Crculo de Periodistas de Bogot
Crece el optimismo en Colombia
Encuesta Gallup Poll

A pesar de que la mayoría de los encuestados creen que en el país las cosas están empeorando, hay un incremento inusual en el número de personas que piensan que mejoran.

Por: Redacción Política

La última encuesta del año de la firma Gallup Poll muestra una considerable mejoría en el ánimo de los colombianos. En los últimos años siempre crecía el pesimismo, pero en esta ocasión los datos revelan un inusual aumento del número de personas que creen que la situación del país está mejorando.  (Lea la ficha técnica de la encuesta)

La última encuesta del año de la firma Gallup Poll muestra una considerable mejoría en el ánimo de los colombianos. En los últimos años siempre crecía el pesimismo, pero en esta ocasión los datos revelan un inusual aumento del número de personas que creen que la situación del país está mejorando.

También sorprende que en medio del debate por la reforma tributaria aumente en cinco puntos el porcentaje de encuestados que creen que la economía va bien. De igual forma, se muestra una percepción más favorable de las políticas de desempleo del Gobierno. Pero lo que definitivamente rompe la tendencia de las últimas encuestas en el país es la percepción de que el fenómeno de la guerrilla en Colombia ha mejorado. Esta vez, el 48 % de los consultados vieron con buenos ojos el tratamiento de esta problemática.

De igual forma, llama la atención que en la escala de entidades o instituciones con mayor nivel de favorabilidad, las Fuerzas Militares encabezan la lista con un apoyo del 73 % y un rechazo del 24 %. Esta situación contrasta con que en los últimos puestos de la tabla aparezcan en orden de desfavorabilidad el Congreso de la República, las Farc, el sistema judicial, los partidos políticos, el Eln y Venezuela. En este aspecto, valga señalar que las cifras para el caso de las Farc, que empezaron el proceso de paz con una opinión desfavorable de más del 90 %, hoy muestran una considerable mejoría reflejada en un 79 %, posicionadas incluso mejor que los partidos políticos, que tienen 84 % de desfavorabilidad.

La encuesta también hace una detallada radiografía sobre asuntos concretos del Acuerdo de Paz y en este aspecto resalta el pesimismo de los encuestados sobre el cumplimiento de lo pactado en La Habana. Por ejemplo, el 64 % no cree que por cuenta del acuerdo se vaya a distribuir mejor la riqueza en el campo; el 67 % considera que no va a cesar la violencia de carácter ideológico, y el 66 % no cree que se vaya a vivir un clima de mayor seguridad y tranquilidad como consecuencia de la firma del acuerdo. El pesimismo recorre los puntos del texto final de paz que versan sobre narcotráfico y verdad y reparación. El capítulo de paz cierra con una mejoría en la opinión de que las partes van a cumplir, aunque las cifras no son alentadoras: el 58 % de los consultados creen que las Farc no van a cumplir, mientras el 60 % respondió que el Gobierno sí lo hará.

Otra conclusión que arrojan las cifras de la firma encuestadora es el movimiento del panorama político del país, agitado desde octubre pasado, cuando se vivía la campaña por el plebiscito refrendatorio. Un clima que se ve reflejado en la opinión que tienen los ciudadanos de las principales figuras políticas. Por ejemplo, el colombiano con mayor favorabilidad en el país ya no es el expresidente Álvaro Uribe, quien en esta encuesta quedó relegado al segundo renglón. Su lugar lo ocupa ahora el vicepresidente Germán Vargas Lleras, quien aumentó siete puntos con respecto al sondeo anterior.

El caso de mayor ascenso es el del exalcalde de Bogotá Gustavo Petro, quien aumentó su favorabilidad en ocho puntos. En el otro extremo el exprocurador Alejandro Ordóñez sufrió un descalabro en su imagen y cayó nueve puntos. También es de destacar la aparición en el listado de los 10 políticos más importantes de Colombia del nombre del senador Juan Manuel Galán, seguido por el exgobernador de Antioquia y precandidato presidencial Sergio Fajardo. También crecen en favorabilidad los presidenciables de izquierda y derecha Jorge Robledo y Óscar Iván Zuluaga.

Particularmente, la imagen del presidente Juan Manuel Santos se mantiene estable con una opinión desfavorable del 60 % y una favorable del 35 %. Ni la firma del acuerdo, ni la entrega del Nobel de Paz, ni la audiencia con el papa Francisco lograron que las cifras a favor del mandatario colombiano repuntaran. Un panorama agridulce en el que el pesimismo es mayoritario entre los ciudadanos, pero el optimismo empieza a crecer. Esta es la fotografía de la Colombia de diciembre de 2016.

 Tomado de:El Espectador.com

Las 17 predicciones de Amílkar para el 2017

En el 2014 y 2015 acerté 9 y el año pasado 10.

Las siguientes son mis 17 predicciones para el 2017, basadas en el olfato periodístico, el sexto sentido, el sentido común, la intuición y la visión que da la experiencia, la información y el conocimiento. No se trata de adivinar sino de acertar.

1) Grandes triunfos de Colombia en la vuelta a España y el tour de Francia.También en atletismo.

2) Lamentablemente, No iremos al mundial de fútbol de Rusia 2018.

3) Se enreda la propiedad de Colombia sobre el galeón San José.

4) Trump cuestiona los acuerdos de paz. Muchos líos con las Farc.

5) Nicaragua avanzará en sus reclamaciones limítrofes sobre el mar de Colombia.

6) A pesar de los opositores, Congreso bajará aportes en salud para pensionados. Paros y protestas.

7) Germán Vargas y Humberto De La Calle encabezan encuestas presidenciales.

8) Se agrietan relaciones Vargas-Santos. Se acercan las de Vargas-Uribe.

9) Muy traumáticas las negociaciones de paz Gobierno-ELN.

10) Sube precio de acción de Ecopetrol, pasando los 2.000 pesos.

11) Colombia tendrá otro Cardenal.

12) Más revelaciones de infiltración de Santos a la campaña presidencial de Zuluaga.

13) Sequía por verano afecta buena parte del país.

14) Caos en el transporte de Bogotá impulsa revocatoria de Peñalosa.

15) Relevos en dirección de varios medios de comunicación.

16) Notorios triunfos internacionales de colombianos intérpretes de música popular.

17) El Papa aplaza visita a Colombia.

Venturoso y próspero 2017.

AMÍLKAR HERNÁNDEZ
Periodista
Calle 126 número 49-41
Celular 3102664797
[email protected]

A ROBAR POQUITO

Blanco y Negro.

Columna de Gabriel Ortiz

La Reforma in-estructural que aprobó a marchas forzadas el Congreso, ordenó a todos los colombianos ¨robar poquito¨ al Estado, porque si exageran, pueden ir a la cárcel.

Es ¨lícito saquear¨ las arcas -desde un peso hasta 4.999.999.999.99- y salir tranquilo, es decir: sin tener que acudir a un juzgado, sin necesidad de visitar la ¨Modelo¨ o ¨La Picota¨. Se legalizaron las maromas y las trampas. Se permite usufructuar esas jugosas sumas para visitar los ¨paraísos fiscales¨, o pasearse por el mundo comprando y disfrutando del dinero que los honrados entregan a la Dian. Se ha dado patente de corso a la corrupción por esta vena rota. La otra corrupción -Reficar y etc.- continuara a través de los contratos y demás entregas que, tradicionalmente se hace a los políticos deshonestos.

Así quedó plasmado en la reforma que durante unas pocas horas pasó a marchas forzadas por el Congreso.

La reforma seguirá siendo un castigo para los colombianos, por su incoherencia, por castigar tan duramente a todos los consumidores, por disminuir la tradicional higiene y el aseo, por bajarnos la cantidad de nutrientes que necesitamos, pero dejándonos las ¨engordantes¨ gaseosas. En este último caso ganó el ¨loby¨. ¨El que tiene plata marranea¨, dice el refrán.

Las ventas también tienen su castigo, porque habrá necesidad de cambiar los códigos de todos los artículos que se expenden y eso no se hace de la noche a la mañana.

Es decir que esta colcha de retazos impositivos, tiene toda suerte de fallas, porque ni los ¨sabios¨ que se consiguió el gobierno, ni la gente de la cartera de Hacienda, tuvieron en cuenta a la gente de este país, ni su capacidad económica. Se fueron a los libros que MIT y Harvard publican como normas para países ricos y nos las aplicaron. Muchos esperaban que el tal CD actuara, pero todo se le fue en críticas, más no en actuaciones, ni en la vehemencia con la que combatieron el SÍ.

Así las cosas, empezaremos el nuevo año, transitando por los caminos de la escasez, no en los anaqueles, como ocurre en Venezuela, sino en los bolsillos de una población que cada vez gana menos y de unos pensionados a los que año tras año, lanzan a la indigencia. Los onerosos aportes del 12% para salud quedaron en firme. Son otros 3 billones para la corrupción.

Se pensó solamente en sacarnos plata para que se enriquezcan los de siempre y para mantener la voracidad de los políticos corruptos. Eso es todo. ¡FELIZ AÑO!

BLANCO: La calidad y cantidad de los trabajos presentados al Premio Nacional de Periodismo CPB.

NEGRO: Vivanco encarnó en el destituido procurador Ordóñez.

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Vota la noticia del año
Una mujer muestra su sorpresa al ver acercarse a Donald Trump durante un mitin. BRIAN SNYDER REUTERS
Participa y elige cuál crees que ha sido el momento más importante de 2016

El año que ahora termina ha dejado a muchos con la boca abierta. Los sorprendentes resultados electorales a ambos lados del Atlántico: Brexit, Colombia y Trump o el fallecimiento de músicos como Bowie, George Michael o Prince, cuyas melodías estuvieron en la mente de varias generaciones, han sido noticias que han sorprendido a propios y extraños. Desgraciadamente no ha sido así con el terrorismo islamista, que ha golpeado de nuevo, como tampoco el terrible dolor de los refugiados y su trágica huida de sitios en conflicto; la muerte de un líder como Fidel Castro, que no por esperada ha dejado de marcar el fin de una era; o una crisis sin precedentes en Brasil con la destitución de su presidenta incluida, han sido también primera página durante varios días.

En España, 2016 ha traído la etapa más larga sin gobierno de su democracia, una crisis en el PSOE que aun colea o la llegada al banquillo de los acusados de los representantes más conspicuos de la corrupción. Pero probablemente, uno de los problemas que más estuvo en boca de todos este año ha sido el de la conciliación. Un sueño perseguido por muchos que requiere algo más que buenas intenciones y propuestas políticas sin concretar.

Nosotros hemos seleccionado estas historias para resumir el año pero, ¿cuál de estos temas es el más importante para ti?

Elige el acontecimiento que más ha marcado 2016
  • La elección de Donald Trump
    41 %
  • Brexit: Reino Unido sale de la Unión Europea
    17 %
  • Terrorismo yihadista: Bruselas, Orlando, Niza, Berlín…
    8 %
  • El rechazo al acuerdo de paz en Colombia
    2 %
  • Rajoy presidente, 315 días después
    3 %
  • La muerte de Fidel Castro
    6 %
  • El drama de los refugiados
    13 %
  • Michael Phelps y Usain Bolt se retiran
    1 %
  • El año que perdimos a Bowie, Prince, Cohen y George Michael
    2 %
  • Dilma Rousseff depuesta en Brasil
    1 %
  • La catarsis del PSOE
    3 %
  • La corrupción en el banquillo
    2 %
  • Y la conciliación entró en la agenda política
  • Tomado de:El País.com,de España.
The Washington Post: Venezuela se acerca cada vez más al caos

El hecho de que el gobierno de Maduro se tambalee de alguna manera se debe a su negativa a permitir el referéndum revocatorio, la división en la oposición, un ejército profundamente comprometido por la corrupción”, se lee en el portal web

By EL NACIONAL WEB

Venezuela, un país que llegó a ser el más rico de Latinoamérica, se convirtió en un sitio de prueba para determinar cuánto estrés económico y social puede tolerar una sociedad hasta llegar a la anarquía total, así lo reseñó el diario estadounidense The Washington Post en una reciente publicación.

The Washington Post advierte que los venezolanos se acercaron a ese punto de ruptura, tras el decreto del presidente Nicolás Maduro de sacar de circulación los billetes de 100 bolívares en tres días. Calificaron al gobierno actual de autocrático y populista.

Destacan entre los problemas del país la escasez de alimentos, medicinas, entre otros bienes de consumo, así como la inflación: que ha hecho perder el valor adquisitivo del bolívar.

“Para este mes el billete de 100 bolívares, el más importante en circulación, valía sólo 2 centavos, obligando a la gente a llevar montones de ellos para hacer las compras más rudimentarias. Luego vino el golpe: el presidente Nicolás Maduro (…) anunció que los seis billones de billetes de 100 bolívares dejarían de ser moneda de curso legal en sólo 72 horas”, se lee en la publicación.

Como consecuencia de la medida comenzaron protestas y saqueos en diversos estados. En Ciudad Bolívar cientos de comercios fueron asaltados y los disturbios dejaron tres muertos en solo tres días, obligando al Ejecutivo a extender hasta el 2 de enero la validez de los billetes.

“El hecho de que el gobierno de Maduro se tambalee de alguna manera se debe a su negativa a permitir el referéndum revocatorio, la división en la oposición, un ejército profundamente comprometido por la corrupción, incluido el narcotráfico; así como la desviación de la presión internacional (incluida la de los Estados Unidos) en intentos inútiles de promover negociaciones entre el gobierno y la disidencia”.

Por último, The Washington Post reseñó que en vez de una transición política el país sufre una descomposición integral del orden: “Que sus vecinos hemisféricos sean testigos y no ejerzan presión significativa sobre el gobierno, hace que el fracaso sea aún más profundo”.

Tomado de:El Nacional.com

Con información de The Washington Post

La corrupción de Odebrecht
Según la acusación presentada en la Corte del Distrito Este de Nueva York, Odebrecht tenía una división especial, llamada Division of Structured Operations (división de operaciones estructuradas), a través de la cual, dice el documento, “se pagaron millones de dólares en sobornos durante quince años, cometidos por ejecutivos de alto nivel de la compañía”.

/ Foto:EFE

EDITORIAL 26 DIC 2016 – 10:40 PM

Cuando Luiz Antonio Bueno Júnior era presidente de Odebrecht Colombia, en el 2011, dijo que “las reglas del país dan seguridad, tiene marcos jurídicos muy claros. Colombia es muy transparente y legalista y por ello nosotros tenemos confianza y estamos aquí”. Esa declaración, vista en retrospectiva, no deja de producir frustración, particularmente porque es el mensaje que las autoridades han manejado también.

Por: El Espectador

El caso de corrupción en Odebrecht, una constructora reconocida a nivel mundial y con importantes contratos en el país, confirma las sospechas de los colombianos y aquello que los entes de control vienen repitiendo con insistencia: la corrupción es tal vez el principal obstáculo para el desarrollo de Colombia. Esperamos que las investigaciones nacionales puedan rendir cuentas sobre exactamente qué pasó y quiénes fueron los involucrados.

Según la acusación presentada en la Corte del Distrito Este de Nueva York, Odebrecht tenía una división especial, llamada Division of Structured Operations (división de operaciones estructuradas), a través de la cual, dice el documento, “se pagaron millones de dólares en sobornos durante quince años, cometidos por ejecutivos de alto nivel de la compañía”. Era una práctica tan lesiva, que se calcula que “la ganancia pecuniaria que viene del delito es de US$3.336 millones”. Una cifra abrumadora producto de utilizar la misma estrategia en Angola, Argentina, República Dominicana, Ecuador, Guatemala, México, Mozambique, Panamá, Perú, Venezuela y, sí, en Colombia.

Sobre el país, la acusación dice que “entre 2009 y 2011 Odebrecht habría pagado más de US$11 millones en pagos corruptos con el fin de garantizar la obtención de contratos de obras públicas. Odebrecht había recibido beneficios de más de US$50 millones como resultado de esos pagos”, y también afirma que un funcionario público recibió un soborno por US$6,5 millones.

Esa versión fue corroborada por el secretario de Transparencia de la Presidencia, Camilo Enciso, quien aseguró que quien recibió ese monto fue un “alto funcionario de la administración del gobierno Uribe”. El expresidente Álvaro Uribe dijo, por su parte, que “indagaciones preliminares en la justicia me indican que alguien que trabajó en mi gobierno sería uno de los beneficiarios de los sobornos de Odebrecht en Colombia” y también mencionó que tiene sospechas de sobornos durante el gobierno de Juan Manuel Santos, algo que Presidencia niega. En cualquier caso, lo claro es que las autoridades nacionales deben actuar con rapidez para explicarle al país qué fue lo que sucedió.

Especialmente porque este caso no pareciera tratarse de una simple manzana podrida. En Colombia, esa dinámica de corrupción está arraigada y permea muchos espacios locales y nacionales. Si sometemos los contratos públicos a las lógicas de la corrupción, estamos cerrándoles las puertas a las empresas honestas que quieren ayudar al desarrollo sin desperdiciar los recursos. No podemos seguir con la complicidad cínica que justifica los sobornos siempre y cuando lleven a la terminación de obras.

Cuando Luiz Antonio Bueno Júnior era presidente de Odebrecht Colombia, en el 2011, dijo que “las reglas del país dan seguridad, tiene marcos jurídicos muy claros. Colombia es muy transparente y legalista y por ello nosotros tenemos confianza y estamos aquí”. Esa declaración, vista en retrospectiva, no deja de producir frustración, particularmente porque es el mensaje que las autoridades han manejado también.

No estamos diciendo, por supuesto, que todos los negocios del país estén dominados por las lógicas corruptas. Al contrario, precisamente porque conocemos el compromiso que muchos colombianos tienen con la transparencia, la justa competencia y el cuidado de los recursos públicos, es que insistimos en la urgencia de encontrar a los responsables en estos casos y que haya sanciones ejemplarizantes. No podemos permitir que nos sigan robando el país de esta manera.

¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a [email protected].

Tomado de:El Espectador.com

Solidaridad con la familia Samboní
Foto Semana.com
Por Rafael Orduz
No hace un mes que secuestraron, violaron, torturaron y mataron a Yuliana Andrea Samboní
Rafael Orduz

Las muestras de indignación y el clamor de justicia, sin precedentes, parecían apuntar a la solidaridad de la ciudadanía con la familia. Sin embargo, ocurre que la primera, la ira social, primó sobre el interés de apoyar, verdaderamente, a los Samboní. Todo indica que se trató de un estado temporal, de un arranque ya diluido en las fiestas de Navidad y año nuevo.

Como decía una canción de Serrat, aunque en el contexto de un festival que termina: “Y con la resaca a cuestas / vuelve el pobre a su pobreza /vuelve el rico a su riqueza / y el señor cura a sus misas…”.

Así, lo que se sabe es que la familia Samboní, conformada ahora por Nelly, Juvencio y la hermanita de Yuliana, regresó a Bolívar, Cauca. En el mundo de la revolución de las comunicaciones, de internet móvil y las redes sociales, en el que todo se sabe, nadie les ha preguntado qué necesitan, qué apoyo requieren para lidiar con su dolor.

¿Importa?¿O bastó con los trinos de ira que decenas de miles compartieron en las redes?

Hubo, sí, diligencia de la contraparte. El sábado siguiente al feminicidio, la portada y el artículo de fondo de la revista de mayor circulación parecían pieza de una estrategia de mitigación del daño a los intereses de los Uribe Noguera. Incluyendo un atrevimiento sin nombre: equiparar el dolor de la familia Samboní al de la del perpetrador. Ya detenido el asesino, lo que no puede ocurrir, imagino que tramarán, es que los hermanos sean vinculados al postcrimen. Llena de inconsistencias, la entrevista al hermano del asesino parece afirmar la complicidad fraterna.

No cabe duda del dolor de los Uribe Noguera. Del cielo al infierno de un momento a otro, corroborando aquello terrible: que buenos colegios y universidades, holgura y viajes no garantizan buena educación, si por ella se entiende, entre otras cosas, el respeto por la vida de los demás, la capacidad de vivir en comunidad y de aplicar los deberes del ciudadano.

Sin embargo, el dolor de los Samboní es diferente al de los Uribe Noguera. El hueco afectivo que deja una hija de siete años asesinada no tiene fondo.

¿Se va a reparar a la familia Samboní? Y, ojo: no se trata sólo de dinero, sino de atención integral, de apoyo a su sanación, hasta dónde ello sea posible. ¿Es aún tiempo de pasar de la ira profunda a la solidaridad con Juvencio y Nelly y la hermanita de Yuliana?

La sanción social sin solidaridad es letra muerta. Tampoco garantiza la no repetición.

Tomado de:El Espectador.com

Implementar el grueso del acuerdo de paz, la meta del 2017
Foto AFP
COLPRENSA | PUBLICADO HACE 9 HORAS

En el 2016 se presentó un conjunto de hechos históricos en todos los ámbitos, especialmente en el político, con el acuerdo de paz, y aunque el Gobierno Nacional tuvo que sortear varias dificultades, incluida la votación del plebiscito que el presidente Juan Manuel Santos promovió, terminó bien el proceso que se inició con las Farc en La Habana, Cuba.

Terminó, claro, la etapa de negociación y ya se emprendió la implementación, que también tendrá sus momentos complejos, aunque con seguros gracias a la posibilidad que abrió la Corte Constitucional para que se pudiera hacer uso del procedimiento legislativo especial para la paz, conocido como ‘Fast Track’ o ‘Vía Rápida’.

Seguros con miras a la reducción del tiempo necesario para el trámite de todas las normas y reformas que se necesitan para implementar los acuerdos, y sobre la condición de que cualquier modificación que se haga sobre las normativas deberá tener la aprobación del Ejecutivo.

Así pues, el 2017 parece que será un año sin mayores complicaciones, y en el que según el analista político John Mario González, “el Gobierno logre sacar lo grueso del acuerdo de paz. Probablemente haya alguna dificultad para sacar normas, sobretodo relacionadas con gasto público, que implica por ejemplo el punto uno del acuerdo, pero las reformas constitucionales y todo lo de carácter penal, parece que lo va a lograr”.

El próximo año, agrega González, también será un pulso entorno a quién llega a la Casa de Nariño por medio de las elecciones de 2018, y esto considerando principalmente que el gobierno del presidente Santos terminará sin ver la implementación total de todo lo acordado.

“Hay normas que el Gobierno no va a alcanzar a implementarlas de manera plena, me refiero a todo el punto uno o a todo el tema de sustitución de cultivos ilícitos, incluso todo el tema de participación política apenas lo vamos a comenzar a ver en las elecciones legislativas de marzo de 2018 y presidenciales. Pero lo grueso en el tema agrario, ese le va a tocar al próximo gobierno y ahí es posible que si llega alguien que haya sostenido una tesis contraria al presidente Santos, se reversen parte de los acuerdos de La Habana”, dice.

Los proyectos y actos legislativos que siguen

Gracias al procedimiento legislativo especial, el 2016 terminará con la aprobación de la Ley de Amnistía e Indulto, que será fundamental para el ingreso de los miembros de las Farc a las zonas veredales y el inicio del trámite de los actos legislativos de la Jurisdicción Especial para la Paz: uno, el que la crea como tal, y otro, el tratamiento que se le dará a los agentes del Estado, que es una iniciativa que se presentó aparte.

De ahí seguirán el acto legislativo que permitirá modificar la Ley Quinta, que es la que plantea todo el reglamente del Congreso, para que en condición de congresistas, con voz pero sin derecho a votar, los representantes de la agrupación política ‘Voces de Paz y Reconciliación’ puedan participar en los debates, ya que por el momento lo han hecho como personas naturales y mediante la declaración de sesión informal en los debates.

Y por supuesto, será radicada la reforma que permitirá la participación política de los miembros de las Farc, una vez hayan entregado las armas.

El 2017 iniciaría con el trámite del proyecto que permitirá la creación de la Unidad para la Investigación y Desmantelamiento de las Organizaciones Criminales, o de las organizaciones sucesoras del paramilitarismo, como lo han dicho las Farc, que ayudaría a dar respuesta sobre los asesinatos que se han producido en los últimos meses y que se presumen se han hecho por el proceso de paz.

En el acuerdo también se habla de la priorización de las leyes que se necesiten para establecer las normas de procedimiento de la Jurisdicción Especial para la paz, que deberán tener varios principios.

“El sistema será adversarial y respetará el debido proceso y el principio de imparcialidad, contemplará la debida publicidad y garantizará el principio de contradicción en la valoración de la prueba y la defensa, así como la doble instancia”, dice el acuerdo.

A lo anterior, se suma el proyecto o acto legislativo que le dé paso a la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por desaparecidas en el contexto y en razón del conflicto armado y a la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y no Repetición.

Está también la ley de tratamiento penal diferenciado para los delitos relacionados con los cultivos de uso ilícito, cuando los condenados o procesados sean campesinos que no hacen parte de las organizaciones criminales, y en la que se incluirá un tratamiento penal diferenciado para mujeres en situación de pobreza con cargas familiares que tampoco hagan parte de esos grupos.

Y tendrán que tramitarse también todas las normas que se requieran para la implementación, especialmente lo que tiene que ver con la financiación, incluidas las iniciativas que permitirán hacer el Plan Cuatrienal de Implementación junto al Plan Plurianual de Inversiones, que será incorporado en el Plan Nacional de Desarrollo.

Estas serían las primeras temáticas que sobre versarían las iniciativas que se tramitarán en el próximo año, además de las que vaya priorizando el Gobierno Nacional para que se empiece a cumplir con puntos como la reforma rural integral.

Las facultades especiales del presidente

El Congreso no solo tendrá que estar pendiente del trámite de las reformas y proyectos de ley mencionados. En este nuevo año el presidente Juan Manuel Santos empezaría a hacer uso de las facultades especiales que le permiten expedir decretos con fuerza de ley, los cuales, solo se harán en función de la implementación de lo acordado con las Farc. Esos decretos, dicen congresistas como Carlos Fernando Motoa, el legislativo las podrá revisar.

“El Congreso de la República no pierde la facultad para modificar los decretos de ley que expida el gobierno en estos seis meses de facultad que le entregan el acto legislativo. Si el presidente expide un acto con fuerza de ley para reglamentar alguno de los temas del acuerdo y el Congreso considera que no es lo adecuado incluso puede modificarlo. Esa competencia no se pierde”, dice el senador y presidente de la Comisión Primera del Senado.

Las facultades surgen también del acto legislativo en el que se creó el procedimiento legislativo abreviado y en él se establece que serán por seis meses con las siguientes limitaciones: no podrá expedir reformas constitucionales, leyes estatutarias, orgánicas, códigos, o leyes que necesiten mayorías calificadas o absolutas para su aprobación, ni podrá decretar impuestos.

La dejación de armas

Y finalmente, seguirá el cronograma de la dejación de armas que este año terminaría con el ingreso de las Farc a las zonas de concentración el Día D+30, que se cumple al finalizar diciembre.

En los primeros dos meses de 2017 se cumpliría el D+90, en donde se terminaría con la entrega del 30 % de las armas; 30 días después se habría entregado otro 30 %, y el 40 % restante se entregaría en los siguientes 30 días. Al cumplirse en total 180 días terminarían las zonas veredales transitorias.

Según el cronograma, contando días calendario, y teniendo en cuenta que el Día D se dio el pasado 25 de noviembre, un día después de la firma del proceso de paz en el Teatro Colón, el Día D+30 se cumpliría de hecho este domingo 25 de diciembre y los 180 días se cumplirían aproximadamente en el mes de mayo.

Sin embargo, teniendo en cuenta que solo hasta la próxima semana se terminaría de aprobar la Ley de Amnistía, y que hay retrasos con la adecuación de las zonas, lo más probable es que el Día D+30 se aplace un poco y así todo el cronograma.

La finalización de las zonas veredales se estaría dando entonces a mitad de año, si se logra sortear los inconvenientes que se presenten. Este será, de hecho, uno de los más grandes retos del próximo año.

Tomado de:El Colombiano.com

2016: El año de la rabia
2016: El año de la rabia Foto: A.F.P. / Getty Images

Este año puso a prueba la credibilidad en la democracia en el mundo. Fue el año de los ‘emberracados’ contra el establecimiento tradicional.

| 2016/12/25 01:00

Un fantasma recorrió el mundo en 2016 y amenaza con expandirse en el futuro: el populismo. Los avances de fuerzas contestatarias contra el establecimiento político en Reino Unido, Estados Unidos, Francia, Austria, Alemania significan que algo muy profundo cambió. Los voceros de la rabia ciudadana obtuvieron victorias sonoras con Donald Trump y con el brexit, avances impresionantes con Norbert Hofer en Austria, y desafíos impredecibles para 2017 con el Frente Nacional francés y la Alternativa para Alemania, mientras Podemos en España y Syriza en Grecia ya se ganaron un espacio durable en sus países. El fenómeno se ha sentido en todas partes.

Y en todos los continentes tiene rasgos comunes. La palabra populismo, normalmente asociada con elementos antidemocráticos, se está usando para calificar la nueva corriente. También se habla de nacionalismo, con sus connotaciones de egoísmo y de enfocar las decisiones de gobierno en intereses nacionales. Otro hilo conductor es la rabia: la gente ha salido a la calle –y a las urnas- para tratar de sacar a quienes han estado en el poder en los últimos años. Sienten que el gobierno no funciona porque está desconectado de la gente, y buscan canales directos de expresión, sin tantos intermediarios y representantes, sin normas, ni jefaturas, ni corrección política, para lo cual el avance desbordado de las redes sociales ha sido un instrumento ideal.

Victorias como las de Donald Trump, el brexit e incluso el No en el plebiscito por la paz en Colombia resultaron sorpresivas e inesperadas, porque los factores tradicionales del poder –los partidos, los liderazgos de siempre, los medios de comunicación- defendían las alternativas que resultaron derrotadas, y porque las encuestas –ahora en el grupo de las tradiciones cuestionadas- habían pronosticado resultados distintos. También convergieron en otro punto: sacaron a flote la rabia popular contra las hegemonías tradicionales, la manipulación desde las cúpulas, la falta de espacios para gritar consignas distintas a los de la cultura política predominante. El bisiesto 2016 fue el año de los ‘emberracados’ contra la política tradicional.

Populismo de derecha, nuevo nacionalismo, partidos de la rabia. Las denominaciones varían porque aún falta precisar las características de lo que está ocurriendo y porque la batalla por calificarlo de manera favorable o crítica una vez más se siente en el terreno de las palabras. Para algunos, defensores de la democracia representativa y de las instituciones vigentes, se trata de un peligro que augura tiempos tormentosos para el sistema basado en la elección de gobernantes por voto popular, el ejercicio equilibrado del poder con contrapesos y un Estado garante de los derechos fundamentales. Para otros, en la cresta de la ola de moda, los actuales son tiempos propicios para renovar conceptos y para construir una oportunidad de sincerar las falencias de los sistemas políticos dominantes y para renovar las elites del poder.

No es la economía

Hace más de dos décadas, Bill Clinton llegó a la Presidencia de Estados Unidos tras derrotar al favorito George Bush padre. Su campaña descubrió que al electorado no lo movían los asuntos de defensa nacional –en ese entonces concentrados en la primera guerra del Golfo-, sino los que tenían que ver con su vida cotidiana y con su bolsillo. “Es la economía, estúpido”, escribió Clinton en su despacho para recordar que no debía salirse en sus discursos de la propuesta de invertir menos en seguridad para hacerlo en crear empleo y en planes sociales. Ninguna campaña electoral exitosa en los últimos 20 años no ha seguido esa línea: proponer empleos, controlar inflación y subsidiar la salud y la educación.
Ahora, el triunfo de Trump demuestra que en los tiempos que corren “no es la economía”. La candidata demócrata, Hillary Clinton, tenía todo lo que se necesitaba para ganar en la tradición de la mercadotecnia electoral: un antecesor, Obama, miembro de su partido y con más de 50 por ciento de aprobación, desempleo de menos de 5 por ciento e inflación controlada. Pero en Estados Unidos, como en casi todas las elecciones recientes, los votantes buscaron otras alternativas. Optaron por alguien descontento con las costumbres políticas.

Y si no es la economía, ¿entonces qué es? El populismo no es una ideología. Hubo versiones de izquierda en América Latina en el siglo XX y una nueva versión más reciente que trató de unificarse en torno al Alba, liderada por Hugo Chávez. Pero también hay, y ha habido, populismos de derecha. El populismo es una forma de ejercer el gobierno que normalmente reúne la mayoría de los siguientes elementos: un líder carismático que centraliza el poder, un discurso crítico frente a las elites, maltrato a las formas tradicionales, desprecio por los partidos tradicionales, y un discurso promesero y demagógico.

Es frecuente que el populismo tenga un fuerte componente nacionalista, y en la naciente versión del siglo XXI este se ha fortalecido en relación con el creciente fenómeno de inmigración causado por las oleadas facilitadas por el levantamiento de fronteras que trajo la globalización. Sobre todo en el primer mundo: en Europa y Estados Unidos se ha vuelto muy rentable para la política interna proponer limitaciones al ingreso de extranjeros, imponer más controles –¡hasta un muro!– y expulsar a los ilegales. Trump no ha sido el único beneficiario de esta actitud. El propio Obama ha realizado el mayor número de deportaciones de la historia. Ni qué decir en Alemania, Austria y otros países europeos. Por cuenta de la migración, el populismo dejó de ser un fenómeno exclusivo del tercer mundo, visto con desdén por los países desarrollados, y se convirtió, ahora, en una de las características del mundo más “avanzado”.

Lo cierto es que, al volar la última hoja de 2016, el mundo se preocupa por la interpretación del momento histórico. El futuro próximo aparece como una combinación de incertidumbre y pesimismo. Por una parte, porque la política de los indignados, al propagarse, significa una especie de salto al vacío. Una corriente de emociones que tiene más claro lo que quiere derrumbar que lo que anhela construir en su lugar. La democracia puede salir maltrecha. Y de otra, por las fisuras que se abren en el orden internacional. El nacionalismo, por definición, obstaculiza la cooperación y pone en segundo plano los pactos, para trabajar en forma conjunta en pro de intereses globales. Ante desafíos como los que implican el terrorismo internacional, el cambio climático, los estupefacientes, la carencia de instrumentos de trabajo mancomunado acercaría al mundo a un escenario peligroso en el que tienen mucho más que perder los países débiles.

¿Y Colombia?

Algunos consideran que la campaña y el triunfo del No en el plebiscito sobre la paz son la versión colombiana del fantasma que sacude la política en los cinco continentes: la voz de los ‘emberracados’, el triunfo de la rabia contra las instituciones políticas tradicionales. Igual que otras elecciones de 2016, el No triunfó inesperadamente por múltiples causas, de las cuales fue apenas una la preferencia –a favor y en contra- del acuerdo con las Farc. Los ganadores también votaron contra los derechos de la población LGBTI, contra la reforma tributaria, contra una eventual ‘venezolanización’ de Colombia. Estas rabias inundaron las redes sociales con argumentos más emotivos que racionales y con discursos que en muchos casos cayeron en lo que se ha llamado la política de la posverdad: exageraciones, datos falsos, mentiras abiertas que hoy se pueden difundir de forma masiva y sin responsabilidades transparentes. Tanto en el campo del No, como en la orilla del Sí, se acusa a la contraparte de haber incurrido en estas prácticas.

La campaña del plebiscito, su resultado y sus consecuencias, fue distinta a las que el país conoce. En parte, porque se trataba de una convocatoria a las urnas con muy pocos precedentes –si acaso, el plebiscito de 1958- y diferente a una competencia normal entre candidatos para un cargo. Pero es válido plantear si, como está ocurriendo en el mundo, también aquí hay un cambio en las prácticas políticas: en los discursos y actividades de campaña que son efectivos para alcanzar votos. Y, sobre todo, si esas modificaciones en el comportamiento de los electores son, más que un episodio aislado, una tendencia hacia adelante.

En 2017 se sentirá cada vez más la precampaña electoral para elecciones en las que podrán participar candidatos del partido que surja de la desmovilización de las Farc. Con la creciente polarización entre santismo y uribismo, es probable que el debate vuelva a centrarse el proceso de paz de La Habana. Un campo fértil para candidatos que intenten asumir la vocería de los ‘emberracados’, la expresión que utilizó el gerente de la campaña del No, Juan Carlos Vélez, para subrayar su éxito.

Pero el temor al populismo en Colombia se siente en ambas orillas del espectro político. En la derecha consideran que las Farc, al proponer un gobierno de transición a partir de 2018, pretenden precisamente abrir las puertas a un proyecto castro-chavista, que muchos catalogan de populista. Y en la izquierda, en cambio, consideran que la oposición al ingreso de las Farc al escenario político podría permitir que en la derecha se construya una alternativa anti-Farc –semejante a la que triunfó con el No- de corte también populista, a semejanza del modelo Donald Trump e impulsada por la llegada del magnate a la Casa Blanca.

Lo cierto es que las visiones sobre la paz –la positiva y la crítica- siguen siendo como el agua y el aceite. El plebiscito del 2 de octubre iba a ser la última palabra para cerrar la controversia, y solo profundizó la polarización y llevó el debate hasta 2018. Mientras en la penúltima semana del año The Economist resaltaba a Colombia como el país ejemplo de los últimos 12 meses, en la oposición se agudizaba el discurso para hablar del país como una dictadura equiparable a la de Venezuela. Santos es el presidente que firmó la paz, recibió el Nobel, y es admirado en la comunidad internacional. La oposición, encabezada por Álvaro Uribe, interpreta los sentimientos de los ciudadanos que preferirían un gobierno más eficaz para solucionar sus problemas cotidianos. Cada corriente es muy fuerte en un escenario: Santos, en el internacional, Uribe en el nacional. Con un panorama así, ¿qué tipo de estrategias proselitistas optarán los aspirantes presidenciables? ¿Acudirán al ‘todo vale’ para ganar la credibilidad de los ‘emberracados’? ¿Quién canalizará el descontento, y cómo?

En la campaña para las elecciones de 2018 el discurso de la rabia no se va a limitar al uribismo. Otros candidatos, que incluso hacen parte de la Unidad Nacional, son conscientes de su valor estratégico. El peligro es que una competencia por ganarse la bandera de los indignados termine en un desborde de demagogia y en una batalla campal en la que lo único que queda es una convergencia en el ataque a las instituciones de la democracia liberal.

El panorama que se abre para Colombia en 2017 no es tan distinto al dilema que se aproxima para el mundo. La segunda vuelta presidencial de 2014, disputada entre el uribismo y una alianza de centro e izquierdas, terminó con la reelección de Santos. Sin embargo, con una alineación de fuerzas semejante, el No derrotó al Sí en el plebiscito por la paz. Un pulso así, entre una coalición de liberales e izquierdas, detuvo en Austria a la opción de la derecha nacionalista. Y podría parecerse a lo que ocurrirá en el balotaje de las presidenciales francesas, en las que la centroderecha y el socialismo se podrían unir contra la ultraderechista Jean-Marie Le Pen.

Al final, el desborde de las rabias y la tentación populista solo puede llevar a uno de dos escenarios. El primero, el comienzo de una era de incertidumbre en la que se van derrumbando los cimientos de la democracia representativa. Y el segundo, una reacción contra el embate populista, que termine por fortalecer la credibilidad en las instituciones liberales. Un pronto regreso del péndulo, o la reconstrucción de la idea democrática. Los primeros días de Donald Trump serán un factor clave para entender cuál será el rumbo. Tal vez es muy pronto para predecir catástrofes, pero sin duda son tiempos para estar alerta.

Tomado de: Semana.com

El gran engaño

Gabriel Ortiz.

Columna

Blanco y negro

En buena hora el Consejo de Estado dio un paso que puede convertirse en salvación de la política colombiana, que cada día adquiere mayor desprestigio por los vicios en los que ha caído, buscando burlar las normas y las sanas costumbres que practicaban los dirigentes que legislaron, gobernaron y ejercieron justicia en otras épocas.

El sabor amargo que dejó el apretado triunfo del no, el 2 de octubre, excitó a tal punto la arrogancia de los ganadores, que trataron de imponer su santa voluntad en los acuerdos de La Habana. Creyeron que habían derrotado militarmente a las Farc y que estos debían arrodillarse e irse para la cárcel. Los negociadores del gobierno lograron, que los de la guerrilla, aceptaran introducir la mayoría de las imposiciones de los ¨noistas¨.

Pero el amargo sabor seguía preocupando a la opinión pública, porque cada vez se hacía más evidente que el no había logrado el delgado margen, con prácticas poco elegantes y ortodoxas en la política transparente.

El gerente de la campaña del no, Vélez Uribe se enorgulleció de haber mentido en la propaganda, para hacer que la gente fuera ¨verraca¨ a las urnas y votara en contra de los acuerdos. ¨La información que se suministró al electorado en la fase definitiva de campaña reflejó una total tergiversación en muchos de sus aspectos neurálgicos del Acuerdo… y fue determinante para la obtención del resultado de dicha contienda electoral¨, dijo categóricamente la magistrada Lucy Jeannette Bermúdez. Esas falsedades constituyeron un engaño generalizado.

Los que se adueñaron del no, la han emprendido contra la Magistrada, la amenazan con demandas y, es tal su desespero, que ahora tildan a Vélez Uribe de mitómano y de haber estado borracho cuando dio las declaraciones que dejaron al descubierto el delito. Quienes bien lo conocen, no lo consideran ¨borracho mitómano¨.

El plebiscito podría quedar invalidado, dadas las maromas y engaños en los que escudaron los promotores del no.

Pero vale la pena estudiar esta garrafal falla y la propaganda engañosa, para erradicar de una vez por todas estos vicios, que se han convertido en costumbre, para expedir normas que destierren de Colombia prácticas que amenazan la democracia. Los partidos y movimientos que incurran en estos delitos, deberían perder la personería y sus dirigentes los derechos políticos de por vida.

Feliz Navidad y mucha paz para todos.

BLANCO: La defensa que Iván Mejía hizo de James, con el que quiere trapear Zidane. Si el Madrid no lo quiere, que lo deje ir, porque otros clubes si lo dejarán jugar.

NEGRO: La inestructurada Reforma Tributaria, manejada por los grandes capitales a través de ¨lobistas¨.

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No son las redes, es el periodismo / El otro lado
Foto: Archivo / EL TIEMPO
Ómar Rincón, crítico de televisión.

El oficio se debe reinventar para ir más allá de la indignación, la solidaridad y el cinismo.

Por:  ÓMAR RINCÓN |

Las redes digitales nos están graduando en cuatro sentimientos: la indignación, el matoneo, el cinismo y, de vez en cuando, la solidaridad. Y los medios entramos a jugar el partido en la misma onda: indignar, matonear, ‘ciniquiar’ y, de vez en cuando, solidarizar.

La tragedia del Chapecoense nos graduó en solidaridad. Ahí las redes sacaron el lado bueno de nuestra alma y nos permitió hacer un ejercicio público de ciudadanía solidaria.

Los periodistas y medios hicieron lo mismo: todos solidarios, depusieron sus fanatismos de camiseta o arrogancias de sabios del fútbol. La noticia fue una sociedad muy humana, cercana, hermana y amorosa. (Lea: El periodismo guau)

La indignación nació ante la cruel realidad que nos habita: la barbarie producida en Yuliana Samboní y protagonizada por Uribe Noguera.

Aberrante desde donde se le mire. Y el periodismo hizo lo que pudo: hacer oda a la indignación. Y el estar indignado es pura emoción, poca pausa, nada de explicación. La indignación fue la noticia.

El matoneo es la noticia política. Por ejemplo, el Nobel de Paz a Santos se convirtió en campo de acusaciones falsas y terroristas por los que lo odian. Un hecho que debería juntarnos nos lleva a combatir con las balas de la mentira y el trino. (Lea también: La paz en el periodismo)

Los políticos han convertido al matoneo en su forma de hacer política. Y los medios han caído en la trampa de hacer del matoneo la noticia.

El cinismo es el otro escándalo. En España invitan a vivir “una Navidad blanca” con la serie ‘Narcos’. Y salen las redes y el Gobierno a decir que eso es sensacionalista, que los colombianos somos más y mejores que eso, que no hay derecho.

Pero si a la gente de cine, al Estado y el Presidente les mata de emoción que Netflix nos haya descubierto y le hicieron hasta ‘premier’ en la Casa de Nariño, ¿por qué el enojo? ¡Cínico!

Solidaridad de redes, indignación de redes, matoneo de redes y cinismo de redes… estas son las noticias de los medios que no investigan, no preguntan, no contextualizan, no hacen periodismo.

Los medios siguiendo a las emociones sensacionalistas de las redes antes que produciendo calidad de agenda que sigan los ciudadanos.

La indignación solo dura unos días, los problemas continúan; la solidaridad solo es noticia en las tragedias y debería ser de cultura ciudadana, el matoneo en las redes poco ayuda a convivir, el cinismo es de los mercaderes. Las redes no pueden ser la noticia. No basta con indignarse, eso solo sirve para graduarnos de tontos buenos y no nos lleva a ninguna parte. ¿Qué hacemos para desindignarnos? Más allá de la indignación, el periodismo debería pausar y ayudarnos a comprender.

El periodismo se debe reinventar para ir más allá de la indignación, la solidaridad, el cinismo y el matoneo de la semana.

El periodismo debe recuperar el contexto, volver a los datos, analizar qué nos está pasando como país, pausar las redes. El periodismo debería ser la noticia.

ÓMAR RINCÓN
Crítico de televisión

Tomado de:El Tiempo.com

Uribe y Santos: Ni el papa hizo el milagro
Uribe y Santos: Ni el papa hizo el milagro Foto: AFP

Francisco logró un encuentro entre el presidente y su antecesor que será recordado para siempre por insólito y por simbólico, pero no por sus resultados políticos.

La foto del presidente Juan Manuel Santos y su antecesor, Álvaro Uribe, en presencia del papa Francisco, es histórica, simbólica y audaz. El pontífice es una instancia superior, no solamente por ser el jefe de la poderosa Iglesia católica, sino por sus características personales: carismático, bondadoso, y más político que sus antecesores. Argentino cercano al peronismo y el único latinoamericano en todos los siglos, que en su papado de casi cuatro años ha intervenido en forma activa en los asuntos de la región.

La noticia tuvo elementos casi surrealistas. Se sabía que la extensa agenda de Santos en Europa empezaba con la recepción del Nobel y finalizaba con el encuentro en Roma, del que saldría la fecha de la visita de Francisco a Colombia en 2017. Un cierre de oro para un periplo controvertido –por la abundancia de reconocimientos personales a Santos–, pero exitoso por la gran acogida europea al Nobel de la Paz.

Pero nadie se podía imaginar que la cumbre en la basílica de San Pedro se convertiría en un nuevo escenario para un encuentro entre Santos y Uribe. El expresidente dio la noticia con su conocido estilo, en el propio Senado donde asistía a sesión plenaria. Pidió permiso para ausentarse, con alusiones a que no podía faltar a una convocatoria del papa y a que “trataría de llegar a tiempo” porque apenas alcanzaba a tomar un avión para cumplir la cita. Eso fue posible gracias a que el banquero Luis Carlos Sarmiento le prestó su avión. Durante el vuelo se supo que el futuro procurador general de la Nación, Fernando Carrillo, había hecho las gestiones para que Uribe se sumara a la reunión, prevista de tiempo atrás, entre Francisco y el presidente.

El Vaticano optó por encuentros separados del papa con Santos y con Uribe, que terminaron con una reunión de los tres. Apenas unos minutos después, las primeras declaraciones de Uribe dejaron en claro que el ambiente había sido cordial, pero que no se había modificado el desacuerdo profundo frente al proceso de paz.

No se podía esperar mucho en materia de resultados concretos. La sola presencia de Francisco no podía garantizar que desaparecieran la desconfianza mutua entre Santos y Uribe, ni mucho menos sus profundas diferencias sobre el proceso de paz con las Farc. El expresidente, con el show de su salida del Senado “a ver si alcanzaba a llegar a la cita”, dejó en claro que no hubo trabajo previo, ni negociaciones de las que suelen hacerse antes de una cumbre. Pretender que en reuniones de media hora se saldaran discrepancias tan difíciles de reconciliar era casi una ingenuidad.

El proceso con las Farc entró en modo fast track desde la semana pasada. La pretensión de Uribe –según sus declaraciones antes de partir–, en el sentido de buscar cambios en los acuerdos o hacer consultas populares sobre puntos claves, tropieza con que ya hay hechos cumplidos: la segunda firma en el Teatro Colón, la ratificación en el Congreso y el fallo de la Corte Constitucional. Echar para atrás, en estos momentos, es casi imposible.

Según el presidente Santos, cabría un acercamiento entre su gobierno y la oposición sobre la implementación de los acuerdos. El Centro Democrático tiene una bancada en el Congreso, minoritaria pero significativa, y en todo caso participará en los debates sobre los proyectos de ley y de reforma constitucional que convertirán en normas los acuerdos alcanzados en La Habana. En estas discusiones se podrían incorporar opiniones del Centro Democrático. Sin embargo, para el uribismo esta opción es insuficiente, porque se basa en aceptar el acuerdo del Teatro Colón –sobre el cual tiene reparos de fondo en puntos como la elegibilidad política y el castigo con cárcel por delitos graves– y porque el gobierno tiene todas las de ganar con sus mayorías parlamentarias, con los mecanismos de fast track y con las facultades especiales del presidente.

 

Santos o Uribe podían haber utilizado el encuentro papal para justificar un cambio de posición ante la opinión pública, pero todo indica que no tenían intenciones. Ante la evidencia de que los encuentros vaticanos poco podían hacer para acabar o aliviar la polarización, la pregunta es por qué el papa Francisco se embarcó en la causa. Al fin y al cabo, la diplomacia vaticana es una de las más sofisticadas y experimentadas del mundo. La respuesta tiene que ver con la posición de la Iglesia frente al proceso de paz, que ha pasado por tres etapas diferentes. En la primera hubo un apoyo entusiasta a los diálogos de La Habana, que recogió una tradición de compromiso de la jerarquía católica con anteriores esfuerzos de paz. La presencia del papa Francisco en la firma del acuerdo final, en Cartagena, entre el presidente Santos y Timoleón Jiménez, estuvo a punto de concretarse.

Sin embargo, en la campaña para el plebiscito el entusiasmo de la Iglesia se debilitó, para darle paso a una etapa de decepción. La causa tuvo que ver con el debate que promovieron las congregaciones evangélicas sobre identidad de género, que encontró convergencias con el exprocurador Alejandro Ordóñez y con la jerarquía eclesiástica nacional, en torno a la defensa del concepto tradicional de matrimonio. La comunidad católica se dividió y hubo voces en favor del Sí y del No entre los obispos, pero el resultado fue que pasaron de agache en la campaña.

Y finalmente, luego de la victoria del No y el diálogo nacional impulsado por el gobierno, incluso con la Iglesia, este diferenció entre la ideología versus el enfoque de género, lo que volvió a facilitar la comunicación entre las dos partes. Gobierno e Iglesia llegaron a una etapa de recomposición del diálogo sobre el proceso de paz, que culminó en el intento de mediación del papa entre Santos y Uribe.

Francisco ha ejercido un papado que ha roto moldes tradicionales. Entre ellos, se ha jugado abiertamente por causas políticas. Hay una diferencia enorme entre la forma casi secreta como Juan Pablo II se alió con Ronald Reagan para impulsar el fin del comunismo en los años ochenta, y el protagonismo sin disfraces de Francisco. Cuando Barack Obama y Raúl Castro anunciaron la normalización de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, ambos agradecieron los buenos oficios del papa. Y más recientemente, en Venezuela, el pontífice hizo posible un diálogo entre el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición, que nadie más había logrado. Más allá de los precarios resultados, la gestión papal condujo a que se sentaran a una mesa.

Entre Santos y Uribe ya se habían intentado otras mediaciones. En un principio, recién comenzaba el primer cuatrienio del actual mandatario, entre amigos comunes del campo político y empresarial. En la medida en que la distancia se fue ampliando, intervinieron actores internacionales como el ex secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan, y el gobierno de Estados Unidos. El embajador en Colombia, Kevin Whitaker, y el enviado especial de Obama a los diálogos de Cuba, Bernard Aronson, llegaron a juntar al equipo negociador que encabezaba Humberto de la Calle con el expresidente Uribe y sus principales colaboradores en el tema.

Casi todos estos encuentros tuvieron características semejantes a las del viernes pasado en el Vaticano. Formas cordiales, gestos amables, y pocos resultados. El futuro procurador Fernando Carrillo –uno de los facilitadores de la reunión en Roma– considera, sin embargo, que el viernes pasado se dio un primer paso que puede tener próximos desarrollos.

Al final, tanto Santos como Uribe sacaron provecho del encuentro para decir que hicieron hasta el último esfuerzo para llegar a un consenso. Uribe se pudo dar un pantallazo que le quitó algo de protagonismo a la reunión del presidente con su santidad y a la entrega de la Lámpara de la Paz, considerada el Nobel católico. Uribe, además, logró entrar en el escenario de Santos en su mejor momento.

De todas maneras, como suele decirse, por encima del papa solo está Dios. Y es muy probable que, en vísperas del arranque de un año de precampaña electoral, ya no queden más instancias, ni tiempo, para buscar la paz entre Santos y Uribe. Si Francisco no hizo el milagro, lo más probable es que haya que esperar a lo que digan los electores en 2018.

Tomado de:Semana.com