Crculo de Periodistas de Bogot
Martín Caparrós lanza «Cháchara», en crítica al ‘periodismo Gillete’

13 julio 2020 –

Por: Caracol Radio –

Tras dejar el New York Times porque le decían “qué escribir” en algunas ocasiones, Martín Caparrós lanza su “medio medio” cháchara.org que se vuelve su “cuarto propio” para escribir y que nadie limite lo que puede y no puede decir. “Por más que tenga muy bonitas letras góticas, yo me voy”, dijo Martín sobre dejar NYT.

Caparrós inaugura su “medio medio” con un artículo titulado ‘Pura cháchara’ en el que critica que “el periodismo escrito ha caído en la política del rating. No había manera de conocer cuanta gente accedía al contenido, eso no existía hasta la revolución digital. Ahora desde sus redacciones siguen estas notas y cambian el artículo, le cambian el nombre tres o cuatro veces para revisar qué da más clics”.

El periodista también resalta el ‘fenómeno’ del fact checking detallando que se supone que esa es la tarea del periodista, “informar e informar bien. No se entiende por qué se llegó a situación del fact checking. Sería como que luego de que él cirujano termine una cirugía, venga otro a revisar si no se quedó nada adentro o sin hacer”.

Caparrós también recuerda que, para lograr que se informe bien “se necesita son buenos periodistas, formarlos bien, tratarlos bien y pagarles bien”. En su crítica reitera que muchas veces se da la ilusión de que los artículos se escriben solos, que es la realidad y se crea solo y se olvida “que es alguien que estudió el que hace estos artículos. Uno no puede contar desde una nube porque vivimos en la tierra y uno siempre se para desde un lado para contar las cosas”.

El mundo es plano

13 julio 2020 –

Por: Martín Caparrós – The New York Times –

MADRID — Era cierto: el mundo, al fin y al cabo, es plano. Ahora, tras tanta desmentida, lo sabemos. No tiene volumen, no se puede tocar, está todo en pantallas: televisores, computadoras, telefonitos varios. Nos dicen que es 3D porque solo tiene dos dimensiones. Este mundo plano es un relato permanente, historias que nos cuentan sobre nuestra historia. Ahora somos eso, somos esos.

Encerrados, solo sabemos lo que nos dicen otros. Dependemos de las redes y los medios. Nuestro barrio se ha transformado en un país lejano, que solo conocemos a través de ellos, nuestros corresponsales extranjeros. Es cierto que suele sucedernos pero, en general, mantenemos un pequeño porcentaje de experiencia propia, de mirada de primera mano; con el confinamiento lo perdimos. Y entonces nos queda esa caricatura del mundo que los medios ofrecen: lo que llama la atención, lo extra-ordinario. Eso es lo que miramos ahorita.

Nos dedicamos a recibir “información”: todo es drama, todo susto puro, todo virus. Veo en Twitter a “Tres clientas peleándose por un paquete de papel higiénico en un supermercado de Sídney” y casi extraño los tiempos primitivos en que jamás me habría enterado de que eso sucedió. El mundo plano es raro y duro, despojado del tedio confortable que llena nuestras vidas. “Las vidas están hechas de banalidad como los cuerpos están hechos de agua”, escribió un autor casi contemporáneo. Ahora todo lo espantoso se concentra en las pantallas —que nos cuentan un mundo muy distinto del que veíamos cuando también lo mirábamos con nuestros ojos propios—. Y nos aterra o nos deprime más, como si fuera necesario.

El mundo plano es un lugar totalitario, totalizado, copado por un todo. Vivimos vidas provisorias definidas por el virus: hablamos del virus y pensamos en el virus y los medios nos hablan del virus y el virus marca todo lo que hacemos: somos para el virus, por el virus. Es tan difícil hablar de cualquier otra cosa en estos días. También por eso el mundo se ha hecho plano. Y el miedo nos percute.

Con el miedo, el cuerpo volvió al centro de la escena: hacemos todo esto porque nuestros cuerpos peligran y debemos protegerlos. La Naturaleza ya no es nuestra víctima; es nuestra amenaza. El enemigo es físico —y nos hace físicos a todos—: el virus nos devuelve a nuestra condición de puros cuerpos.

Se nos acabaron los relatos que ofrecen excusas y coartadas: encerramos nuestros cuerpos porque tememos por ellos. Lo que sea para salvarnos, para sobrevivir. Hemos vuelto a ser lo que fuimos hace muchos milenios, lo que somos en los momentos más extremos: unidades mínimas de supervivencia, individuos intentando subsistir. Te ponen frente a la inmediatez de la muerte y pierdes las formas. Vives simulando que eso está muy lejos; ahora no se puede. La vida está en otra parte; la muerte, aquí muy cerca.

Entonces nuestros cuerpos tienen que estar guardados protegidos escapados del espacio común, lo más lejos posible de cualquier otro cuerpo. Cada cuerpo debe defenderse de todos los demás. Cada uno por su propio bien, amenazado por los otros. Poncio Pilatos se lavó las manos para decir que él no quería tener nada que ver con esa historia; nosotros tenemos que lavárnoslas, nos dicen, repetida, frenéticamente, para pelarnos de cualquier relación con el mundo exterior. El rechazo del mundo —lo exterior como amenaza, una de las grandes tendencias de nuestro tiempo— ha encontrado su apogeo absoluto en el peligro del famoso virus. Y el enemigo está en todas partes y no se ve y uno mismo puede ser su refugio, su plataforma, su cabeza de puente. Nos piden desconfiar de todos y, sobre todo, de nosotros mismos.

Es raro vivir tan entregados al miedo. Es casi un alivio: eso es lo que hay, la amenaza está clara, todo el resto queda silenciado, solo hay que ocuparse de sobrevivir, seguir viviendo, seguir vivos, un objetivo simple. O eso nos dicen, nos decimos.

El mundo plano es frágil. Creíamos que este mundo hipertécnico que vamos inventando en los países ricos era invulnerable, pero un bichito mínimo lo puso en jaque casi mate. Es raro ver, en estos días, cómo se desmorona todo lo que pensábamos tan sólido: industrias, bancos, poderosos varios, nuestras vidas. Aunque eso, gracias a dios, no nos impide buscar respuestas en la técnica, la ciencia: seguir confiando en ellas. Ante la amenaza nos entregamos a la ciencia, que nos dice que no puede hacer gran cosa; más que nada fijarnos reglas de conducta. Sobre todo cuando sus recursos están limitados por decisiones políticas, que recortaron la extensión y eficacia de los sistemas de salud.

Otra guasa del virus es que nos obliga a confiar un poco en gobiernos en los que nunca confiamos. Hacemos —más o menos— lo que nos dicen, pero declaramos héroes a los portadores de la ciencia porque se arriesgan a aplicarla en condiciones complicadas. Necesitamos héroes. “Tristes las tierras que no tienen héroes”, le decían a Galileo Galilei en la obra de Bertolt Brecht. “Tristes las tierras que necesitan héroes”, contestaba.

Pero al menos no nos entregamos al pensamiento mágico. El mundo plano es curiosamente agnóstico. Si algo ha mostrado esta epidemia es el derrumbe del poder religioso: unas décadas atrás un miedo como este habría sido ocasión de innumerables misas, rogativas, procesiones para implorar a algún dios que nos salvara. Ahora no solo no las hay; las iglesias de Roma se cerraron.

Y nos dicen que vivimos en guerra: la metáfora de la guerra está por todos lados. Si lo fuera, sería la ¿primera? guerra igualitaria: en su frente hay por lo menos tantas mujeres como hombres. Pero no lo es: en una guerra hay dos grupos que se creen con derechos y pelean por imponerlos; en esta solo hay, como en cualquier caricatura americana, buenos y malos, nosotros y los virus. Y en las guerras actuales no se puede estar a salvo en ningún lado, cualquier sitio puede ser bombardeado, la muerte está por todas partes, todos los momentos. Aquí, en cambio, te convencen de que en tu casa estás seguro, o casi: de que alcanza con no salir, con no mezclarte. Es, también, un privilegio de clase: muchos trabajadores no pueden permitírselo, necesitan ir a sus empleos. Esa es, si acaso, la guerra verdadera.

El mundo plano es, como el otro, desigual, injusto. Nos dicen que el virus nos iguala, que ha demostrado que todos somos iguales ante él, que todos tenemos que encerrarnos. Es verdad, pero es tan obvio que es distinto encerrarse con cinco más en dos cuartos escuetos oscuritos que tener una pieza para cada uno, su salón, su salón de la tele, su cocina supersport y, quién sabe, su jardín privado.

(El encierro nos pone en una situación tan desacostumbrada. Y los amigos y los medios se alarman y nos consuelan y protegen ante esta amenaza pavorosa: el tiempo libre. Lo sabíamos, pero estos días confirman brutalmente que la condición de nuestras vidas familiares, de nuestras vidas propias es que sean escasas, que haya muchas excusas para ejercerlas poco. Son días de estar desnudo; en muchos aspectos muy desnudo).

Y nos dicen que el virus ataca a todos por igual. Es cierto que, por ahora, ha atacado a los nuestros. Pero también es cierto que en los países ricos los de siempre, si se enferman, tienen pruebas inmediatas, cuidados especiales; los demás, apenas. Es feo decirlo ahora, en medio de dolores, pero esta vida amenazada es la normalidad de tantos sitios. Este tsunami de dolor y muerte es la normalidad de tantos sitios. Solo que, precisamente porque es normal, en ellos todo el resto sigue su camino. Solo que, en general, esos sitios están lejos de los nuestros.

El COVID-19 todavía es una enfermedad un poco igualitaria, que no se encarniza, como casi todas las demás, con los más pobres; no como la tuberculosis, la malaria, el sida, el hambre. No lo hace porque no se extendió en países pobres; cuando lo haga, pronto, puede ser terrible. Y sigue siendo igualitaria, por ahora, porque no se han descubierto vacunas y remedios; cuando suceda se marcarán las diferencias entre los que pueden y no pueden acceder a ellos —y todo volverá a su triste cauce—.

Mientras tanto, el mundo plano se vuelve nacionalista, paranoico —que son casi sinónimos—. Décadas de intentos europeos de abrir fronteras, disolver diferencias, se deshicieron ante la amenaza: lo primero que hicieron sus Estados fue cerrarlas. El Estado-nación volvió a ser, sin mascarillas, la unidad básica: la tribu prevalece. La salud es nacional, la economía lo es, las medidas lo son, la posibilidad de definir destinos. La unidad de respuesta, la unidad de conteo: cuántos en Italia, qué decide Alemania. Algunos lo hacen más brutal que otros, cuando dejan, por ejemplo, de vender material sanitario a otros países con los cuales, un mes atrás, no tenían fronteras comerciales. La ficción de que los bienes son comunes se derrumba ante el retorno de las banderitas. El desafío es global; las respuestas, locales.

Aunque está claro que sería mucho más eficaz y salvaría muchas más vidas montar operaciones conjuntas, supranacionales y compartir lo que cada cual tiene —medicinas, personal, aparatos— con los que más lo necesitan en la confianza de que otros se lo van a compartir cuando lo necesiten. Pero no: las patrias.

El mundo plano está muy quieto: aterra por lo quieto. La mejor novela argentina —¿la mejor novela argentina?— del siglo XX, Zama, de Antonio Di Benedetto, está dedicada “a las víctimas de la espera”. Él no sabía, entonces, que nos la estaba dedicando a todos.

Es lo que somos, ahora: víctimas de la espera, millones que esperamos. Nos han dicho que esperemos: que nos encerremos y esperemos. Uno de los rasgos más curiosos de estos días es que hemos suspendido el futuro. No está mal: puro presente extraño. Intentamos vestirlo con todo tipo de otras cosas, alivianarlo con todas esas cosas pero lo que hacemos, sin duda, es esperar. Lo raro es que no sabemos qué: el fin de esto, pero después quién sabe.

Algunos insisten en la metáfora del paréntesis: suponen o quieren suponer que cuando termine la epidemia, cuando dejemos de esperar, las cosas volverán lentamente a “ser como antes”. Que era un paréntesis: había un relato que estábamos contándonos, se interrumpió, lo retomamos. Creo que subestiman la fuerza de estas semanas, estos meses. Subestiman la potencia transformadora de haber palpado la fragilidad de todo, de haber vivido la detención de todo este sistema que suelen llamar capitalismo global. Y de haber visto, por supuesto, su incapacidad para lograr algo tan relativamente simple como salvar a unos miles de ciudadanos enfermados: el fracaso de sus elecciones.

No sé qué producirá pero, en medio del tedio, vale la pena preguntárselo, pensarlo: ¿cómo será el mundo cuando vuelva a ser redondo, cuando podamos tocarlo, cuando dejemos de pensar todo el tiempo en lavarnos las manos?

Hablan de paréntesis para no tener que aceptar lo obvio: que al final de la pandemia el mundo será otro. Es probable que haya, en el principio, una crisis social y económica brutal: millones y millones de personas sin ingresos, sin trabajos quizá, sin muchas esperanzas. Los Estados ricos ya tratan de contenerla con subsidios. En algunos, incluso, puede ser la ocasión para lanzar la famosa renta universal, esa manera de redistribución ante los cambios que esperábamos más graduales, más debidos a la mecanización y digitalización de nuestras producciones.

Pero los países más pobres no tendrán esas opciones. En América Latina la mitad de los trabajadores son “informales”: no tienen salarios fijos, no tienen garantías, viven de lo que pueden arañar con sus faenas de ocasión. Que ya dejaron de funcionar con las cuarentenas y tardarán mucho en retomar: millones y millones sin ingresos, con sus necesidades, hambre y furia. Si esto sigue así, sería raro que no hubiera estallidos, y nadie sabe adónde llevarán.

Cuando llegue la calma —si llega la calma—, habrá consecuencias de más largo plazo. La crisis ha realzado el papel de los Estados: mostrado cómo, pese a todo, hay momentos en que el Estado se vuelve indispensable. Y cómo estos Estados han sido socavados por ciertos partidos y ciertas ideas: el deterioro de la salud pública en los países ricos que la tuvieron mejor es un ejemplo claro. Es notable la cantidad de veces que Pedro Sánchez, jefe de gobierno español, jefe de un partido centrista, repitió, para sostener la pelea contra el virus, la fórmula “estado de bienestar”, que su partido, últimamente, proclamaba tan poco. Aunque siga sin mostrarse muy dispuesto a establecer una de sus bases: los impuestos progresivos necesarios para que los más ricos paguen proporcionalmente por ese bienestar.

El Estado tiene, como todo, muchas versiones: el peligro es que su necesidad en esta crisis lleve a muchos a pensar que debe ser más y más fuerte. Yuval Noah Harari teme que, al grito de la salud es lo primero, el susto nos lleve a permitir a nuestros gobiernos unos niveles de control nunca antes vistos.

Para compensar, quizás estos días en que vivimos con tanto menos nos convenzan de que podemos vivir con tanto menos: que la locura de la producción y el consumo siempre mayores, la fábula del crecimiento, nos desastra. Aunque habrá que ver, por supuesto, qué queda cuando el susto pase.

En este mundo plano hemos aprendido lo que ya sabíamos: que todos dependemos de todos los demás. Los momentos fuertes de la historia son aquellos en que el destino no es individual sino común. O, mejor: esos momentos en que no hay forma de negar que el destino no es individual sino común.

Y que por eso habría que cuidar a los que nunca cuidamos. Hace 2500 años pasó algo que después llamaron “revolución hoplítica”. Ciertos griegos cambiaron las formas de la guerra: en esos nuevos pelotones formados en cuadrados, donde todos sostenían su escudo codo a codo, la defección de cualquiera mataba a todo el resto. Allí, por fin, cada hombre valía lo mismo que el de al lado; de esa conciencia, cuentan, nació la democracia. Ahora, en la lotería del contagio, también pasa: cualquier infectado puede joder a tantos, cada hombre vale lo mismo que otro. Parece obvio; es una idea que nuestros tiempos se empeñan en negar.

Ahora lo vemos. Quizá se hable, alguna vez, de la “revolución virósica”. En todo caso, cosas pasarán. Y será, como dicen, para alquilar balcones si no fuera, más bien, para salir a las calles.

Pero habrá también un efecto casi inevitable, una certeza: si nos pasó una vez puede pasarnos otra. Una pandemia así ya se ha vuelto posible: será parte de nuestros peores miedos. Sería tristísimo que influyera en nuestras vidas como influyó, por ejemplo, el 11 de septiembre: como otro modo de instalar el terror, la paranoia, los controles. Aunque no alcanzaría con temer solo a los virus espontáneos, a los diversos pangolines. Se pensaría, también, en los virus de laboratorio. El fantasma de la guerra o el terrorismo bacteriológico estará, sospecho, muy presente en el mundo que viene. Será, imagino, una epidemia horrible.

Pura cháchara

13 julio 2020 –

Por: Martín Caparrós –

Hace unos días me fui del New York Times. Hoy empiezo a publicar en este espacio propio, chiquito, modesto, donde nadie me va a decir qué puedo escribir y qué no. Me parece que no hay nada más valioso –y, a veces, más difícil.

Estamos, como siempre, en un momento raro. Más allá de la confusión momentánea del virus, los diarios tradicionales, ya digitalizados, siguen buscando sus maneras. La mayoría cae presa de la lógica del rating: una nota importa menos por lo que ve que por cuántos la miran. Muchos medios se someten a esa dictadura del número, donde los que definen qué vale la pena publicar son los miles o millones que cliquean o no sobre un título más o menos engañoso: el Periodismo Clic. Por algo la palabra clic significó, durante siglos, la comitiva de lameculos que festejaban todas las ocurrencias de algún jefe –y ese sentido sigue vivo en la clica centroamericana, otro nombre de la banda mara.

Aquí, para lamer consumidores y anunciantes, las notas se vuelven cada vez más banales, cada vez más amarillas, cada vez más necesitadas de cariño; no pensadas para contar lo que creemos que debe ser contado sino la cantidad de lectores que las miran. Para lo cual abundan las preguntas en lugar de títulos, los títulos falaces, el chisme irrelevante, la sangre pegajosa: como si sus autores, que ahora llaman editores, asumieran que sus lectores son idiotas y que solo se interesarán por materiales ídem.

Por eso hemos dicho, tantas veces, que importa escribir contra el público –o, por lo menos, contra esa idea desdeñosa del público que se hacen muchos editores. Porque esa idea es eficaz: crea lo que imagina. Cuanta más mierda se les dé a las moscas, más querrán las moscas comer mierda –digo, para mostrar que no he olvidado mi francés. Más se acostumbrarán, más la pedirán: mejor, entonces, podrán cagarlos los que siempre lo han hecho.

Y que si alguna vez se dijo que hacer periodismo es contar lo que alguien no quiere que se sepa, ahora se puede suponer que hacer periodismo es contar lo que muchos no quieren saber. Escribir a favor del público, pero un público utópico, entendido como una legión de inteligencias exigentes, movilizadas. A favor de un público que quizá no exista, pero que solo puede llegar a existir si creemos que sí –y trabajamos para él.

.

Muchos medios, muchos editores se debaten en este problema: ¿hacerlo bien o ganar plata? Y algunos de los más serios, de los mejor intencionados caen, creo, en una trampa para bisontes. Se ha difundido por el mundo –y, mucho, por Latinoamérica– cierto modelo de periodismo americano. Cada vez me apena más la influencia que alcanzó en nuestros países ese periodismo atildado, pasteurizado, tan seguro, tan satisfecho de sí mismo, tan bien afeitado que podríamos llamarlo Periodismo Gillette. Es ese periodismo que llega con ínfulas de superioridad moral porque les preguntan las cosas a dos o tres personas y balancean lo que dicen las unas y las otras y usan mucho la palabra fuente y, en general, escriben como si se aburrieran. Disculpe, señora Rosenberg, ¿usted qué opina del señor Hitler? Perdone, señor Hitler, ¿usted qué piensa de la señora Rosenberg?

Es un periodismo paranoico, donde los medios más copetudos ya no confían en los periodistas que contratan y les hacen fuck-checking, la famosa verificación de datos. Durante siglos se supuso que los periodistas trabajaban de conseguir información correcta; ahora sus jefes no lo creen –no les creen– y ponen a alguien a controlarlos. Se quejan de que no tienen dinero, echan gente con ganas pero se gastan lo que dicen que no tienen en seguridad: en paranoia. Es, con perdón de las camareras de los hoteles, lo mismo que hacen algunas cadenas cuando las obligan a limpiar de a dos cada habitación, para garantizar que cada una, al estar sola, no se tiente y robe. La práctica paranoica es coherente con este mundo de hipercontrol construido a partir de los miedos. Sería lógico que el ejemplo del periodismo se difundiera: que, por ejemplo, en cirugía se impusiera el cut-checking, donde un colega más bisoño vuelve a abrir al paciente para ver si el primero no se olvidó una gasa sucia o un pedacito de tumor.

Es, está claro, un periodismo elaborado en los Estados Unidos para ciertas características del pensamiento americano, con perdón del oxímoron. Un periodismo –¿un pensamiento?– que busca, básicamente, la verdad, porque cree que existe una verdad, porque viene de un país que cree en la verdad porque usa unos billetes que dicen que In God we trust, y quien confía en Dios se cree que existe la verdad: Una Verdad. Es la base de la conducta religiosa, contra los incrédulos que pensamos que no existe la verdad sino miradas, diversidad, conflicto. Que la verdad se aplica a hechos tan banales como dónde estaba usted ayer a las ocho menos cuarto –aquí o allá, no en tres lugares– o que si dijo digo no dijo diego, pero nunca a las cuestiones realmente complejas, las que importan, donde lo que hay, siempre, son relatos, visiones.

.(O se aplica, en su defecto, a las cuestiones definidas por la ley: si hay una ley que dice que no se puede conducir a más de 100 por hora, conducir a 104 contraviene esa ley. Si otra ley dice que las naranjas de una frutería son propiedad del dueño de la frutería, llevarse una naranja contraviene esa ley. Si otra dice que un funcionario público no debe obtener beneficios económicos de su puesto más allá de su sueldo, obtenerlos contraviene esa otra. Por lo cual el Periodismo Gillette se siente muy cómodo en ese terreno bien señalizado de la corrupción: hay una verdad visible, está muy claro cuándo algo es malo y cuándo no. En cambio, cuando ese mismo ministro decide gastar legítimamente la plata del Estado en una autopista en lugar de un hospital –tomar una decisión, hacer política–, ya no hay verdad; todo se vuelve cuestión de opiniones, de visiones del mundo: todo se complica.

Es la causa principal de esa tendencia a presentar la política como un relato policial: quién roba, quién no roba, quién es el culpable. La información poli-poli se ha asentado porque permite juzgar sin pensar: ciñéndose a las leyes que todos decimos aceptar. Allí el Periodismo Gillette hace su agosto, y es una mirada que sí comparte con el resto de la sociedad: lo que alguna vez llamamos honestismo.)

Las escuelas de periodismo ofrecen el Periodismo Gillette como la forma canónica de hacerlo, igual que las escuelas de economía enseñan a sacar plusvalía y las de derecho a usar la ley en beneficio de los dueños. El P.G. sirve, antes que nada, para definir lo que es noticia: lo que pasa en el poder –político, más que nada, no vaya a ser– y sus alrededores. El P.G. decidió hace unas décadas que debía dedicarse a “fiscalizar el poder”, y se empeña en formar parte de él para vigilar sus errores y excesos. Honestista a fondo, se jacta sobre todo cuando consigue cargarse a un funcionario –sus gunners se van marcando ministros en las cachas– porque cree que esa es la mejor manera de purificar el sistema y conseguir que siga funcionando, pero se presenta como neutro: evita preguntarse si su trabajo no sirve, sobre todo, para mantener este sistema funcionando, y qué es este sistema, cómo y a quiénes beneficia, cómo y a quiénes condena.

Gracias a esa política de mantenimiento del poder constituido, el Periodismo Gillette funciona en diálogo permanente con los demás poderes constituidos, los gobiernos que le cuentan sus cositas, los políticos que le entregan a sus compañeros en desgracia, los empresarios que le compran sus buenas voluntades, los riquísimos que –incluso– lo subvencionan para lavar sus conciencias y, sobre todo, para ayudar a que ese sistema que los hizo riquísimos no se desmorone.

Sus medios y sus periodistas, mientras tanto, condenan a esos colegas que llaman activistas porque muestran “una ideología”. Así postulan que lo que ellos despliegan no es ideología: defender la economía de mercado y la propiedad privada y la delegación del poder no lo es; eso es pelear por la verdad, la libertad, la democracia, todo eso que no se puede cuestionar.

Pero, mientras tanto, el Periodismo Gillette y el Periodismo Clic –¿quién no oyó hacer clic a una gillette?–, ambos dos, están perdiendo el monopolio. Hasta hace unos años quien quisiera difundir una noticia, una opinión, dependía de ellos: ellos tenían el papel, las imprentas, los circuitos de distribución, la plata; sin ellos no había forma de circular palabra escrita. Ya no: ahora el intermediario diario no es indispensable. Puede seguir funcionando como garantía de cierto cuidado: si Juan Pepe publica sus palabras por ahí sueltas muchos podrían no creerle; en cambio, si Juan Pepe las publica en tal o cual medio, entonces sí. Pero para un periodista con algún recorrido esa legitimación no es indispensable; los medios, ahora, en general, se necesitan como gerencia de recursos: oficinas que recauden el dinero necesario para trabajar, para vivir de ellos. Nada que no se pueda reemplazar con cierto esfuerzo.

Así que muchos medios se preocupan. Están en crisis y, como mantienen algún poder de difusión, nos quieren convencer de que su crisis es la crisis del periodismo. Nada más falaz: en muchos lugares, de muchas formas, se está haciendo muy buen periodismo; a menudo, no se publica en los grandes periódicos. Yo acabo de salir de uno porque no quería seguir haciendo lo que tuve que hacer demasiadas veces en mi vida: pelearme con editores que ejercían su pequeño poder para tratar de mantenerme dentro de sus estrechísimos esquemas. Siempre me interesó, dentro de mis estrechísimas posibilidades, romper esos esquemas, buscar formas.

Así que ahora volveré a hacer algo que los periodistas sudacas conocemos bien: trabajar por nuestra cuenta y riesgo, invertir horas y esfuerzos en hacer lo que nos interesa más allá de que, en principio, no haya quien lo pague. Digo: trabajando en otras cosas para poder trabajar en las cosas que nos importan. Así trabajé tantos años; así se hace, todavía, mucho del mejor periodismo.

Ahora, entonces, quiero armarme un lugar donde no tenga excusas: donde pueda pensar y publicar lo que quiera, donde pueda acompañar y jalear esa búsqueda, aprender, participar. Cháchara, entonces, ahora: medio medio, un cuarto propio. Aquí publicaré/subiré, de ahora en más, lo que se me cante. Una columna, una crónica, un poema en arameo –ojalá un poema en arameo–, fotos propias y ajenas, un comentario breve, los dibujitos de un amigo, los desastres de Messi, un video si me atrevo, lo que pueda. Supongo que lo haré por lo menos una vez por semana; a veces será más. Y, cuando lea o vea por ahí cosas que me interesen, también lo registraré en la columna del costado, por si les interesa a otros. Y a veces, ojalá, invitaré a algún amigo.

Esta es su casa de usted, como dicen los mejicanos, porque es mi casa de mí: un lugar para andar a sus anchas, a nuestras anchas. Así que aquí nos veremos, espero, sin regularidad, sin garantías: cháchara, pura cháchara. Por alguna razón, la palabra cháchara se usa mucho unida a la palabra pura; es otro infundio que, de ahora en más, voy a tratar de desmentir.

 

Juan Manuel Lucero: “Las herramientas de Google son o pueden ser esenciales para los periodistas, tanto ahora como en un futuro”

13 julio 2020 –

Por: AGUSTINA HEB – Laboratorio de Periodismo – España –

La llegada de la pandemia agudizó a nivel mundial la pérdida de ingresos publicitarios en los medios de comunicación y, al mismo tiempo, aceleró los procesos de transformación digital. Paralelamente, por el aumento de la desinformación, los sitios de noticias recuperaron credibilidad de las audiencias y las visitas a sus portales crecieron.

Ante ese escenario, las redacciones de medios emergentes y tradicionales de América Latina vieron este acercamiento de los lectores como una oportunidad. Para aprovecharlo, necesitaron usar herramientas para detectar mejor las tendencias en los buscadores y, a la vez, crear contenidos de calidad e innovadores, que generen una mayor permanencia de tiempo en sus sitios. Y perfeccionar el análisis de los datos que arrojan las plataformas.

Muchos periodistas y editores aprendieron a dar respuesta a las necesidades más urgentes a través de las capacitaciones del equipo News Lab, de la Google News Initiative (GNI), que trabaja con medios de comunicación, periodistas y organizaciones que los nuclean, haciendo alianzas y desarrollando programas de innovación y capacitación.

En Hispanoamérica, por ejemplo, capacitaron a más de 20.000 periodistas de manera presencial en los últimos tres años. En algunos países hay un Líder de este área, que se encarga del desarrollo de programas y alianzas, y en otros, cuentan con Teaching Fellows, que son periodistas que dan las capacitaciones en grandes y pequeñas redacciones. Además, dictan seminarios en sus oficinas o realizan capacitaciones en vivo, en las llamadas GNI Live.

Desde el Laboratorio de Periodismo entrevistamos al argentino Juan Manuel Lucero, coordinador del News Lab para Hispanoamérica, para saber qué les demandan las redacciones de Latinoamérica, si por la crisis del COVID-19 tuvieron más interés de los periodistas en sus cursos y si debieron adaptar sus contenidos para colaborar con los desafíos actuales.

(P) ¿Cómo diseñan las capacitaciones? ¿Hacen encuestas entre periodistas, editores y directivos de medios?

(R) Hay un área específica que se dedica a investigar sobre los temas sobre los que se harán las capacitaciones. Muchas de ellas vienen de encuestas que hacemos entre los periodistas luego de las capacitaciones y que nos permiten entender cuáles son las necesidades en los distintos países y regiones. Un ejemplo concreto: por mucho tiempo nos pidieron una capacitación específica para periodistas sobre Analítica Web. Tuvimos muchísimo feedback sobre eso, hicimos una encuesta y eso nos sirvió de base para la capacitación que realizamos hace poco en vivo y que ya fue vista por más de cinco mil periodistas.

(P) ¿Hacen contenido exclusivo para determinadas redacciones o elaboran capacitaciones más globales?

(R) Tenemos algunas capacitaciones donde la lógica es global, como la de búsqueda avanzada, pero que adaptamos con ejemplos de cada país. Dado que se trabaja sobre cómo buscar dentro de Google, tiene sentido que sea la misma capacitación. Pero todos los ejemplos que usamos son locales, para que sea relevante. En otros casos, como la de Periodismo Medioambiental, la adaptamos completamente para que sirviera para Argentina, México y España.

(P) ¿Qué herramientas suelen demandar los periodistas freelances, las redacciones emergentes y las tradicionales o de grandes medios de América Latina para mejorar su trabajo mediante los recursos que ofrece Google?

(R) En general, la visualización de datos, así como el uso de Google Trends son los temas que más nos piden. Y como mencioné anteriormente, Analytics. Es decir, herramientas que complementan lo aprendido por los periodistas en la universidad y que les permiten acceder a formas nuevas de contar historias (Flourish, Data Studio, Google Earth Studio) o a obtener datos para esas historias (Data explorer, Trends). En cada encuesta que hacemos, o que vemos publicada, la necesidad de capacitación para hacer frente a los cambios que está experimentando la profesión y el modo en que contamos historias es permanente. Hay muchísimo interés, y particularmente en Hispanoamérica, por capacitarse.

(P) ¿Llevan una medición del impacto que hayan tenido sus capacitaciones en el trabajo de los medios? ¿Qué resultados han arrojado los estudios?

(R) ¡Sí! Google es una empresa donde para el desarrollo de los proyectos, la justificación de los mismos y la evaluación se hacen siempre en base a medir las acciones. Lo que para aquellos que no venimos de la ingeniería es siempre un aprendizaje maravilloso. En nuestras capacitaciones en vivo siempre pedimos feedback a través de un formulario de Google. Con eso buscamos entender si la capacitación valió la pena, si los ejemplos y la metodología sirven para aprender y ¡también llevamos un promedio de todas las capacitaciones! Relacionado con pedir feedback, Google tiene una cultura de pedir mucho feedback, aceptar los fallos y aprender de lo que no gusta o no sale como se esperaba. Sin embargo, en general nos ha ido bastante bien, ¡afortunadamente! Creo que tiene que ver con que el equipo de News Lab está compuesto por periodistas que vienen de muchos años de redacción, que han estado “del otro lado” y que aman el periodismo.   El impacto de la pandemia del COVID-19 en los medios.

(P) A raíz de la necesidad de los lectores de estar informados sobre el coronavirus, la mayoría de los sitios periodísticos registraron un incremento en las visitas. ¿Ustedes tuvieron que aumentar las capacitaciones online? ¿Notaron un mayor interés de los periodistas y medios latinos en los recursos del News Lab?

(R) ¡Sí! Multiplicamos las capacitaciones, las cuales tuvieron que, lógicamente, hacerse online. Partiendo, como comentaba, de una base de interés que en nuestra región y en nuestro idioma es muy alto, ese interés ha ido creciendo poco a poco, a medida que nos fuimos acomodando todos a esta nueva “normalidad”. Si bien en un principio pensamos que este interés podría decrecer debido a la enorme oferta de capacitaciones online, nos dimos cuenta de que muchas de estas herramientas son o pueden ser esenciales para los periodistas tanto ahora como en un futuro. Como referencia, en nuestras capacitaciones online abiertas este año estamos teniendo el doble de participación de periodistas que el año pasado. Teniendo en cuenta que estamos en casa, las capacitaciones que estuvimos brindando quedan grabadas en el canal oficial de GNI en YouTube, para que los periodistas puedan acceder y hacer el training según su disponibilidad.

(P) ¿La pandemia hizo que los periodistas y las redacciones de América Latina pidieran capacitaciones específicas que les sirvieran para la cobertura sobre el tema?

(R) En algunos casos sí, pero más que capacitaciones sobre la cobertura nos pidieron especificidades sobre datos de, por ejemplo, Trends. Los datos de Trends, que son un reflejo del interés, el deseo o la curiosidad de las personas al hacer una búsqueda en Google, han sido una muy buena fuente para detectar sobre los temas en los que el usuario pone la atención durante estos tiempos de pandemia. Y entender específicamente qué significa el crecimiento o decrecimiento de la búsqueda sobre un tema relacionado con la pandemia para poder después volcarlo en una nota ha sido esencial. También creo que han sido de mucha utilidad herramientas como la que hizo Latam Chequea, y la cual apoyamos, donde se puede buscar en una base de datos de miles de verificaciones si una información que está circulando es verdadera o falsa. En este sentido, aprender a utilizar el buscador, pese a que parece muy básico y simple, ha sido esencial.

(P) ¿Cuáles son las herramientas que hoy debe utilizar o tener un periodista para brindar información seria y segura, ante la amenaza constante de la desinformación?

(R) La primera de ellas y, como comentaba anteriormente, la más simple de todas es la de saber utilizar el buscador. Esto significa conocer los operadores de búsqueda que permiten expandir o restringir una búsqueda específica. Pero no solamente eso, sino que también se pueden buscar imágenes para comprobar si ya han sido utilizadas anteriormente, por ejemplo. U otra cosa que no muchos periodistas están familiarizados, como el buscador de referencias académicas, para, por ejemplo, ver todo lo que se haya publicado en revistas académicas, una fuente confiable de información, sobre Coronavirus, y poder segmentarlo: sólo en español, sólo de 2020. A veces, el uso avanzado de estos operadores de búsqueda puede parecer algo críptico al principio, pero una vez familiarizados con estos conceptos, podemos hacer uso de ellos para encontrar información fiable más rápidamente.

Carta abierta de la Sociedad Interamericana de Prensa

13 julio 2020 –

Por: SIP (Sociedad Interamericana de Prensa) –

Las sociedades modernas reconocen la libertad de prensa y el trabajo de los medios periodísticos como pilares fundamentales para la democracia, el respeto de los derechos humanos, la contención de fuerzas autoritarias y para el ejercicio de una ciudadanía plena e informada.

La Sociedad Interamericana de Prensa tiene como principio fundacional la defensa de estos pilares, que necesitan encarnarse en organizaciones periodísticas que operen con sostenibilidad y autonomía.

En la última década, los cambios en la tecnología, al tiempo que aumentaron el alcance de los medios periodísticos, han generado enormes disparidades económicas con las plataformas digitales globales, poniendo bajo enorme presión la viabilidad financiera de los medios.

La ausencia de un modelo económico claro y universalmente sostenible pone en peligro el papel de los medios periodísticos como proveedores de información confiable y de calidad, contra plataformas tecnológicas globales donde pueden proliferar la desinformación y las noticias falsas.

Esta situación se ha vuelto aún más crítica con la pandemia de COVID-19 que afectó en forma dramática los ingresos y el capital de trabajo de los medios periodísticos.

Sin embargo, a pesar de las profundas dificultades económicas planteadas por la crisis de salud, los medios periodísticos, calificados como actividades esenciales, han intensificado su trabajo, facilitando la conexión esencial entre los gobiernos y los ciudadanos que necesitan información confiable.

La creciente importancia de la información confiable, generada a través de medios periodísticos, entra en conflicto con este paradigma de crisis económica. En resumen, la industria de los periódicos está actualmente navegando una tormenta perfecta, la cual representa una amenaza inmediata para la supervivencia del periodismo en la democracia.

Muchos países desarrollados, especialmente de la Unión Europea, han comenzado a abordar este problema global crítico mediante políticas públicas, cuyo resultado fortalecerá la sostenibilidad del periodismo. Ejemplos de estas políticas incluyen la introducción de incentivos fiscales y subvenciones para que las empresas locales permanezcan abiertas, el fortalecimiento de la regulación sobre propiedad intelectual, así como la inclusión de políticas fiscales más equitativas en el ecosistema digital. Una característica clave es que todas las políticas son transparentes, no discriminatorias y no afectan la libertad y la independencia editorial de los medios de comunicación.

La Sociedad Interamericana de Prensa considera que es esencial alertar a los gobiernos democráticos de este hemisferio sobre la importancia estratégica de este asunto y exhortarlos a avanzar rápidamente para debatir y adoptar enfoques similares.

En tiempos de crisis y emergencia, el periodismo independiente y los medios profesionales son esenciales para las naciones libres. Asegurar su viabilidad y permanencia es una responsabilidad de las sociedades democráticas.

Christopher Barnes

Presidente, SIP

La SIP es una entidad sin fines de lucro dedicada a la defensa y promoción de la libertad de prensa y de expresión en las Américas. Está compuesta por más de 1.300 publicaciones del hemisferio occidental; y tiene sede en Miami.

La SIP rechazó acusaciones contra la cadena Univision

13 julio 2020 –

Por: SIP (Sociedad Interamericana de Prensa) –

Miami (9 de junio de 2020) – La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) rechazó las acusaciones del equipo de campaña del Partido Republicano contra Univisión, calificándolas de «falsas narrativas destinadas a desacreditar a los medios y periodistas».

El equipo de campaña que respalda las candidaturas del presidente Donald Trump y del vicepresidente Mike Pence para las elecciones de noviembre, calificó a Univisión de «máquina de propaganda izquierdista y un papagayo del partido demócrata», al tiempo de reclamar «la cobertura deshonesta» y de ocultar el «extremismo de izquierda» a los hispanos.

El presidente de la SIP, Christopher Barnes, advirtió que «es lamentable que se sigan utilizando este tipo de falsas narrativas destinadas a desacreditar a los medios y a los periodistas. Sin embargo, no es sorprendente porque provienen de quienes acusan a la prensa independiente y crítica de ser enemiga, adversario político, basura y mentirosa».

Barnes y Roberto Rock, presidente de la Comisión de Libertad de Prensa e Información, coincidieron en que Univisión tiene una trayectoria periodística cuya credibilidad y profesionalismo la ha ubicado como fuente confiable de noticias por lo que estas acusaciones caerán en saco roto. Sin embargo, dijeron, «nos preocupa que en un ambiente tan polarizado estas acusaciones puedan ser un combustible que pudiera poner en riesgo la integridad personal de quienes trabajan en ese medio.

Barnes, director de The Gleaner Company (Media) Limited, Kingston, y Rock, director del portal mexicano La Silla Rota, expresaron su esperanza de que «toda crítica contra medios y periodistas pueda hacerse dentro de una atmósfera de respeto y tolerancia con el objetivo de fomentar la libertad de expresión y construir democracia».

Univisión rechazó las acusaciones y afirmó que cubre la campaña electoral y al presidente Trump «con honestidad y rigurosidad periodística».

La SIP es una entidad sin fines de lucro dedicada a la defensa y promoción de la libertad de prensa y de expresión en las Américas. Está compuesta por más de 1.300 publicaciones del hemisferio occidental; y tiene sede en Miami.

¿Cómo los hackers corren tras la vacuna del coronavirus?

13 julio 2020 –

Por: Álvaro Montes – Revista Semana –

Netwalker es un grupo de ciberdelincuentes que el mes pasado logró cobrar 1,14 millones de dólares por devolver información clave de los avances en el desarrollo de una vacuna contra la covid-19, que tenía secuestrada y pertenecía a la Universidad de California, en San Francisco. En una operación conocida como ransomware, Netwalker encriptó los datos alojados en los servidores de la universidad y amenazó con borrarlos si no pagaba el rescate. La institución prefirió negociar en la web oscura con los secuestradores, pagó el rescate en bitcoins y recibió de vuelta las instrucciones para desencriptar su propia información.

Las páginas web que los usuarios navegan regularmente constituyen solo la punta visible del iceberg que es internet. Todo lo que hay bajo la superficie se conoce como dark web y es accesible mediante navegadores especiales. Allí se negocian semanalmente un millón de dólares en productos relacionados con la lucha contra la covid-19, según un informe de la firma de seguridad digital Sophos. Empire Marker, uno de los muchos mercados que operan en la web oscura, tiene más de 52.000 productos listados en 11 categorías, entre ellos, hidroxicloroquina, remdesivir y otros medicamentos con alta demanda por estos días. También se negocian, al por mayor, kits de pruebas rápidas y máscaras quirúrgicas, desinfectantes y otros elementos para la contención de la pandemia.

Entre mayo y junio hubo una escalada de la guerra tecnológica. Al menos 12 países participan en una carrera de hackers para conseguir a como dé lugar información sobre los desarrollos de vacunas contra el coronavirus. Ya no son solamente los de siempre –China, Rusia y Estados Unidos–; también Vietnam, Irán y las dos Coreas, entre otros, se han sumado a la afanosa búsqueda pirata de la vacuna o los tratamientos efectivos contra la enfermedad.

Hackers chinos vulneraron la información de grupos de investigación norteamericanos que trabajan en estos hallazgos. Agentes del FBI visitaron personalmente varios laboratorios y universidades para advertirles de los ataques y asesorar el blindaje tecnológico. Un comunicado del FBI y el Departamento de Seguridad Nacional norteamericano informó que ataques originados en China fueron “detectados intentando obtener datos valiosos de propiedad intelectual”. La respuesta china fue negar la acusación, apoyada en el hecho de que tiene grandes avances y “liderazgo mundial en el tratamiento para covid-19”, de acuerdo con la Embajada de China en Washington. Pero el ciberespionaje es una sombra antigua en la relación entre las dos naciones, con sonados casos como el ocurrido en 2009, cuando hackers chinos obtuvieron información sobre el diseño del avión de combate Lockheed Martin F-35. El director del Centro Nacional de Contrainteligencia de Estados Unidos, Bill Evanina, asegura que China saquea propiedad intelectual norteamericana por valor de 400.000 millones de dólares cada año.

Por su lado, hackers vietnamitas atacaron al Gobierno de Wuhan y al Ministerio de Emergencia de China buscando información acerca de la covid-19 desde enero pasado, según reveló la empresa internacional de ciberseguridad FireEye. La Organización Mundial de la Salud (OMS) también fue víctima de ciberespionaje: 450 cuentas de correo de sus funcionarios fueron vulneradas. Incluso entre países aliados hay espionaje mutuo. Corea del Sur estuvo husmeando en los servidores de salud norteamericanos, con la intención de verificar las cifras reales de penetración del virus en Estados Unidos. Y se sospecha que hackers coreanos están detrás de ataques para saquear información de la OMS, de Japón y de Corea del Norte.

Los ataques en busca de la vacuna, que se cuentan por centenares cada día, incluyen desde sofisticadas intrusiones a servidores hasta los populares ataques tipo phishing enviados a los correos de funcionarios de salud norteamericanos de alto rango, con mensajes que prometen cupones gratis de hamburguesas, para tenderles trampas que les permitan acceder a sus bandejas de correo. Todo vale con tal de obtener información valiosa sobre los avances de cada nación en la crisis sanitaria.

Piratas informáticos iraníes fueron descubiertos ingresando a los sistemas de Gilead Sciences, el laboratorio farmacéutico que fabrica remdesivir, probablemente el medicamento más promisorio en la actualidad y recién aprobado por la administración de drogas y alimentos de Estados Unidos para ensayos clínicos.

La guerra cibernética incluye saboteos a distancia de las infraestructuras sanitarias de países enemigos para arruinar sus estrategias de contención del virus. La inteligencia israelí informó que un ataque presuntamente originado en Irán intentó dejar sin agua a dos ciudades y afectar las medidas sanitarias en Israel. Los hackers iraníes han estado particularmente activos en la escena mundial, sobre todo después de que se descubriera en 2010 que la inteligencia israelí, con apoyo norteamericano, lanzó un ciberataque que paralizó más de 1.000 máquinas centrífugas de Irán que eran utilizadas para enriquecer uranio. Irán trata de devolver el golpe.

No solo información farmacéutica está en el blanco de los hackers, sino también datos sobre la compra de insumos de laboratorio, tasas reales de contagio y cualquier referencia que permita conocer el manejo interno que hacen las naciones de la crisis sanitaria. Han sido hackeados hospitales norteamericanos para obtener información sobre pacientes y tratamientos. Los hospitales han sido blancos relativamente fáciles porque carecen de sistemas sólidos de protección y están ocupados en la batalla contra al virus. Otro grupo de blancos fáciles que han sufrido ataques son los empleados de los laboratorios enviados a trabajar en casa, que utilizan redes privadas virtuales para conectarse con los servidores corporativos.

Es normal que nadie presente pruebas contundentes, porque implicaría reconocer la magnitud del daño, así que el tema viene acompañado de acusaciones mutuas, que cada país niega. Pero en algunos casos los autores han sido identificados. Por ejemplo, el grupo hacker chino APT41, conocido en el ciberespionaje mundial, ha dejado rastros de sus actividades en las redes norteamericanas. En los recientes ataques a la OMS fue acusado como presumible autor DarkHotel, una organización de ciberdelincuentes que comenzó actividades en 2007 hurtando información de huéspedes de hoteles de lujo en Asia y después evolucionó al secuestro de datos de grandes corporaciones. En el caso de la OMS, podrían estar trabajando por cuenta propia para vender información a alguna nación. El ciberespionaje creció de manera descomunal en los últimos cuatro meses, y este crecimiento gira en torno a la vacuna y la contención de la pandemia.

Y, como era de esperarse, al margen de objetivos políticos y de la búsqueda de la vacuna, el ciberdelito común se disparó aprovechando el interés de la población por el tema de coronavirus. El grupo de análisis de amenazas GTA, de Google, informó que llegan a los correos de Gmail 18 millones de mensajes con noticias sobre covid-19 que en realidad esconden malware y phishing, con propósitos de fraude económico. Adicionalmente, cada día circulan 240 millones de mensajes de spam con publicidad no deseada de productos para curar el virus, tapabocas y gel antibacterial. Ciberdelincuentes de casi todos los países tratan de hacer fiesta. Una notable actividad de este tipo se origina desde Nigeria y otras naciones usualmente invisibles en el mapa mundial del cibercrimen. El reporte de Google también menciona a un grupo hacker sudamericano, conocido como Packrat, que hace phishing falsificando la página de inicio de la OMS para cometer fraudes financieros.

El cibercrimen y la inseguridad digital constituyen otro personaje en la larga lista de estragos que vinieron con la pandemia.

 

‘Era como una bomba de tiempo’: así contribuyó ICE a propagar el coronavirus

13 julio 2020 –

Por: Emily Kassie y 

Admild, un inmigrante haitiano indocumentado en Estados Unidos, se sentía mal cuando se acercó al avión de deportación que lo llevaría de regreso a su país de origen, del cual había huido con terror. Dos semanas antes de ese día de mayo, mientras estaba detenido en las instalaciones del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por su sigla en inglés) de Luisiana, había dado positivo al coronavirus. Todavía mostraba síntomas.

En el aeropuerto, le comunicó que estaba enfermo a un funcionario del ICE, quien lo envió con una enfermera.

“Solo me dio Tylenol”, contó Admild, quien temía sufrir represalias si se publicaba su apellido. No mucho tiempo después, estaba de regreso en el avión que aterrizaría en Puerto Príncipe. Era uno de los más de 40.000 migrantes deportados de Estados Unidos desde marzo, de acuerdo con los registros de ICE.

Pese a que en todo el mundo se han tomado medidas como las cuarentenas y otras más para evitar la propagación del coronavirus, ICE ha seguido deteniendo gente, trasladando a las personas de un estado a otro y deportándolas.

Una investigación de The New York Times en colaboración con The Marshall Project revela cómo las condiciones inseguras y una realización dispersa de pruebas convirtieron al ICE en un propagador del virus a nivel nacional y global, y cómo la presión del gobierno de Trump orilló a los países a recibir personas deportadas enfermas.

Hablamos con más de 30 inmigrantes detenidos que describieron centros de detención abarrotados e insalubres donde el distanciamiento social era casi imposible y el equipo de protección casi inexistente. “Era una bomba de tiempo”, dijo Yudanys, un inmigrante cubano detenido en Luisiana.

Al menos cuatro deportados entrevistados por el Times, de India, Haití, Guatemala y El Salvador, dieron positivo por el virus poco después de haber regresado de Estados Unidos.

Hasta ahora, ICE ha confirmado tener al menos 3000 detenidos con coronavirus en sus centros de detención, a pesar de que las pruebas han sido limitadas.

Rastreamos más de 750 vuelos nacionales de ICE desde marzo que transportaron a diversos centros a miles de detenidos, incluidos algunos que declararon estar enfermos. Kanate, un refugiado de Kirguistán, fue trasladado de un centro penitenciario del condado de Pike en Pensilvania al centro de detención de Prairieland en Texas a pesar de haber presentado síntomas de la COVID-19. Unos días después, confirmaron que portaba el virus.

“Estaba muerto de miedo”, dijo. “Pensé que me moriría en esta prisión”.

También rastreamos más de 200 vuelos de deportación que, de marzo a junio, llevaron migrantes, algunos de ellos enfermos de la COVID-19, hacia otros países. Bajo presión del gobierno de Trump y con la promesa de ayuda humanitaria, algunos países han cooperado totalmente con las deportaciones.

El Salvador y Honduras han aceptado a más de 6000 deportados desde marzo. En abril, Donald Trump elogió a los presidentes de ambos países por su cooperación y dijo que les enviaría respiradores para ayudar con el tratamiento de sus pacientes más enfermos de la COVID-19.

Hasta ahora, los gobiernos de 11 países han confirmado que los deportados regresaron con COVID-19.

Cuando le preguntaron acerca de su participación en la propagación del virus por trasladar y deportar a personas enfermas, ICE dijo haber tomado precauciones y seguido las directrices de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. ICE señaló que, hasta la semana pasada, aún tenía la capacidad de realizar pruebas solo a una muestra de los inmigrantes antes de enviarlos a su país. Sin embargo, los vuelos de deportación siguen operando.

Coronavirus: las dudas sobre Avifavir, el fármaco que Rusia quiere comercializar en América Latina para combatir la covid-19

13 julio 2020 –

Por: BBC Londres –

Se llama Avifavir y es el medicamento que Rusia quiere comercializar a los países de América Latina para combatir el nuevo coronavirus.

Se trata de un antiviral desarrollado a partir del favipiravir, un medicamento japonés usado contra la influenza, aunque algunos expertos sostienen que no hay pruebas concluyentes sobre su efectividad para combatir la covid-19.

Sin embargo, Avifavir fue aprobado por el Ministerio de Salud de Rusia el 29 de mayo «como el primer fármaco para el tratamiento del covid-19».

Este viernes, se presentó el medicamento en la embajada rusa en Guatemala para iniciar las negociaciones para su suministro en toda la región. A la videoconferencia asistieron representantes de varios países y agencias especializadas.

La presentación del fármaco fue organizada por la embajada de Rusia en Guatemala en su calidad de miembro observador del Parlamento Centroamericano (Parlacen), cuya sede se encuentra en la capital guatemalteca.

Avifavir empezó a ser suministrado a los pacientes de covid-19 en Rusia el 11 de junio.

Según las autoridades sanitarias de ese país, los ensayos clínicos, así como los datos del primer mes de uso hospitalario, demostraron resultados positivos cuando se usa el fármaco en las etapas inicial y media de la enfermedad.

Sin embargo, algunos critican que el Ministerio de Salud ruso dio su aprobación para el uso de Avifavir en un proceso acelerado mientras los ensayos clínicos, realizados durante un período más corto y con menos personas que en muchos otros países, todavía estaban en marcha.

Sin resultados concluyentes

El favipiravir es objeto de al menos 25 ensayos clínicos alrededor del mundo.

El interés por el fármaco se disparó en marzo después de que un funcionario chino dijo que parecía ayudar a los pacientes a recuperarse de covid-19.

En Japón, donde se comercializa bajo el nombre de Avigan, fue aprobado como tratamiento de emergencia contra la influenza en 2014.

El favipiravir actúa inhibiendo una enzima que es clave para que el virus se replique en las células.

El primer ministro japonés, Shinzo Abe, dijo que esperaba que el fármaco fuera aprobado como tratamiento para la covid-19 en mayo.

Sin embargo, los resultados de los ensayos clínicos dados a conocer por investigadores japoneses este viernes no arrojaron resultados concluyentes sobre la eficacia del favipiravir como tratamiento para el nuevo coronavirus.

Aunque los pacientes que recibieron el medicamento al principio del estudio mostraron una mayor mejora que los que recibieron dosis tardías, los resultados no son estadísticamente significativos, dijo en conferencia de prensa este viernes Yohei Doi, investigador de la Universidad Fujita de la Salud.

Los ensayos clínicos de este estudio fueron realizados entre marzo y mayo con 89 pacientes en todo Japón. Otros estudios se están llevando a cabo en China y Estados Unidos.

Otros medicamentos

El Avifavir no es el único medicamento aprobado por las autoridades rusas para combatir la covid-19.

Este miércoles, el Ministerio de Sanidad de Rusia registró el Coronavir, también creado con base en el antigripal favipiravir.

«Coronavir es una de las primeras drogas en Rusia y en el mundo que no aborda las complicaciones causadas por SARS-CoV-2, sino que combate el virus en sí mismo», dijo su fabricante, R-Pharm.

La compañía dijo que un ensayo clínico mostró que el fármaco era altamente efectivo para inhibir la replicación del nuevo coronavirus en casos de nivel leve o medio.

Según dicho estudio, el 55% de casos mostró una mejora en el séptimo día de tratamiento con Coronavir. Al quinto día de tratamiento, el nuevo coronavirus se había eliminado en el 77,5% de los pacientes que tomaron el medicamento, dijo R-Pharm.

En Estados Unidos, Reino Unido y otros países se ha aprobado el uso de remdesivir como tratamiento para pacientes con covid-19.

Remdesivir es un fármaco antiviral que ha sido utilizado contra el ébola. Actúa atacando una enzima que el virus necesita para replicarse dentro de nuestras células.

Su tratamiento ha sido aprobado en pacientes con covid-19 en Estados Unidos y Reino Unido, entre otros países.

Los resultados iniciales de pruebas clínicas indican que puede reducir el período de recuperación de la infección por unos cuatro días, pero todavía no hay evidencia que puede salvar más vidas.

Otro fármaco que es una gran esperanza para el tratamiento de pacientes graves de covid-19 es la dexametasona, un esteroide que al ser suministrado en dosis bajas ha demostrado ser uno de los mejores avances en la lucha contra el virus, según los expertos de Reino Unido que lo probaron.

En las pruebas sobre el covid-19, la dexametasona ha ayudado a detener parte del daño que puede ocurrir cuando el sistema inmunitario del cuerpo se sobrecarga mientras trata de combatir el coronavirus.

El coronavirus se propaga por el aire: qué debes hacer ahora

8 julio 2020 –

Por: 

El coronavirus puede quedarse suspendido en el aire durante varias horas si no hay corrientes, y la gente podría contagiarse al inhalar, según sugiere un número cada vez mayor de evidencia científica.

El riesgo es mayor en espacios interiores donde la ventilación es deficiente, lo cual podría ayudar a explicar eventos de superpropagación que se han reportado en plantas de procesamiento de carne, iglesias y restaurantes.

No está muy claro con qué frecuencia se propaga el virus a través de estas diminutas gotículas, o aerosoles, en comparación con las gotas más grandes que se expelen cuando alguien infectado tose o estornuda, o se transmiten a través del contacto con superficies contaminadas, afirmó Linsey Marr, una experta en aerosoles del Instituto Politécnico y Universidad Estatal de Virginia.

Los aerosoles se liberan incluso cuando una persona asintomática exhala, habla o canta, de acuerdo con Marr y más de otros 200 expertos, quienes han detallado la evidencia en una carta abierta a la Organización Mundial de la Salud.

Lo que sí está claro, dicen en la misiva, es que la gente debería intentar minimizar el tiempo que pasa en interiores con personas que no pertenezcan a su unidad familiar. Las escuelas, los asilos y las empresas deberían considerar añadir nuevos filtros de aire potentes y luces ultravioletas que pueden matar a los virus de tranmisión aérea.

A continuación, presentamos algunas respuestas a las preguntas que se suscitan a raíz de la nueva información.

Para que se considere que un virus se propaga por vía aérea este tendría que mantener viabilidad viral al transportarse por el aire. Para la mayoría de los patógenos es claro si se transmiten de esta manera o no. El virus del VIH, que es demasiado delicado como para sobrevivir fuera del cuerpo, no se queda suspendido en el aire. El sarampión sí se propaga por vía aérea, lo cual lo hace peligroso ya que puede sobrevivir en el aire hasta por dos horas.

En el caso del coronavirus, la definición ha sido más complicada. Los expertos concuerdan en que el virus no recorre grandes distancias ni permanece viable en exteriores. Sin embargo, la evidencia sugiere que puede llegar de un extremo a otro en una habitación y, en una serie de situaciones experimentales, permaneció viable hasta por tres horas.

Los aerosoles son gotículas y las gotículas son aerosoles, la única diferencia es el tamaño. A veces los científicos llaman aerosoles a las gotículas con un diámetro de menos de 5 micras. (En comparación, una célula roja mide aproximadamente 5 micras de diámetro; un cabello humano mide 50 micras de ancho).

Desde el inicio de la pandemia, la OMS y otras organizaciones de salud pública se han enfocado en la capacidad del virus para propagarse a través de grandes gotículas que son exhaladas cuando una persona con síntomas tose o estornuda.

Estas gotículas son relativamente pesadas y caen rápidamente al suelo a una superficie que otros podrían tocar. Por este motivo, las autoridades de salud pública han recomendado mantener al menos una distancia de dos metros respecto a otras personas y lavarse las manos con frecuencia.

Pero desde hace meses algunos expertos han dicho que las personas infectadas también emiten aerosoles cuando tosen y estornudan. Lo que es más importante, emiten aerosoles incluso cuando respiran, hablan o cantan, especialmente cuando lo hacen con esfuerzo.

Los científicos ya saben que la gente puede transmitir el virus incluso aunque no presente síntomas, es decir, sin toser o estornudar, y los aerosoles podrían explicar por qué se da ese fenómeno.

Debido a que los aerosoles son más pequeños, contienen mucho menos virus que las gotículas. Pero, puesto que son más ligeros, pueden sobrevivir en el aire mucho más tiempo, sobre todo si no hay aire fresco. En un espacio interior con mucha gente, una sola persona infectada puede liberar suficiente virus aerosolizado para infectar a muchas personas, quizá provocando un evento de superpropagación.

Para que las gotículas sean responsables de una propagación a ese nivel, una sola persona tendría que estar a menos de un metro de todas las demás o haber contaminado un objeto que todos tocaron. Todo eso les parece poco probable a muchos expertos: “Tendría que hacer mucha gimnasia mental para explicar esas otras rutas de transmisión en comparación con la transmisión de aerosoles, lo cual es mucho más simple”, afirmó Marr.

El distanciamiento social sigue siendo muy importante. Entre más cerca estés de una persona infectada, más estarás expuesto a sus aerosoles y gotículas. Lavarte las manos con frecuencia sigue siendo una buena idea.

Lo nuevo es que quizá esas dos cosas no sean suficiente. “Deberíamos hacer tanto énfasis en los protectores faciales y la ventilación como lo hacemos con el lavado de las manos”, explicó Marr. “Hasta donde sabemos, esto es igual de importante, si no es que más”.

Quizá todos los médicos y trabajadores sanitarios deberían usar máscaras N95, que filtran la mayoría de los aerosoles. Por ahora, solo se les requiere que lo hagan cuando realizan ciertos procedimientos médicos que se piensan que producen aerosoles.

Para el resto de nosotros, las mascarillas de tela aún reducen mucho el riesgo, siempre y cuando todos las usen. En el hogar, cuando estás con tu familia o con quienes compartes la casa y estás seguro que tienen cuidado, las mascarillas todavía no son necesarias. Pero los expertos sostienen que es prudente usarlas en otros espacios interiores.

Y sobre cuánto tiempo es seguro estar adentro con otras personas, eso es difícil de decir, desafortunadamente. Mucho depende de si el lugar está muy concurrido como para que no se pueda guardar una sana distancia y si hay aire fresco que ventile la habitación.

Este es un tema de intenso debate. Muchas escuelas tienen poca ventilación y no cuentan con financiamiento suficiente para invertir en nuevos sistemas de filtración. “Existe una gran vulnerabilidad a la transmisión de infecciones a través de aerosoles en las escuelas”, dijo Don Milton, un experto en aerosoles de la Universidad de Maryland.

La mayoría de los niños menores de 12 años parecen tener síntomas leves, si es que los presentan, por lo que las escuelas primarias pueden sobrevivir. “Hasta el momento, no tenemos evidencia de que las escuelas primarias sean un problema, pero creo que los grados superiores serían más propensos a ser un problema”, dijo Milton.

Los dormitorios universitarios y las aulas también son motivo de preocupación.

El doctor Milton dijo que el gobierno debería pensar en soluciones a largo plazo para estos problemas. Tener las escuelas públicas cerradas “obstruye toda la economía, y es una gran vulnerabilidad”, dijo.

“Hasta que comprendamos que esto es parte de nuestra defensa nacional y lo financiemos adecuadamente, seguiremos siendo extremadamente vulnerables a este tipo de amenazas biológicas”.

Haz todas las actividades que puedas al aire libre. A pesar de que estés viendo muchas fotos con gente en la playa, aunque estén concurridas, y sobre todo si hay algo de viento, seguramente será un lugar mucho más seguro que dentro de un bar o restaurante con aire reciclado.

Pero aunque estés afuera, usa una mascarilla si estarás cerca de otras personas durante mucho tiempo.

En espacios cerrados, algo sencillo que se puede hacer es “abrir las ventanas y puertas siempre que sea posible”, sostuvo Marr. También puedes cambiar los filtros en tu sistema de aire acondicionado o ajustar la configuración para que se use más aire del exterior y menos aire que ya ha circulado dentro.

Tal vez sea buena idea que los edificios gubernamentales y las empresas inviertan en purificadores de aire y luces ultravioleta que puedan matar virus. A pesar de su mala reputación, es probable que los ascensores no presenten un riesgo tan grande, dijo Don Milton, un experto en aerosoles en la Universidad de Maryland, si se comparan con baños públicos u oficinas con aire estancado donde la gente pasa mucho tiempo.

Si nada de eso es posible, intenta reducir el tiempo que pasas en un lugar cerrado, sobre todo si no usarás una mascarilla. Entre más tiempo estés adentro, podrías estar inhalando más dosis de virus.

Crean Alianza de Radios Virtuales de América Latina

8 julio 2020 –

El Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB) se enorgullece de dar a conocer el nombramiento del socio Jorge Sánchez Vargas, como director general de la Alianza Informativa de Radios y Medios Virtuales de América Latina (AIR), que nació en tiempos de pandemia con 28 emisoras de la región y estan listas para ingresar otras 40. Abre los micrófonos de la radio digital y análoga para América Latina y el resto del mundo, con medios que provienen de casi todo el continente, partiendo desde México hasta Chile, para difundir lo que está pasando en la región con veracidad y ética. ¡Éxitos y larga y productiva vida para la AIR, son los del CPB!

Por: Edelmiro Franco V – Globedia –

Crean Alianza de Radios Virtuales de América Latina

Un grupo de periodistas experimentados, crearon durante esta época de confinamiento mundial por el COVID19, la Alianza Informativa de Radios y Medios Virtuales de América Latina (AIR), en la que participan 28 emisoras de la región.

 

 

Un grupo de periodistas experimentados, crearon durante esta época de confinamiento mundial por el COVID19, la Alianza Informativa de Radios y Medios Virtuales de América Latina (AIR), en la que participan 28 emisoras de la región y están en lista para su ingreso otras 40, que se encuentran con sus micrófonos abiertos desde México a Chile.

El director general de AIR es el periodista colombiano Jorge  A SánchezVargas con un recorrido por cadenas radiales como Caracol Radio, Radio Net, Cadena Todelar, Radio Exterior de España y Radio Nacional de España. Además, estuvo en las redacciones en El Espectador, El Tiempo, Diario 16 y el Universo de Ecuador.

 

AIR es un emprendimiento empresarial que abre los micrófonos de la radio digital y análoga de América Latina para el Mundo, es en palabras simples una agencia de circulación y cooperación que desde hace menos de mes empezó a informar con voz propia e independiente en la era digital,

Esta iniciativa -según el colega Jorge A SánchezVargas– <<busca simplemente un ejercicio periodístico de información actualizada>>, para difundir lo que está pasando en la región con veracidad y ética.

Este es un proyecto para <<construir procesos que le garanticen a la gente el derecho a la información con rigor, calidad, respeto a las fuentes y buscar la verdad>>.

 Era necesario <<recoger el conocimiento de tantos colegas que han pasado por la radio, otros que están llegando a este medio, muchos desde su experiencia, otros desde las universidades, para confluir en un mundo que ya venía cambiando y se profundizo con la pandemia>>.

 El periodista Jorge A SánchezVargas visualizó este escenario y empezó a promover una serie de reuniones virtuales con “hombres y mujeres de la radio” de diferentes países para concluir que era el momento de crear esta alianza de radios y medios virtuales de Latinoamérica para el Mundo.

La primera fase de AIR es reseñar los hechos mas importantes en cada una de las regiones o países donde operan las emisoras digitales o análogas y compartir la información, para llegar a una programación con alto valor en el contenido a las emisoras asociadas.

Mientras exista la radio, podemos hacer una radio innovadora: Jorge A SánchezVargas

En opinión del director general de AIR, el mundo <<nunca había sufrido transformaciones tan agiles, rápidas y con desarrollos tecnológicos que van evolucionando día a día. Vivimos en un mundo donde somos analfabetas y al otro día tenemos que alfabetizarnos. Hay grandes cambios en los medios impresos, en los audiovisuales y en la radio>>.

<< La radio -dijo- sigue siendo el compañero permanente en cualquier lugar donde este el oyente. El futuro está planteado y tenemos grandes sombras, grandes nubes por el tema de redes, pero a la vez estos medios conservan su esencia.  Los medios tienen presencia en las redes sociales y la radio hace lo propio>>.

Mientras exista la radio, <<podemos hacer una radio innovadora. Queremos avanzar, actualizar, unificar criterios para que todos estos sonidos salgan al aire con transparencia y con los principios del periodismo>>.

Si encuentra  interesante esta historia, compártala con sus contactos.

Ultimas Noticias- crónicas y reportajes de Edelmiro Franco V.

http://co.globedia.com/lorca-vive-obra-teatral-virtual-peste-york

http://co.globedia.com/festival-bilingue-online-lorca-lives-vive-york

http://co.globedia.com/macondo-ira-serie-netflix-2021

http://co.globedia.com/aniversario-realismo-magico

http://co.globedia.com/rio-magdalena-pincel-sair-garcia

http://co.globedia.com/gabo-bebio-ron-ganancias-enciclopedia

Email: [email protected]

https://twitter.com/edelmirofranco

https://https://www.facebook.com/efrancovwww.facebook.com/efrancov

https://www.linkedin.com/in/edelmiro-franco-3a0b015a/

 https://www.instagram.com/edelmirofranco5613/

 

 

 

Periodismo en la era de COVID-19: un elogio al tratamiento de las fuentes

8 julio 2020 –

Por: The Conversation – Australia –

“Incluso en un clima de fuentes opacas e interesadas, la posibilidad de un riguroso trabajo de verificación sigue estando abierta y se hace más necesaria que nunca” (Furio Colombo, 1998)

¿Cómo podemos alcanzar el rigor en periodismo? Fuentes, fuentes y fuentes. Esa es, desde luego, una de las primeras lecciones que enseñamos a nuestros estudiantes cuando llegan al grado. La calidad de un medio se mide por la calidad de sus fuentes.

Si la lucha contra una pandemia pasa por hacer caso a las autoridades sanitarias, la lucha contra la desinformación, las fake news o la infodemia, como bautizó la Organización de Mundial de la Salud (OMS) al exceso de información acerca de un tema, radica en hacer buen periodismo. Se trata de tener como referencia a informadores que narran los hechos y los interpretan con ayuda de fuentes con autoridad, expertas en la materia. Es decir, periodismo de calidad, de verificación, de contraste y de no dar por válido nada que no haya sido avalado por al menos tres fuentes.

Ningún medio de comunicación, sea cual sea su naturaleza y a pesar de algunos errores, ha pasado por alto esta realidad durante los meses de alerta sanitaria que hemos vivido, y seguimos viviendo.

Los tertulianos han dado paso a los expertos

A la hora de hablar de la cobertura informativa que ha recibido la COVID-19, hemos visto cómo en todos los relatos ha imperado la necesidad de contar con voces especializadas y con experiencia en el campo sobre el que opinaban. Hemos sido testigos de cómo los tertulianos de siempre han dado paso a especialistas y profesionales en la materia.

Ya sea por el confinamiento o las facilidades que ofrece hoy en día el acceso a Internet, lo cierto es que se ha roto cualquier barrera espaciotemporal para poder tener testimonios de primera mano. No importa la calidad de la imagen, en esta ocasión importan los datos y la contextualización de los hechos para comprender la realidad a la que nos enfrentamos.

Las principales fuentes de información de las que dispone cualquier periodista son las personas, los acontecimientos y los documentos. En situaciones como la actual las personas se convierten en un importante yacimiento informativo para el periodista. De hecho, los documentos (informes, estudios, etc…) necesitan de la ayuda de gente erudita en la materia para poder comprenderlos y divulgarlos al resto de la población.

La dependencia mutua entre la fuente y el periodista existe siempre, pero durante situaciones de emergencias o crisis se hace más palpable. La fuente necesita del periodista para llegar a un número mayor de personas y el periodista les necesita en su labor de “traducción” de una realidad compleja.

La gente está alerta

Las principales empresas de verificación en España (Maldita, Newtral y EFE Verifica) han recibido miles de consultas por parte de los ciudadanos y han verificado cientos de informaciones. Esta proactividad por parte del usuario indica que la gente está en alerta. Demandan información verídica.

Más del 73% de los españoles afirma comprobar el contenido que le llega por redes sociales. Por primera vez, tras la crisis financiera y de credibilidad que afectó de lleno a los medios de comunicación en 2008, los medios de comunicación y sus periodistas se han acercado a esa audiencia por la que hace tantos años luchaban las grandes cabeceras.

Los datos indican que el consumo de webs, aplicaciones de noticias y redes sociales con fines informativos durante esta pandemia ha crecido exponencialmente. Tras la declaración del estado de alarma y el consiguiente confinamiento, el 78% de los ciudadanos se informaron más que antes de la pandemia.

No dejemos pasar esta oportunidad. Los periodistas están haciendo bien su trabajo y los ciudadanos lo están reconociendo.

“Precisión, veracidad, claridad, coherencia, exhaustividad, concisión y corrección” (Sundar, 1999) son sinónimos de calidad y, por tanto, esta calidad se traduce en credibilidad por parte de los consumidores. Distintos informes internacionales apuntan ya a un aumento de la credibilidad en los medios y su cobertura informativa de la pandemia.

La importancia de los medios en situaciones de crisis

“Los medios de comunicación tienen un papel clave en las situaciones de crisis, emergencias y desastres que va más allá de la simple narración de los hechos. Cuando acuden a un desastre encuentran una población vulnerable que lucha por necesidades y derechos básicos” (Herrero & Almendral, 2018).

Los periodistas son las principales fuentes de información a las que los ciudadanos acuden cuando necesitan comprender lo que sucede, el periodismo ayuda a disminuir la angustia que puede generar una situación desconocida que irrumpe en nuestras vidas de forma abrupta. Desde un punto de vista psicológico sabemos que la mejor manera de reducir la incertidumbre es aportando información.

Por ello, la sociedad necesita un periodismo especializado y de servicio capaz de encontrar a las fuentes con autoridad en cada tema y ofrecer a los ciudadanos y ciudadanas datos y contexto de los hechos narrados.

Repensar el mañana pasa por repensar las políticas públicas, los servicios sanitarios, educativos y sociales. Dentro de estos últimos, los medios de comunicación y sus periodistas juegan un papel determinante en la lucha contra la infoxicación. Por ello, hoy más que nunca tenemos que proteger a los periodistas y ponerlos en valor ante las nuevas generaciones. Los medios de comunicación no pueden prescindir de su principal intangible.

Como señalaba Bernabé Fraguas en el prólogo de su obra “Periodismo preventivo”, “el mundo se está escribiendo y es tarea de la ciudadanía, que componemos todas y todos nosotros, exigir que se haga lo mejor posible” (2007, p.15).

Una sociedad bien informada es una sociedad más libre, más justa, más democrática, más comprometida con su comunidad y sobre todo con un pensamiento crítico que la hará avanzar al futuro del bienestar.