NOTAS AL VUELO
Por: Gonzalo Silva Rivas, Socio CPB
El medio de transporte colectivo más seguro que existe en el mundo es el avión. Mientras la demanda del servicio aéreo sube como espuma su nivel de siniestralidad cae en picada. En 2017 superó la barrera de los 4.000 millones de pasajeros, y el comportamiento estadístico registra un accidente de aviación por cada 2,5 millones de desplazamientos. La media internacional sobre accidentes automovilísticos pinta de otro color: uno mortal por cada 400.000 desplazamientos.
En Colombia la seguridad de la aviación civil muestra grandes avances y según la Aeronáutica se encuentra en estándares altos dentro de la región. El más reciente siniestro se produjo en 2016, cuando un avión de la empresa boliviana LaMia, en el que viajaba el equipo de fútbol brasilero Chapecoense, se estrelló contra el Cerro Gordo, cerca de Medellín, con saldo de 71 muertos y seis sobrevivientes. Sin embargo, la causa del percance se atribuyó a autoridades y operadores de ese país que le permitieron a su tripulación incurrir en error por falta de combustible.
El último de consecuencias fatales y bajo responsabilidad de las autoridades nacionales ocurrió en 2010, protagonizado por una aeronave de la desaparecida Aires. A pocos metros de tocar la pista del aeropuerto de San Andrés una tormenta eléctrica la golpeó, fracturando su fuselaje y dejando un balance de tres muertos y 114 heridos.
La semana pasada estuvo a punto de ocurrir otra tragedia en concurrida vía de Cundinamarca, luego de que el piloto de una avioneta Cessna 172, que cumplía vuelo doméstico entre Tunja y Guaymaral, enfrentara difíciles condiciones meteorológicas en la zona y se viera obligado a realizar un cinematográfico aterrizaje en medio del tráfico vehicular. El procedimiento se cumplió sin sobresaltos y sus dos tripulantes resultaron ilesos.
Aunque las inclemencias climatológicas constituyen permanente riesgo en Colombia, donde en ciertas áreas es frecuente volar bajo tormentas y fuertes vientos, en la aviación mundial el factor meteorológico tiene baja incidencia en la accidentalidad. Representa el 12 por ciento de los siniestros, lejos de las fallas humanas y mecánicas que superan el 72 por ciento de los casos.
Los aterrizajes forzosos en vía pública, por su parte, son un evento poco común en la aviación y varios episodios han trascendido las páginas de la prensa en los últimos años, la mayoría con final feliz.
En enero pasado, una pequeña aeronave Beech G33 que pretendía aterrizar en el aeropuerto John Wayne, en Orange County, Estados Unidos, sufrió problemas de motor y se precipitó a tierra sobre la congestionada interestatal 55 de California, en medio del estupor de los automovilistas. Revivía la historia escrita en 2017, cerca al mismo aeropuerto, cuando una Cessna 310 presentó complicaciones técnicas durante su despegue y se desplomó sobre los transitados carriles de la autopista 405.
Cinco años atrás, una avioneta rusa particular, cargada con combustible de mala calidad, abortó un vuelo no autorizado sobre una carretera regional de la provincia de Tver y su piloto tomó las de Villadiego antes de que llegara la policía. En 2011 un avión de Caribbean Airlines proveniente de Nueva York se salió de pista durante su aterrizaje en el aeropuerto de Guayana, impactó contra la valla perimetral y en su embestida destruyó gran tramo de la carretera colindante.
El incidente más sonado ocurrió en 2008, al término del vuelo 38 de British Airways entre Pekín y Londres. El aparato perdió el control cuando circundaba el aeropuerto de Heathrow y durante eternos minutos la tripulación tuvo que maniobrar a máximo planeo para no chocar contra los edificios londinenses. Luego de sobrevolar las autopistas vecinas, en una de las cuales viajaba el primer ministro, Gordon Brown, aterrizó de barriga en un pastizal, y la temida tragedia se sorteó con 19 ocupantes levemente heridos.
Pese a las naturales contingencias provocadas por fatales casualidades, el avión lidera el podio de los medios de transporte más seguros del planeta, gracias al avance tecnológico adquirido por la industria para minimizar la accidentalidad. Y se ha logrado no propiamente a vuelo de pájaro, sino durante largas décadas de trágicas experiencias. De ello pudo dar fe el ex premier británico, luego de que aquel gigantesco Boeing 777 le pasara por encima, rozándole la cabeza.
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