Crculo de Periodistas de Bogot
“Lo más absurdo que he oído es que el Nobel se compró”: Santos

Santos dio una rueda de prensa junto a la Primera Ministra de Noruega, Erna Solberg. FOTO AFP

COLPRENSA | PUBLICADO HACE 3 HORAS

Juan Manuel Santos se reunió este domingo con la Primera Ministra de Noruega, Erna Solberg, y no pudo evitar hacer referencia sobre los comentarios hechos por algunos opositores sobre que el Premio Nobel de Paz fue comprado.

“Se han dicho muchas cosas, que soy comunista que soy miembro de las Farc, que soy aliado y socio de Fidel Castro para introducir una revolución sutil en mi país, pero lo más absurdo que he oído decir de ese grupo es que el Nobel se compró. La verdad ese comentario no merece respuesta de mi parte”, dijo el presidente al respecto.

Sin embargo, contestó de inmediato Solberg, quien indicó: “Yo creo que hay una cosa muy cierta y es que uno no puede comprar un Premio Nobel de la Paz, ni los premios Nobel académicos. Yo creo que el escrutinio lo hace un comité independiente y lo hace con un altísimo nivel de integridad”.

Y el presidente concluyó: “Yo como colombiano me siento avergonzado de oír eso (…) Me avergüenza que alguien pueda llegar a decir algo así”.

Así mismo, se habló sobre fortalecer las relaciones entre ambos países y por supuesto sobre el apoyo a la implementación de los acuerdos, que dijo la primera ministra, es donde se ven los verdaderos resultados.

Diálogos con el Eln

Además se trató el tema del Eln, sobre el cual dijo el presidente: “Noruega tiene un tacto especial, tiene una habilidad especial de desempeñar el papel de mediador (…). Cuando estábamos eligiendo el país que nos podía ayudar estudiamos un grupo de países interesados, y Noruega salió casi que de forma natural. Yo espero que haga lo mismo con el Eln y ha expresado que está más que dispuesto a hacerlo, y si lograr a hacer una labor parecida a la que se hizo con las Farc eso contribuirá mucho al éxito en la negociación”.

El mandatario reiteró que se sigue a la espera mientras tanto de la liberación de los secuestrados, y por su parte, Solberg indicó que están dispuestos pero que esperan el trabajo de las partes en conflicto.

“Nosotros esperamos ayudar con la implementación de los acuerdos de paz y es cierto que hay que realizar un proceso de paz muy largo en Colombia y yo siempre he dicho que el rol de los noruegos y cubanos ha sido el de facilitador y ha ayudado a encontrar respuestas importantes pero la verdad el trabajo lo tienen que hacer las partes en conflicto durante el proceso”.

Tomado de:El Colombiano.com

Los mitos y los clichés del incremento del salario mínimo

Foto: Archivo// El espectador


Que este sueldo es uno de los más bajos de la región o que un aumento exagerado genera desempleo son algunos de los argumentos que siempre salen en las negociaciones. Expertos opinan.


Este lunes se llevará a cabo la cuarta sesión de negociación sobre el salario mínimo 2017, y las cartas están destapadas. Tanto los empresarios como los sindicatos ya revelaron sus propuestas de incremento salarial: los gremios proponen un alza de 6,5 %, con lo cual el pago pasaría de $689.455 a $734.269, es decir, habría un aumento de $44.814, y las centrales obreras piden un alza del 14 %, lo que implica que el pago quedaría en $785.977, un incremento de $96.522. 

Este es el panorama de la mesa de concertación. Una brecha de más de $50.000 separa las propuestas de cada sector y aleja la posibilidad de un incremento fijado por medio de un acuerdo entre empresarios y sindicatos. Mientras tanto, aumenta la polaridad que cada año suele apoderarse de estas negociaciones, pues regresan los argumentos de siempre: se sacan en cara viejas deudas y los clichés abundan. Por esta razón, El Espectador analizará algunos de los comentarios que nunca faltan durante las discusiones que definen el salario mínimo del que dependen más de 1,7 millones de colombianos.

El primer comentario que siempre sale a colación es que el salario mínimo en Colombia es bajo; incluso, algunos sindicatos lo califican como una miseria. Para Estefano Farné, director del Observatorio del Mercado de Trabajo de la Universidad Externado, “si se analiza este sueldo respecto a la productividad colombiana, en teoría este pago sería alto. Por lo que se les daría la razón a los empresarios que dicen que se debe aumentar de manera moderada. No obstante, si el punto de referencia es el nivel de ingresos, se justifica el argumento de los sindicatos de que los $689.455 no alcanzan para mucho”. Asimismo, de acuerdo con el Departamento Administrativo Nacional de Estadística, el costo de la canasta básica mensual de un hogar colombiano es de alrededor de $1’160.000, es decir, se requieren casi dos salarios mínimos para pagarla.

 

Respecto a las comparaciones internacionales, la información del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario indica que el salario mínimo local es el tercero más bajo entre las principales economías de América Latina: Venezuela (US$892), Argentina (US$511,49), Chile (US$359), Ecuador (US$354), Brasil (US$290), Colombia (US$233,71), Bolivia (US$206,90) y México (US$138).

Sin embargo, Farné advierte que “es difícil determinar si el pago mínimo es bajo o alto. Para empezar, se ha vuelto muy complicado hacer comparaciones internacionales por culpa del dólar. En los países con alta dependencia de materias primas se ve que este es inferior al de otros países en donde se ha visto menos devaluación. Este es el caso de Colombia, pero no es dato determinante, pues puede ser tan sólo un efecto cambiario”.

El otro argumento que no pueden dejar de sacar los empresarios es que un aumento excesivo en el salario mínimo puede generar desempleo. Por lo general, argumentan que se trata de una simple relación entre costos operativos y rentabilidad: si la nómina aumenta demasiado, no podrán seguir contratando o, en su defecto, se verán obligados a realizar despidos.

Para José Roberto Acosta, profesor de la Universidad Externado y miembro de la Red por la Justicia Tributaria, “decir que el alza del salario mínimo incrementa la inflación es uno de esos viejos clichés neoliberales que la misma historia se ha encargado de desmentir. La mejor muestra es que en los últimos cinco años se han quitado toda una serie de costos laborales a las empresas, por ejemplo los parafiscales, y el resultado es que sí ha habido una mejora en formalidad, pero no en reducciones del desempleo”.

Foto: Archivo// El espectador

De manera que “no es cierto que bajar los costos a las empresas garantiza un aumento en la generación de empleo. Pero hay que reconocer que no es viable un incremento del 14 %, como proponen los sindicatos, aunque debe ser cercano al 7 %, que es lo justo si se miran la inflación proyectada de 2017, la productividad laboral y los mayores costos por concepto de la reforma tributaria”, concluyó Acosta.

Por su parte, Farné afirma que “subir uno o dos puntos el salario mínimo por encima de la inflación no debería aumentar el desempleo si tan sólo se hace un año, pero si se hace de manera sistemática sí debería generar problemas de empleo en el mediano plazo”.

Este año se cumplen 20 años desde que nació la mesa de concertación, y en este tiempo sólo se ha llegado a cinco acuerdos. De acuerdo con todas las fuentes consultadas por El Espectador, este año tampoco habría consenso. “La falta de eficacia del proceso en el que se define el salario mínimo inquieta si realmente se busca llevar al diálogo o si es tan sólo un ritual que le sirve al Gobierno para decretar el incremento salarial que más le conviene: uno, porque el Estado es uno de los principales empleadores, y segundo, porque es uno de los instrumentos que tiene a la mano para controlar la inflación. Bajo esta óptica, la mesa de concertación tripartita podría ser también un mito”, afirmó Iván Daniel Jaramillo, investigador del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario.

Este es el panorama del posible incremento salarial en Colombia. Sólo falta esperar qué tanta fuerza tomarán los clichés y los mitos que hay cada año sobre el salario mínimo.

Tomado de: Elespectador.com 

Vigilante del Equus 66 presentaba cinco heridas, según Medicina Legal

Foto: Héctor Fabio Zamora / EL TIEMPO

Frente al edificio Equus 66, ciudadanos realizaron un altar en honor de Yuliana.


La institución dará a conocer el tipo de muerte del testigo clave en el caso de Yuliana Samboní.


Fernando Merchán Murillo, el vigilante que fue hallado muerto en el baño de su casa el viernes pasado, presentaba una herida en la parte inferior de la pierna derecha, y otra en el mismo lado de la pierna izquierda. Tenía una cortadura en el cuello, además de las dos heridas en cada una de las muñecas.

Esto se lee en un informe preliminar que surgió del primer examen al cadáver, durante la necropsia realizada por el Instituto de Medicina Legal, que indica que Merchán Murillo tenía cinco heridas producidas con elemento cortopunzante, en este caso un cuchillo de cocina.

 

El arma, que fue encontrada el día de su muerte por las autoridades al lado del cuerpo sin vida, la identificó su hija, Karen Lorena Merchán, quien les dijo a las autoridades que se trataba del mismo que era usado por ellos para preparar los alimentos.

Su muerte, revela el informe preliminar, se produjo “por un shock hipovolémico, por la pérdida de sangre que ocasionaron las graves lesiones”, indicó una fuente de Medicina Legal a EL TIEMPO.

En el cuerpo no se halló ningún otro tipo de lesión y no se descarta que se trate de un suicidio. El informe que entregará el director de Medicina Legal, Carlos Eduardo Valdés, formará parte de la investigación.

Merchán Murillo era uno de los testigos importantes en las indagaciones relacionadas con la muerte de la niña Yuliana Andrea Samboní, de 7 años. El cadáver de la menor fue encontrado por la Policía en el baño del apartamento 603 del edificio Equus 66, el domingo 4 de diciembre, en Chapinero.

Por este hecho se encuentra detenido el arquitecto Rafael Uribe Noguera, señalado de haber sido el autor material del homicidio. Ese domingo, el vigilante Merchán estaba de turno y fue la persona que abrió la puerta del parqueadero para el ingreso de Uribe Noguera en su camioneta color plata, de donde, al parecer, descendió la niña en compañía del residente. Él confirmó que el automotor fue estacionado en un lugar al que llamó “un punto ciego”, es decir, un sitio en donde las cámaras de seguridad pierden visibilidad.

En una entrevista que le realizó el fiscal del caso a Merchán Murillo, este confirmó los tiempos en los que Uribe Noguera ingresó al edificio e indicó la hora, según él, de la posterior llegada de los hermanos del indiciado, Francisco y Catalina Uribe Noguera.

Estos son los mismos datos que él registró en la minuta y que suministró a los investigadores el día de la inspección al cadáver de Yuliana.

Desde la fecha de los hechos y en su encuentro con el fiscal del proceso, Karen Lorena Merchán contó que su padre se encontraba muy preocupado, callado y buena parte del tiempo con la mirada perdida. Indicó, además, que su progenitor había dejado de comer. “Me decía que desde el domingo no había podido dormir”, relató la joven.

Ella se despidió de su padre el pasado viernes, a las 7 de la mañana, en la casa de su tía, donde ambos habían pasado la noche. Merchán le dijo a su hija antes de irse que iría a su casa a cambiarse de ropa. Debido a su estado de ánimo, Karen Lorena procuraba llamarlo repetidas veces para saber cómo estaba.

Desde las 8 de la mañana empezó a marcarle a su teléfono. Insistió y la llamada siempre se iba a buzón de voz. Por eso decidió ir a la casa, la número 140 del conjunto residencial Jardines de Castilla segunda etapa, en donde ambos vivían, en el suroccidente de la ciudad.

Cuando subió al segundo piso, relató la joven, lo encontró sin vida, en el espacio de la ducha y sentado en una silla con el cuchillo de cocina a su lado.

Merchán Murillo dejó escrita una nota en la que les pedía perdón a los suyos por “haberles dañado la Navidad”; en ella decía además: “Soy inocente”.

Algunos familiares del vigilante les han pedido a las autoridades que investiguen a fondo la extraña muerte.

Tomado de: Eltiempo.com

La guerra sucia vuelve a sobrevolar Colombia
Marina Arias, junto su hija y su nieto en el homenaje en San Vicente del Caguán a su marido, Erley Monroy, asesinado en noviembre. CAMILO ROZO

Los asesinatos de líderes sociales golpean al país en el inicio de la implementación de los acuerdos con las FARC

San Vicente del Caguán

La llamada le salvó la vida que le descerrajaron a su marido. Marina Arias iba a ir en la moto junto a Erley Monroy. Un amigo transportador de leche le comentó que tenía un sitio en la cabina de su camioneta. “Vete con él, que va a llover”, le animó su esposo. No habían pasado ni cinco minutos desde que se desviaron del camino, cuando Arias recibió otra llamada, esta vez de un joven de la zona: “Don Erley está tirado sobre la vía”. Cuando llegaron, su marido, de 54 años, yacía aún con vida pero inconsciente. Le habían disparado con un revolver a bocajarro, casi seguro desde otra moto. Uno de los tiros le dio en el brazo, el otro se le quedó incrustado en la cabeza. Murió camino del hospital. Pocas horas, el pasado 18 de noviembre, en una zona relativamente cercana a la del crimen en San Vicente del Caguán, unos encapuchados entraron en casa de Didier Losada y lo asesinaron en presencia de su mujer y su hijo. No había pasado ni un día cuando, al salir del velorio de Monroy, Hugo Cuéllar fue baleado. Algunas versiones apuntan a que se salvó de morir porque vio cómo el sicario sacaba la pistola y alcanzó a lanzarse sobre él. Todos eran líderes sociales.

“Erley ya se acabó, murió, pero quedan miles de familias campesinas con muchos miedos”, reflexiona con aplomo Arias, parapetada tras un sombrero y unas enormes gafas de sol que no logran camuflar unos ojos vidriosos en este primer viernes de diciembre donde el sol no da tregua en San Vicente. Acaba de terminar una marcha en homenaje a su marido. Al municipio han llegado cuatro autobuses repletos de campesinos. Durante una hora caminan ante la mirada condescendiente de centenares de personas. El Ministerio del Interior, en base a los datos de la oficina de Derechos Humanos de la ONU, estima que han muerto en lo que va de año cerca de 60 líderes sociales. Al menos una treintena más ha sufrido atentados y casi 300 son víctimas de amenazas. Las cifras para algunas organizaciones son superiores. Solo Marcha Patriótica, un movimiento de izquierda, calcula que en los últimos cuatro años han muerto más de 120 miembros de su formación.

Estos ataques golpean de lleno el inicio de la implementación de lo acordado entre el Gobierno y las FARC, especialmente uno de los puntos clave de las negociaciones: la reforma rural integral. “Muchos han sido asesinados por ser líderes sociales que reclaman las tierras. Lo quieren impedir a base de matarlos y que la tierra quede en manos del 0,4% de la población, que son los propietarios del 46% del territorio, según el último censo agropecuario”, asegura Aída Avella, histórica líder de la Unión Patriótica (UP), la formación de izquierda que surgió de las negociaciones de paz con el presidente Belisario Betancur en los ochenta y que perdió a más de 3.000 integrantes, asesinados por grupos paramilitares, incluidos dos excandidatos presidenciales.

Monroy era defensor de una reserva campesina y uno de los líderes que se enfrentó a las empresas que querían extraer pozos petroleros en la región de La Macarena, entre los departamentos de Meta y Caquetá. En su caso, no había recibido amenazas, pero en San Vicente, donde gobierna un alcalde del uribista Centro Democrático a quienes muchos acusan de hacer señalamientos sobre los líderes sociales, aparecen cada vez con más asiduidad panfletos firmados por las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), supuestamente desmovilizadas a principios de este siglo, y otros movimientos de corte similar. La tónica se repite en muchas zonas del país, especialmente en la costa caribeña. Este repunte ha puesto en máxima alerta a las autoridades, que ya no pueden esconder su preocupación por la sombra de una nueva guerra sucia sobre Colombia. Durante mucho tiempo se han negado a admitir la presencia de nuevos grupos paramilitares, a los que se referían con el calificativo de bandas criminales, vinculadas al narcotráfico.

El reconocimiento de que aún hay paramilitarismo en Colombia fue uno de los reclamos de las FARC al Gobierno durante las negociaciones de paz. Este mismo fin de semana, la guerrilla ha advertido de la presencia de grupos armados cerca de una de las zonas donde se desmovilizarán. “Con la salida de las FARC, aparecen otros actores armados que buscan ocupar ese espacio”, adueñarse del territorio, crear pánico”, asegura la viuda de Monroy, profesora en San Vicente, feudo tradicional de la guerrilla.

Durante décadas, en gran parte de Colombia el ‘Estado’ han sido las FARC. “Necesitamos una nueva institucionalidad en los territorios que cree confianza. Nosotros no somos los gestores ni los responsables de estas afectaciones a la paz. Reclaman derechos colectivos que la Fiscalía no provee”, aseguraba esta semana el fiscal general, Néstor Humberto Martínez, a quien las organizaciones sociales critican por una supuesta pasividad a la hora de investigar los crímenes. “¿Queremos más detenciones o una cultura de la legalidad? Es urgente dar estabilidad a los acuerdos de paz para que llegue al territorio la institucionalidad”, se defendía.

El fiscal niega que haya un “grado de sistematicidad, una mano negra, invisible, que esté afectando a los líderes de derechos humanos”, y argumenta que lo existe es una “multicausalidad”, un término demasiado enredado para quienes sufren la violencia, como Aída Avella, quien vivió durante años en el exilio: “Están empleando el mismo método, primero un asesinato en un departamento, luego en otro, y así no se nota mucho. Lo que no sabemos es cómo va a ser la siguiente etapa”.

Avella insiste en que de nada sirve detener al sicario, el último eslabón de la cadena, si no se va más allá. “Hay que investigar a los financiadores y autores intelectuales, que claramente son los terratenientes”. La Fiscalía se ha comprometido a ello. En su comparecencia en el Congreso, Martínez aseguró que financiar a grupos paramilitares será tipificado como delito de lesa humanidad. Avella admite que hay una diferencia importante entre los ataques de este año y el genocidio de la UP. “Ahora hay un sector del Ejército y de la Policía que no apoya el paramilitarismo, sobre todo en la cúpula. El problema es los que vienen después, que colaboran o miran para otro lado”, insiste. Es otra llamada de atención para evitar más muertes como la de Erley Monroy en aquella vía de San Vicente del Caguán, a escasos metros de un batallón del Ejército.

Tomado de:El País,de España

Homenaje a las víctimas en el Oslo City Hall
Mientras Juan Manuel Santos recibía el premio Nobel de Paz, dos víctimas se emocionaron en un sentido abrazo.

Las puertas del Oslo City Hall se abrieron desde las 11 de la mañana, con dos horas de antelación. El frío congelaba los huesos y hasta las pestañas, una pertinaz llovizna caía sobre la comarca, como si San Pedro, que se ha empecinado este año en acompañar todos los actos que tengan relación con la paz de Colombia, así sea a cuenta gotas, quisiera hacerse presente en tan histórico momento. Pasó en Cartagena antes de la primera firma, pasó en Bogotá después de la segunda, y pasó en todo el país el día del plebiscito. En la capital noruega, toda la mañana llovió antes de que el presidente Juan Manuel Santos recibiera el Nobel de Paz, un premio que llegó como “caído del cielo”, así el de Noruega estuviera encapotado.

El gran salón del City Hall había sido preparado desde 48 horas atrás con escrúpulo. Cerca de mil asientos. Los que fueron alineados a la izquierda del recinto fueron ocupados por personalidades del país y de Europa. Las primeras cinco filas de la derecha, por la delegación y los invitados del gobierno colombiano. Los periodistas europeos pudieron identificarlos con facilidad. Mientras los invitados locales ocupaban las sillas rápidamente, y esperaban sentados el comienzo de la ceremonia, como quien la vive cada año, los colombianos no paraban de caminar para saludarse, y hacerse selfies para registrar un momento histórico, porque quién sabe si se volverá a repetir.

Nunca antes se vieron, y puede que nunca después se vuelvan a ver, tantos colombianos en el City Hall. El protagonista de la tarde (así en la calle ya fuera de noche) era un bogotano de 66 años, Juan Manuel Santos, miembro de una de las familias de la élite capitalina, que en ese lugar pasaría a la historia. Santos, a diferencia de todos los mandatarios que lo antecedieron, no será expresidente. Tendrá un título casi que nobiliario, que lo acompañará por el mundo tan pronto como termine de ejercer la presidencia.

Leyner Palacio era el único de los caballeros presentes en la ceremonia que no vestía de saco y corbata, ni mucho menos traje oscuro, como seguramente exigía la etiqueta. Zapatos y pantalones blancos y una camisa del mismo color con ribetes dorados en el pecho. Como si estuviera en Estocolmo en diciembre de 1982 e invitado a la ceremonia del Nobel de Literatura que hizo inmortal a Gabriel García Márquez.

Solo dos mujeres tenían sombrero en la ceremonia. La reina de Noruega, que lucía un tocado negro, como el color de su traje, y Liliana Pechené, una caucana que llegó a la ceremonia con el traje tradicional que usan a diario los indígenas de su departamento. Léyner y Liliana serían los protagonistas del momento más emotivo de la ceremonia, en la cuarta fila donde tenían marcados sus asientos.

Faltaban 10 minutos para la una cuando cuatro hombres vestidos con atuendos de la edad media se asomaron en el segundo piso. Casi que de forma simultánea, debajo de ellos, se abrió una puerta por donde entró la familia del presidente Santos a ocupar la primera fila del costado derecho. Los del lado izquierdo se levantaron y por unos segundos se hizo un silencio sepulcral, pero fue roto por las risas de los asistentes que creían que la ceremonia había comenzado, pero aún faltaban unos minutos para terminar la charla. Y así fue.

Los cuatro del balcón levantaron sus trompetas y tocaron una diana, como cuando en los toros suenan los clarines y timbales anunciando la salida del primero de la tarde. Tras el toque, la puerta principal se abrió de par en par, y Santos entró con una tímida sonrisa con la que atravesó esa calle de honor, secundado por los miembros del instituto Nobel, encabezados por su presidenta, encargada de entregar el diploma y la moneda dorada.

Parecía que todo había comenzado pero desde el balcón volvieron a sonar las trompetas, la puerta principal de nuevo se abrió, y por allí entró la familia real noruega. El rey, la reina y los príncipes.

Santos, el Nobel, volvió a ofrecer el premio que recibió en el City Hall a todo el país, y a las víctimas del conflicto armado colombiano, el cual dio por terminado ante la comunidad internacional que, con audífonos, seguía su discurso, pronunciado en español.

Fue el momento en el que Léyner y Liliana se tomaron de la mano, se levantaron junto a sus demás compañeros de la cuarta fila, Héctor Abad Faciolince, Pastora Mira, Clara Rojas, Fabiola Perdomo e Ingrid Betancur. Ellos siguieron el ejemplo, se tomaron de la mano en cadena mientras el auditorio los homenajeaba con el aplauso. Ingrid prefirió cruzar las manos detrás de su cuerpo.

Leyner no tuvo tiempo de sentarse, pues Santos lo presentó ante todo el auditorio. Recordó su tragedia, acaso la mayor del conflicto armado colombiano. La de la noche del 2 de mayo del 2002, cuando el pueblo de Bojayá se refugió en la Iglesia San Pablo Apóstol para eludir las balas de los paramilitares y los cilindros bomba de las FARC. Uno de ellos dio en el Cristo mutilado, y Léyner tuvo que enterrar a todos sus 35 familiares.

De nuevo, una gran ovación. Santos siguió adelante con su discurso, Léyner volvió a sentarse, y allí se abrazó con Liliana mientras todo el auditorio seguía sus palabras. Mientras el presidente le agradecía a su familia, y las miradas se volcaban a la primera fila, Liliana y Léyner seguían abrazados y las lágrimas de ambos conmovieron a los que los vimos.

El aplauso más largo de la tarde fue para el bogotano Santos, cuando se marchó por el pasillo de honor donde había entrado casi que una hora antes. Léyner y Liliana abandonaron juntos y en silencio el City Hall, el protagonista, el Nobel de paz, se iba por la puerta grande.

*Texto y fotos, Rodrigo Urrego Bautista

Tomado de:Semana.com

A través del espejo

La Fundación que lleva su nombre se propone “defender, promover y proteger los derechos humanos de las víctimas de ataques con químicos”. / Camilo Ponce de León

Personajes del año

Su nombre hoy no sólo es una ley que otorga penas más severas contra quienes atenten contra las mujeres, sino que desde su fundación apoya a quienes fueron víctimas de ataques con ácido.

Por: Sorayda Peguero Isaac

Había días en los que Natalia Ponce de León quería morirse. Con vendas que le cubrían el cuerpo minado por heridas lacerantes, con la morfina surcando sus venas, con los párpados inmóviles, con la luz quemándole los ojos, con el espanto y el desasosiego de no poder mitigar la urgencia de sus propias preguntas: ¿Dónde estoy? ¿Qué me está pasado? ¿Por qué a mí?

A veces quería creer que todo se arreglaría. Que despertaría una mañana y abandonaría el hospital para recuperar el pulso de su vida, tal y como era antes del jueves 27 de marzo de 2014, cuando Jonathan Vega volcó sobre ella un litro de ácido sulfúrico y toda la carga enfermiza de su obsesión. Natalia Ponce de León era, y sigue siendo, una amante confesa de la música, de los viajes, del vino, de los placeres de la risa y de la vida que transcurren en los espacios abiertos. Tres días después de que sufriera uno de los ataques con ácido más salvajes que se recuerdan en Colombia, el agente químico que había quemado una tercera parte de su cuerpo seguía carcomiendo su piel con la voracidad de una plaga. No se trataba de un mal sueño: Natalia Ponce de León tendría que sobrevivir a más de una veintena de cirugías y a un mes y tres semanas de duelos intermitentes con la muerte.

A veces quería zambullirse en un sueño profundo. En el hospital Simón Bolívar de Bogotá no abundan los espejos. Los objetos reflectantes son un peligro que puede provocar la desesperación de los pacientes que han sufrido quemaduras graves. Cincuenta días después de su ingreso, el jueves 15 de mayo de 2014, Natalia Ponce de León –profesional en medios audiovisuales, que entonces tenía 33 años y que nació en Bogotá– fue conducida hasta la séptima planta del hospital. Allí, en una habitación angosta, por primera vez desde el ataque, tuvo su primer encuentro con la otra Natalia: la nueva versión de sí misma que la miraba a través de un espejo. El renacimiento de Natalia Ponce de León –el libro escrito por la periodista Martha Elvira Soto– narra sus primeras impresiones: “Mi cara estaba desfigurada, morada y roja en algunos sectores. Solamente dije: ‘Ma, estoy como un monstruo’, y me eché a llorar. Quería que todo el mundo saliera de inmediato y que alguien me durmiera”.

El doctor Jorge Luis Gaviria –su cirujano– le pidió que escribiera una carta explicando cómo había sido su período de internamiento en el Simón Bolívar, el hospital que, según sus propias palabras, le salvó la vida y se convirtió en su segundo hogar. Natalia Ponce de León aceptó la petición. Escribió la carta y aprovechó la oportunidad para dar cuenta de las carencias del centro médico. Destacó que durante su ingreso fue testigo de la falta de medicamentos, alimentos, agua, sábanas, pañales y otros productos de higiene. Siendo consciente de que algunos aspectos de su situación podían situarla en una posición privilegiada, se preguntaba a menudo: “¿Cómo hacen las demás personas que no tienen dinero en su bolsillo o un medio de transporte para poder solucionar un tema así, a altas horas de la noche?”.

Colombia es uno de los países con el mayor número de ataques con ácido del mundo. Según datos del Instituto Nacional de Medicina Legal, 926 personas fueron víctimas de ataques con agentes químicos durante el período de 2004 a 2014. La repercusión mediática alcanzada por el caso de Natalia Ponce de León propició que la opinión pública y las autoridades pusieran el foco de atención en un delito con alarmantes índices de impunidad. Una característica destacable de los ataques con ácido es la discriminación de género. La mayoría de las víctimas, las que han recibido las lesiones más severas, han sido mujeres.

Natalia Ponce de León hizo acopio de una fortaleza que ni siquiera ella sabía que tenía. Poco a poco se convirtió en voz y símbolo de una tragedia que durante mucho tiempo estuvo rodeada por un cerco de silencio. “Es la primera vez que me paro acá –explicó ante la Cámara de Representantes en junio de 2015–. Los ataques con ácido destruyen a una persona totalmente en su estado físico, mental y emocional. Hay mujeres que han llegado a suicidarse. Sólo les pido que esta ley salga adelante”. Casi seis meses después de que pronunciara estas palabras, el 25 de noviembre, el Congreso colombiano aprobó una ley que lleva su nombre y que castiga con mayor severidad los ataques con agentes químicos que antes eran considerados “lesiones personales”. Cuando la noticia llegó a oídos de Natalia Ponce de León, decidió que había llegado el momento de dar la cara: quería presentarse ante el mundo sin las máscaras médicas que exige su tratamiento.

Un pequeño espejo de aumento que le regaló su tía Marinita la acompaña en su proceso de reconocerse y de descubrir que la agresión que sufrió no pudo borrar algunos rasgos característicos de su rostro: sus ojos rasgados, sus cejas gruesas y la expresión de su cara cuando sonríe. Desde abril de 2015 dedica la mayor parte de su tiempo a una fundación que lleva su nombre. La Fundación Natalia Ponce de León se propone “defender, promover y proteger los derechos humanos de las personas víctimas de ataques con químicos”.

Natalia Ponce de León quiere convertirse en conferencista. Quiere compartir su historia y su mensaje con personas de diferentes lugares del mundo. Quiere formar una familia. Quiere ser madre. Quiere mantenerse firme en su propósito de ayudar a mucha gente. Algún día, Natalia Ponce de León quiere plantarse ante el hombre que la atacó, hacerle saber que en su corazón no hay un ápice de rencor hacia él. Quiere decirle, mirándolo fijamente a los ojos: “¡Aquí está Natalia Ponce de León Gutiérrez de Piñeres, viva. Míreme!”.

Tomado de:El Espectador.com

Buenos Aires declara la guerra al acoso callejero
Foto: Eitan Abramovich / AFP
Una mujer participa en una reciente marcha contra la violencia de género en Buenos Aires.

Con multas de hasta 60 dólares, autoridades castigarán comentarios sexuales y contacto abusivo.

Por:  EL TIEMPO Y AFP |

El acoso sexual callejero será penado con multas en la capital de Argentina, un país donde la cultura machista está fuertemente arraigada y la violencia de género deja una mujer asesinada cada 30 horas, de acuerdo con registros oficiales.

La norma fue aprobada esta semana por la legislatura de la ciudad de Buenos Aires e impone a los acosadores multas de hasta 1.000 pesos argentinos, que equivalen a unos 60 dólares. La pena se aplicará a quienes incurran en “comentarios sexuales directos o indirectos al cuerpo; fotografías y grabaciones no consentidas a partes íntimas; contacto físico indebido o no consentido; persecución y arrinconamiento; y masturbación y exhibicionismo”, dice la nueva medida.

De acuerdo con la norma, acoso sexual callejero es “todo acto que afecte la dignidad y el derecho a la integridad física o moral”. “Todas las personas tienen derecho a transitar libremente por los espacios públicos y con la confianza de no ser violentadas, independientemente del contexto, la edad, la hora del día o el vestuario que use la persona agredida. Los derechos humanos no dependen ni se suspenden por detalles del entorno”, aseguró el legislador Pablo Ferreyra, impulsor de la ley.

El acoso callejero es un asunto que está en el debate público argentino en los últimos años. De hecho, en este país, el movimiento Mujeres de la Matria Latinoamericana (MuMalá) realizó un estudio para medir la gravedad del problema, y los resultados fueron alarmantes: el ciento por ciento de las mujeres encuestadas sufrió algún tipo de acoso en la vía pública (silbidos, pitos de carro, comentarios sobre su apariencia) y el 50 por ciento dijo haber recibido piropos con contenido sexual explícito. El total de las mujeres sufrió su primera experiencia de este tipo entre los 9 y los 22 años de edad.

El informe revela, además, que el 47 por ciento de ellas se sintieron seguidas por hombres en la calle; al 37 por ciento, un hombre le mostró sus partes íntimas; y el 29 por ciento fueron tocadas abusivamente en los espacios públicos.

En el resto de la región, la situación no es menos grave. De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), “en Lima, 9 de cada 10 mujeres entre 18 y 29 años han sido víctimas de acoso callejero (2013). En Bogotá y Ciudad de México, 6 de cada 10 mujeres han vivido alguna agresión sexual en el transporte público (2014), y en el caso de Chile, 5 de cada 10 mujeres, entre 20 y 29 años, declaran haber vivido acoso sexual callejero (2015)”.

De acuerdo con el legislador Ferreyra, el acoso callejero “es profundamente violento porque es una práctica no deseada, que genera un impacto psicológico negativo”. Lo más grave es que habitualmente se tolera e incluso remarca como parte de la cultura, especialmente la porteña.

El propio presidente Mauricio Macri admitió en un reportaje mientras era alcalde de Buenos Aires, antes de llegar a la jefatura del Estado, que decirle a una mujer “qué lindo culo que tenés” no podía ser considerado una ofensa sino una galantería. “En el fondo, a todas las mujeres les gusta que les digan un piropo, por más que esté acompañado de una grosería”, como justificó en abril del 2014, por lo que recibió un sinnúmero de repudios.

Sacudida por los casos de feminicidios, cada vez más cruentos, la sociedad argentina reaccionó con el movimiento Ni Una Menos, que ya ha convocado multitudinarias marchas contra la violencia machista y tuvieron réplicas en otros países de América Latina, incluido Colombia.

(Editorial: Ni una más, ni una menos)

En lo que va del 2016, 175 mujeres han sido asesinadas en Argentina en casos de violencia de género, según la ONG Casa del Encuentro.

EL TIEMPO
Con información de AFP

Tomado de:El Tiempo.com

Las otras Yulianas
Foto: Mauricio Dueñas / EFE
Columna de Jineth Bedoya sobre otros casos de violencia sexual que han pasado desapercibidos.
Foto: Mauricio Dueñas / EFE
Todos los casos merecen atención urgente, como la que ha recibido el atroz crimen de Yuliana.

Impotencia. Apatía. Impunidad. Tres palabras que describen la crisis humanitaria que afronta el país en el tema de violencia de género, especialmente contra menores de edad. Así lo han denunciado este año organizaciones de mujeres e instituciones que trabajan por los derechos de la infancia y la adolescencia, pero pocos estamentos han dado respuesta efectiva.

En el primer trimestre, Medicina Legal presentó un informe que señalaba la vulnerabilidad de las niñas frente a la violencia sexual. Fueron contados los medios que lo registraron y la indignación brilló por su ausencia. En junio, la Policía de Antioquia denunció la violación que sufrió por semanas, por parte de su padrastro, una niña de tres años. La información duró segundos en las parrillas de televisión y no se registró en muchos medios.

(También: El pacto de silencio en torno a la oscura vida de Rafael Uribe)

Luego, la intervención del ‘Bronx’ dejó al descubierto la explotación sexual de niñas, pero para el país fue más importante la novela detrás del expendio de droga más grande de Bogotá. En julio, organizaciones hicieron llamados para que se atendiera la trata de niñas en las principales ciudades; en agosto, el ICBF alertó sobre los embarazos en niñas de entre 9 y 12 años. Y hace pocos días, la barbárica violación, tortura y empalamiento que le provocaron la muerte a Dora Lilia Gálvez, en Buga, Valle, conmocionó a un sector de la opinión.

Atención para todos

Todos los casos merecen atención urgente, como la que ha recibido el atroz crimen de Yuliana. Pero el común denominador, además del dolor, es la impunidad, motor que impulsa la violencia contra mujeres. Jueces que les devuelven la custodia a padres abusadores; violadores que reciben casa por cárcel; testimonios de pequeños que son invalidados porque “fantasean mucho”; pruebas rechazadas con la frase “la mujer se lo busca”.

Según Lucero Ramírez, abogada que atiende casos de violencia de género, de cada cinco casos de menores abusados, uno llega a una condena. Y ni qué decir de los casos de violencia sexual en mujeres: impunidad del 98 por ciento tanto en el marco del conflicto armado como en el espacio ordinario.

El martes, la campaña No Es Hora De Callar, apoyada por EL TIEMPO, hizo en el puerto de Buenaventura el segundo retorno simbólico del año con víctimas y sobrevivientes de violencia sexual. Se logró una hermosa jornada de memoria, dignificación y de ratificación de que allí hay decenas de Yulianas: algunas ya no están, otras siguen a la sombra de sus victimarios. Es hora de levantar más fuerte la voz. Por todas.

JINETH BEDOYA
Subeditora de EL TIEMPO

Tomado de:El Tiempo.com

 

¿Cadena perpetua?

El atroz asesinato de la niña indígena Yuliana Samboní, probablemente cometido por Rafael Uribe, un miembro de la élite bogotana, provoca dolor, indignación y rabia. Es entonces saludable que haya habido una reacción espontánea de la ciudadanía para exigir castigo. Y es comprensible que algunos pidan penas extremas, como la cadena perpetua, para esas atrocidades.

Por: Rodrigo Uprimny

Comparto la exigencia de que haya justicia en este caso, como debe haberla en los numerosos otros casos de violencia contra mujeres y niños que ocurren a diario en Colombia. Pero discrepo de la idea de la cadena perpetua, por las mismas razones por las que en 2011 la Comisión Asesora de Política Criminal, de la cual hice parte, se opuso a una propuesta semejante de la senadora Gilma Jiménez.

En Colombia, las penas frente a estos crímenes son hoy muy altas (pueden llegar a 60 años), pero la impunidad es igualmente altísima. Y muchas investigaciones, como lo muestra el metaestudio de Durlauf y Nagin en 2011, han concluido que para reducir la criminalidad es preferible esforzarse por aumentar la eficacia de la investigación criminal, en vez de subir las penas. Esto confirma empíricamente la intuición que formuló en el Siglo XVIII el padre del derecho penal moderno, Cesare Beccaria, cuando escribió que lo que frena el delito no es la “crueldad de las penas”, sino su “infalibilidad”, pues “la certidumbre del castigo, aunque moderado, hará siempre mayor impresión que el temor de otro más terrible, unido con la esperanza de la impunidad”.

Si el problema en Colombia es más de impunidad que de magnitud de las penas, y el efecto disuasivo de la pena depende sobre todo de la certeza de la sanción, la discusión debería orientarse no a aumentar penas, sino a mejorar la investigación de esos crímenes. Y tampoco puede justificarse la cadena perpetua con la tesis de que los abusadores de niños son criminales irrecuperables, pues los estudios, como los del sicólogo canadiense Hansen, concluyen que la tasa de reincidencia es del 17 % y baja a 10 % si la persona recibe tratamiento mientras cumple la pena.

Pero además debemos reconocer los límites del derecho penal y pensar en políticas más integrales, que incluyan otras medidas de prevención para evitar estos crímenes. Y en ese aspecto, es fundamental diseñar políticas para eliminar la discriminación contra las mujeres y una cultura machista y patriarcal que tolera e incluso legitima los acosos, los maltratos y las humillaciones cotidianas contra las mujeres y los menores, que son la antesala de violencias más extremas.

La propuesta de cadena perpetua es popular, pero no incrementa la protección real de las mujeres y los niños y niñas contra la violencia. Es más, su aprobación daría una ilusión de protección, mientras los asesinos y violadores siguen sueltos, por falta de eficacia del sistema penal y de medidas preventivas más globales.

Adenda: En mi blog en La Silla Vacía trato con algún detalle si la refrendación congresional del nuevo Acuerdo de Paz puede o no activar el llamado “fast track”.

*Investigador de Dejusticia y profesor de la Universidad Nacional. @RodrigoUprimny

Tomado de:El Espectador.com

 

Uribe Noguera, el Club El Nogal y la sociopatía institucional
Rafael Uribe Noguera, sociopata? Foto colombia.com

Por Daniel Emilio Mendoza, publicado en DELATOR

No hay nada que defender. La niña murió debido a dos tipos de asfixia, mecánica y por sofocación. Es decir, además de quererla matar, se esforzó en hacerlo. Las cámaras que son hoy en día ese Dios que todo lo ve, apuntan desde el cielo con el dedo: allí estuvo Rafael, en la misma Toyota propiedad de su hermano Francisco en la que encontraron el zapato de la menor. En su apartamento un caldo hirviendo con el ADN del agresor, pelos, babas, una botella de güaro, cigarrillos chupados, además ropa de la víctima en la lavadora. Del cotejo de fluidos, especialmente aquellos hallados en el cuerpo de la menor, provendrá aquella prueba irrefutable de responsabilidad. Habrá de concluirse después de un juicio que no va durar mucho, lo que todos sabemos: este muchachito fresa de la alta sociedad la secuestró, la torturó, la asfixió y después la mató. La niña tenía siete años y él 38.

La única motivación que tendría el homicida para confesar, sería ahorrarle el pantallazo al apellido pomposo con el que se presentaba cuando iba a los cocteles de exalumnos del Moderno.

Hasta aquí la conclusión del penalista.

Rafael Uribe Noguera, su pequeña víctima y su edificio. Fotocomposición confidencialcolombia.com

Rafael Uribe Noguera, su pequeña víctima y su edificio.
Fotocomposición confidencialcolombia.com

Ahora escuchemos al criminólogo. Hablemos de los porqués.

¿Qué llevó a Uribe Noguera a cometer semejante crimen?

Los Uribe y los Noguera dormirían tranquilos si se pudiera probar que fue el perico el que lo enloqueció.

Lo que pasa es que no se había metido ni un pase al momento de cometer el crimen. Las primeras líneas se las metió por lo menos una hora después de la muerte de la menor. Después de que su hermano, abogado, miembro de la firma más prestigiosa del país, hubiera mandado a la policía para otro lado cuando llegó a preguntarle por la camioneta que le sonrió a las cámaras en el video, para así ganar el tiempo suficiente que permitiría que él y su hermana Catalina, permanecieran junto a Rafael durante más de tres horas en el apartamento que constituyó la escena del crimen, en la que apareció el cuerpo de la menor lavado y juagado en aceite.

A Uribe Noguera alguien le tuvo que haber ayudado. Con la cantidad de coca y güaro que lo pusieron a meter para solventar la locura transitoria que lo iba a exonerar, no pudo haber arreglado él solo de esa forma, ni el cadáver ni el lugar. Además nadie se enrumba con una niña muerta al lado después de que le informan que lo está buscando la policía. ¿Y es que a cualquier mortal se le ocurre ir a comprar tres bolsas de cocaína, para alegar una inimputabilidad transitoria? ¿No habrá que haber sido abogado y haber cogido un código penal algún día, cómo para darle a alguien el consejito?

La camioneta de Uribe Noguera, captada por las cámaras en el barrio Bosque Calderón. Foto confidencialcolombia.com

La camioneta de Uribe Noguera, captada por las cámaras en el barrio Bosque Calderón.
Foto confidencialcolombia.com

Rafael Uribe es un sociópata. Es decir es alguien que nunca tuvo linderos éticos, ni culturales, ni morales ni de ningún tipo, que regularan su actuar frente a la sociedad. Él mató a la niña estando plenamente consciente de la maldad que conllevaba su actuar. Disfrutando al doblegar el lindero legal que le impone la sociedad. No creo que Rafael Uribe hubiera matado antes a otra niña, este muy probablemente fue el pináculo de su carrera en la perversidad, pero si analizamos su comportamiento y la estructura de su patología, sí podemos suponer a partir de esas visitas frecuentes a zonas de tolerancia expuestas a la prostitución infantil, que no era la primera menor a la que violaba. Su actuar nos dice que pagó antes por sexo con menores.

Ahora, ya en el terreno de la hipótesis, nadie puede saber si los hermanos del homicida hubieran terminado involucrados si la policía no los ubica.

De lo que sí no hay duda, es que si en ese barrio no hubieran existido las cámaras, que si los policías no le hubieran caído a Francisco, su hermano el abogado, entre los dos hubieran logrado meter el cuerpo de la menor en el baúl del carro y lo habrían enterrado en cualquier potrero; quedando la pequeña reducida a un número más en esas estadísticas tan jartas de leer en los periódicos, Rafael Uribe Noguera habría dejado de comprar menores para violarlas… y las habría empezado a matar. Ese gusto no lo hubiera perdido jamás. Cruzado ese lindero, jamás se hubiera devuelto.

La sociopatía es la maldad de las élites. Por lo general de allí provienen estos individuos. Si observamos su personalidad no nos es difícil extraer el resultado de la ecuación. Los sociópatas son egocéntricos, prepotentes, megalómanos, faltos de responsabilidad, extrovertidos, hedonistas, impulsivos, adictos al control y al poder. Es decir, cualquier mención a un hijo de papi es mera coincidencia.

A diferencia del esquizofrénico, no hay ningún factor genético que lo predisponga. Por eso es que de ellos no se puede decir que estén locos, ni mucho menos que estén enfermos. Todo lo contrario, hay que ser muy lúcido para ser sociópata. El sociópata no nace, él siempre se hace. O mejor dicho, lo hacen. Lo fabrica su entorno, la familia, especialmente sus padres, las instituciones como el colegio, la universidad y los amigos.

Al monstruo se le ven las patas. Mucho billete, mucho poder, una familia y una serie de instituciones que lo malcriaron al punto que lo convirtieron en lo que llegó a hacer, convirtiéndolo en su propio crimen, caracterizándolo como un desteñido guasón, en el rufián metido en la pantalla, en ese ser que bajaban custodiado de la tanqueta en medio de aquella turba que lo quería linchar.

Su padre fue decano en la Universidad Javeriana de la carrera que él estudió: Arquitectura. ¿Se imaginan las licencias que se pueden llegar a permitir al hijo del decano? Después, vienen y lo sientan a presidir la empresa de construcción familiar. Empresa que le construye un edificio en el que tiene su penthouse y en el que por ser el dueño del inmueble, los vecinos nada podían decir cuando hacía sus bacanales. No es chisme la querella que le pusieron cuando un viejito le golpeó la puerta a la madrugada y casi lo levanta a golpes. Es decir, para Uribe Noguera, todo fue al gratín, sin ningún esfuerzo. Le enseñaron que él todo se lo merecía. Que estaba por encima de los derechos de los demás. De forma muy clara, a través de símbolos recurrentes le dijeron que la ley a él no le aplicaba. Entonces ¿podían llegar a significar algo, la ética, la bondad, la generosidad y el amor?

Un sociópata no siente más allá de su propia satisfacción.

Ahora, como la idea es poner el dedo en la llaga, abramos un poco más el perímetro y preguntémonos, ¿de dónde nacen esas familias que deforman? ¿No existirá una conducta generalizada por parte de la élite colombiana, que la convierte en paridora de perversos sociópatas?

Son los simbolismos sociológicos los que generan la transmutación de valores en el individuo. Me explico. En el caso de Rafael Uribe, por ejemplo, cuando hizo fraude en la universidad con la tesis y lo amparó su padre de la echada, ese acto simbólico seguro que le movió aquel lindero existente entre el bien y el mal, se le fue corriendo el muro de contención en su inconsciente. Cuando lo cogen robando en un club social y también le palanquean la impunidad, se lo siguen moviendo.

Eso, sólo si contamos con lo que rumorean las redes, pero estoy seguro que los padres de Rafael, si viajan en el tiempo, podrán contar con los dedos de las manos las veces que a su hijo le dijeron no. Fue así, desde pequeño, en cada uno de los universos que lo rodeaban, que se formó la personalidad de Uribe Noguera como el ser despiadado e inhumano que hoy en día, sentado en esa celda, debe estar pensando que es una injusticia lo que le está pasando, que la sociedad entera se está portando mal con él. Él no está arrepentido, ténganlo por seguro, el sociópata jamás se arrepiente. Él ahora está pensando que tenía todo el derecho de violar y asesinar a esa pequeña niña caucana. Y querrá escapar. Y como no puede hacerlo, desde aquí lo advierto: hay que estar encima de él señores del INPEC, porque se les suicida, el preferirá matarse que asumir las consecuencias de sus actos.

Les va doler, pero es que mis letras no son pomada, ustedes, padres de Rafael, son en gran parte responsables de lo sucedido. A un sociópata no se le corre la teja, son los linderos de la ética y la legalidad los que se corren en él, y ustedes ayudaron durante su vida entera a desplazarlos.

Los simbolismos son también institucionales. Estos vienen siendo los más importantes, pues son aquellos los que gestan las bases para que sea la sociedad misma la que fecunde y procree este tipo de personalidades. Una sociedad desigual es la madre de la sociopatía social. La desigualdad genera injusticia y es precisamente esa injusticia de la que surgen los símbolos que a patadas mueven los límites. Para Uribe Noguera quienes no pertenecieran a su círculo social, eran seres despreciables, unos “guisos”, él estaba por encima de ellos, ellos eran objetos que estaban diseñados para servirle o para satisfacer sus más elementales deseos, lo que se le pasara por la mente.

Así fue como Uribe Noguera vio a Yuliana, como un objeto más, en ese momento, en su mente, la niña no representaba lo que para cualquiera debe representar un ser humano. La deshumanizó y para lograr verla como una cosa o un animal, al punto de llegar a violarla y matarla, el agresor tiene que haber estado expuesto durante toda su vida a simbolismos sociales y culturales que moldeen esa personalidad oscura.

El zapato de la menor hallado en el interior de la camioneta. Foto confidencialcolombia.com

El zapato de la menor hallado en el interior de la camioneta.
Foto confidencialcolombia.com

Uribe Noguera tuvo que haber vivido de pequeño situaciones en que se le permitió abusar sin consecuencias de gente de escasos recursos. Me lo puedo imaginar entre berrinches pegándole al hijo del cuidandero de la finca, insultando a la empleada de servicio, maltratando al conductor, mientras su papá le dice “Rafita, príncipe bello… eso no se hace”

La clase alta colombiana es responsable de la transmisión de simbolismos culturales, que desfiguran la escala de valores de los jóvenes que la componen. La sociópatas no solo son los que cometen crímenes sexuales y homicidios. Cualquier persona que delinca sin sentir sentimientos de culpa, gozando de sus actos, considerando su actuar ilícito como un derecho adquirido, es un sociópata.

He conocido varios políticos y empresarios, que han solventado su carrera a punta de estafas, fraudes, peculados, cohechos y falsedades, y no es que no sepan que están delinquiendo, es que se sienten con derecho de hacerlo. El límite lo tienen corrido. Los símbolos han operado en ellos hasta convertirlos en sociópatas, que puede que no violen ni maten, pero el daño que hacen es devastador.

Cuando la justicia, los organismos del estado y en general la estructura social está diseñada para amparar y solventar los intereses de la élite, se desfigura la escala de valores, los símbolos permean el inconsciente colectivo del que tanto habla Carl Jung, ese psiquiatra sollado que tanto le peleó a Freud, y entonces es como si los papás de Uribe Noguera nos estuvieran malcriando a todos.

Cada vez que los políticos roban y defraudan y nada les pasa, cada norma tributaria que agrede de forma regresiva a los más pobres, cuando los niños aguantan hambre y tienen que subir lomas para ir al colegio, es como si el papá Estado estuviera haciéndose el pendejo como el papá de Rafael y estuviera diciéndole a los millonarios: “príncipes bellos, eso no se hace”.

El Estado se convierte entonces en un factor institucional que hace de los ricos, deidades convencidas de que a ellas no se les aplican ni la constitución ni la ley, monarcas sudacas del siglo 21, gamonales que ven el país como su feudo y a los pobres como sus siervos, desprovistos de cualquier tipo de derecho. Colombia lleva toda su existencia viviéndolo: la institucionalidad estatal al servicio de la promoción sociopática.

Y no sólo es el Estado. Las instituciones privadas, las empresas… los clubes sociales, todos pueden obrar como transmisores de esta patología social que vive el país desde que llegaron los españoles a abusar de nuestros pueblos.

Los ejemplos son muchos, pero hay uno tan a la mano que no puedo dejarlo en el tintero, por lo claro, lo actual y lo veraz. El Club el Nogal del que cual soy socio, por donde transitan los empresarios más ricos del país, los magistrados y políticos más reconocidos, optó por suspender mi derecho de entrada durante 5 años y acaba de iniciar otro proceso disciplinario en mi contra, por el hecho de haber denunciado en mis artículos, actos de corrupción por parte de algunos miembros de la Junta Directiva del Club y sus negocios con paramilitares neonazis genocidas.

¿Qué le está diciendo Luis Fernando López Roca, el presidente del Club el Nogal, quién va para Corte Constitucional a la sociedad con este acto manifiestamente inconstitucional?

Rafael Uribe y Felipe Noguera.¿En familia? Foto eltiempo.digital

Rafael Uribe y Felipe Noguera.¿En familia?
Foto eltiempo.digital

Si lo vemos desde un punto de vista sociológico, siendo el Club el Nogal el lugar en el que confluyen los diversos universos que componen la clase alta colombiana, estamos frente a una reacción simbólica que traduce esa tergiversación de los valores, generadora de las conductas sociópatas tan propias de algunos integrantes de la alta sociedad.

Para el Presidente del Club, en la casa de la elite política y empresarial no entra la ley, allí no aplica la constitución, ni la libertad de expresión, ni los derechos fundamentales, ni el código penal. Los miembros de la Junta Directiva son paridos por los Dioses, intocables, al Club los linderos no se le imponen. Eso por un lado, pero es que además a los poderosos no se les puede denunciar, ni se les puede mencionar en escritos públicos, ni en artículos, ni en declaraciones, y podrán haber cometido mil barbaridades, pero aun así a quién se atreve a denunciarlos es a quien habrá de castigársele.

Los socios del Club no son todos unos sociópatas, de ninguna forma, la mayoría tienen límites éticos y legales bien definidos. Lo que estoy diciendo es que institucionalmente, sus directivas repiten los simbolismos estructurales que deforman las finalidades de una sociedad que pretende ser día a día más humana y menos voraz.

La democracia fue inventada para eso: para estructurar estos linderos. Para quitarle al monarca su corona y su feudo. La democracia si de verdad existe, tiene el deber de estar en todas partes, ella es la única vacuna, que bien aplicada, con justicia y equidad, puede sanar esa pandemia que ha trastornado antisocialmente nuestra sociedad.

Y ahora espero que empiecen los unos a decir que soy un resentido y que no merezco estar en el Club, y los otros a decir que soy un mamerto comunista, que qué hago en ese Club que tanto me detesta. Y a unos y otros les respondo que estoy luchando, luchando en contra de esos simbolismos con los que quisieron criarme, porque también tuve empleada de servicio, conductor y finca con cuidandero, y por eso sé de lo que hablo y sé del daño que le haría a esta sociedad si me quedara callado, si no diera la lucha por disciplinar a esa Junta Directiva que inicia en mi contra un proceso disciplinario, solamente para transmitir ese mensaje de impunidad frente a las ilicitudes recurrentes de algunos de sus miembros. Yo no me voy a convertir en el símbolo que les ayuda perpetuar la inexistencia del lindero.

Así me quede grande frentear el poderío económico, jurisdiccional y político del Club, ya es empezar a ganarles un poco el hecho de poder escribir estas líneas, de que esté próximo a salir al mercado “El Club el Nogal amordaza al Escritor”, el libro de Editorial 531 en el que denuncio toda la corruptela que anida y permea esa corporación. Por lo menos es hacer fuerza del otro lado del muro, para que no lo tumben tan rápido.

DANIEL EMILIO MENDOZA LEAL

Tomado de:Revista Corrientes

 

El Almanaque Bristol, un joven de 185 años

Contraplano

Por Orlando Cadavid Correa

Por Orlando Cadavid Correa

El famoso Almanaque Bristol cumple 185 años, lo que quiere decir que ahora  se pone a 15 calendarios de los dos siglos de existencia. Un ocurrente sostendría que no los revela porque sus editores no son fotógrafos.

Eternamente ataviado con una indumentaria color naranja, lleva siempre en la portada  el retrato de su fundador, el químico y farmaceuta Cyrenius Chapín, quien creó la publicación en 1832, en Estados Unidos, para promocionar un jarabe tónico de “zarzaparilla” y divulgar consejos prácticos para las gentes de todos los estratos.

bristol-2016El Bristol –que desde que vio la luz primera se autocalifica de “Pintoresco”– se vende a precio de huevo (baratísimo) y sus productores calculan la información para sus clientes de conformidad con cada uno de los países en los que circula.

Su menú es bien amplio: eclipses de sol y de luna; notas sobre la siembra, tiempos aptos para la pesca y hasta para el corte de cabello; fiestas móviles y de guardar; cómputos eclesiásticos; el santoral para cada día del año y las cuatro estaciones o temporadas. En la edición colombiana no falta la decena de “puentes Emiliani”, ni las recomendaciones para las amas de casa que cuidan amorosamente sus jardines con base en los ciclos del calendario lunar. Incluye, asimismo, vaticinios climáticos y de mareas que la publicación asegura son calculadas especialmente para cada región del continente. Comprende, además, datos astrológicos y hasta el horóscopo. Sus mentores dicen que la edición anual es de cinco millones de ejemplares. No sabemos si están cañando.

Don Google, que se las sabe todas, pregunta ¿cuál es la historia de este almanaque; para qué sirve y por qué sigue vendiéndose a pesar de la existencia del internet?

Y para nuestro caso, nos responde: “Si usted es colombiano, sabrá que a finales de diciembre empieza la venta en las esquinas semaforizadas del Almanaque Bristol, una revista pequeña que guarda los secretos del año que sigue.  Le pueden interesar, por ejemplo,  las profecías de Nostradamus para el 2017”.

almanaque bristolWikipedia (la enciclopedia libre)  también hace su aporte: “esta publicación se edita e imprime en Nueva Jersey, desde donde se distribuye a países como Colombia, Brasil, Perú, Ecuador, Bolivia, Panamá, Nicaragua, El Salvador, Honduras, México, zona del Caribe y en la costa este de los Estados Unidos.

El almanaque se consigue a un precio muy bajo, lo que ha permitido que las personas lo sigan comprando, año tras año. En Colombia se consigue a un precio que oscila entre los 2.000 y 3.000 pesos y cuenta con 32 páginas. El cuadernillo apunta a promocionar sus productos de jabonería y perfumería. El Observatorio Naval de los Estados Unidos es el encargado de realizar los estudios sobre predicciones del tiempo, mareas y perspectivas astronómicas para cada país en el que se distribuye. Con razón ha sido objeto de falsificaciones. También incluye característicamente una tragicomedia gráfica en 8 cuadros, poemas o epigramas, chistes, frases célebres y datos curiosos”.

La apostilla: Fueron lectores confesos del Bristol, en el siglo pasado, los colombianos Gabriel García Márquez y Germán Arciniegas; los argentinos Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares y el guatemalteco Miguel Angel Asturias.

[email protected]

Tomado de:Eje21

Asesinado a balazos un periodista a la puerta de su casa en Chihuahua
El periodista asesinado Jesús Adrián Rodríguez Samaniego.
UN OFICIO AMENAZADO

El crimen de Rodríguez Samaniego eleva a 99 los informadores caídos en México desde 2000

JAN MARTÍNEZ AHRENS
México 11 DIC 2016

No eran aún las ocho de la mañana y ocho veces incendiaron el aire las balas. Jesús Adrián Rodríguez Samaniego, de 41 años, acababa de salir de su casa en la calle Quinta, en la norteña ciudad de Chihuahua. Iba al trabajo, cuando al subir a su automóvil, un antiguo Nissan Tsuru azul, la muerte le llamó por la ventanilla. Antes de que pudiera arrancar, siempre según las primeras versiones, dos hombres se acercaron en un coche negro y a corta distancia le dispararon a placer. Rodríguez Samaniego quedó sin vida ahí mismo. Los asesinos huyeron. Atrás dejaron ocho casquillos del calibre 45.

La víctima era periodista. Reportero de la cadena Antena 102.5 FM, de GRD Multimedia. Tiempo atrás se había dedicado a la información policial. Ahora estaba destinado a la sección política. También había trabajado para el Heraldo de Chihuahua y Nueva Era Radio.

Como es habitual, nada se sabe aún de la autoría ni del móvil. Su muerte ni siquiera ocupó un lugar destacado en los medios mexicanos. La inmensa guadaña que a diario se abate sobre el país dejó su crimen en un margen. Otro periodista más asesinado. Noventa y nueve desde el año 2000. Una cifra que hace de México el país más peligroso para ejercer la profesión de América.

En México es asesinado un periodista cada 26 días, denuncia Article 19

La Fiscalía y el Gobierno estatal se apresuraron a afirmar que su muerte no quedará impune. Incluso aseguraron contar con indicios que permitirán el rápido esclarecimiento del caso. Frases parecidas se dijeron tras los asesinatos de Pedro Tamayo Rosas, Moisés Sánchez Crespo, Francisco Pacheco Beltrán y tantos otros periodistas caídos junto a sus casas o redacciones. Informadores de medios pequeños, sin protección ni fama; indefensos ante el poder del crimen y muchas veces abandonados a su suerte por las autoridades a las que habían incomodado. Profesionales sobre los que, una vez fallecidos, cae la insidiosa sombra de la sospecha.

Con la muerte a tiros de Rodríguez Samaniego ya son 11 los periodistas asesinados este año. Es la mayor cifra desde 2011, en plena vorágine por la guerra contra el narco. El 90% de los casos queda sin resolver. Olvidados por casi todos. Una cruz más en el cementerio de los periodistas mexicanos.

Tomado de:El País,de España.