Dos vertientes religiosas se disputan el protagonismo en las derechas de Colombia. Y se disponen a marchar guiadas por la divisa Dios-Patria-Familia, símbolo tantas veces convertido por el frenesí del poder en guerra santa. En primer lugar, un nutrido enjambre de pastores evangélicos parece respirar el aire de la dictadura de Calvino en Ginebra, fundador de la corriente protestante que castigó en la hoguera la libertad de conciencia, impuso por el terror una teocracia monocrática y catapultó el enriquecimiento de los elegidos de Dios. Como se enriquece hoy con diezmos de pobres nuestro pastor Arrázola y amenaza de muerte al periodista que libremente cuestiona su iglesia. De otro lado, una derivación ultramontana del catolicismo invoca la Inquisición y el fascismo español de Primo de Rivera, cuyo brazo derecho fue la Iglesia. Y su discípula criolla, la dirigencia conservadora-clerical que se dio aquí a la Violencia, en la mira la patria de Cristo-rey elevada a poder del Estado. Fanatismo reavivado por la secta lefebvrista de Alejandro Ordóñez y ensayado en el uribato del padre Marianito.
La democracia liberal triunfó del absolutismo hace siglos para asegurar pluralidad de ideas y derechos civiles para todos. Pero los estragos causados por la economía liberal librada a la gula de los más ricos; y el desprecio de un laicismo dogmático por sentimientos religiosos que habitan en multitudes, provocaron la sorpresiva involución: vuelven las derechas a armarse con el atávico expediente de la fuerza y la arbitrariedad como palancas de un gobierno de Dios y para Dios. Calibrado el 2 de octubre su potencial de manipulación contra la paz, contra la libertad sexual y la educación laica, planean reagruparse sin ocultar ahora su más retardataria inspiración.
Fraseología, imágenes y propuestas suyas parecen entresacadas, a la letra, del jefe de la Falange española. Primo de Rivera marcó su fascismo con la impronta católica. Exaltó la violencia y la acción directa, la misma que Laureano llamaría acción intrépida; y enarboló banderas de Dios, patria, familia, propiedad y orden. Todo bajo la égida de un integrismo católico llamado a proteger la tradición contra la modernidad, la democracia y las libertades ciudadanas. Propugnaba en su lugar el regreso al absolutismo y a la Inquisición. Fue su divisa instaurar una república católica y autoritaria.
Lo fue también de Los Leopardos, cepa ideológica de la extrema conservadora que antepuso a las reformas liberales de los años 30 la Violencia. Y las ahogó en sangre. Mientras el episcopado invita a desacatar la Carta del 36 porque “contraría la ley de Dios y la verdad religiosa”, Augusto Ramírez Moreno exclama: “Yo quiero una patria justa, grande y moral donde la familia sea respetada (…) el concepto de la propiedad intocado (y) la educación inspirada en los principios eternos de Dios”. Y remata: “juramos por la Trinidad inmóvil que dominaremos el temor abyecto de morir en defensa de Dios”. Así honra el llamado de fray Mora Díaz a responder con guerra santa a una Carta que “ataca los derechos espirituales”.
Ya se recordaba aquí que el partido Voto Católico, dilecto seguidor de Ordóñez, difunde consejas contra la “bestia liberal”. Invita, por boca del padre Iraburu, a librar resistencia armada contra los gobiernos que prescinden de Dios. Denosta de la modernidad y de la superstición diabólica de la democracia liberal. Y añora las cruzadas y las órdenes militares. En su tesis de grado como abogado exalta Ordóñez “los alzamientos militares del heroico catolicismo mexicano y español”. Se comprenderá por qué estos amantes de la guerra quieran tumbar el acuerdo de paz que clausuró una conflagración de medio siglo en Colombia.
Ivanka, que como «primera hija» ha tenido un rol frecuente y atípico en la Casa Blanca, aumentará de este modo su influencia en el círculo presidencial.
Trump, la hija mayor —y predilecta— del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, tendrá una oficina propia en el Ala Oeste de la Casa Blanca, según ha informado este martes su abogado. A sus 35 años, Ivanka, que como «primera hija» ha tenido un rol frecuente y atípico en la Casa Blanca desde que su padre tomó posesión del cargo, aumentará de este modo su influencia en el círculo presidencial.
En Washington ya es habitual ver a la hija del presidente acompañando a su padre en actos oficiales y también en reuniones con mandatarios internacionales. Desde el entorno del presidente la idea que se transmite es la de que la confianza del presidente en su hija como asesora es absoluta, de ahí que sea ella la que tenga más protagonismo en la campaña electoral y la etapa posterior que su madrastra, Melania Trump.
En diciembre pasado, la primera reunión que tuvo su padre como presidente electo con un líder extranjero, con el japonés Shinzo Abe en su residencia de Nueva York, ella estaba en la habitación. El pasado viernes se sentó al lado de la canciller alemana, Angela Merkel, durante su reunión en la Casa Blanca, posición que también ocupó en febrero en la visita del primer ministro canadiense, Justin Trudeau.
SIN CARGO NI SALARIO
De acuerdo con su abogado, Jamie Gorelick, al que citan medios locales, Ivanka Trump no tendrá un cargo oficial en la Casa Blanca y no recibirá salario alguno por su nuevo trabajo. Por otro lado, también ha confirmado a varios medios en Washington que a Ivanka se le aplicarán las mismas reglas éticas que a los empleados de la Administración. Tendrá acceso a información clasificada y un teléfono oficial. Según ha dicho el abogado a Politico, el papel de Trump será servir como «los ojos y los oídos» del presidente.
La hija de Trump se unirá así en el Ala Oeste de la Casa Blanca a su marido, Jared Kushner, que trabaja como asesor del presidente y ya es un habitual en el Despacho Oval. Ni él ni su esposa tienen experiencia en cargos públicos. Ivanka dirige una línea de modas con su nombre.
Ivanka es la única de los hijos de Trump que se mudó de Nueva York a Washington con su padre aunque entonces negó cualquier interés en trabajar en la Casa Blanca.
La fuerte influencia de la joven pareja sobre Trump ha levantado incertidumbre sobre un posible conflicto de intereses y alimentando un debate sobre la ausencia de límites definidos entre los negocios de la familia y las actividades políticas de varios de sus miembros.
Pese a las sospechas, el presidente insiste en que ha dejado todos sus negocios en manos de sus hijos y no tiene ninguna comunicación respecto de las decisiones que toman. En un tuit, atacó a los almacenes Nordstrom por dejar de vender la marca de ropa y complementos de Ivanka Trump.
Nordstrom terminó el acuerdo porque la marca no cumplía las expectativas comerciales. La consejera de la Casa Blanca Kellyanne Conway salió después en televisión pidiendo públicamente que los espectadores compraran productos de Ivanka Trump. Ese tipo de promoción está expresamente prohibida por ley.
Una mujer es asistida mientras intenta atravesar una calle inundada por el desborde del río Huaycoloro sobre el distrito de Huachipa, en las afueras de Lima, el 17 de marzoCreditGuadalupe Pardo/ReutersPor ERNESTO RÁEZ LUNA
LIMA — Desde diciembre pasado, Perú enfrenta un episodio de lluvias intensas a lo largo de los Andes y en la costa norte que han dado lugar a una tragedia conocida en el país, pero por primera vez transmitida a través de las redes sociales: quebradas inactivas durante medio siglo han reanudado sus flujos y avalanchas de lodo, denominadas localmente “huaycos”, descienden imparables de las montañas, arrasando campos de cultivo, criaderos de animales y viviendas, bloqueando carreteras y el tránsito de personas y mercancías.
Según las cifras oficiales del Centro de Operaciones de Emergencia Nacional, hasta el sábado 18 de marzo había casi 100 mil damnificados directos, más de 600 mil personas y 134.000 viviendas afectadas, 75 muertos y 20 desaparecidos. Las principales concentraciones humanas del país, ciudades costeras establecidas en valles desérticos como la capital, Lima (en el centro); Piura, Trujillo y Chiclayo (en el norte) y Huarmey, al norte de Lima, han sido duramente golpeadas.
La costa es la región más moderna y densamente poblada de Perú. Uno de cada tres peruanos vive en Lima, una ciudad con alrededor de 10 millones de personas. Muchas de ellas habitan zonas de alto riesgo, asentamientos establecidos mediante sucesivas invasiones y maniobras de tráfico de tierras. A mediados de la semana pasada, el río Rímac, que atraviesa Lima, y un afluente, el Huaycoloro, se desbordaron.
Simultáneamente, una serie de tormentas se abatieron sobre las ciudades de la costa norte. Las redes sociales y los noticieros difundieron escenas de puentes destruidos, gente varada en la orilla equivocada, vecindarios sumidos en el lodo y heroicos esfuerzos de rescate.
Habitantes de Chiclayo, a más de 700 kilómetros al norte de Lima, usan tractores para cruzar las aguas tumultuosas del río Zana el 19 de marzo de 2017. Credit Julio Reano/Agence France-Presse — Getty Images
Desde la mañana del miércoles 15 hasta el lunes 20 de marzo, el suministro normal de agua potable fue suspendido en casi toda la capital, porque la turbidez del río y el exceso de desperdicios, animales muertos y escombros que arrastraba el Rímac no permitía captar aguas y tratarlas. En la tarde del sábado, el Servicio de Agua Potable y Alcantarillado de Lima (SEDAPAL) reanudó fugazmente el servicio y los limeños pudieron juntar algunos baldes de agua de emergencia.
Ya en febrero el gobierno había declarado cuatro regiones en emergencia. Aunque suena a medida extraordinaria, el estado de emergencia, en una u otra parte del país, es casi cotidiano en el Perú.
A fines de 2016, a tres meses de iniciar su gobierno, el presidente Pedro Pablo Kuczynski debió enfrentar una sequía prolongada en la costa norte, que impedía iniciar la campaña de cultivo de arroz, el principal alimento energético de los peruanos. La sequía propició también una docena de incendios forestales en el norte, que afectaron cinco áreas naturales protegidas. El país ya venía de experimentar incendios generalizados en la Amazonía entre junio y septiembre. Estos fueron precedidos por varios meses de alerta climática durante el verano 2015-2016, cuando la sospecha de un Niño en ciernes llevó al Presidente anterior, Ollanta Humala, a destinar tres mil millones de soles (casi mil millones de dólares) para labores preventivas.
El Niño es un fenómeno cíclico intrínseco a la dinámica climática del planeta. Se desarrolla en el Pacífico ecuatorial y afecta a la costa peruana, pero sus repercusiones pueden ser globales. Este fenómeno está asociado al ciclo anual de los vientos que soplan a lo largo de la costa de Perú y Chile, de sur a norte; y mantienen la superficie del mar fría. Cada verano, esos vientos se debilitan, permitiendo que el mar frente al Perú se caliente y que ingresen aguas cálidas desde el Ecuador e incluso desde Indonesia. La mayor evaporación sobre el mar y la calma se combinan para producir un poco de lluvia en el desierto.
Cada tres a ocho años, con recurrencia previsible pero impredecible, el ciclo se intensifica, y entonces se da un Niño con grandes lluvias que a veces se convierten en diluvios. En la historia reciente, hemos tenido eventos extremos, o Meganiños, en 1877, 1891, 1925, 1983 y 1998. El fenómeno no está conectado de ninguna manera evidente con el cambio climático, pero probablemente seguirá ocurriendo junto con el calentamiento global, que haría más intensos y frecuentes los eventos climáticos extremos.
El Niño de este verano todavía está muy lejos de provocar los perjuicios de un Meganiño. El último, en 1998, produjo más de 372 mil damnificados en la costa y la selva del país. Sin embargo, este Niño y las lluvias estacionales en los Andes ya pusieron al borde del colapso a las principales ciudades peruanas.
Pese a experimentar más de una década de crecimiento económico sostenido, Perú no ha logrado operar la alquimia social de pasar de la cantidad a la calidad, y sigue sin estar preparado para capear su propia variabilidad climática. Hoy se encuentra más vulnerable y bajo mayor riesgo climático que en el pasado.
Uno de los puentes que colapsaron con las intensas lluvias y el desborde de los ríos en Perú, el Viru, que une el norte del país con Lima a través de la carretera Panamericana. Credit Celso Roldan/Agence France-Presse — Getty Images
Chamorro, según su esposo, estaba “en el centro del corral (de animales) y por ambos lados se venía el río”. La familia, se deduce, había decidido establecerse en el previsible camino del aluvión.
El alcalde, por su lado, ante la vergüenza del puente desplomado, explicó que “la ingeniería tiene un límite que siempre es superado por la naturaleza”.
Excusas parecidas han sido ensayadas por las autoridades en todas las regiones afectadas. El propio Kuczynski adjudicó la emergencia al “calentamiento global”, que tiene poco o nada que ver con la natural recurrencia del Niño, ni con las lluvias que arrecian en los Andes todos los veranos.
El que ha cambiado es el paisaje humano. Los campos cultivados han sido recubiertos de cemento. Allí donde la población era dispersa, hoy se agolpan millones de personas. Los techos, en las ciudades de la costa, son planos y permeables; pero las vías públicas son impermeables y sin drenajes, propensas a empozamientos.
La crisis, que ha tocado tan de cerca a la capital del país, podría catalizar voluntades amodorradas durante mucho tiempo. Un incierto espíritu de solidaridad surgió en los últimos días. El presidente y sus ministros repartieron su presencia en distintos puntos de atención crítica, ofreciendo una coherente sensación de serenidad ejecutiva. La información ofrecida a la población ha sido notablemente sensata y oportuna. La oposición suspendió el fuego cruzado que mantenía con el gobierno. Miles de ciudadanos enlodados, con sus bienes perdidos, sin agua potable y expuestos al sol inclemente, mantienen una estoica disciplina, salvo una que otra explosión verbal de angustia o impaciencia.
Habitantes de Trujillo, en el norte peruano, intentan atravesar las calles inundadas con lodo y escombros el 18 de marzo. Credit Celso Roldan/Agence France-Presse — Getty Images
Más allá de las quejas previsibles contra las autoridades corruptas o ineptas, y contra la inoperancia del Estado, en las discusiones públicas y privadas abiertamente se reconoce la necesidad de incorporar elementos de ordenamiento territorial y urbano en la reconstrucción que seguirá a la atención de la emergencia, incluyendo la reubicación de cientos de miles de personas que han invadido y urbanizado orillas inundables, caminos de avalancha y quebradas secas, o que han interrumpido los cauces con desperdicios durante décadas. Muchas obras de infraestructura vial requieren ser reforzadas o construidas de nuevo para soportar eventos extremos.
Curiosamente, Kuczynski, un tecnócrata septuagenario y un político heterodoxo que sin ningún empacho se retrata como “un presidente sin esperanzas de grandeza”, podría, por la misma parsimonia y frialdad analítica que le ha valido ir descendiendo en popularidad, catalizar —ante la crisis— las voluntades coherentes y de largo aliento que será necesario movilizar para una reconstrucción fundamental, que no consista, otra vez, en salir del paso.
El presidente ya anunció un fondo de reconstrucción de 2500 millones de soles, que, sin embargo, solo debería ser el comienzo de una tarea enorme y sostenida.
La Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), finalmente aprobada la semana que termina, no puede convertirse en un nuevo escenario de guerra política. Los obstáculos para su aprobación fueron una muestra del poder corruptor que tiene la politiquería. Si permitimos que la columna vertebral del posconflicto sucumba ante la fuerza de los intereses personales, no podrá hablarse en Colombia de verdad, justicia y reparación.
El tema de la impunidad ha estado desde el principio en el corazón del proceso de paz con las Farc. Es apenas lógico: no es posible pedirle a Colombia que pase la página y le apueste a la reconciliación sin que medie en esa transición la justicia. No en vano uno de los motivos determinantes en el triunfo del No el año pasado fue la idea de tener una “paz sin impunidad”. En ese debate, entonces, es la JEP la propuesta de solución. Imperfecta, sin duda. Con un grado ineludible de “impunidad”, entendida como ausencia de sanción penal. Pero también con un ambicioso mecanismo de administración de justicia que le hace al país una promesa histórica: construir las narrativas que expliquen la tragedia del conflicto armado en el país, encontrar a los desaparecidos en esta guerra irracional y servir como espacio para que todos los responsables rindan cuentas. Lo claro es que, si fracasa, no puede hablarse de paz.
Por eso fue tan frustrante ver a los congresistas, impulsados por múltiples intereses externos, introducir modificaciones a lo pactado en La Habana. Nos preocupan en especial tres cambios.
Primero, la reducción de la responsabilidad de los civiles involucrados en el conflicto, quienes ahora no tendrán la obligación de ir a la JEP. También preocupa que el enjuiciamiento de los financiadores, que han gozado de la complicidad de las sombras en toda esta historia, se haya limitado a las pruebas de la justicia ordinaria. Es decir, desde antes de empezar les quitaron fuerza a los colmillos de la JEP. La verdad será una gran sacrificada.
Segundo, se le dio gusto a la petición insensata de algunos exmilitares sobre la necesidad de omitir a la Justicia Penal Internacional. Medida por lo demás ineficaz, pues Colombia sigue estando bajo la jurisdicción de la Corte Penal Internacional (CPI). Preocupa, además, que para equilibrar cargas entre militares y guerrilleros se haya eliminado el título de “máximos responsables” a las Farc. El mensaje a las víctimas es que se están limitando las capacidades de la JEP para encontrar a todos los perpetradores de crímenes.
Tercero, ¿por qué se eliminó la obligación de los agentes del Estado condenados de reparar a las víctimas con sus propios bienes, como sí lo harán las Farc? ¿No han cedido ya demasiado las víctimas en este proceso como para que se coarte su reparación?
Pero todos esos detalles, esenciales, no son nada ante el verdadero reto de la conformación de la JEP. La instauración de un mecanismo de justicia de esta magnitud, con presencia en todo el país, presenta muchas dificultades logísticas. ¿Podrá Colombia garantizar que la nueva comisión de búsqueda de desaparecidos sí tendrá todas las herramientas para cumplir su labor? Lo mismo va para la Comisión de Verdad. Que no olviden el pacto que se ha hecho: aceptamos penas inferiores siempre y cuando la verdad sea suficiente para darle luz a la historia oculta del país.
Por lo mismo, preocupan los rumores que indican que los politiqueros de siempre, sedientos de poder, están buscando ser nombrados en la JEP. Eso sería un desastre de magnitudes históricas; otro caso más de la justicia fallándole al país. Quienes han sido nombrados para designar a los funcionarios de la JEP deben declarar su independencia. Su deuda es con el pueblo colombiano y con sus ansias de paz. Necesitamos que los criterios que empleen sean la experticia técnica y, por qué no, el desinterés por la política.
Con los ojos del mundo (CPI incluida) y de la historia posados sobre Colombia, que la JEP sea un tribunal excepcional, intachable, obsesionado con la justicia, consciente de su responsabilidad. Que por favor nos cumplan la promesa de que podemos reinventar este país.
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El historiador y lingüista Noam Chomsky ha criticado con dureza a Donald Trump. De hecho, ha vaticinado un fuerte aumento de los precios, alimentado por Donald Trump, en los principales mercados que pronto dará lugar a otra grave crisis financiera.
Esa no es la única crítica al magnate. Chomsky ha asegurado que toda la campaña «anti-establishment» de Trump es simplemente «una broma». «¿Qué hay de anti-sistema en lo que está haciendo?», se ha preguntado mientras afirmaba que la administración Trump está favoreciendo a lo que siempre se ha considerado las instituciones del sistema: los multimillonarios, las grandes instituciones financieras o el ejército.
«Basta mirar al mercado de valores para entender cómo son las cosas», afirma. En particular, el filósofo se refiere a algunos hombres que forman parte del equipo del presidente, como Steve Mnuchin, procedente de Goldman Sachs, y Gary Cohn, director del Consejo Económico Nacional, que también es un ex miembro del banco de inversión de Nueva York.
«LOS INVERSORES ESTÁN ENCANTADOS»
«Tan pronto como fue elegido Trump, los valores de las acciones de las instituciones financieras se dispararon hacia el cielo», ha recordado Chomsky. «Los inversores están encantados porque para ellos significa tener más beneficios. Pero esto dará lugar a otra crisis financiera y los contribuyentes tendrán que pagar las consecuencias «, ha advertido.
Las palabras de Chomsky son confirmadas por otros expertos, que esperan un tiempo tumultuoso en el mundo financiero bajo el mandato de Trump.
En febrero de 2016, Chomsky ya vaticinó la victoria de Trump al explicar que la popularidad del magnate se debía al «miedo» y que es el resultado de una «sociedad quebrada» por el neoliberalismo.
Aseguró que su edad, 87 años, le permitía comparar la situación actual en la campaña electoral de Estados Unidos con la década de 1930 durante la que Estados Unidos sufrió la llamada Gran Depresión económica, cuando existía objetivamente mayor pobreza y mayor sufrimiento que ahora, aunque también había «una sensación de esperanza, que hoy falta».
Cuando los Boy Scouts forman y los más pequeños están entre ellos, hacen un círculo concéntrico donde ubican en la mitad a los lobatos, los miembros de la manada que tienen entre 7 y 11 años de edad. Este bello ritual significa que los más grandes protegen a los más pequeños, a los más vulnerables y hacen un escudo para ellos.
La calle debería ser igual con los peatones, los más vulnerables en la vía. Junto con los ciclistas son quienes practican mejor la movilidad sostenible porque se mueven en modos de transporte no motorizados (a pie y en bicicleta). Su movilidad representa cero emisiones al aire de material particulado como producto de la combustión, es decir no contaminan el aire. Pero también son los que más sufren cuando son atropellados por un vehículo motorizado.
Adicionalmente, en regiones como las que componen Bogotá y los municipios de Bojacá, Cajicá, Chía, Cota, La Calera, Facatativá, Funza, Gachancipá, Madrid, Mosquera, Sibaté, Soacha, Sopó, Tabio, Tenjo, Tocancipá y Zipaquirá, los viajes a pie representan 32% (5,5 millones) del total de viajes diarios (17,2 millones), de acuerdo con la Encuesta de Movilidad 2015 de Bogotá. Los viajes en bicicleta representan, por su parte, 5% (846.727) del total en la región.
En municipios como Fusagasugá, por ejemplo, los viajes a pie representan 50% del total de viajes diarios (122.398), en tanto que los viajes en bicicleta son 1,3% (1.649) del total, de acuerdo con información de la Encuesta de Movilidad municipal 2011.
Contar con mayorías de habitantes que se mueven a pie o en bicicleta debería ser un indicador de ajuste de las infraestructuras y de los planes de seguridad vial en las ciudades y municipios; sin embargo, en Colombia y gran parte de países de América del Sur y Central, las calles están hechas más para los vehículos a motor que para los peatones y ciclistas, teniendo vocaciones pedestres. Y los planes de seguridad vial son, en general, precarios.
En Colombia la Ley 1083 de 2006 da “prelación a la movilización en modos alternativos de transporte, entendiendo por estos el desplazamiento peatonal, en bicicleta o en otros medios no contaminantes, así como los sistemas de transporte público que funcionen con combustibles limpios”, y obliga a los municipios a formular y adoptar planes de movilidad acordes con ello, incluyendo sus planes de ordenamiento territorial.
Para ello, los planes de movilidad deberán identificar los sistemas de circulación peatonal y los sistemas de ciclorrutas, además de los sistemas de transporte público que también son utilizados por los peatones para desplazamientos largos.
La Ley 1083 ordena también “diseñar una red peatonal y de ciclo rutas que complemente el sistema de transporte y articule las zonas de producción, los equipamientos urbanos, las zonas de recreación y las zonas residenciales de la ciudad propuestas en el Plan de Ordenamiento Territorial”.
Indica que también se deberán crear zonas sin tráfico vehicular a las que solo se pueda acceder a pie, en bicicleta o en otros medios no contaminantes. Y surge una pregunta.
¿Qué de todo esto hay en ciudades y municipios de Colombia?
Es muy importante que las autoridades municipales socialicen, den a conocer e informen sobre los planes de movilidad a la ciudadanía. De esta manera se fortalecerá el vínculo autoridades-ciudadanos para generar solidaridad con dichos planes, validarlos, desarrollarlos y mejorarlos en permanente contacto con las necesidades de movilidad de los habitantes de ciudades y municipios, la industria, el comercio y de sectores como Salud, Educación, Hábitat y Bienestar Social, entre otros.
Crear ciudades para la gente, donde los peatones puedan transitar sin miedo a ser atropellados por un vehículo, donde los niños y las niñas puedan jugar, ir al colegio, caminar y montar en bicicleta sin el riesgo de morir o ver afectada su salud, es una de las principales tareas que tienen los alcaldes y sus oficinas de planeación y de tránsito municipales. Esta responsabilidad es también de los niveles de gobierno departamentales y nacional.
Solo en 2015 murieron en Colombia 507 niños y niñas víctimas de siniestros viales y 1.406 personas de más de 60 años. En cuanto al rol en la vía, 1.829 de las personas fallecidas eran peatones y 321 eran ciclistas. El total de personas fallecidas en Colombia en 2015 por siniestralidad vial fue de 6.884, el más alto de los últimos 10 años.
Pensar y materializar ciudades para los peatones reta la imaginación y la capacidad de ejecución de los gobiernos y de los ciudadanos. Responder a ese reto es lograr que, como los lobatos, los peatones anden, caminen, corran, gocen y disfruten de la movilidad seguros en municipios y ciudades. Es generar escudos, infraestructuras, conciencia ciudadana para protegerlos. También tienen derecho a la vía y a andenes y calzadas acordes con su condición de peatones, incluyendo a las personas con movilidad reducida.
El CPB, como institución gremial que defiende el derecho al trabajo, comparte el siguiente comunicado.
El Colegio Nacional de Periodistas, CNP- COLOMBIA, rechaza la forma en que fueron desvinculados del diario El Heraldo, medio informativo de Barranquilla 6 colegas, dos de los cuales han sido galardonados a lo largo de su carrera por su profesionalismo y responsabilidad en su labor, como el caso de José Granados Fernández quien obtuvo premio nacional Simón Bolívar y otras distinciones, como un galardón en el Concurso Semana-Argos en la categoría «Proceso regional y democracia».
Igualmente la colega Laura Pulido Patrón quien también en noviembre de 2015 se hizo acreedora junto Granados al importante premio Semana-Argos en la categoría «Proceso regional y democracia», recibieron la carta de despido lo mismo que German Corcho Troches, Jimmy Cuadro Rojano, Cristian Mercado Duque y Diego Forero.
En solidaridad con el acontecimiento los comunicadores Sara Hernández Campo, Jorge Cantillo Barrios y William Cano Moreno, César García Garzón, renunciaron a sus cargos por lo que el número de retirados del medio escrito se elevó a 11, lo que de una u otra forma afecta tanto a los periodistas como a sus familias.
Lo acontecido, nos deja entrever que la crisis en Colombia con este episodio en cuanto a la labor periodística está siendo pisoteada cada vez más, especialmente cuando los colegas buscan por todos los medios obtener, mejores salarios, prestaciones sociales, para lograr eficientes condiciones y calidad de vida tanto para ellos como para sus familias y como respuesta a sus peticiones, por muy mínimas que sean, como en este caso; sostener un auxilio adquirido para un derecho a una cena cuando se labore hasta altas horas de la noche, reciban como resultado su retiro del medio.
El Colegio Nacional de Periodistas, CNP- COLOMBIA, observa con preocupación cómo cada día en los distintos medios de comunicación de las diferentes regiones del país, se vulnera el trabajo físico, esfuerzo mental y capacidad de periodistas y comunicadores que cumplen con el sagrado deber de informar, como es la misión escogida para llevar a nuestra sociedad mensajes claros y precisos del día a día.
Es deber del Colegio Nacional de Periodistas, CNP- COLOMBIA en su lucha por mantener una unidad a nivel gremial en el país, defender los derechos de sus afiliados o no, quienes tienen la importante misión de cumplir con el sagrado deber de informar a la comunidad e iniciar las investigaciones del caso, para que no se siga atropellando la labor del llamado cuarto poder en Colombia.
Santiago de Cali, marzo 18 de 2017
EMIL DE HOYOS MEJÍA FARID BARBOSA
Presidente CNP COLOMBIA Secretario General
Concepción informativa: Wilber Fabregas Faby Oñoro: Falta otra decena de nombres que en menos de 2 años salimos despedidos o por renuncias, incluyo el mío. Tal vez se me se me pasen algunos. Karen Chamie, Manolo Ortega, Melissa Zuleta, María Teresa Gutierrez, Katheryn Meléndez, Angie Peña, Ámbar García, Lina Robles, Catalina Rojano, Diana Polo, Álvaro Pión, Fabian Cardenas. Pasaron dos jefes de redacción y una editora de contenido web.
En 2010, año de campaña presidencial, el candidato Antanas Mockus diseñó su propuesta política a partir de ideas simples como estas: “no todo se vale” y “la vida y los recursos públicos son sagrados”. Con algo tan elemental como eso, que más parecen consignas para fundar un colegio que para gobernar un país, Mockus casi llega a ser presidente.
Pues bien, hoy, siete años después, y en medio del escándalo de Odebrecht, nos enteramos de que los adversarios de Mockus hicieron trampa: violaron los topes impuestos para el ingreso de dineros a su campaña, lo hicieron a través de una persona jurídica extranjera que era contratista del Estado (Odebrecht) y contrataron a un tercero (en Panamá) para que prestara algunos servicios en la campaña (afiches y encuestas), todo lo cual es una sucesión de ilegalidades.
Antanas Mockus estaba en lo cierto cuando denunciaba la cultura de la trampa en el mundo de la política. No sólo eso: él mismo fue víctima de lo que denunciaba. Es triste que la trampa tenga tanto peso en la política colombiana, pero es todavía más triste que la víctima de la trampa sea justamente alguien que, con girasoles y lápices en la mano, funda su propuesta en no hacer trampa. Es como engañar al maestro, al sabio o a la madre.
También aflige ver cómo algunos políticos convencionales, los mismos que han urdido la trampa durante años y que acompañaron a Santos en aquel 2010, salgan ahora a marchar contra la corrupción. Vivimos en una sociedad en donde el discurso de la virtud es tan rentable que los corruptos son los primeros en apropiarse de él. Hacen lo de Napoleón cuando decía: “Yo sé cuándo es necesario quitarme la piel de león para ponerme la del cordero”.
Mockus tenía razón cuando proponía acabar con la trampa, respetar a los demás y defender lo público. Sin esas reglas elementales nada funciona bien; ni el sistema político, ni la empresa, ni la paz, ni el desarrollo económico. La honestidad básica y el respeto por los demás (no hablo de la bondad, ni de la ejemplaridad, ni de grandes virtudes) son como una precondición para que exista confianza entre la gente, y la confianza, ya se sabe, es la base para hacer proyectos colectivos como los que se necesitan para que un país avance.
Mockus tenía razón en algo más: para enfrentar con éxito la cultura de la trampa hay que movilizar a la ciudadanía, a los jóvenes y a la gente que está por fuera de las redes clientelistas y partidistas del sistema político. Mientras la ciudadanía no se organice, no salga a votar y no presione a los gobernantes para que rindan cuentas, seguirá siendo una víctima de los políticos tradicionales y nada cambiará realmente.
¿Qué habría pasado en 2010 si la campaña del candidato Santos no hubiese permitido el ingreso de dineros ilegales, ni hubiese emprendido toda una operación sucia de maledicencia y mezquindad contra Mockus? No lo sé. Quizá Santos habría ganado de todos modos, como lo reconoció con nobleza el mismo Mockus, el jueves pasado; o quizá no. Eso ahora no importa. Lo que sí creo es que este país tiene una deuda de gratitud con Mockus, no sólo por haber trazado el camino que algún día nos puede sacar de este atolladero, sino también por haber sido siempre fiel, hasta el final de su vida política, a sus principios.
Por todo eso se me ocurre que también él merecía los honores que tuvo Santos: no sólo la Presidencia, sino también un premio Nobel, así fuera un premio Nobel simbólico, de esos que le gustan a él.
Por fin se anunció la visitadel papa Francisco, ‘me acabo de enterar’. Lo necesitamos urgente. Por la situación que vivimos podría ser una especie de venida del Salvador, como en tiempos de Jesús. Es que Colombia requiere un exorcismo nacional. Urge de ese exorcismis et supplicationibus, porque la corruptionem nos come vivus.
Suplicatium, soberano del Vaticano, dadnos la mano, venid más temprano, porque la corruptionem a todo nivel nos carcomem. Es un supplicium. Podemos llevar a un corruptus in fraganti al parque Simón Bolívar de Bogotá, lleno de políticos de todos los partidos y muchos del común –que también es común que roben–, y si el pontífice grita: “el que esté libre de pecado que tire la primera piedra”, queda el parque solo. Qué piedra.
Necesitamos que venga ya, y si es posible se reúna con los representantes de las grandes campañas políticas y les diga: “La verdad os hará libres”. Con todos, los de Santos y Uribe, que antes comulgaban en la misma misa, porque aquí todos aparecen en el afiche. A las dos campañas se les metió el diablo disfrazado de Odebrecht, la brasileña que montó la corrupção mais grande do mundo.
«Por el olor los conoceréis. Porque un corrupto huele feo, así se eche loción fina con plata sucia».
Y es justo y necesario reconocerle al presidente Santos, que pide que se investigue, que no prescriba y que se llegue hasta las últimas consecuencias. Otros deben seguir el ejemplo, en vez de ‘negare’.
Papa Francisco: ¿no puede adelantar a Colombia una página en su agenda? Usted es uno de los líderes del mundo más respetados, por encima de presidentes; es la persona con mayor credibilidad y, con el poder de Dios, pueda ser que logre alejar de este país el demonio de la corrupción, contra el que usted ha luchado.
Recuerdo que dijo que este se metió hasta en el Vaticano, donde hay Poncios Pilatos. Habló usted de que “es un proceso de muerte… que se ha vuelto habitual en la sociedad… que es un mal más grande que el pecado, y más que ser perdonado, debe ser curado”. Pero ¿con qué lo curaremos? Aquí también hay muchos Pilatos. Y muchos pelotas, que volvemos a votar por los mismos.
En septiembre, santo papa, por fortuna, la guerrilla habrá entregado las armas, la paloma de la paz volará sobre Colombia; ojalá usted pueda decirles a los tercos del Eln: mi paz os dejo, mi paz os doy, no mires los petardos, sino la fe de la Iglesia. Tal vez el grande Nairo Quintana ya sea campeón del Tour de Francia. Tal vez estemos clasificados al Mundial de Rusia. Tal vez haya menos hectáreas de coca. Pero habrá ya campañas políticas, y los corruptos afilarán garras.
Necesitamos cuanto antes que venga y recalque sobre el pecado que es robarse la plata de la gente, porque los sobornos políticos luego encarecen las obras, o no se hacen y no hay presupuesto para lo social, ni para la salud, y mueren niños de hambre. En el 2016 más de 100 pequeños murieron por desnutrición mientras algunos engordaron con los refrigerios. Más que perdonarlos, se necesita castigarlos.
Como aquí, santo padre, se alzan con el santo y la limosna, se requiere que usted convenza a los corruptos de que si no temen a las leyes terrenales, al menos sí a las de Dios. Sugiero que para ellos se vuelva al antiguo cilicio, como símbolo de penitencia. Casi todo político debería llevar esa camisa áspera, a veces de piel de camello. Así al menos, por el olor, los conoceréis. Porque un corrupto huele feo, así se eche loción fina con plata sucia.
En fin, aunque no llegue ya el Papa, corruptos a todo nivel, no se roben la papa de los pobres. Es pecado, es delito, es vergüenza para sus familias. Feliz puente a los millones de honestos, que disfrutan así sea con poco.
Pasar de cargar un fusil a aprender el oficio de salvar vidas es, en verdad, una redención.
Por:EDITORIAL
18 de marzo 2017 , 12:00 a.m.
En un país menos polarizado, menos preocupado por las noticias sobre sus políticos y menos cargado de rencores por resolver, la siguiente noticia no sería más ni sería menos que una muy buena noticia: “Cuba ofrece mil becas a exguerrilleros y personas afectadas por el conflicto para estudiar medicina en la isla”. Quizás la palabra no sea ‘buena’, sino ‘extraordinaria’, porque el fin de la guerra con las Farc –como el de cualquier confrontación de esa especie– de inmediato obliga a hacer la pregunta de cómo reincorporar a los combatientes a la sociedad colombiana. Y que una respuesta sea esta serie de becas para estudiar medicina en Cuba es esperanzador, por decir lo menos.
También resulta simbólico: pasar de cargar y disparar un fusil a aprender el oficio de salvar vidas es, en verdad, experimentar una redención. Suele decirse que el posconflicto es casi tan complejo como el conflicto, porque los antiguos soldados tratan de vivir una vida normal y de adaptarse a las reglas de la sociedad, cuando aún no se han cerrado las heridas ni se han disipado los resentimientos. Suele, así mismo, expresarse temor cuando se conoce la noticia de que muy pronto pasearán por la propia ciudad reinsertados de los grupos ilegales. Todos esos miedos quedan conjurados si se sabe que los exguerrilleros pagarán los daños a su país reparándolos y muchas víctimas sanarán sus traumas gracias a una oportunidad como estudiar una carrera en Cuba.
Se trata de reparar poco a poco, a fondo, como cuando se estudia o se construye, las vidas de cientos de miles de personas que vivieron en carne propia el horror.
Es importante hacer énfasis en ello: Cuba no solo ofrece quinientas becas a los soldados de las Farc, sino que promete entregar quinientas más a los civiles que se vieron truncados por la barbarie del conflicto. Se trata de reparar poco a poco, a fondo, como cuando se estudia o se construye, las vidas de cientos de miles de personas que vivieron en carne propia el horror. Nada mejor para ello que el hecho de que, en vez de mil damnificados, haya mil doctores más. Ojalá esta idea sea un ejemplo para otros centros de estudio, para otros proyectos importantes de este país que busca sobreaguar como mejor puede. Quizás esta idea contagie a nuestra propia sociedad, que debe ver y sentir que es mejor empuñar los lápices que las armas.
Peor, imposible. La corrupción, un cáncer que solo daba en los bajos fondos, se globalizó e infectó todos los estratos de la sociedad. Es ‘modus vivendi’ de ciertos contratistas y ciertos políticos cuyo afán es enriquecerse, tener más billete, más propiedades y más poder. La codicia rompe el saco, dice un refrán. No hay barreras morales ni éticas que la contengan. Y los corruptibles ya no se corrompen por cualquier chichigüita. Hoy, la cosa es en grande. Investigadores gringos descubrieron que Odebrecht, una firma brasileña dedicada a corromper, ha extendido sus tentáculos por todo el continente.
En Colombia, esa megacorruptora encontró terreno abonado. Dos ejemplos muestran hasta dónde llegaron tanto la audacia de los corruptores como la ambición de los corruptibles: un viceministro, o un segundo de a bordo del Ministerio de Transporte de un gobierno que se precia de impoluto, le exigió a la tramposa Odebrecht ¡6,5 millones de dólares!, unos 195.000 millones de pesos, para adjudicarle el tramo de una carretera. Y un exsenador, o antiguo padre de la patria, convertido en calanchín de la tramposa firma, le exigió por sus ‘servicios’ 4,6 millones de dólares, o unos 138.000 millones de pesos.
Frente a esa cruda realidad, los ciudadanos del montón no sabemos a quién creerle, ni qué camino coger. Todo, alrededor, está contaminado. A las cárceles llegan, día tras día, encopetados ciudadanos de cuello blanco, acusados de delitos varios que ellos en principio no reconocen. Pero, acosados por los hechos y ante posible rebaja de pena, terminan confesando sus delitos, como también sus compinches. Porque en esas altas esferas hay asociaciones para delinquir.
Esa codicia, en servidores públicos y congresistas, es doblemente condenable porque se lleva de calle patrimonio del pueblo.
Es desmedido el afán de enriquecimiento y son desmedidas también la audacia, la ambición, la desvergüenza. En su empeño de acumular riqueza, muchos sacrifican honor, dignidad y decencia. Y su libertad, tantas veces. Esa codicia, en servidores públicos y congresistas, es doblemente condenable porque se lleva de calle patrimonio del pueblo. Teniendo en cuenta tanto desastre, los ciudadanos debemos tener “ojos abiertos y oídos despiertos”, como decía un publicista, para saber por quién votar en las próximas elecciones. Es urgente analizar las hojas de vida de los que aspiran a gobernar, o a ser congresistas, para que no nos metan gato por liebre.
Así las cosas, y a pesar de las trampas, las desilusiones y los desengaños, hay una luz en el camino: el exgeneral Óscar Naranjo, nuevo vicepresidente de la República. Con una hoja de vida al servicio del país, le mete el hombro al Gobierno en un momento crítico. Porque, aparte del lío porque el gerente dejó entrar dinero de Odebrecht a las campañas de J. M. Santos, los enemigos que piden que Santos renuncie son también enemigos del acuerdo de paz. Y en ese campo siguen sembrando cizaña. Con miedos y mentiras, han conseguido que mucho colombiano no entienda ni aprecie lo que significa para el país y para todos que 7.000 guerrilleros de las Farc se hayan desmovilizado y estén a un paso de entregar sus armas a Naciones Unidas, para jamás volver a disparar.
Pero ahí está el vicepresidente Óscar Naranjo. En entrevista a Semana, dijo que impulsará los acuerdos para asegurar que la paz sea irreversible. Que invertirá su credibilidad en construir un país que proscriba la violencia para siempre. Que la responsabilidad de los líderes políticos es asegurar la participación ciudadana no a base de miedo y rabia, sino basada en la confianza y en la esperanza de tener un país mejor.
Un estudio hecho en Gran Bretaña reveló que quienes se acostumbran a mentir pierden sensibilidad en la amígdala, zona cerebral encargada de controlar las emociones básicas.
Una mentira es como una bola de nieve: cuanto más rueda, más crece. Según un estudio hecho por expertos de la Universidad College de Londres, esto ocurre porque el cerebro del mentiroso pierde sensibilidad a medida que repite los actos de deshonestidad. Por eso muchas personas mienten compulsivamente e incluso se vuelven expertas en encubrir el engaño.
Así lo comprobaron los investigadores tras poner a prueba a 80 adultos y observar que cuando mintieron se modificó la actividad de la amígdala, región del cerebro encargada de controlar las emociones básicas. Observaron que las neuronas en esta área disminuyen cuando aumenta la frecuencia de las mentiras. Por eso, quienes se acostumbran a mentir por una pequeñez son mucho más propensos a repetirlo en asuntos más delicados. El trabajo fue publicado en la revista Nature Neuroscience.
Tomado de:Semana.com
«La mentira es la verdad del mentiroso»: conclusión del presentador de un programa de salud mental de la DW.com, de Alemania, en español. (Sábado 18 de marzo,2017, 11:00 am.)
«Las grandes masas sucumbirán más fácilmente a una gran mentira que a una pequeña»: Adolfo Hitler.
«Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad»: Joseph Goebbels.