Crculo de Periodistas de Bogot
Sin respirador artificial

14 mayo 2020 –

Por: Gonazalo Silva, Socio CPB / El Espectador.

Después de dos largos meses, empezó esta semana en el país la flexibilización del confinamiento y la progresiva reactivación de la economía, siguiendo una tendencia mundial, y solo el paso del tiempo, más pronto que tarde, nos revelará si el costo-beneficio económico y social de la medida adoptada por el Gobierno Nacional ha sido acertado y coincide con el momento apropiado para darle respiro a la prolongada cuarentena, pese al aumento exponencial que se registra en la cifra de contagios del coronavirus.

La decisión oficial, presionada desde numerosos frentes que sufren la asfixia producida por la crisis, busca reducir las graves consecuencias económicas que pueda provocar un encierro prolongado y replica las políticas de reapertura que han venido imponiendo algunas naciones duramente golpeadas por la epidemia, como España o Italia, que, pese a la compleja situación que viven, le han apostado al funcionamiento de algunos sectores económicos.

Uno fundamental para la economía doméstica es el de la aviación comercial, que pide pista para sortear el difícil momento que afronta, con aviones en tierra, finanzas postradas y aerolíneas en el pico de la quiebra. El sector, determinante para la competitividad económica y el aumento de la productividad, es un facilitador que contribuye con más de US$7.500 millones y genera 600 mil empleos, entre ellos 170 mil directos, según la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA).

En reciente sesión virtual en la Comisión de Ordenamiento Territorial (COT) del Senado de la República, el gerente de la IATA para Colombia reveló que la industria por estas tierras podría estar alcanzando pérdidas -las más actualizadas- de US$481 millones para los sectores directos y de US$3,1 mil millones para los conexos.

Mientras en algunos países las aerolíneas cuentan con salvavidas oficiales y privados por cientos de miles de millones de dólares, como es el caso de American Airlines, Delta, KLM o Lufthansa, las que tienen sello colombiano han recibido ayudas económicas menores, como líneas de crédito, ampliación de pagos tributarios y parqueo gratis de aeronaves en los aeropuertos, que, aunque facilitan en algo su liquidez inmediata, no les garantizan la recuperación plena de las pérdidas acumuladas.

La dura parálisis las viene dejando sin oxígeno y requerirán de mayores apoyos como reducción de impuestos y nuevos créditos con períodos de gracia y largo plazo, con el fin de ajustar finanzas y pensar en un abaratamiento en los costos de los tiquetes, una vez se retomen las operaciones comerciales. El llamado de auxilio preocupa al Gobierno, que ya tiene preparada una hoja de ruta para reanudar el servicio a través de una agenda compuesta por cinco fases, con activación selectiva a nivel doméstico desde los aeropuertos de mayor capacidad, entre ellos los de Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla.

Las operaciones de impacto regional, que conectan a municipios medianos y pequeños, en la que juegan papel importante los aerotaxis, se irán abriendo de manera gradual, de acuerdo con las condiciones epidemiológicas del país, en tanto que las internacionales quedarán suspendidas indefinidamente, pues su reactivación para el futuro cercano es incierta y dependerá de factores externos, determinados por los Estados con los que se tienen convenios aéreos. Empero, la apertura de vuelos internacionales, a juicio de especialistas, podría retrasarse hasta el 2021.

El hecho real es que el futuro de la aviación comercial en Colombia depende de un sólido apoyo financiero o, en su defecto, de un pronto reinicio de operaciones. Si el Gobierno no tiende la mano para mantener las aerolíneas en pie, algunas podrían aterrizar definitivamente, con consecuencias perturbadoras para la conectividad nacional. Su escenario de supervivencia es corto y aunque se confía en que para diciembre se pueda restablecer el 60% de los vuelos, tomará por lo menos un año volver a la demanda de ocupación existente antes de la crisis.

La inquietud, sin embargo, radica en la fecha en que se deberían reactivar las operaciones aéreas teniendo en cuenta que la pandemia en el país no alcanza su pico ni aplana su curva ni garantiza los test masivos necesarios para determinar el verdadero avance del coronavirus. Sin las condiciones adecuadas, el servicio aéreo podría ser factor incidente en la propagación del virus, como sucedió con el inicio del brote, extendido por los mismos viajeros por todos los paralelos terrestres. De abrirse una fuente de contagio masivo, se echaría al traste con los resultados obtenidos durante los dos meses de sacrificio.

Colombia se encuentra aún en la ola expansiva y se deberá ser rigurosamente responsable en la fijación de la fecha de reinicio de la actividad aérea, pues como dice el refrán, no por mucho madrugar amanece más temprano. La apertura deberá ser prudente, gradual e inteligente, con aplicación de medidas estrictas para que la actividad aérea ni estimule ni facilite un irremediable crecimiento de la curva.

En aeropuertos y aviones se tendrán que garantizar protocolos especiales de bioseguridad y distanciamiento social para que el sector -que pese a su incidencia económica no ha tenido corona en la oferta de ayudas financieras durante esta oscura crisis- no vaya a capotear sus turbulencias con la pesada carga del coronavirus. Es lo mínimo que se espera de una industria que, por ahora, aguanta -lastimosamente- la neumonía sin respirador artificial.

Posdata. De acuerdo con el Gobierno Nacional, en Colombia, hasta la semana pasada, todavía había 900 municipios sin COVID-19, lo que lleva a determinar el no restablecimiento de transporte aéreo de media y larga distancia.

El colapso de la realidad

14 mayo 2020.

Por: Arturo Guerrero, Socio CPB / El Colombiano –

¿Qué día de la semana es hoy? ¿Cuándo habrá un domingo o un festivo? Sí, se borró la singularidad del tiempo. A medida que avanza la cuarentena, el horizonte que entra por las ventanas se hace homogéneo, los mismos edificios que no hablan, el arbolito de la esquina que no se alborota con el viento.

El ritmo que separaba días laborales de días de ocio entró en una monotonía que desquicia las costumbres del cerebro. Cuesta trabajo amanecer y comprender cómo esta cinta de Moebius se devora a sí misma de modo inmarcesible. La irrealidad se ha apoderado de la gente.

Lo pinta mejor una tuitera afro que habla con los dedísimos de sus manos bailarinas. “Mirá ve, dizque mayo -irrumpe en video @Kathe_OrtizS-, se descompuso este mundo. Yo que estoy todavía por allá en febrero y se metió fue mayo. Dios mío, y ni fu ni fa ni fle por ningún lado. Esto no tiene sentido, hasta el sueño lo tengo descontrolado. Llegan las tres de la mañana y yo haciendo nada. Me voy a bañar con cilantro y jabón azul. No hay más”.

Kathe hace reír, sus ojos se comen la pantalla, su cintura bulle. Formula el diagnóstico acertado. Se le derrumbó la realidad, no pudo “romperla” en el Petronio como soñaba. Su baño ancestral le funcionará a ella, porque nadie le quita lo heredado. Pero su gracia acierta.

Como a ella, a muchos encerrados se les agotaron los puntos de referencia que ayudan a saber dónde, cuándo y cómo están. Entonces la mente, o lo que quede de ella, se escapa en la brisa sin amarras. El universo se instala en la imaginación a la que ahora con razón se le asignaría el alias de la loca de la casa.

Los almanaques mienten, los relojes no indican si es por la mañana o por la tarde, el panorama de las calles enmudece. No hay agarraderos válidos. Ingresamos al reino de la irrealidad donde cada cosa es relativa y la incertidumbre se destaca como el nuevo paradigma del porvenir.

¿Qué ocurrirá si el confinamiento se alarga otro mes o dos meses? Averígüelo Vargas. Si actualmente el transcurrir es borroso, entonces quizá será oscuro como hueco debajo de un puente. Kathe se perderá su navidad caleña y tendrá que vestir escafandra de astronauta para comunicarse con Houston. “Aquí, Houston”, le contestará mintiendo un marciano. En el espacio gaseoso ella no sabrá dónde queda arriba ni dónde queda abajo.

El futuro que nos espera cuando pase el coronavirus

24 abril 2020.

Foto: Joaquín Sarmiento.

Por: Juan Gossain, Socio del CPB – El Tiempo.

Nunca antes, a lo largo de nuestra historia, los colombianos habíamos estado tan unidos como ahora.

En medio de la cuarentena estoy acostado, bocarriba, tratando de resolver un crucigrama.

De repente timbra el celular de mi mujer. Ella lo enciende y lo pone en parlante para escuchar mejor. Se oye la voz de nuestra amiga Ximena Rojas, que vive entre las murallas coloniales de Cartagena.

“Si vieras lo que estoy viendo” –exclama Ximena, con un acento tan emocionado que parece una canción–. En mi terraza hay una tortolita empollando dos huevos. Por aquí nunca se había visto eso. Ya te mando una foto”.

En ese preciso instante miro por la ventana del dormitorio y veo tres delfines que retozan como niños en el agua azul de la bahía. Azul está ahora, porque hasta hace un mes era del mismo color que tiene el chocolate espeso.

La tortolita, los delfines, el agua cristalina: es la naturaleza, que está resucitando, limpia y risueña, ante la ausencia de seres humanos que la destruyen. ¿Seremos capaces de mantenerla así cuando se haya ido el virus?

Además, el encierro obligatorio, ordenado por el Gobierno, ha demostrado que a la gente hay que protegerle la salud aunque sea contra su propia voluntad.

Confieso, con algo de vergüenza, que nunca antes había tenido tanto tiempo para conversar con mis hijos y nietos, con mis hermanos, con mis amigos más entrañables. Ni para reflexionar serenamente sobre las cosas que en realidad valen la pena en esta vida.

Hagamos que esa hermandad derrote a la tolerancia cómplice que hasta ahora hemos mantenido ante la corrupción y que el espíritu triunfe sobre la maldad. Pidamos justicia, pero pidámosla unidos

Del corazón a la conciencia

Mientras veo que los alcatraces han vuelto a volar en el cielo del Caribe, aprovecho la visita privada que me hacen mi corazón y mi conciencia para conversar con ellos tomándonos un café. Mentira, no es un café: es un vinito tinto que está delicioso.

Hablando a solas, los tres hemos pensado, por ejemplo, que todos los colombianos deberíamos entrelazarnos para aprovechar las profundas lecciones que nos deja la tragedia de estos tiempos y crear un ser humano nuevo y diferente. Unidos, fraternales, solidarios.

Hagamos que esa hermandad derrote a la tolerancia cómplice que hasta ahora hemos mantenido ante la corrupción y que el espíritu triunfe sobre la maldad. Pidamos justicia, pero pidámosla unidos. Como si fuéramos hermanos siameses, pegados a través del corazón.

El hambre y medio pan

Si solo tienes para comprar un pan, cómpralo, pero cómete medio y regálale el resto al que no tiene ni para comprarse medio pan.

Que se recuerde, nunca antes, a lo largo de nuestra historia, los colombianos habíamos estado tan unidos como en estos días. Lo maravilloso de lo que está pasando es esta hermosa paradoja: estamos en un abrazo estrecho, aunque no podamos vernos y aunque no podamos tocarnos unos a otros, porque así lo ordenan las cautelas sanitarias. Mejor dicho: es un abrazo de almas, no de cuerpos.

En pueblos humildes y en las grandes ciudades se repiten las historias de amor en estos días. Gente modesta que regala la mitad de su mercado, el chofer de la ambulancia que arriesga contagiarse por llevar cargado a un enfermo, los sacerdotes que van pidiendo de puerta en puerta, la tarea amorosa de los que trabajan en el sistema de salud, desde el médico más eminente hasta el más anónimo ponedor de inyecciones.

No olvidemos lo que dijo la madre Teresa de Calcuta el día en que le entregaron el premio Nobel de la paz: “No hay pobreza mayor que la falta de solidaridad”.

Estamos en un abrazo estrecho, aunque no podamos vernos y aunque no podamos tocarnos unos a otros

El nuevo camino

¿Cómo haremos para que ese mismo espíritu fraternal se mantenga y crezca cada día más? Yo sé que esa es una ilusión muy lejana. Pero también sé que los mejores sueños son los más difíciles de conseguir. Lao-Tse, el gran filósofo chino, solía repetir que un viaje de mil millas comienza con el primer paso.

Entonces, es hora de que empecemos. No hay sino una manera de lograrlo, una sola: permaneciendo unidos. Que el coronavirus sirva para que Colombia rectifique el camino torcido que hemos venido recorriendo hasta ahora, el camino de la polarización y la pelotera, de la agresión, de los gritos, de la intolerancia, el camino de la injusticia y de la maldad.

Y de la indiferencia ante las necesidades ajenas. Yo he visto edificios hermosos en los que sus habitantes arrojan medicamentos con fechas vencidas en las canecas de basura del parqueadero o de la calle. Con indolencia, han dejado que caduquen mientras la gente se muere porque no puede pagar una pastilla.

Y, entre tanto, los que se roban el dinero del sistema de salud y la plata de la comida de los escolares más pobres solo reciben como castigo, si acaso, la casa por cárcel. ¿Castigo?

Y los pesimistas

Eso no puede seguir así. La justicia verdadera también debería formar parte de la hermandad entre colombianos.

Yo recuerdo que, cuando estábamos a mitad del bachillerato, el profesor Guerrero nos hizo leer unos pensamientos del gran Homero, escritos hace más de tres mil años. Uno de ellos dice así: “Llevadera es la labor cuando entre todos compartimos la fatiga”.

Bueno. Antes de seguir adelante, y como periodista que soy, tengo la obligación de escuchar también, y de publicar, los argumentos de aquellos que tienen una opinión diferente a la mía. Consulto a quienes no creen que haya razones para ser tan optimistas como yo sobre el futuro que nos espera a los colombianos. En eso consiste el equilibrio periodístico.

–¿Por qué es usted tan pesimista? –le pregunto a Diego León García, un eminente médico que reside en Montería.

–No es pesimismo –empieza por aclarar–. Es realismo. Consiste en que yo creo que la solidaridad que demostramos ahora no nace de la compasión por el otro, que sería lo deseable, sino del miedo colectivo que estamos padeciendo. No es amor; es pavor.

¿Optimismo u oportunismo?

El doctor Diego García agrega que en el futuro inmediato, una vez se diluya el virus, “volveremos a lo mismo de antes. No es necesario ser muy cínicos para saber que la historia nos dará la razón. Me cuesta mucho trabajo creer que la bonhomía de banqueros y similares perdurará en el tiempo una vez termine esto”.

Aunque nunca se han visto, ni el uno sabe del otro, encuentro que el médico de Cereté coincide plenamente con los escritos que ha puesto a circular por internet el novelista colombiano Felipe Priast, residente en Estados Unidos.

Sostiene Priast que, entre optimistas y pesimistas, el coronavirus ha originado una tercera franja de opinión. “Son los que podríamos llamar realistas. Ellos creen que los hombres no se han vuelto buenos de repente, sino por su propio interés. Los seres humanos pueden ser muy malos, pero no son tontos cuando está de por medio su propia supervivencia, como es el caso de esta pandemia”.

Uno puede compartir o no lo que sostienen personas como el médico y el escritor, pero no se puede negar que sus argumentos son bien originales. Podríamos llamarlo ‘optimismo interesado’ o ‘el optimismo oportunista’.

Encerrados en Venezuela

Mientras avanzo en esta crónica, me llega un mensaje urgente por el correo electrónico. Viene de la provincia de Aragua, en Venezuela, y lo firma Katherin Cogollo Mancilla, una doctora colombiana que trabaja como médica general en Medellín.

Resulta que, a mediados de marzo, pocos días antes de que empezara la cuarentena en Colombia, ella tuvo que viajar a Venezuela para asistir al sepelio de una prima suya.
Allá estaba cuando fue sorprendida por el cierre de la frontera. No ha podido volver, “y cada día el consulado de Colombia nos dice que debemos esperar porque la Cancillería no responde ni resuelve nada desde Bogotá”.

Son dieciocho en total los viajeros colombianos que quedaron atrapados y abandonados, junto con la doctora Cogollo Mancilla, en esa región de Aragua. La carta que ella me envía prosigue con estas dolorosas palabras:

“Nos sentimos como si no tuviéramos patria. Recordamos que hace algunas semanas el Gobierno colombiano envió los aviones que, en buena hora, trajeron repatriados a los compatriotas que estaban en China. En cambio, a nosotros nos dejaron olvidados con el argumento de que no hay relaciones con Venezuela, como si eso fuera más valioso que la vida de tantos seres humanos”.

Los contagios

Cuando termino de escribir estas líneas le pido a un amigo entrañable y de juiciosas opiniones que la lea con cuidado y me diga lo que está pensando. Esta es su respuesta:

“Me alegra ver tu optimismo, que ojalá resulte contagioso (palabra que no es nada propicia en este momento). Yo, en cambio, soy un escéptico total. Mira cómo se están aprovechando de la pandemia para robarse los recursos de la salud y de la comida que se destina a los más necesitados”.

Y luego remata con este vaticinio: “Cuando pase la pandemia, los políticos volverán con sus viejas mañas y los banqueros dirán que es necesario subir sus tasas de interés. Mares y ríos volverán en pocos días a estar contaminados. Volveremos todos a nuestros viejos hábitos. El hombre seguirá siendo un lobo para el hombre. Me da pena que, mientras tú miras juguetear los delfines, yo me atraviese en tus nobles pensamientos”.

Al terminar esta crónica ya no me sentí tan seguro de que los colombianos seamos capaces de actuar unidos y fraternales. Así, con esa triste incertidumbre, alcancé a ponerle punto final y estaba listo para enviársela a EL TIEMPO.

Epílogo

Pero tuve que prender de nuevo mi computador porque en ese preciso momento pusieron sobre mi escritorio un ejemplar del diario cartagenero El Universal.

La primera página, entera, estaba ocupada por una fotografía de dos policías que, con sus guantes y tapabocas, estaban en la plaza de San Pedro Claver, en el centro histórico de Cartagena, dando de comer amorosamente a las palomas que allí viven y que se morían de hambre porque en estos días no hay turistas ni restaurantes que las alimenten.

Viendo a los dos policías rodeados de palomas, he vuelto a sentir una ilusión, una esperanza, un sueño de unión y de hermandad. Algo viene sobre mí y lo reconozco de inmediato: es el viento fresco del optimismo, que regresa a mi alma. Sí, sí podemos.

 

Retomar la bitácora

24 abril 2020.

Por: Gonzalo Silva Rivas, Socio CPB – El Espectador.

Son varios los interrogantes que surgen acerca del comportamiento que tendrá la industria de los viajes después del coronavirus, una vez se empiece a recomponer el escenario mundial. El tiempo de alargue de la pandemia sigue siendo incierto y el punto de partida dependerá de las decisiones que individualmente tomen los gobiernos en materia de apertura de fronteras y de libertad de movilización.

La aviación comercial será la primera protagonista en este proceso de despegue y aunque dentro de algunas semanas posiblemente se reanudarán ciertos vuelos internacionales, la recuperación plena de los viajes tardaría entre año y año y medio, cuando la vacuna curadora haya aparecido y los brotes de la propagación se encuentren controlados. El reinicio de la actividad sería gradual, casi a cuenta gotas, e iría creciendo en la medida en que se minimicen los riesgos sanitarios y se renueve la confianza de los viajeros.

Dentro de una lenta normalización, las aerolíneas que hayan superado la prueba de liquidez pondrían a volar aviones en trayectos estratégicos para atender la demanda que, en principio, estaría alimentada por segmentos de pasajeros claramente definidos: los VFR (Visiting friends and relatives) y los de negocios. Es decir, que esta primera ola de servicio sería dinamizada por viajeros que regresen a sitios de residencia por asuntos de estudio o de trabajo o de reencuentro con familiares o amigos, y los corporativos que requieran participar en actividades presenciales.

Los viajes de ocio y vacaciones, en cambio, tomarían más tiempo en aparecer y su participación estaría centrada preferencialmente en conexiones domésticas, antes que en internacionales.

En varios países se perfila el final de mayo e inicio de junio como un probable período para el reinicio de operaciones. En Europa, por ejemplo, operadores y aerolíneas hacen cuentas de que el 78 por ciento de los viajeros planean reanudar los viajes a partir de entonces, mientras en Colombia el presidente Duque advierte que los vuelos internacionales mantendrán la restricción en tanto dure la emergencia sanitaria. Un análisis de Aviatur plantea que la gente priorizará sus visitas a fincas o pueblos cercanos, a los que pueda desplazarse a través de transporte terrestre, preferencialmente en vehículos privados.

Pero el futuro de la industria de los viajes no estaría exento de obligados cambios y de probables tendencias para el corto y mediano plazo, resultado de la pandemia. Una novedad que afectaría los ingresos de la aviación comercial sería la progresiva reducción de los viajes de negocios a raíz de la irrupción de las videoconferencias, modalidad que se empieza a integrar en las empresas dentro de sus nuevas dinámicas de trabajo. La implementación de la tecnología les permite reducir gastos y ahorrar dinero y, por ahora, sortear los quebrantos financieros que está dejando la parálisis.

Un informe interno de JetBlue estima que entre el cinco y el quince por ciento del tráfico de negocios que se movía antes de la llegada del virus estaría en posibilidad de no ser justificado por las compañías, dispuestas a restringir los viajes aéreos que los medios virtuales hagan innecesarios.

La estrechez del mercado aéreo poscoronavirus conllevaría a las aerolíneas a resolver el dilema del costo de los pasajes para el corto plazo. Ante la imposibilidad de retomar los volúmenes de pasajeros previos a la pandemia, algunas aplicarían una política de contracción en el valor de los tiquetes, empujadas por su necesidad de capitalizarse y subsistir. El precio se recuperaría e, incluso, se incrementaría para cerrar la brecha de pérdidas acumuladas, apenas sea sorteada la tormenta.

La baja en las tarifas no puede ser sostenible por largo tiempo, por cuanto las aerolíneas reanudarán operaciones sometidas a una coyuntura de menores ingresos y mayores costos. El retorno de operaciones, seguramente, exigirá el cumplimiento de nuevos protocolos, entre ellos el distanciamiento en los aviones, obligándoseles a volar más vacíos, al dejar espacios aislados entre pasajeros, lo que disminuirá la venta de sillas e implicará reducir la capacidad de ocupación en por lo menos un 33 por ciento. Los límites de la interacción a bordo serían reforzados en algunos casos con la eliminación de servicios de alimentos y bebidas.

Un análisis de Aviatur plantea que cada aeronave deberá permanecer más tiempo en tierra, entre un vuelo y otro, para desarrollar actividades de higiene, limpieza y prevención, protocolos que se traducirán en menor eficiencia de la operación y en mayores costos.

Radiografía semejante se reflejaría en el transporte de cruceros, una industria que también venía en alza y hoy fondea sus barcos alrededor del mundo, estigmatizados por las imágenes de contagios presentadas en algunos de ellos. El pujante sector se alistaba para un aumento sin precedentes en la capacidad de oferta, con la proyección de un 25 por ciento más de cruceros operativos para los próximos siete años, respaldada por una inversión de US$68 mil millones.

Su despegue exigirá resideño de barcos e implementación de medidas sobre buenas prácticas y seguridad sanitaria y dependerá de autorizaciones de embarque y desembarque portuario y de un desafiante trabajo para conquistar viajeros. La estrategia inicial para contrarrestar los altos costos que representa tener parados los barcos y limitar el volumen de pasajeros como medida de distanciamiento social estaría igualmente supeditado a una baja de tarifas.

El sector de los viajes, en consecuencia, enfrenta un escenario adverso, el más negativo en toda la historia de la industria, y deberá potenciar motores, con ayuda de los gobiernos, para esquivar los brotes de una quiebra. Considerando los impactos que se visualizan a escala global, tendrá que replantearse y acomodarse a condiciones diferentes del mercado para volver a oxigenar, retomar la bitácora y aprender a volar así sea con las alas quebradas, o a navegar en mar abierto, con la popa haciendo agua.

Posdata: En un escenario de restricción de viajes por tres meses, la IATA revela que 25 millones de empleos en la aviación y sectores relacionados en el mundo están en riesgo: 11,2 millones en Asia-Pacífico, 5.6 millones en Europa, 2.9 millones en América Latina, 2 millones en América del Norte, 2 millones en África y 900.000 en el Medio Oriente.

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@Gsilvar5

¿Qué dirán del virus en cien años?

24 abril 2020 –

Por: Arturo Guerrero, Socio CPB – El Colombiano.

¿Cómo escribirán sobre el coronavirus los historiadores del futuro? ¿Cómo lo recrearán los poetas y lo cantarán los compositores? Sin duda observarán la rareza del año en que sucedió: el 20-20. Los cabalistas removerán las capas ocultas tras la repetición de estas cifras duales. Y pronunciarán su arcano.

Unos y otros anotarán que el virus paralizó en un instante la parafernalia productiva construida por la humanidad en milenios. Semejante totazo no había pasado ni con las guerras mundiales ni con el alunizaje del Apolo 11 ni con el descubrimiento de América ni con el desplome del imperio romano.

Claro que estos sucesos no son comparables porque son de naturaleza diferente. Pero el “corona” los batió por parejo, pues englobó a 4 mil, de los 7 mil millones que flotaban a bordo de la Tierra en aquel año agorero. ¿Qué pasó con los restantes 3 mil? ¿Acaso no fueron por igual mascados en cuerpo y alma por la pestilencia? Los estadísticos del porvenir proporcionarán al respecto los números de rigor.

Los poetas, en cambio, no necesitan explicar lo que formulan. Así que su lenguaje tomará algo de la oscura selva del Dante, alguna cólera funesta de Homero, alguna sombra oblicua de Aurelio Arturo, la perturbación cuerda de Antonin Artaud. Esquivarán el arqueo de muertos y el lamento de los infectados, porque estas obviedades los harían chapalear en el lugar común.

Más bien apuntarán hacia las viviendas que se volvieron escafandras, las calles convertidas en bandas transportadoras de la nada, las mentes amarradas a pavores progresivos. Entregarán palabras sin reproche, meras estampas del hombre humillado bajo las tormentas de las divinidades, si es que aún existieran las divinidades.

Los analistas de aquí a cien años juzgarán sin piedad el resultado del confinamiento general de los únicos animales que atormentan a sus víctimas, según enseña Brigitte Baptiste. Emitirán un veredicto entre condenatorio y lastimero sobre una raza que debió ser frenada en seco por escuadras biológicas letales.

Y trazarán una marca divisoria en su historia de cuatro millones de años. Del 2020 hacia atrás los hombres se creyeron reyes y usufructuarios de la creación. Del coronavirus en adelante percibieron que no la podían herir ni con el pétalo de una rosa. No por ser creación, sino por ser mujer.

Sin otros virus

24 abril 2020 –

Por: Juan Álvaro Castellanos, Socio del CPB – El Nuevo Siglo.

Colombia puede despertar confirmando que los sueños son realidad. En ellos, encontrará la perspectiva de la renovación del país, aspirada en medios estatales y particulares, así como parte de su población común para convertir valores en desarrollo competitivo.

Se quiere todo distinto a lo actual, proyectado con optimismo; propio para conservarlo en una lente fotográfica, televisiva o cinematográfica.

Al destapar esa cubierta de realidades, se encontrará rasgos naturales, artísticos, humanos y, muchos motivantes para vivir en amalgama paz y encanto, en su jardín de 50 millones de habitantes. 

Ese despertar mostrará que -coronavirus- debe quedar sepultado, lejos del jardín deseado como el escenario de encanto para 1.100 municipios, maltratados por la violencia armada, durante más de 50 años.

Inteligencia y creatividad tiene Colombia; el vacío científico, es falta de financiación, para desarrollar, centro de alta tecnología en investigación y producción de vacunas, tan importantes como el petróleo, café, textiles y aguacates. 

El país renovado, puede aparecer pronto, sin despilfarro y sin robo a lo estatal y privado; tampoco rompiendo el viejo tapete de costumbres, recogidas por quienes intensifican corrupción, el otro virus.

Al observar episodios nacionales se encuentra lo marcado por narcotráfico y destrucción de cultivos sanos, derrotados en amplias hectáreas agrícolas, por siembras de marihuana.

Un Neurosiquiatra dirá: -mejor pensar con -memoria explicita- que se agita en el cerebro con lo atractivo y creativo, pasada adolescencia y, entrada la madurez, si se piensa, con mente despejada y tranquila.

Y lo malo, siempre mezcla corruptos que, asoman con engaño enmarcado entre verdades y mentiras, tras dinero, según les convenga, confundiendo ciudadanía con aparentes negocios o empresas de papel.    

Es parte del trasfondo colombiano, lidiando guerra, con virus venido de China; El país, no puede seguir envuelto en cháchara y ´carreta mundial´ en muchos aspectos de trasnacionales de basura, a punta de verborrea.

Primero renovar: al reactivar economía, con manos limpias en despachos estatales y privados, obligados a eludir lagartos de todos los colores y amistades; Porque los virus, sobrevuelan donde huelen millones, como ahora, con el globo de ayudas.

Y reactivar, sin telarañas tributarias, aunque no sea reforma, como garantiza el Gobierno Nacional, sin impuestos destructivos. Ahora, activar trabajo a lo legal, con didáctica a nueva generación.

Con motor prendido habrá paso a vida comunitaria honesta, con sentido de pertenencia por país; sin olvidar que es vergüenza, tener habitantes de calle; La protección ejemplar, recuerda palabra celestial: “Amar al prójimo, como a nosotros mismos”.

El desafío será rechazando sabotajes en calle, con vándalos pagos y, armados en campos, con virus de odio. La renovación, se consolidará con población sensata, libre y limpia; Ojo a los dineros prometidos.    

Gigantes estremecidos

17 Abril 2020 –

Por: Gonzalo Silva Rivas, Socio CPB – El Espectador –

Desde los albores de los años 90, el mercado mundial de los aviones comerciales está en manos de dos constructoras, que —como sucede con toda la industria de la aviación— enfentan una crisis sin precedentes por culpa del coronavirus. Boeing, estadounidense, y Airbus, de la Unión Europea, llevan el control de la torta, de la que se proyectan ventas por US$4.600 billones para los próximos 15 años y en la que un puñado de compañías chinas y rusas —dispuestas algún día a romper el duopolio— también aspiran a mejorar tajada.

Pero el cierre de fronteras, la paralización de las actividades aéreas y el desplome en las reservas de liquidez de las aerolíneas les están apretando el cuello a los dos gigantes constructores, sumado a una mala racha que les comenzó a abrir boquetes un año atrás. Una y otra vienen de sortear tragos amargos, entre ellos, la baja en ventas de aeronaves debido al descenso en el crecimiento del transporte aéreo en 2019, catapultado ahora, consecuencia de los estragos de la epidemia.

El fabricante europeo, por ejemplo, por primera vez en su historia terminó un año financiero con abultadas pérdidas, causadas por el pago de multas millonarias a Estados Unidos, Reino Unido y Francia, por casos de corrupción y por los malos resutados de su programa comercial con el A400M, un avión cisterna y de transporte militar de largo alcance, que ha ido en contravía de lo esperado, exigiéndole inyectar cuantiosas cantidades de euros. Además, para este año las ventas pintaban lentas. En el primer trimestre formalizó 290 pedidos y solo pudo entregar 122 aeronaves.

La situación de Boeing es mucho más complicada y la ha lanzado también a la búsqueda afanosa de apoyo federal por US$60.000 millones para obtener liquidez y cancelar, entre otros, servicios a proveedores, a fin de mantener la salud de la cadena de suministros. Su crisis corporativa es compleja, provocada por una acumulación de problemas, el principal de ellos, el fracaso de su programa 737 MAX.

Este modelo de aviones —su apuesta, entonces, para revolucionar el mercado de la aviación— terminó siendo su peor fracaso y el mayor de los escándalos en su historia reciente, luego de los dos accidentes mortales que el año pasado acabaron con la vida de 346 personas en Indonesia y Etiopía, lo que obligó a suspender su fabricación y a poner en tierra toda la flota vendida.

El coste ocasionado por la tragedia impactó las finanzas de la empresa, puso en entredicho su reputación y la sometió a una investigación judicial y a un juicio político. Hasta el momento, el golpe financiero supera los US$19.000 millones. Mantener en hangares los 371 aparatos que habían sido vendidos a las aerolíneas implicó compensarlas con más de US$4.900 millones al cierre de 2019. Por su parte, la indemnización a las familias afectadas le cuesta un equivalente de US$145.000 por cada una de las víctimas.

Para apuntalar su liquidez, ante la necesidad de asumir las millonarias pérdidas y los abultados pagos y reestructurar el modelo de avión en procura de solucionar sus falencias y recuperar los permisos de operación, que todavía no se han dado, la empresa había obtenido en febrero un crédito de bancos por US$13.800 millones.

Boeing es jugador de primera clase en la industria del transporte aéreo mundial, pieza clave en la economía estadounidense y su mayor exportador. De ahí que el presidente Trump esté dispuesto a ayudarle a solventar la finanzas en la medida en que la suspensión de los viajes aéreos afecte la fabricación de los aviones. El apoyo estatal beneficiaría a 160.000 empleados directos y a 2,5 millones indirectos.

Por efectos de la pandemia, generadora de una crisis que no es sectorial sino sistémica, Boeing y Airbus perderán miles de pedidos y estarán lejos de cumplir la previsión de cerrar un año con récord en entrega de aviones, como se perfilaba meses atrás. Las ventas se reducirán a mínimos y las compras acordadas previamente serán diferidas o suspendidas por las aerolíneas, urgidas de capotear la cruda realidad. Compañías de leasing, como la irlandesa Avolon, se suman a la cancelación de compra de aviones, porque no tienen a quién alquilarlos.

Las constructoras, que en sus buenos tiempos no daban abasto para entregar aviones, ahora no tienen compradores. Nadie se hubiera podido imaginar que una empresa como Boeing tuviera que rogar apoyos financieros e incluso que el presidente de su junta directiva, Larry Kellner, tuviera que renunciar al salario por el resto del año. Y aunque sigue siendo difícil determinar hasta dónde llegarán su profundidad y su duración, lo más seguro es que los ritmos de actividad aérea no se recuperarán en corto tiempo.

El mayor impacto que la aviación global ha sufrido en toda su historia se presenta en este 2020, cuando un diminuto David, simbolizado en un minúsculo pero letal virus, estremece a los dos gigantes de esta industria. Quién iba a pensar, en consecuencia, que ese insignificante germen de menos de 200 nanómetros que devasta a la humanidad también pondría a tambalear, de un solo golpe, a los dos colosos pájaros voladores.

Posdata. Tras salir avantes de otros trances de enfermedades infecciosas, en menos de un año, los dos principales fabricantes de aviones en el mundo pasaron de la estabilidad de una estructura oligopolísitica, a un estadio de incertidumbre, de agitación sin tregua y de riesgo de quiebra.

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Fríjoles con mimos

17 Abril 2020 –

Por: Arturo Guerrero, Socio CPB – El Colombiano –

La alcaldesa de Bogotá Claudia López afirma en entrevista para El Tiempo del domingo pasado que luego del coronavirus “vamos a salir siendo mejores seres humanos y mejores ciudadanos”.

El historiador israelí Yubal Harari en entrevista de hace una semana para Efe es más arriesgado: “estamos reescribiendo las reglas del juego económico y político… las decisiones que tomemos tendrán un impacto durante años y décadas y reconfigurarán el planeta”.

Cuando la dirigente y el pensador desmenuzan sus palabras sobre la pospandemia, se enfocan en medidas de sustento a familias vulnerables, ayuda a la clase media, suministro de dinero a los ciudadanos durante la crisis, el futuro del empleo ante la competencia de los robots, el peligro de que se implanten regímenes totalitarios y la competencia egoísta entre países.

Economía y política, salpicadas de disposiciones sociales. En general estos también son los horizontes vislumbrados por políticos, empresarios, analistas, academia, en una palabra, por la intelligentsia. El hombre, proveedor del hombre.

Es como si la gente viviera de puertas para adentro con el fin de llenarse el estómago, y de puertas para afuera preocupada porque sus gobernantes no sean como Trump. Nada más.

De ahí que solo interese que el virus traiga mercados básicos incesantes, respiradores para hospitales, rápida resurrección de las empresas, ah y claro, que la polución ambiental y las quemas desaparezcan como por hechizo. El hombre, mejor amigo del hombre.

En medio de esta fertilidad de horizontes materiales, palpables, pocas voces anotan que los seres humanos no son solo fríjoles y buen resuello. Son también conceptos e imaginación, sueños y temblores, atrevimientos y amores. Y que la reconfiguración del planeta y la emergencia de mejores seres humanos dependen de algo sutil, más allá del bolsillo contento.

Ese algo está encerrado en una palabra: cultura. Antanas Mockus hace veinte años asomó la cultura ciudadana a la capital de la República y todo el país comprendió los gestos de sus mimos callejeros. Les dieron sentido de pertenencia a los ciudadanos, que respetaron las cebras aunque no hubiera cebras pintadas en todos los asfaltos.

Y eso que la cultura ciudadana era apenas una prueba de la cultura. Una muestra gratis. La puntica no más .

Por los muertos

17 Abril 2020 –

Por: Juan Álvaro Castellanos, Socio del CPB – El Nuevo Siglo –

Familiares y amigos colombianos, de personas residenciadas en el exterior, tienen la pregunta válida alrededor de la identidad de los caídos bajo la sombra siniestra del Covid-19, en distintos lugares del mundo.

El hecho de citar únicamente la nacionalidad no agrega claridad, porque desconoce la identidad y, por el contrario, angustia más a sus congéneres residenciados aquí en Colombia.

Si bien las características de la emergencia siguen dentro del marco de una guerra violenta, en la que el contendor no deja ver su cara, sino la herida y su nombre -coronavirus- como autor original, transformado en pandemia mundial.    

La inquietud, ha tomado fuerza, en mayoría de ciudades y poblaciones del país donde sin duda, hay quienes conocen a una persona, o varias, en Italia, España, Francia, Estados Unidos y Brasil, que suman a diario, cientos de muertos por contaminación.

Basta con imaginar el crudo impacto para los padres con hijo o hija, colombianos, instalados en alguno de los países mencionados; al preguntarse en casa, crecerá la confusión; si A o B, estaban contaminados y, ellos los padres, no estaban enterados.

La escena puede haberse repetido entre familias residentes en Colombia, y, sin ver a los suyos del exterior, durante largo tiempo, por alguna razón de comunicación o cambio de residencia.

No puede esperarse que el mismo día, puedan conocer los nombres de los colombianos muertos y, menos en clima de emergencia en las respectivas ciudades de los países sacudidos por el detestable virus.

La iniciativa tiene fondo y techo, con exigente responsabilidad, para proceder a armar un registro con los nombres de los ciudadanos muertos, con nacionalidad colombiana.

Y la idea precisa que, la base del sistema sería el Gobierno colombiano, desde Bogotá, a quien le correspondería subrayar interés, por sus ciudadanos y de manera esencial, nombres completos y documentos de residencia, actividad laboral o estudiantil.    

La estrategia debe tener como cabeza al Ministerio de Relaciones Exteriores para que haya una indagación diaria de las embajadas colombianas o de consulados, en los países, donde han muerto nacionales nuestros.

Es entendido que cada informe no se podrá elaborar a la velocidad del rayo, si se tiene en la cuenta el tiempo requerido por las dos mencionadas oficinas (embajada y consulado), representantes de Colombia en cada país.

Así este columnista propone un requerido -Directorio de los Colombianos Muertos en el Exterior, durante la pandemia– para que se incluya página diaria o interdiaria, con nombres y país, donde hayan fallecido. Es necesaria información pública.

Si familias y amigos desde Colombia confirman qué pasó con los suyos, según nombres de familiares víctimas del Covid-19, agradecerán el cumplimiento humano y solidario de compatriotas.  

Tuberías dinamitadas

3 abril 2020 –

Por: Gonzalo Silva, Socio CPB – El Espectador.

Las medidas adoptadas por el Gobierno de suspender los vuelos internaciones y domésticos, al igual que los servicios de cruceros y transporte intermunicipal de pasajeros, para controlar la letal propagación del coronavirus que se extiende a ritmo vertiginoso por el mundo entero, eran necesarias e inevitables, pero empañan de manera considerable el horizonte de la industria turística nacional, que por culpa de la pandemia recibe el más certero golpe de su historia.

El cierre de las fronteras terrestres y marítimas hasta el 30 de mayo, como está inicialmente previsto -con posibilidades de extenderse en el tiempo-, tiene enormes repercusiones en el futuro inmediato de la industria, por sus considerables afectaciones negativas.

Aerolíneas, cruceros, hoteles, restaurantes, bares, rentadoras de vehículos, agencias de viajes, operadores y guías turísticos, así como profesionales de congresos, ferias y entretenimiento, entre otros sectores, cuyos ingresos provienen en su mayoría de las ventas a turistas, comenzaron su viacrucis desde la primera quincena de marzo, al término de la cual y desde enero, ya se calculaba que el número de turistas extranjeros podía haber caído en por lo menos un 14 por ciento, con respecto al mismo periodo del año anterior. La situación, obviamente, empeorará con la parálisis total decretada hace dos semanas y se hará crítica frente a la expectativa de que se prolongue más allá de mayo, si el problema sanitario no da un giro sustancial en Colombia y en el mundo.

El año pasado el turismo receptivo mantuvo las cifras récord del último quinquenio, con la llegada de 4.5 millones de visitantes no residentes y un registro de crecimiento de 2.7 por ciento, con respecto a 2018. Para 2020, la meta estaba fijada en algo más de 4.6 millones, teniendo en cuenta la recomendación hecha por Estados Unidos, al catalogar a Colombia como uno de los destinos favoritos para ser visitado durante esta temporada. Sin embargo, como van las cosas, el derrumbe en el turismo receptivo podría alcanzar niveles desoladores del 80 por ciento. Fotografía semejante se presenta con el turismo doméstico, en un principio restringido por disposiciones locales y luego por la cuarentena decretada por el presidente Duque, que, como era natural, afectó las movilizaciones masivas del puente festivo de San José, hará lo mismo con las de Semana Santa y, muy seguramente, con las de los próximos festivos venideros. Las pérdidas sumadas por la coyuntura podrían cuantificarse en varios billones de pesos.

Los favorables registros de 2019 también habían marcado pauta en la ocupación hotelera, con un crecimiento de 57.8 por ciento, y en los ingresos nominales de las agencias de viajes, que alcanzaron el 3.7 por ciento. El incierto panorama actual, en el caso de la hotelería, se refleja en recientes cifras reveladas por Cotelco, que determinan la más baja ocupación hotelera en toda la historia del país. En el período del 8 al 19 de marzo, por ejemplo, el indicador de ocupación se ubicó en 21 por ciento y las pérdidas sumaron $430 mil millones, mientras que el panorama que se plantea para el resto del año es incierto por la masiva cancelación de reservas y eventos. Oficialmente se habla de 407 hoteles cerrados en todo el país y de cerca de cien mil empleos en cuarentena.

Aerolíneas, hoteles, agencias de viajes y demás jugadores del sector turístico afrontan una crisis sin precedentes y son numerosas las empresas que se ha visto obligadas a suspender actividades y servicios, situación que ha puesto en condición de riesgo la estabilidad financiera de considerable cantidad de ellas, así como la suerte de millares de empleos directos e indirectos, de ese gran total -ocho por ciento de las plazas laborales- con los que el sector contribuye en el país. El turismo les aportó a las arcas del Estado, el año pasado, US$6.800 millones, equivalente al 2 por ciento del PIB, cifra que se reduciría de manera significativa, de extenderse las medidas restrictivas hasta el mes de mayo y, peor aún, de ir más allá. Incluso, una vez levantado el confinamiento social, el turismo y todos sus sectores, por prestar servicios con alta concentración pública, demorarán un tiempo mayor para acreditar púbicamente que no generan riesgos sanitarios, reactivarse y atraer a los usuarios.

Adicional a las medidas económicas de choque sobre asuntos tributarios anunciadas por el presidente Duque para contrarrestar los efectos de la pandemia en la industria turística e, incluso, de las propuestas recién presentadas por todos los gremios del sector para que las prórrogas previstas, encaminadas a mejorar el flujo de caja empresarial, vayan hasta final de año, el Gobierno deberá adoptar muchas más estrategias que permitan superar la tempestad y, junto con los líderes gremiales, sumar esfuerzos para recobrar la confianza de los viajeros. Toda crisis abre las puertas a nuevas oportunidades y reversar la recesión implicará abrir líneas de crédito a bajo interés para los empresarios, fortalecer productos y mercados, bajar tarifas aéreas y hoteleras ante una oferta deprimida, reducir el valor de peajes y gasolina para estimular el desplazamiento al interior del país y disminuir el IVA relacionado con servicios turísticos, entre otras disyuntivas.

La devaluación del peso frente al dólar sería una alternativa a la mano para estimular el turismo interno; y de consolidarse una responsable política de paz, abriéndole las fronteras territoriales al desarrollo de esta actividad, a mediano y largo plazo podrían revertirse los desastrosos estragos causados por un letal virus que le ha dinamitado las tuberías al nuevo “petróleo” colombiano, en estas épocas difíciles, cuando el país apenas empezaba a construirle sus respectivos “oleoductos”.

Posdata. La Asociación Colombiana de Transporte Terrestre Automotor Especial (Acoltés) ha expresado su inconformidad ante el Gobierno Nacional porque sus asociados fueron excluidos en el Decreto 482 para contribuir, durante la actual emergencia sanitaria, a la movilización de aquellos grupos específicos de trabajadores y pacientes no crónicos que requieren el uso de medios de transporte rápidos y seguros. Solicitan la expedición de un decreto complementario que los incluya como gremio activo en apoyo de la actual coyuntura.

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Con salud pública

3 abril 2020 –

Por: Juan Álvaro Castellanos, Socio CPB – El Nuevo Siglo.

rente a la emergencia por el coronavirus, se abre una experiencia que pasará a la historia del país, y, en adelante debe impulsar Cultura Ciudadana, para vivir primero como humanos, con salud pública.

Al margen del aislamiento a mayores de 70 años, la nación está llamada a ir al origen de brotes infecciosos que, durante décadas, por intoxicación y falta de aseo, entre otros, dejaron víctimas, y, todo siguió igual.

En las ciudades y periferias, de medianos y pequeños municipios, la incultura ciudadana impide vivir sano, y, con desinterés, olvida todo y deja crecer enfermedades. La queja del paciente es si hay dolor y herida.

Las autoridades municipales, deben evaluar, sin politiquería o interés comercial, el funcionamiento de ventas ambulantes de comidas y bebidas; un oficio impulsado por desempleo de hombres, mujeres y familias, con varios puestos callejeros.

Se requiere reordenamiento, porque invaden calles y avenidas, con ofrecimiento de empanadas, pasteles, pan con huevo y demás comida rápida, con café y refrescos; ¿Con qué manos aseadas hicieron todo?

Antes que la venta, la autorización debe conocer el lugar de residencia de los vendedores y su respectiva cocina para preparar. ¿Con qué agua limpia viven y trabajan?

Lo ofrecido está cubierto en su mayoría, por polvo habitual en una vía o plazoleta, al margen del tránsito de automotores. Sin cubierta apropiada, solo tienen plásticos, cada vez más oscuros, por estufas improvisadas.

En sectores de alta ocupación y tránsito peatonal, con andenes no siempre amplios, lo expendido está al aire no puro, y, seguirá. ¿Quién autoriza esa ubicación?

Para el consumidor, según se observa, está primero el precio y, no siempre la preparación de lo ofrecido, por agite y rapidez, para adquirir algo en camino al trabajo, vecino a venta ambulante.

Según concepto de Médicos-Neumólogos, al consultar este columnista, la situación por desorden se establece que, “De hecho, todo está contaminado por carburadores de automotores y, sin agua pura. ¿Qué tan limpias, tienen las manos?

La salubridad pública bien aplicada, debería efectuar visitas periódicas a restaurantes y centros comerciales, con revisión a cocinas, servicios sanitarios y exigencia a operarios para aseo personal, además de desinfección general.

Los que deberían desaparecer, son los oscuros y denominados por el común como ´Chuzos´, en barrios y zonas céntricas, de edificaciones antiguas y, malos servicios públicos en el centro capitalino.

Le corresponde a alcaldía de Bogotá, reorganizar la venta popular en zonas bien dotadas para expender alimentos y refrescos, en sitios construidos para esa actividad, sin nada ambulante.

Sería Emprendimiento Empresarial o Economía Naranja, sin ahorcar con impuestos; Es idea para erradicar de calles, virus infecciosos; si hay acceso con atención en salud pública para todos.

La segunda invasión

3 abril 2020 –

Por: Arturo Guerrero, Socio CPB – El Colombiano.

Se vieron por primera vez en grupos de cinco. Altos, idénticos a los humanos, de no ser por un aire brujo que se notaba desde las ventanas temerosas. ¿Por qué no actúa la policía, si están violando la cuarentena?

Los marcianos no llegaron en cohetes ni en naves redondas de película. Emergieron desde adentro del planeta. Gatearon a través de las bocas de los volcanes, nadaron desde los abismos oceánicos y desde lagunas con tesoro indio y sin fondo. El desplazamiento no era para ellos problema. “Como Pedro por su casa”, pensó la muchacha de caminado cosquilloso.

A las pocas horas relumbraron los vehículos volantes. Silenciosos, prudentes, incluso juguetones. Tiraron paquetes de colores que tanteaban como drones hasta aposentarse al lado de los caminantes del otro mundo. Estos los abrían, sacaban provisiones, quizás atavíos, herramientas. ¿Armas? No parecía.

Calcularon su aterrizaje en el óptimo momento. La humanidad estaba confinada en sus casas desde hacía meses, a causa del virus. No infundieron espanto, los sitios públicos eran del todo para ellos. Constituían la segunda invasión. La primera fue la peste.

Hablar de invasión equivale a nombrar asalto, pillaje, conquista. ¿Es el caso? La muchacha de la ventana estaba hastiada de encierro. La víspera había enviado un trino: “Me siento en una película de ciencia ficción. ¿Y ustedes?”

No se sabía si los marcianos eran de Marte o del enorme Júpiter o del enano y distante Plutón. Los nombraron “marcianos” porque es lo más parecido al miedo. Pero más miedo da el contagio. ¡El número de muertos se multiplicaba por centenares de miles y ni hablar de los infectados!

Los tipos y las que parecían hembras se asomaban por las esquinas, curioseaban, no mostraban prisa. Tampoco hablaban entre ellos, como si adivinaran sus pensamientos. Uno de ellos se fijó en la muchacha morena y sintió cosquillas. La vio caminar en su balcón.

Se aventuró. Enfocó sus ojos y le hizo saber que era uno con ella. Así se arreglan las cosas en el espacio volador. De modo que a eso vienen. O también a eso. Ella abrió su teléfono para informarse.

El subcomandante de los recién llegados se había pronunciado: “Nosotros no sembramos el virus, pero sin él no habríamos tenido despejado el camino. ¿Comprenden que estamos aquí en son de alianza?” Ella salió a la calle y se encendió en abrazos con el invasor.