordaba a la de Ray Charles. Hablaba rápido y hablaba muy suavemente”, dijo Alvin Manago, de 55 años, quien conoció a Floyd en un juego de sóftbol en 2016. Se cayeron bien de inmediato y se convirtieron en compañeros de piso. “Tenía este tono de bajo grave. Tenías que acostumbrarte a su acento para entenderlo”.

Floyd pasó las últimas semanas de su vida recuperándose del coronavirus, el cual supo que tenía a principios de abril. Cuando ya estuvo mejor, comenzó a pasar más tiempo con su novia, y no había visto a sus compañeros de casa en algunas semanas, señaló Manago.

Al igual que millones de personas, sus compañeros de casa en la ciudad que sería su nuevo comienzo miraron el video que captó los últimos resuellos de Floyd.

Lo oyeron llamar a su difunta madre: “¡Mamá! ¡Mamá!”.

Desde la mañana del martes 9 de junio, 15 días después de ese grito de angustia, George Floyd yace y descansa junto a ella.

 

«Esta no es la última pandemia»: la advertencia de los científicos ante la «tormenta perfecta» para nuevas enfermedades

10 junio 2020 –

Por: Victoria Gill- BBC Londres-

«Una tormenta perfecta».

Eso es lo que hemos creado para que las enfermedades de animales silvestres se propaguen a los humanos y se distribuyan rápidamente por todo el mundo.

Es lo que advierten los científicos que además señalan que la invasión del hombre en el mundo natural acelera ese proceso.

Esta conclusión proviene de expertos en salud de todo el mundo que estudian cómo y dónde surgen nuevas enfermedades.

Como parte de esta investigación, los especialistas desarrollaron un sistema de reconocimiento de patrones para predecir qué enfermedades de la vida silvestre representan un mayor riesgo para los humanos.

Este estudio está dirigido por científicos de la Universidad de Liverpool, Reino Unido, pero es parte de un esfuerzo global para desarrollar formas de prepararse mejor para brotes futuros.

«Esquivamos cinco balas»‘

«En los últimos 20 años, hemos tenido seis amenazas importantes: SARS, MERS, ébola, gripe aviar y gripe porcina», dijo a la BBC el profesor Matthew Baylis de la Universidad de Liverpool.

«Esquivamos cinco balas pero la sexta nos atrapó», agregó.

«Y esta no es la última pandemia a la que nos enfrentaremos, por lo que debemos observar más de cerca las enfermedades de la vida silvestre».

Como parte de este examen minucioso, Baylis y sus colegas diseñaron un sistema predictivo de reconocimiento de patrones que puede explorar una vasta base de datos de todas las enfermedades conocidas de la vida silvestre.

A través de los miles de bacterias, parásitos y virus conocidos por la ciencia, este sistema identifica pistas escondidas en el número y tipo de especies que infectan.

Utiliza esas claves para resaltar cuáles representan la mayor amenaza para los humanos.

Si un patógeno se marca como una prioridad, los científicos dicen que podrían dirigir los esfuerzos de investigación para encontrar la prevención o el tratamiento antes de que ocurra un brote.

«Será un paso completamente diferente descubrir qué enfermedades podrían causar una pandemia y estamos avanzando hacia este primer paso», dijo el profesor Baylis.

Lecciones del encierro

Muchos científicos están de acuerdo en que nuestro comportamiento, particularmente la deforestación y nuestra invasión de diversos hábitats de vida silvestre, está ayudando a que las enfermedades se propaguen de los animales a los humanos con mayor frecuencia.

Según la profesora Kate Jones del University College de Londres, la evidencia «sugiere en términos generales que los ecosistemas transformados por el hombre con una biodiversidad más baja, como las tierras para agricultura o plantaciones, a menudo están asociados con un mayor riesgo humano de muchas infecciones».

«Ese no es necesariamente el caso para todas las enfermedades», agregó.

«Pero los tipos de especies de vida silvestre que son más tolerantes a las perturbaciones humanas, como ciertos roedores, a menudo parecen ser más eficaces para albergar y transmitir patógenos.

«Por lo tanto, la pérdida de biodiversidad puede crear ambientes que aumentan el contacto riesgoso entre humanos y vida silvestre e incrementan las posibilidades de que ciertos virus, bacterias y parásitos se propaguen a las personas».

Hay algunos brotes que han demostrado este riesgo en las «interfaces» entre la actividad humana y la vida silvestre con una claridad devastadora.

En el primer brote del virus de Nipah en 1999 en Malasia, una infección viral transmitida por murciélagos frutales se extendió a una importante granja de cerdos construida al borde de una selva.

Los murciélagos de la fruta silvestre se alimentaban de los árboles frutales y los cerdos masticaban la fruta a medio comer que caían de los árboles y estaba recubierta de saliva de murciélago.

Más de 250 personas que trabajaron en contacto cercano con los cerdos infectados contrajeron el virus. Y cerca de 100 de esas personas murieron.

La tasa de letalidad del coronavirus aún está sin definir, pero las estimaciones actuales lo sitúan alrededor del 1%. El virus Nipah mata entre el 40 y 75% de las personas que infecta.

El profesor Eric Fevre de la Universidad de Liverpool y el Instituto Internacional de Investigación Ganadera en Nairobi, Kenia, dice que los investigadores deben estar atentos constantemente a las áreas donde existe un mayor riesgo de brotes de enfermedades.

Las granjas próximas a los bosques o selvas o mercados donde se compran y venden animales son límites borrosos entre humanos y vida silvestre, y lugares donde es más probable que surjan enfermedades.

«Necesitamos estar constantemente alertas a estas interfaces y contar con sistemas para responder si vemos algo inusual», como un brote repentino de enfermedad en un lugar en particular.

«Nuevas enfermedades en la población humana probablemente aparecen de tres a cuatro veces al año», aseguró el profesor Fevre.

«No es solo en Asia o África, sino también en Europa y Estados Unidos».

Matthew Baylis agregó que esta vigilancia continua de nuevas enfermedades es cada vez más importante.

«Hemos creado una tormenta casi perfecta para el surgimiento de pandemias», dijo a la BBC.

El profesor Fevre estuvo de acuerdo. «Es probable que este tipo de evento suceda una y otra vez», advirtió.

«Ha estado sucediendo a lo largo de nuestra interacción con el mundo natural. Lo importante ahora es cómo lo entendemos y respondemos».

Según profesor Fevre, la crisis actual proporciona una lección para muchos de nosotros sobre las consecuencias de nuestro propio impacto en el mundo natural.

«Todas las cosas que usamos y damos por sentado como los alimentos que comemos o los materiales en nuestros teléfonos inteligentes, alguien estará ganando más dinero extrayéndolos y moviéndolos alrededor del mundo», dice.

«Por lo tanto, nos corresponde a todos pensar en los recursos que consumimos y el impacto que tiene».

Más de 120 periodistas en el mundo han muerto por coronavirus, la mayoría en Latinoamérica

5 junio 2020 –

Por: ABC – España –

Al menos 127 periodistas en activo fallecieron en los últimos tres meses a causa del coronavirus, muchos tras cubrir la pandemia y casi la mitad de ellos en Latinoamérica, informó este martes la ONG Campaña Emblema de Prensa (PEC).

En Europa fueron 23 los decesos, 17 en Asia, 13 en Norteamérica y 12 en África, de acuerdo con la organización, que suele recopilar datos de ataques a la profesión periodística, precisó.

Al menos dos tercios de estas muertes estuvieron directamente relacionadas con la actividad periodística de los fallecidos, señaló la ONG, para subrayar que la cifra real de profesionales de comunicación muertos en la pandemia podría ser mayor, ya que muchos casos no fueron registrados.

Por países, Perú fue el país del mundo con más víctimas confirmadas (15), seguido de Brasil y México (13 cada uno) y de Ecuador y Estados Unidos, ambos con 12 fallecidos.

En Europa, el continente con más muertes totales por COVID-19, se confirmaron las muertes de cinco periodistas en Rusia y otros tanto en Reino Unido, así como tres en España.

«Los trabajadores de los medios de comunicación tienen un papel importante que desempeñar en la lucha contra el nuevo virus, han de informar sobre la propagación de la enfermedad, y varios murieron por falta de medidas de protección adecuadas en el ejercicio de su actividad», señaló el secretario general de PEC, Blaise Lempen.

Cientos de otros periodistas se contagiaron de la enfermedad y además la pandemia obligó al cierre temporal de numerosos medios de comunicación, destacó PEC, que obtuvo todos sus datos en el recuento de asociaciones nacionales de periodistas, medios locales y colaboradores con la organización.

Los nombres de los periodistas fallecidos en la pandemia de los que tiene registro la organización no gubernamental pueden ser consultados en su web oficial (www.pressemblem.ch).

Microsoft reemplaza a más de 50 periodistas por robots

5 junio 2020 –

Por: Revista Dinero –

La multinacional tecnológica Microsoft despidió recientemente a más de 50 de sus empleados, entre periodistas y trabajadores editoriales, que fueron reemplazados por inteligencia artificial en Estados Unidos y Reino Unido.

La medida tomada por la compañía tiene como objetivo que la labor de filtrar y seleccionar las noticias, que desempeñaban los periodistas despedidos, sea realizada a partir de ahora por los algoritmos de inteligencia artificial que permiten llevar a cabo este tipo de tareas sin intervención humana.

Portales como Microsoft News, que llega a más de 500 millones de personas en 140 países, además de MSN, otro de los portales de noticias más grandes del mundo, hacen parte de las áreas donde se efectuaron estos despidos.

De acuerdo con Business Insider, Microsoft despidió a cerca de 50 de sus empleados dedicados a dichas funciones en Estados Unidos. Por su parte, desde The Guardian se reportó que en Reino Unido también se sumaron 27 despidos durante los mismos días.

Con esto, la compañía avanza en la implementación de un sistema robotizado para filtrar las noticias que serán seleccionadas para la publicación en sus portales a nivel global.

“Al igual que todas las empresas, evaluamos nuestro negocio de forma regular. Esto puede dar lugar a un aumento de la inversión en algunas áreas y, de vez en cuando, en la reubicación de otras áreas», manifestó un portavoz de Microsoft citado por Business Insider.

Este tipo de medidas no dejan de generar escepticismo, pues el uso de algoritmos e inteligencia artificial para llevar a cabo labores propias del periodismo, que tradicionalmente han sido realizadas por humanos, implica un debate sobre el criterio y la calidad con la que será seleccionada la información cuando no esté un periodista profesional a cargo del proceso.

Cabe resaltar que, según un comunicado de Microsoft enviado a The Guardian, los despidos realizados por la compañía no tienen que ver con la coyuntura causada por la pandemia de la covid-19, que ha generado millones de despidos en el mundo. En Estados Unidos, por ejemplo, la cifra de desempleo ha alcanzado un 14,7% en los últimos meses, mientras que la de Reino Unido ha registrado un incremento de 3,9%.

Por el contrario, desde la multinacional tecnológica se argumenta que estas decisiones se deben a procesos de evaluación de negocio y redistribuciones en el interior de Microsoft.

¿Tiene futuro el periodismo?

5 junio 2020 –

Por: Juan Pablo Illanes – El Nuevo Día- Puerto Rico –

A mediados de la década de 1970, una llamada telefónica internacional comenzaba con quince días de anticipación. Como estudiante recién casado, desde Estados Unidos enviaba una carta señalando el día, la hora y los participantes esperados. Además, indicaba la señal previa: tres campanazos, corte y luego de un lapso bien determinado, la llamada. Entonces, uno miraba el reloj para contar los tres minutos exactos, no fuera que el telefonazo nos derrumbara el presupuesto. Y comenzaba la lista de temas para tratar de impedir que la comunicación se fuera en: ¿cómo están? Bien ¿y ustedes? Bien. Y ¿cómo está la mamá? Bien. Y así hasta perder buena parte de los valiosos segundos en que había invertido mis haberes.

Hoy, con mi hijo desde Canadá hablamos mirándonos las caras todos los días.

A estas alturas del siglo XXI ya es demasiado evidente que la tecnología nos ha deparado una sorpresiva revolución cuyo centro está en las comunicaciones. Si Julio Verne pudo imaginar que el hombre llegaría a la luna, nadie sospechó siquiera que aquí en la tierra lo veríamos cómodamente sentados desde nuestros hogares. La revolución ya había comenzado. Un cambio profundo en la estructura de las comunicaciones afecta a todas las personas y a todas las entidades que quieran difundir alguna información y naturalmente tiene un impacto que puede ser transformador en la sociedad. Y, por cierto, ha de cambiar a quienes han hecho de la transmisión de informaciones su profesión, los periodistas.

Pero no son ellos los únicos que están buscando adaptarse a las nuevas formas de comunicarse. Nadie queda al margen de la nueva revolución, quizá más profunda que la provocada por la imprenta. Se dice que vivimos un cambio de era, que como un viaje intergaláctico nos lleva de la galaxia de Gutenberg a la galaxia digital. En este nuevo universo la comunicación ya no volverá a ser la misma: ni tan privada, ni restringida, ni filtrada, ni ordenada, ni demorada.

Ante la magnitud de los cambios, los medios de comunicación masiva han atravesado por distintas etapas, naturales y exploratorias. A la negación inicial siguieron nuevas ideas: los diarios serán gratis en internet; cada periodista tendrá su propio blog; se crean nuevos medios digitales; toda persona es un periodista; nace el periodismo ciudadano. Tiempo después, las cosas cambian: los diarios no pueden ser gratis en internet; las redes sociales presentan las noticias; las redes sociales son el reino de las noticias falsas, las fake news. Y seguimos nuestro viaje a un destino desconocido.

Lo único cierto e indiscutible es que ha cambiado el modelo de negocios para los medios de comunicación. Los anunciantes llegan al público de nuevas maneras y no requieren, al menos en la misma medida, a los diarios, revistas, radios ni canales de televisión abierta. El modelo tradicional consistía en que los diarios eran muy baratos e interesantes para una comunidad, pues, entre otras cosas, aportaban una visión del mundo que contextualizaba y ordenaba todo el acontecer y, a su vez, esa comunidad era de interés para los anunciantes, quienes realizaban buena parte de su publicidad a través de ellos. Ahora, los anunciantes, con las nuevas opciones de transmitir su mensaje en buscadores o redes sociales, llegan a grupos más seleccionados o más numerosos por menos dinero. Para los medios, es necesario, por tanto, volver a financiarse a través de los lectores, como lo hicieron cuando nació el periodismo.

Pero la búsqueda de financiamiento para esas inmensas organizaciones de noticias no ha sido fácil. The New York Times tenía oficinas en las principales capitales del mundo –Londres, Tokio, Moscú, etc.— que no pueden sostenerse con los anuncios que capta hoy.  Por ese motivo ha comenzado a vender suscripciones a su sitio de internet en todo el mundo y a imprimirse en varios lugares, lo que ahora es posible. Con ese modelo logra mantener sus actividades en un nivel parecido al de antes. Pero los diarios más pequeños aún siguen explorando nuevas formas de operar.

Los periodistas, que realizaban las tareas fundamentales de los medios, también están atravesando por un momento de incertidumbre, igual que muchos otros profesionales que ven que el paradigma de la comunicación ha cambiado. No obstante, el buen periodismo, el periodismo profesional, que es el que se ha desarrollado en los principales diarios, parece ser algo indispensable para una sociedad democrática, pues esta consiste no solo en entregar el gobierno a una mayoría, sino también en la existencia de un poder judicial independiente, un estado de derecho –que implica que nadie está por encima de la ley—, la sujeción del poder a un marco constitucional que debe comprender el respeto a los derechos de las minorías. Por cierto, eso incluye a la más pequeña de las minorías, el derecho de cada persona, que se conoce como derechos humanos.

Para que todas estas condiciones existan realmente se requiere de una prensa libre que dé a conocer a quienes aspiran a detentar el poder y a quienes lo logren les exija rendir cuentas de sus actos. Al hacerlo, los periodistas ejercen su derecho humano a la libertad de expresión que es el que permite al ciudadano corriente informarse del cumplimiento de todos los otros derechos constituyentes de la democracia.

De esta forma, progresivamente se ha ido delineando una actividad profesional, cuya enseñanza se centra en los valores profesionales que han emergido a través de una larga experiencia y que eran, son y seguirán siendo el ánimo de buscar la noticia, descubrirla, verificar y corroborar cada frase y al menos aspirar a ser imparciales y objetivos, poniendo por encima de las convicciones personales del periodista losvalores de la profesión. Ese periodismo de calidad se estudia, se aprende y se practica junto a colegas que colaboran en la elaboración de las pautas, el análisis de las historias y la relevancia del contexto que se incluye en la historia. Por cierto, es algo muy distinto de la información que circula cruda, sin mayor preparación, por redes sociales.

Aunque a ratos la actuación de los periodistas se vea algo deslavada por modas pasajeras, como puede ser la tendencia a emitir opiniones personales en sus textos, constituye una actividad indispensable para la sociedad y por ello habrá de continuar como otras –la música sinfónica o el transporte público—, que también han debido buscar hasta encontrar medios de financiarse compatibles con su quehacer.

¿Estábamos los periodistas preparados para afrontar la pandemia del COVID-19?

5 junio 2020 –

Por: Diego Arrieta Rojas – El Heraldo de Linares – Chile-

La crisis global del coronavirus ha cambiado radicalmente nuestro escenario social, político y económico. Ha cambiado la forma en que miramos el mundo y también ha modificado, en cierto modo, la manera en que ejercemos nuestras profesiones.

El periodismo, por supuesto, no ha escapado de esta crisis. Y en este momento de incertidumbre es necesario preguntarnos si los periodistas estábamos preparados para afrontar la pandemia del COVID-19. Válida la pregunta y muy justa, sobre todo porque otras profesiones, otros saberes y otras ciencias también están en un proceso de reflexión, autoanálisis y cuestionamientos.

¿Estábamos los periodistas preparados para afrontar la pandemia del COVID-19? Una pregunta polémica y quizá un poco incómoda, especialmente porque los periodistas solemos tener el ego muy elevado.

Y la respuesta a esta pregunta es tan obvia que puede llegar a dar risa o también puede ser, y espero que sea, un llamado de atención. Pero, la verdad, es que no estábamos preparados.

No estábamos preparados, en primer lugar, por la poca formación que recibimos en nuestras escuelas de periodismo. Una formación general, pobre y superficial. Es cierto, recibimos clases de redacción, psicología de la comunicación, ética y legislación de los medios, periodismo audiovisual, entre otras asignaturas. Pero no existe, y esto es un problema que ocurre en casi todas las escuelas de periodismo de Latinoamérica, una formación en otras áreas esenciales como salud, economía, política, derechos humanos, ética, política internacional, entre otras.

Y este es un problema grave. Porque llegamos a los medios de comunicación con mucha ilusión, con muchas ganas de trabajar, de levantar temas, pero no tenemos los conocimientos necesarios para abordarlos desde la perspectiva periodística.

Y ustedes me dirán: “Diego, pero eso se aprende en el camino”. Bueno, puede que sí, como puede que no. Lo cierto es que resulta lamentable ver y escuchar a los colegas informando y opinando sobre temas que desconocen.

Pero esto no queda aquí. La formación de posgrado también es escasa. Sí, existen programas de formación en ciencias de la comunicación e información, cursos para la docencia en periodismo, especialización en comunicación corporativa, marketing, marketing político. Pero insisto, no hay formación en áreas tan esenciales y tan importantes para la sociedad como, y nombro de nuevo, salud, ciencias, derechos humanos, política, entre otras.

Y seamos sinceros: si no estábamos preparados para informar sobre VIH, migración, violencia de género, diversidad sexual… ¿Cómo íbamos a estar preparados para abordar periodísticamente una pandemia sin precedentes, que ha evidenciado nuestras vulnerabilidades y que ha enrostrado nuestra común fragilidad como seres humanos?

Y como la ignorancia es atrevida, vemos entonces a los colegas hablando de “contaminados” y no contagiados, por ejemplo. O mostrando imágenes de los pacientes intubados sin proteger sus identidades o difundiendo los nombres y las direcciones habitacionales de los pacientes, aun cuando esto es penado por la ley.
Sin duda alguna, nos falta formación y nos queda mucho por aprender… Y si no es ahora, ¿cuándo?

Los periodistas no estábamos preparados para afrontar la pandemia del COVID-19 porque no hemos sido capaces de entender que la información es un derecho ciudadano, que debe estar por encima de derechas e izquierdas y que por ninguna razón debería ser manipulada por los políticos y sus aduladores.

Los periodistas no estábamos preparados para afrontar la pandemia del COVID-19 porque seguimos callando frente a quienes desprestigian y ensucian la profesión. Porque todavía le tenemos miedo a la autoridad. Porque titubeamos al momento de hacer una pregunta que pudiese ser “incómoda” para el político de turno. Y porque no hemos sido capaces de romper, por ejemplo, las cadenas del cofre que guardan los datos reales.

¿Acaso podemos o tenemos las herramientas para refutar a las autoridades los datos que nos entregan a diario sobre el número de contagiados? ¿Esas cifras que estamos replicando todos los días son las reales? ¿O nuestro trabajo solo se limita a recibir y replicar datos que no podemos constatar?

Los periodistas no estábamos preparados para afrontar la pandemia del COVID-19 porque no hemos podido entender que la relación entre el poder político y los medios de comunicación es el principal mal del periodismo.
Bien lo dijo el periodista y escritor español Javier Caraballo: “El periodismo, el buen periodismo, debe salir adelante sin necesidad de andar asistido con las muletas que le presente un partido político y otro”.

Seamos sinceros: los periodistas no estábamos preparados para afrontar la pandemia del COVID-19. Y anhelo con ansias que podamos salir de esta crisis vivos y con ganas de ser mejores profesionales. No por nuestro bien, sino por el bien de los ciudadanos. Ya que, al final del día, son ellos quienes siguen sosteniendo “el mejor oficio del mundo”.

(Diego Arrieta Rojas,
Licenciado en Comunicación Social, mención Periodismo Impreso).