Crculo de Periodistas de Bogot
Las lecciones que deja Trump

No puede ser que el rechazo a las élites en EE. UU. llevara a elegir a un magnate cuyo retrete es de oro; que el nuevo líder del obrero gringo sea un dueño de rascacielos que no paga impuestos; que el héroe del hombre común piensa recortar los programas de asistencia social y reducir los impuestos de los ricos; y que el presidente de la superpotencia mundial, con el mayor arsenal de armas nucleares, tenga la madurez de un mocoso que no tolera que le critiquen su peinado.

Por: Juan Carlos Botero

Por eso no entiendo que luego de ocho años de obstrucción y una conducta temeraria y antipatriótica, motivada por el racismo y el odio a Obama, el Partido Republicano no sólo no fuera castigado sino que fuera premiado en las urnas. Y tampoco entiendo que muchas mujeres y muchos latinos hayan votado por Trump. O sea, ¿qué tenía que hacer, o que más tenía que hacer ese tipo para que no votaran por él? Los insultó, amenazó, redujo a un estereotipo peligroso y vulgar, ¿y lo apoyaron? Como dijo Kundera: parecen aliados de sus propios sepultureros.

Aun así, lo peor es saber que la democracia, que siempre he considerado un valor absoluto, ha sufrido un guantazo de desprestigio, porque en menos de seis meses tres votaciones libres han atentado en contra de la cordura y el bien común, como pasó en Inglaterra con Brexit, en Colombia con el No, y en EE. UU. con Trump.

No obstante, quizás lo único bueno de estas elecciones es que refrescan cosas esenciales, las que no se deben olvidar. Por ejemplo: que jamás debemos aceptar lo inaceptable. Que las mujeres no son objetos y las charlas vulgares de camerinos no son bromas inofensivas, sino que toleran el abuso e incitan el atropello sexual. Que votar importa, y no votar es permitir que otros (con otros valores y principios) decidan tu vida. Que una cosa es tener el poder y otra es tener la razón. Que la verdad es frágil, y que los hechos verificables existen y no se pueden cambiar por opiniones disfrazadas de certezas. Que el racismo exige una lucha sin fin, que a lo mejor nunca se podrá erradicar, pero si no se combate siempre se podrá multiplicar. Que no es lo mismo una mujer culpable de un delito que una a la que le arrojan barro a manotadas para luego decir: Miren cómo es de sucia. Que si la madre de una niña vota por un misógino está validando la conducta en contra de la cual ella ha luchado toda su vida. Que el padre de un gay no puede apoyar a un homofóbico ni a su vicepresidente que desea penalizar el homosexualismo. Que taparse los ojos frente al calentamiento global no constituye una estrategia política. Que la democracia, en este tiempo de redes sociales sin control, es vulnerable a la mentira y a la demagogia más barata. Que una cosa es ganar una contienda electoral, y otra muy distinta es ganar un debate ético. Que defender la justicia enaltece y aplaudir el infundio envilece. Que es mejor demostrar grandeza en la derrota que pequeñez en la victoria. Que el futuro se puede construir con verdades o con engaños, y por eso es tan delicado. Que nada duele tanto como perder teniendo la razón, y nada es menos digno que ganar usando la infamia. Que con la democracia no se juega, porque los efectos pueden ser ruinosos. Que los triunfos, si no son morales no son triunfos. Y que los países, al igual que las personas, también se pueden suicidar.

Tomado de El Espectador.com

La hora de la verdad

Llegó la hora de las definiciones. Ya vamos a saber si es cierto que los líderes del No quieren la paz.

Por: Patricia Lara Salive

Ya el presidente y los negociadores escucharon al país (los voceros del No que se opusieron a algunos puntos del acuerdo pero que insistieron en que sí quieren la paz, los voceros del Sí, los empresarios, las víctimas, los militares, los pastores y hasta el exprocurador Ordóñez, que no se sabe en representación de quién actúa como jefe de fuerza política).

Ya las Farc entendieron que el país quería modificaciones, y mostraron realismo político y deseos de paz al aceptar hacer cambios en 56 de los 57 temas que les llevó el Gobierno.

Ya, en el nuevo acuerdo, se les dio gusto a todos, en casi todo: a las víctimas se les complació en que las Farc entreguen sus bienes para utilizarlos en su reparación; a los militares se les reiteró que si contribuyen con verdad y reparación pueden obtener beneficios incluyendo la excarcelación o la terminación de sus procesos por hechos relacionados con el conflicto; al expresidente Pastrana se le aceptó que los jueces de la justicia transicional sean nacionales, que los responsables de delitos graves sean recluidos en zonas con restricción de la movilidad, que el tiempo de duración de la Jurisdicción Especial para la Paz tenga un límite, que los de las Farc (y los demás) que se presenten ante la Justicia Especial de Paz entreguen toda la información relacionada con el narcotráfico, que en lo pactado haya protección plena de la propiedad privada y que el acuerdo no se incorpore al bloque de constitucionalidad; a la conservadora Martha Lucía Ramírez se le complació en que la financiación del partido que surja de las Farc sea igual a la de los demás partidos y en que la guerrilla no participe en la Comisión Nacional de Garantías de Seguridad; a Ordóñez y a los pastores se les aceptó eliminar cualquier ambigüedad sobre ideología de género; y al senador Uribe se le dio gusto en muchas cosas: en reiterar que el gobierno puede fumigar los cultivos ilícitos, en tranquilizar a los empresarios con que no se va a afectar la agroindustria en el campo, ni se va a expropiar a los latifundistas por la vía del Fondo de Tierras, ni mediante el catastro se les van a aumentar los avalúos y, por consiguiente, los impuestos, ni van a ser víctimas de cacería de brujas por haberles pagado extorsiones a paramilitares o guerrilleros.

¡Si quieren más que les piquen caña!, como dice el dicho.

En lo que sí no se les pudo dar gusto fue en lo obvio, es decir, en lograr lo que ellos no consiguieron en sus 12 años de gobierno (cuatro de Pastrana y ocho de Uribe): que las Farc se rindieran, pagaran la pena tras las rejas y sus jefes desistieran de hacer política e ir al Congreso.

Los expresidentes no pueden poner como requisito que se incluya en el nuevo acuerdo lo que ellos no lograron hacer.

Por fortuna, se sabe que el diálogo de tres horas entre Santos y Uribe fluyó bien y que “fue el de dos hombres de Estado empeñados en buscar el bien del país. Uribe es otro ante la galería”, dijeron las fuentes. De hecho, el senador se comprometió a estudiar el texto y antes de ayer dijo que acepta participar en una sesión especial del Senado para que los miembros del Congreso expongan sus observaciones y se llegue a un consenso nacional sobre el acuerdo.

Es que Uribe sabe que quedar de culpable de que se desbarate la paz es un estigma con el que ningún político sensato quisiera acabar sus días.

www.patricialarasalive.com

@patricialarasa

Tomado de El Espectador.com

¿Después de la paz qué?

Una vez superados los escollos que trajo el proceso de paz, todo aquello que implica un rotundo cambio tendrá más opciones que lo ofrecido por nuestro desvencijado mundo político.

¿Humo blanco? No he tenido el valor de leer las 310 páginas del nuevo acuerdo anunciado por el Gobierno. Creo, sí, que algunos sustanciales ajustes propuestos por los voceros del No, e incluso por representantes de las altas cortes y partidarios del Sí, fueron tomados en cuenta. Con la esperanza de alcanzar un real acuerdo nacional, Uribe espera que sus últimas observaciones sean atendidas. Y tiene razón, pues tras el resultado del plebiscito no bastaba un consenso Gobierno-Farc, anunciado con bombos y platillos en busca de un engañoso efecto internacional, sino un nuevo acuerdo aceptado por los vencedores del No. Desde luego, como bien lo ha dicho Jaime Castro, este no es un nuevo acuerdo, sino un nuevo texto del viejo acuerdo al que se le hicieron ajustes y precisiones sin cambios de fondo. Pero lo cierto es que no hay espacio político ni temporal para una nueva y larga negociación. Queda, además, por resolver cómo se va a refrendar y a implementar el nuevo acuerdo.

Doblada esta página, creo que lo que corresponde es mirar hacia adelante, hacia el incierto futuro que nos depara el 2017. Si tomáramos en cuenta los alentadores anuncios de Santos que día tras día recoge la prensa y la abrumadora propaganda oficial, estaríamos pisando el umbral de un nuevo país, el país de las maravillas. Todo es positivo. Baja el desempleo; la educación avanza al ritmo de Ser Pilo Paga; la salud supera, al fin, los tropiezos de siempre; miles de viviendas se construyen para los más pobres; la infraestructura en marcha está cambiando la fisonomía del país y la economía se repone de los bajones que ha sufrido. ¿Qué más se podría pedir?

Sin embargo, la mayoría de los colombianos no piensa lo mismo. La inseguridad hace cotidiana presencia en campos y ciudades. Pobreza y desempleo saltan a la luz en cada esquina. La temida reforma tributaria ensombrece aún más el panorama; el probable aumento del IVA al 19 % afectará, dígase lo que se diga, la canasta familiar. Y si a lo anterior le sumamos el desprestigio de la clase política y los escándalos de corrupción que se asocian a ella, es muy probable que en las elecciones del 2018 se produzca en los electores rasos un fenómeno similar al sucedido con el brexit en el Reino Unido, el plebiscito en Colombia y las elecciones presidenciales en los Estados Unidos.

Vamos a asistir a un carnaval de candidatos donde los nombres van a tener más protagonismo que los partidos. Los conservadores quizá serán llamados por sus directivas a votar por el candidato de la Unidad Nacional, que seguramente será Humberto de la Calle. Pero el conservador del común podrá sentirse más atraído por Marta Lucía Ramírez o por el exprocurador Alejandro Ordóñez. Mientras tanto, el Partido Liberal, bajo la influencia de Serpa y Samper, bien puede inclinarse por un candidato propio. Por supuesto, Germán Vargas Lleras será el rival con más opciones para llegar a la segunda vuelta. La izquierda, de su lado, se verá abocada a mover sus militantes a favor de Jorge Robledo o de Gustavo Petro. Es decir, entre un ideólogo ortodoxo y un populista fiel seguidor del chavismo.

Entre tanto, no se sabe quién será el aspirante del Centro Democrático ni cuál será la fórmula para elegirlo. Óscar Iván Zuluaga, Carlos Holmes Trujillo e Iván Duque Márquez se disputan el beneplácito de su partido. Finalmente, Sergio Fajardo aparece en este abanico electoral como el perfecto candidato independiente.

Por el momento, hasta las encuestas son inciertas. Una secreta aspiración de cambio, ajena a la clase política tradicional, es el motor que sigilosamente empuja al elector a jugar una inesperada carta.

Por eso, una vez superados los escollos que trajo el proceso de paz, todo aquello que implica un rotundo cambio tendrá finalmente más opciones que lo ofrecido por nuestro desvencijado mundo político.

Plinio Apuleyo Mendoza

Columnista de El tempo. 

TODO ESTÁ CERRADO

Francisco de Paula Santander nos notificó que solo las leyes nos darán la libertad, pero nosotros tomamos esas palabras a nuestra manera, según las conveniencias.

Después de cuatro años de largas, agotadoras y finalmente reconfortantes negociaciones, logramos un acuerdo con las Farc para sellar la paz que venimos persiguiendo desde hace medio siglo. Pero llegaron la politiquería, el populismo y las mentiras a torcer la voluntad popular. Al final, se salvó el proceso, gracias a la generosidad de Presidente Santos, que admitió introducir modificaciones al documento inicial. De las 297 páginas, que muy pocos leyeron, pasamos a 310, que muy pocos leerán.

El uribismo sigue saboteando. Elude la paz, no permite que logremos una reconciliación. Quiere que continuemos en guerra, que nuestro ejército se desgaste en una lucha estéril y que nuestra población se mantenga en vilo.

Ese grupo político se adueñó del ¨no¨, y de las víctimas, sin permiso de nadie. Los mismos ¨noistas¨, lo han desautorizado y han aceptado, por acertadas, las modificaciones introducidas al documento original. Nadie sabe a ciencia cierta qué es lo que quiere el ¨caballista del ubérrimo¨. Lo único que admitiría sería algo parecido a lo que firmó con los paras, solo con su rúbrica, sin plebiscito, sin Congreso, sin Dios y sin ley. A su manera.

Santos, un demócrata a carta cabal, ha admitido todo. Las Farc, a las que detesta Uribe, han cumplido su palabra. Hasta cierto punto, han respetado la tregua. Están ¨acuarteladas¨ a la espera de que se ponga en práctica la paz, para empezar a pagar las penas que se les aplique y para ingresar al campo político, sin armas y sometiéndose a las normas de la democracia.

El Uribismo, entre tanto, sigue al acecho, para torpedear el anhelo de un país y de un mundo que aspiran a la reconciliación. No perdona que, a un presidente que sacrificó su prestigio, para darle paz a Colombia, le hayan otorgado el Nobel de Paz. Además, ha montado la paz sobre las elecciones del 2018. Aspira a volver al poder con un comodín al que manejará Uribe. Poco le importa la paz, busca la guerra.

Esa la razón de sabotear la puesta en marcha de los acuerdos logrados con una guerrilla que ha admitido casi todo lo que el uribismo, apoderado de todo el no, la exigido.

BLANCO: El nuevo impulso a la educación con Yaneth Giha

NEGRO: La mala hora que vive la Selección.

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PALABRA DE ENCUESTADOR

Por Rodrigo Pareja

La devota expresión “palabra de Dios”, tan utilizada por la iglesia católica y sus fieles para concluir alguna de las lecturas de la biblia y ratificar así su respeto y acatamiento, se ha vuelto en los últimos tiempos una voz coloquial empleada para aseverar que algo es cierto o inmodificable.

Desde hoy en adelante sería bueno considerar que esas tres palabras puedan también aplicarse, con una leve modificación, a algunas empresas que se dedican con muy buenos réditos económicos, dizque a escudriñar la opinión pública en cuanto tema humano o divino se les ocurre. Eso sí, a tono de sorna, podría decirse  en el futuro “palabra de encuestador”.

Obvio que se hace mención a esas firmas cada día más desacertadas y carentes de credibilidad, aunque sus responsables apelen a  toda clase de argumentos para justificar las garrafales equivocaciones en que incurren.

No debe extrañar  lo que han venido perdiendo las casas dedicadas a adivinar,  o mejor, a desorientar la opinión pública, si se tiene en cuenta que uno de los principales insumos que las alimentan y mantienen es la política, y por ende, quienes integran esa también desprestigiada fauna en la que mentir e incumplir es “palabra de Dios”.

En la incesante tarea de manipular “la opinión pública”, cualquier cosa que esto sea, además de aquellas entidades que se dedican a  indagarla mediante sondeos – muchos de ellos espureos porque toca hacer coincidir el resultado con el interés del contratante – contribuyen también, y de que  manera, los dos canales más vistos de  la televisión.

Con un facilismo que asombra pero que le basta a sus orientadores en la creencia que tienen de estar informando debidamente, entrevistan al primer desocupado que encuentran en la calle y de una le preguntan su opinión sobre, por ejemplo, el efecto que el Brexit tendrá  sobre la economía colombiana. Y los de  la tv felices porque acaban de llenar el espacio requerido para completar la escasa “torta” noticiosa, pues  la otra, la publicitaria que es insufrible, ya la tienen hace rato repleta.

Lo del Reino Unido en junio demostró que la opacidad que ya se cernía sobre el trabajo de esas fábricas de ilusiones al gusto que son las encuestadoras, no era algo excepcional o pasajero, sino que el  error y el desacierto eran la constante de su actividad, sobre todo en casos de notable envergadura  como ese.

Y ni qué decir del caso colombiano con el sonado plebiscito del pasado 2 de octubre, rajada plena en un escenario dónde sólo había que acertar entre dos opciones.  En esa fecha que recordarán por mucho tiempo, todos los augures jugaron cara y cayó sello, y no hay poder humano que valga para aceptar las farragosas explicaciones sobre su fracaso.

De ahora en adelante, al menos en el caso colombiano que ya tiene tantos nombres para ingresar al puzle presidencial del 2018, la táctica frente a las encuestadoras será no creerles ni lo contrario de lo que digan, al estilo de lo que se hace con ciertos pronosticadores del tiempo.

Para completar el ennegrecido nubarrón que las arropó en los últimos días  queda el notable caso de la elección presidencial en los Estados Unidos el pasado martes, escenario que confirmó el estruendoso fracaso de los encuestadores.

Según despachos de  la prensa internacional, solo uno de ochenta  sondeos realizados acertó que Donald Trump ganaría en el vital estado de La Florida, triunfo al final determinante en su temido ascenso a la Casa Blanca.

Nadie cree entonces que los encuestadores hayan ido a consultar la preferencia de quienes extraen el carbón en Wyoming, o de los cultivadores de papa de Oregón, Idaho y las Dakotas, por ejemplo, campesinos quizá menos letrados que aquellos electores de  las grandes ciudades, pero que al fin y al cabo también votan, como lo acaban de demostrar.

Jugar a las adivinanzas desde  confortables oficinas de  las grandes ciudades se ha convertido en deporte inédito, en el cual para alcanzar justificar el fracaso no bastan luego las ininteligibles  explicaciones de sus protagonistas. Palabra de encuestador.

TWITERCITO: Según Mahatma Gandhi, “si hay un idiota en el poder es porque quienes lo eligieron están bien representados”.

La esperanza de la paz vuelve a Colombia

Christopher DeLorenzo

Por

The New York Times

Seis semanas después de que los colombianos rechazaron por un estrecho margen un acuerdo de paz entre el gobierno y el grupo guerrillero más grande del país en un plebiscito, el fin de semana el presidente Juan Manuel Santos dio a conocer un pacto revisado, una prueba de lo que puede lograrse a través del diálogo y el compromiso, incluso en una sociedad muy polarizada.

Si el acuerdo se sostiene, sentará una hoja de ruta sólida para que los colombianos empiecen a sanar las heridas de un conflicto cruel que ha durado más de cinco décadas y a construir una sociedad más igualitaria y tolerante.

El pacto, que incorpora varias sugerencias hechas por los críticos de Santos, se logró tras una sesión maratónica de negociaciones en La Habana. Aún no queda claro si el gobierno llevará a cabo un nuevo plebiscito o buscará implementar el acuerdo a través del congreso.

En una concesión clave, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) acordaron explícitamente declarar y entregar todos sus bienes, que será usados para reparar a las víctimas del conflicto. Este nuevo borrador también esclarece que las iniciativas de reforma agraria en el texto original protegerán los derechos de los terratenientes, a quienes no se les expropiarán sus propiedades de manera arbitraria.

Un cambio estructural es que ahora solo las partes del nuevo acuerdo que involucran a la ley internacional serán incorporadas en la Constitución de Colombia. Antes, el gobierno había considerado integrar todo el acuerdo en la constitución, una decisión que algunos críticos veían como un atajo para lograr enmiendas significativas.

Dos principios del pacto original —un sistema de justicia transicional y un mecanismo que permite la participación de los líderes de las Farc en la política— fueron modificados levemente en respuesta a las preocupaciones de algunas facciones políticas que hicieron campaña en contra del acuerdo.

El gobierno accedió a renunciar a la participación de juristas internacionales en un tribunal especial, que sería el corazón del sistema de justicia transicional, y a incluir solo a jueces colombianos en las audiencias. También se establece que el tribunal considerará nuevos casos en sus primeros dos años y que intentará concluir su trabajo en diez años. El nuevo acuerdo le da autoridad a la Corte Constitucional de Colombia para revisar las decisiones del tribunal.

A pesar de que algunos de los críticos del pacto inicial sostenían que no se debía permitir a los líderes de las Farc que habían cometido crímenes graves ser candidatos, ni el gobierno ni las Farc estaban dispuestos a ceder mucho en este punto. (Una concesión menor es que el nuevo partido político de las Farc obtendrá menos presupuesto que lo que se previó originalmente).

Los partidos están en lo correcto al defender esta parte del acuerdo. Mientras que muchos colombianos no pueden soportar la idea de ver a criminales de guerra en el congreso, deberían de darse cuenta de que es mejor permitirles que luchen en la arena política en lugar de hacerlo en el campo de batalla.

A principios de octubre, Santos, quien unos días antes del plebiscito mostraba tal confianza —tanta que casi rayaba en la vanidad— respondió con humildad al golpe político.

“Mirando para atrás, el resultado del plebiscito nos abrió la oportunidad de unirnos y quiero agradecer nuevamente la buena disposición y la buena voluntad con la que participaron todos los voceros, en particular los del No”, dijo el presidente el sábado por la noche.

El mayor crítico del acuerdo, el expresidente Álvaro Uribe, no opinó de inmediato sobre la nueva versión del acuerdo. El nuevo pacto le permite a Uribe, un escéptico del proceso de paz con las Farc desde hace tiempo, adjudicarse el crédito de haber logrado un acuerdo más sólido. Que sea implementado de manera exitosa dependerá de la voluntad de todos los líderes colombianos de trabajar por un bien común.

Tomado de The New York Times

Blanco y negro la careta de Trump

 

Tras unas elecciones muy traumáticas, Estados Unidos escogió a Donald Trump, como nuevo presidente por cuatro años, durante los cuales deberá gobernar una sociedad polarizada, dividida y desesperada. 

Igual que lo ocurrido con el Brexit en Inglaterra y con el no en Colombia, en las elecciones de los del norte, predominó la mentira y la propaganda negra. Nadie sabía por quién votar y muchos despabilados dijeron que entre dos males, escogieron el menor.

Hubo muchos confundidos, ante la sarta de embustes que Trump lanzaba a lo largo y ancho de los Estados Unidos. Fue un racista consumado que atemorizó en todo momento a los negros, árabes, musulmanes e inmigrantes en general. A los hispanos los graduó de antisociales, y a pesar de ello, fueron muchos los que votaron por Trump. Como decía el Ex presidente Guillermo León Valencia, “hay esclavos que aun siendo libres, añoran las cadenas”.

Al igual de lo ocurrido en Colombia con el plebiscito, Trump dividió las familias, los círculos sociales y las amistades. Este hombre al parecer no será el más aconsejado para dirigir los destinos del país más importante del mundo, si pretende aplicar todas las locuras que pregonó durante la campaña, como ese disparate de construir un muro que separe a su país de México, o la frenética idea de expulsar a todos los inmigrantes, siendo un país que llegó a ser grande, gracias al trabajo de quienes llegaron de las más diferentes latitudes a crear riqueza.

Nadie se explica la manera de actuar de Trump. Horas después de haber sido elegido nuevo presidente, morigeró su lenguaje y cambió de libreto. Apareció diciendo que ama su país y pareció olvidar las amenazas y los improperios que lanzó durante más de un año contra Raimundo y todo el mundo. Parece haberse quitado la careta que exhibió por todas las latitudes de su patria y muchos creen que cerró los insultos a su opositora, Hillary quién sin reserva alguna, lo felicitó y pidió a todos respaldarlo para que pueda hacer un buen gobierno.

Las protestas no paran en las diferentes ciudades, en las cuales sus contradictores lanzan arengas contra el constructor, a quien le dicen: “este no es nuestro presidente”. La suerte está echada y Trump sale para su primer mandato de cuatro años. Quién sabe si lo reelegirán, porque para ello deberá hacer un excelente gobierno y como lo prometió, hacer de nuevo grande a los Estados Unidos. Como si no lo fuera…

BLANCO: Por fin se recibieron los pliegos para licitar el tercer canal de TV. Buena suerte.

NEGRO: Los fleteros matan, hieren y no tienen castigo.

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Las mejores caricaturas de la victoria de Trump

 

El resultado de las elecciones de ayer, con la sorpresiva victoria de Donald Trump, dejó a muchos sin palabras.

Pero cuando no hay palabras, tal vez un dibujo lo pueda expresar mejor.


Decenas de caricaturistas en todo el mundo expresaron, lapiz en la mano, su mirada sobre el gran acontecimiento del año.

Eso es lo que probablemente pensaron decenas de caricaturistas en todo el mundo, que a través de las redes sociales expresaron, lapiz en la mano, su mirada sobre el gran acontecimiento del año.

Las que siguen son algunos de los mejores dibujos.

(The New Yorker)
(The New Yorker)

Este dibujo del New Yorker es de hace unos meses, pero volvió a viralizarse estos días. «Dice las cosas como son». Un rebaño de ovejas mira el cartel electoral de un lobo que dice «Voy a comerlas».

(@greekanalyst)
(@greekanalyst)

Dos botones: uno para tuitear y otro para lanzar un ataque nuclear.

(@remonwngxt)
(@remonwngxt)

No sólo Clinton fue la derrotada ayer. Los medios tampoco salieron bien parados tras el resultado electoral.

(@ygreck)
(@ygreck)
(@ygreck)
(@ygreck)

La Estatua de la Libertad planea mudarse a Canadá.

Tomado de: www.infobae.com

¿Y si gana Hillary?
Hillary Clinton. Foto: Justin Sullivan / Getty Images / AFP

Por Rodrigo Pardo


Hillary es una mezcla de su esposo –Bill- y de su exjefe –Obama-. No tendría una política hacia Colombia tan dura como la que intentaría Trump, pero tampoco sería tan progresista como la que implementó Obama.

El triunfo de Hillary Clinton, para Colombia, significaría continuidad. No podría haber un cambio de rumbo abrupto, como el que eventualmente sí cabría con el otro candidato. En una reciente encuesta del Centro de Consultoría, los colombianos votarían por Clinton sobre Donald Trump –en la hipótesis de que pudieran hacerlo- en una mayoría superior a la de otros países. La victoria de la candidata demócrata sería bien recibida en este país.

La política de Estados Unidos hacia Colombia, si este martes Hillary Clinton es elegida presidenta, seguiría dos antecedentes: lo que hicieron los presidentes Bill Clinton –esposo de la nueva mandataria- y Barack Obama, en cuyo primer cuatrienio la mujer presidenta –primera en la historia- trabajó como secretaria de Estado. Esas dos experiencias ya marcaron la visión de Hillary. Y aunque Bill y Barack no necesariamente tienen aproximaciones idénticas hacia América Latina y hacia Colombia, hay denominadores comunes.

Bill Clinton es el padre, junto con Andrés Pastrana, del Plan Colombia. Un programa de cooperación sin precedentes en cuanto al monto financiero y a su alcance político y militar. Barack Obama mantuvo la cooperación –que fue disminuyendo en cantidad y se reorientó para que el componente militar se redujera como porcentaje del total-. Para Clinton, la ayuda se justificó en salvar a un país en crisis y asegurarlo como aliado de Estados Unidos. Para Obama, la idea fue consolidar la transformación de Colombia y apoyar el esfuerzo de Juan Manuel Santos para superar una de las últimas confrontaciones de la guerra fría.

Hay, entonces, diferencias de matices entre el esposo de Hillary –Bill- y su jefe –Obama-. El primero confió en la fuerza para fortalecer al Ejército. El segundo, que también propició la normalización de las relaciones con Cuba, le apostó al proceso de paz con las Farc.

Pero también hay hilos en común. Desde Washington, los gobiernos de Pastrana, Uribe y Santos, se ven como una continuidad que mezcla el uso de la fuerza y la negociación política para fortalecer la institucionalidad democrática. La famosa polarización política de Colombia no es visible, ni comprensible, ni relevante, en el Congreso ni en el Gobierno. El Plan Colombia es una “historia de éxito” de la diplomacia de Estados Unidos, apoyada en el Congreso por los dos principales partidos: demócrata y republicano. Todo esto conforma el pensamiento de Hillary Clinton sobre Colombia: la nueva mandataria, si es elegida, no tendrá que aprender nada. Ya tiene un concepto formado, y seguramente intentará seguir la “historia de éxito”.

Esa aproximación se reforzará por dos hechos nuevos. El primero, que su probable círculo de asesores y funcionarios –en lo que tiene que ver con Colombia y América Latina- seguramente saldrá de los equipos que trabajaron en los gobiernos de Bill Clinton y Barack Obama. Y la segunda, que en el contexto regional, ante la situación crítica de Venezuela, Colombia luce como un país que avanza porque está superando sus peores problemas y que Washington quiere tener como aliado en los temas complejos de América Latina.

 

La continuidad de la política hacia Colombia en el gobierno de Hillary Clinton, sin embargo, tendría matices. Una Presidenta no solo se forma por su trayectoria sino también por la forma como es elegida. La dura batalla entre Hillary y Donald Trump va a dejar heridas abiertas, y un clima político polarizado y derechizado. No es que la relación entre la Casa Blanca y el Capitolio haya sido fácil en los últimos ocho años. Pero en los próximos cuatro podría ser peor. La campaña de Trump no fue común. No fue simplemente “dura” en términos convencionales, sino buscó patear el tablero de la política. Los platos rotos están ahí. El entendimiento bipartidista va a ser aún más difícil que en la era Obama.

Y eso, para Colombia, implica que el consenso entre republicanos y demócratas que, mal que bien, se ha mantenido en el Congreso desde que se inició el Plan Colombia, no puede darse como seguro. Y en un panorama tormentoso habría, al menos, tres temas que podrían ser difíciles.

El primero es el apoyo de Estados Unidos al proceso de paz. Hillary es más halcón que Obama, para empezar. Pero, además, se va a encontrar con un limbo del acuerdo firmado entre el gobierno y las Farc que le puede resultar incómodo a la Presidente en los inicios –que no van a ser nada fáciles- de su mandato. Seguramente no acabará la cooperación de Paz Colombia (que es la más reciente denominación del Plan Colombia) pero falta ver si la continuará con el mismo entusiasmo y prioridad. Y, sobre todo, si mantendrá el compromiso y audacia con que el gobierno Obama acompañó los diálogos con las Farc. Para Obama, el fin de la guerra en Colombia y el fin del aislamiento de Cuba fueron dos piezas de una misma estrategia para terminar la guerra fría en el continente y marcar su legado para la historia. Con Hillary, al menos, habría que considerar la hipótesis de que un gobierno nuevo no quiere hereedar riesgos.

El segundo es el crecimiento de los cultivos de coca en Colombia. Están desbordados. Y aunque todos los gobiernos de Estados Unidos desde el de Richard Nixon han tenido a la guerra contra las drogas como una prioridad, ha habido diferencias de énfasis. Bill Clinton –el esposo de la nueva presidenta- fue mucho más duro que Barack Obama. ¿Reasumirá Hillary, desde el despacho oval, una actitud de mano dura contra el narcotráfico? La respuesta positiva no es descartable.

Y el tercer tema es Venezuela. El nuevo gobierno, en sus primeros meses, le va a dedicar más tiempo a estructurar la política hacia Venezuela, que a pensar en Colombia. La situación de Maduro es crítica. Es poco probable que una administración con cuatro años por delante –y eventualmente ocho- mantenga una política cauta hacia Caracas. Al menos, si lo hace será después de un debate interno que no podrá estar desligado de lo que demanden los voceros de la línea dura en Washington. Y Colombia podría estar afectada. Si la Presidenta Clinton, eventualmente, optara por endurecerse frente a Maduro, buscaría –o desearía- que Colombia la acompañara.

No sobra recordar que Obama y Santos coinciden en la poco frecuente combinación de presidentes en ejercicio y premios Nóbeles de paz Nobeles de Paz. Controvertidos, ambos, premiados en momentos distintos y por razones diferentes. Pero algo tienen en común y las relaciones entre los dos países bajo sus mandatos se centraron en buscar la paz a diferencia, por ejemplo, de la lucha contra el terrorismo liderada por la llave Uribe-Bush. Hillary Clinton no es Donald Trump -claramente no lo es- pero tampoco es Barack Obama.

*Director editorial de SEMANA

Tomado de: Semana.com 

!LA OTRA CARA¡ Evitar choque económico
Juan A. Castellanos
Juan A. Castellanos

Por: Juan A. Castellanos

Noviembre- 03- 2016

 


 

La Reforma Tributaria Estructural dejó al descubierto que el proyecto ensamblado para buscar más recursos para la nación, puede causar un grave accidente económico con víctimas y daños incalculables.

Atenta contra empresa privada, en industria, comercio, agricultura, transporte, vivienda de todos los niveles, incluida la social, salud, educación, cultura y hasta medios periodísticos, entre otros.

Protagonistas del diario tránsito interno y externo de la economía colombiana, en inversión, producción, negocios y empleo, se mantienen expectantes. Todos rechazan el modelo tributario propuesto.

Después de presentarse la Reforma, a la ciudadanía y en particular al Congreso de la República, está demostrado que se teme su estallido, por causa del incremento en IVA a 19 por ciento, así este excluido en canasta familiar.

Lo cierto es que aparece en otros productos, que son generadores de trabajo como materias primas para industria alimenticia, confecciones y manufacturas.

Quienes declaren ingresos de más de 1 millón 487 mil pesos, recibirían otro golpe, porque tendrían 10 por ciento de retención en la fuente.

El aparato tributario proyectado confirma que la denominación estructural es un término distractor para incrementar el IVA para todo, con el objetivo de captar 4 billones en 2017.

La Comisión de Estudios y Recomendaciones Tributarias está debiendo la explicación sobre la manera como tomaron el modelo ortodoxo de la economía europea, con acento y traje inglés.

No cabe una Reforma Tributaria que olvide el escape de dinero estatal en burocracia y corrupción. En seguridad y protección a personas, supuestamente personajes del país, se paga más del billón de pesos, a 9.700 agentes uniformados y de civil. Muchos protegidos, hace 3 y 5 años, no lo requieren.

En buena hora, el Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB) prendió luces, al advertir que periódicos y revistas pagarán 15 por ciento de IVA, en tanto que Internet, tendrá 4 por ciento y la red utilizada, 19 por ciento de gravamen.

Con acierto, precisa el CPB: “Es limitar el derecho a la información consagrado por el Derecho Constitucional”. Equivale a pagarle al Estado para enterarse qué sucede en el país y el mundo.

“Además, contradictorio con políticas del Ministerio de las Tecnologías y Comunicación, impulsadas para popularizar Internet y Teletrabajo en diversas regiones”, agrega.

Así es todo en el país. Acelerado para proponer proyectos y azorado para rectificarlos. No se está defendiendo interés particular o común, es que todos los ciudadanos, quedarían con exagerada carga tributaria. Sin desmadre de alzas, se puede evitar choque económico.

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El trío que se adueña de la Corte Constitucional
La actual procuradora general (e) Martha Isabel Castañeda, coautora de las arbitrariedades de Alejandro Ordóñez en los ocho años en que ambos manejaron el Ministerio Público como les vino en gana, aspira a ser magistrada de la Corte Constitucional en reemplazo del respetado jurista Jorge Iván Palacio quien termina su periodo próximamente.
Por: Cecilia Orozco Tascón.

Castañeda, conocida porque le hacía los mandados más malucos a Ordóñez, por ejemplo, lobby permanente en el Congreso al punto de que el omnipotente jefe de seguridad de la Procuraduría es el hermano del subsecretario general del Senado, tiene todas las probabilidades de lograr su cometido pese a que faltó a su deber elemental de ser la defensora de los derechos de los ciudadanos para pasar a ser la abogada de Jorge Pretelt, el único magistrado en la historia de Colombia en ser acusado por su dudosa conducta,  por el propio Senado que la elegiría a ella. ¡Increíble pero cierto! El nombre de Castañeda está en la lista de 30 aspirantes a ocupar la silla que quedará vacante. De esa lista, la Corte Suprema escogerá una terna que enviará la semana entrante al Senado. Y este organismo votará por uno de esos tres candidatos para convertirlo en  miembro de la Constitucional. Castañeda será, pues,   incluida en la terna aunque su comportamiento ético haya dejado tantos interrogantes públicos.

Entre tanto, Ordóñez, despojado ya de su disfraz de funcionario ecuánime, busca acomodo en cualquiera de los grupos del No, única manera de que su autocandidatura a la Presidencia de la República no muera antes de nacer. Sin embargo y pese a que ya se quitó la careta de juez, no ha disminuido un ápice su ambición ni sus prácticas clientelistas en la rama judicial. Mientras el Gobierno y el Congreso entretienen sus horas en las discusiones sobre el acuerdo de paz y la reforma tributaria, Ordóñez y sus amigotes, dentro y fuera de las cortes, se ponen de acuerdo para continuar con éxito la toma de la rama y de sus organismos de la cúpula. Ellos saben que desde allí pueden entorpecer, retardar o echar a perder los avances democráticos que la sociedad del siglo XXI impulsa en las otras ramas (Ejecutiva y Legislativa), o que pueden incidir en los fallos para salvar o castigar a unos u otros, dependiendo de quién sea el involucrado. Por eso, andan manipulando las listas de aspirantes y la conformación de ternas, no solo a ocupar el cargo del magistrado Palacio, sino la de otros cuatro miembros de la corporación guardiana de la Constitución que se van: Luis Ernesto Vargas, María Victoria Calle, Gabriel Eduardo Mendoza y el cupo abierto por la ausencia obligada de Pretelt.

En contraste con la indiferencia de la Casa de Nariño que tiene que enviar al Senado dos de las cinco ternas, la Corte Suprema que mandará otras dos, y el Consejo de Estado que tiene que conformar otra, Ordóñez y sus aliados están enfocados en el asunto de mayor trascendencia que, en materia de Justicia, vive hoy el país, es decir, los nombres de los togados que serán la mayoría de la nueva Corte Constitucional. En estos días han vuelto a aparecer —nunca se han ido— los exmagistrados Ruth Marina Díaz, santandereana y colega cercana a Ordóñez, y Francisco Ricaurte entre otros especímenes del pantano, para incidir en la nominación de los postulados tanto de la Corte Suprema como del Consejo. Ellos y Ordóñez están impulsando a sus candidatos, Martha Isabel Castañeda, una de las principales, para asegurarse de que irán en la selección final que llegará al Senado. En los pasillos de la Suprema y del Consejo, en donde hay un buen número de togados que le debe a este trío sus puestos, se comenta, con razón, que la tripleta Ordóñez-Díaz-Ricaurte, lo menos deseable de la Justicia en la última década, tiene la sartén por el mango. ¿Alguien reaccionará ante este escandaloso tráfico de influencias? Con franqueza, lo dudo, sobre todo porque la presidenta de la Suprema, Margarita Cabello Blanco, parece pertenecer al mismo combo.

Tomado de:elespectador.com
 
AL ADALID DE LOS JUBILADOS TAMBIEN LO HAN ACOSADO
Orlando Cadavid Correa. Foto-archivo LA PATRIA.

(Recopilación de Tomás Nieto)