Foto: El Tiempo.
Su origen no podía ser más humilde. Nació en las montañas de Antioquia (4 de febrero de 1923), en la vereda El Morro de la Paila, en Amagá, en una vivienda de adobe muy pobre, en donde casi todo escaseaba, sobre todo cualquier comodidad.
Tomado de: Portal Web El Tiempo.
Hijo de un arriero antioqueño, el expresidente Belisario Betancur nunca tuvo recato en admitir que “eran muy ricos”, porque como no tenían nada, en últimas se consideraban dueños de todo.
Sus padres Rosendo Betancur y Ana Otilia Cuartas tuvieron 22 hijos, pero sólo cinco sobrevivieron. “Yo era el número dos, pero mi hermano mayor –que se llamaba Belisario– falleció. Como en las familias campesinas antioqueñas morían tantos hijos, existía la tradición de ponerle el nombre del fallecido al hijo siguiente. De ahí mi nombre y creo que nunca he podido perdonar a mi papá por habérmelo puesto”, le dijo en una entrevista a Semana.
De hablar pausado y lleno de anécdotas, Belisario, como comúnmente se le decía, en varias ocasiones recordó que fue el primero de la familia que logró calzarse zapatos. Fue uno de los pocos privilegios que tuvo en su infancia.
Rosendo era un arriero que tenía cuatro mulas y se dedicaba a transportar mercancías por las montañas antioqueñas. “Cuando tenía tres años mi papá me montaba en el arretranco de la mula y me amarraba con un caucho”, dijo hace unos años en una entrevista en Teleantioquia.
Recordó que en esos recorridos cuando llegaban a las fondas, los arrieros le enseñaron a leer, a escribir y las cuatro operaciones básicas de las matemáticas.
“Me convirtieron en un monstruo, porque a los 4 años sabía, leer, escribir y las cuatro operaciones. Eso me destrozó la vida porque me convirtió en el monstruo de la vereda”, recordó en su momento el fallecido exmandatario.
Con estos conocimientos y con apenas 5 años fue recibido en la escuela por la profesora Rosario Rivera, quien no lo podía matricular porque en aquel entonces la edad mínima requerida para recibir a un niño era de 7 años.
Él le ayudaba dándoles lecciones a los demás niños y a cambio ella lo iba adelantando. “Ahí descubrí algo que trazó mi vida: descubrí el conocimiento, que se pueden descubrir cosas”, recordó en su momento Betancur, quien pasó sus últimos años totalmente alejado de los temas políticos.
Gracias a la influencia de un pariente que era sacerdote, fue recibido en el seminario de misiones de Yarumal, donde no pudo terminar su educación media por chocar ideológicamente con los religiosos.
Ante esto se trasladó a Medellín. Allí, como bien lo recordaba el fallecido expresidente, “hice de todo” para sobrevivir. Trabajó en bares del sector de Guayaquil por las noches, incluso, cantaba y tocaba el tiple, todo para tener algo con qué subsistir. Tuvo que dormir en el parque Bolívar, de la capital paisa.
Finalmente logró una beca para ingresar a la Universidad Bolivariana, pero ese beneficio solo le cubría el estudio, no la comida ni la dormida, por lo que tenía que rebuscárselas. Con ese tesón y esfuerzo logró graduarse como abogado.
Le gustaba relatar anécdotas sobre su pobreza extrema, pero curiosamente un poco feliz. Por ejemplo, reveló que en una ocasión, con su copartidario y paisano el político Jota Emilio Valderrama (q.e.p.d.) solían ir a almorzar a restaurantes de Medellín, y solo pedían sopa. Pero antes de que esta desapareciera del plato por el hambre voraz que los acosaba, le metían pelos de ellos mismos al plato y le hacían reclamo al dueño del negocio, lo que conducía a que casi nunca les cobraban ese alimento.
En 1945 se casó con Rosa Helena Álvarez Yepes, con quien tuvo tres hijos: Beatriz Helena, Diego y María Clara.
También, en ese año, este poeta y escritor -títulos que nunca aceptó aunque los ejercía- logró ganar su primera elección, como diputado de Antioquia por el Partido Conservador.
Tras recibir su título como abogado se desplazó a Bogotá, donde consiguió un puesto en el Ministerio de Educación.
Posteriormente, en el 51, con apenas 28 años, fue elegido como representante a la Cámara por Antioquia y tras terminar su periodo logró la relección, pero esta vez por Cundinamarca.
Como miembro de una Asamblea Constituyente convocada en el 53 por el conservatismo, terminó convertido en uno de los más duros críticos del general Gustavo Rojas Pinilla, quien entonces dio un golpe de estado.
“Belisario con otros seis miembros constituyeron lo que se denominó el ‘Escuadrón Suicida’, porque eran la oposición, los únicos que se oponían al general y en ese momento eso era un suicidio”, contó el exministro Jaime Castro.
Eso, según Castro, le costó que varias veces fuera detenido y lo mantuvieran preso por algunos días.
Por aquella época Betancur también escribía en el diario conservador El Siglo, el cual fue clausurado por el régimen de Rojas Pinilla. Como respuesta a esto fundó el semanario La Unidad, con una línea editorial claramente contraria al poder, y la revista mensual Prometeo. Claro que también fue jefe de redacción de Semana (la de Alberto Lleras) y columnista y editorialista de varios medios.
Tras la caída de Rojas Pinilla fue elegido como senador por Antioquia, el más joven en ese momento, con 36 años.
En 1963, durante el gobierno de Guillermo León Valencia, fue escogido como ministro del Trabajo. Luego fue embajador de España (1975 – 1977) durante el mandato del presidente Alfonso López Michelsen.
Pero él no solo fue un político. Es innegable que su faceta cultural trascendió a la política. Fue periodista, escritor y poeta. Fue miembro de la Academia Colombiana de la Lengua y del Instituto Caro y Cuervo.
El fallecido expresidente en 1983, recibió el Premio Príncipe de Asturias por su labor en la cooperación iberoamericana.
Tan pronto dejó la Presidencia se retiró de la política porque dijo que prefirió cambiarla por la cultura.
“No me retiré de la política, sino que se me retiró la política”, dijo una vez.
Por eso en varias ocasiones repitió que tal vez no fue el mejor presidente, pero sí el mejor expresidente.
Pasó los últimos días de su vida junto a su amada Dalita, su segunda esposa, especialmente en Barichara, la población santandereana en la que permanecía buena parte de su tiempo.
En 2010, en una entrevista para la revista Semana le preguntaron que cómo le gustaría ser recordado y él respondió: “Como a un hombre que era amigo de la cultura, de los intelectuales, de los pobres y como un hombre que amó a Colombia”.