5 Septiembre 2019.
Por: Guillermo Romero Salamanca-prensa CPB.
La gran periodista polaca Anna Kipper, directora entre 1950 y 1980, de la Agencia Francesa de Prensa (AFP) bautizó a Javier Baena como “Mister Lead”, porque podía resumir en 70 palabras toda una gran noticia. Él asegura que el verdadero maestro del “lead” se llama Antonio Pardo García, “pero ambos somos de la escuela americana del periodismo cuyo máximo exponente es Associated Press (AP)”.
Y aclara: “Muchos periodistas en Colombia y me incluyo entre ellos, aprendieron a redactar noticias leyendo los cables de AP o UPI”.
Es un apasionado por la noticia. Así como los músicos leen en un pentagrama las mejores melodías, Javier tiene oído musical cuando oye a un lector de una emisora dar una información. Cuando está bien escrita, asienta con su cabeza, cuando oye un error, se frota su cara.
Millares de noticias redactó con el juicio preciso de las reglas elementales del lead, del meollo de la información. Durante años estuvo al lado de los télex, escuchando su traqueteo, ruido que le dañó su oído izquierdo.
Laborioso como pocos. Javier es un periodista total las 24 horas del día. Conoce buena parte de la historia del Siglo XX y vivió de primera instancia los grandes acontecimientos del país.
Trabajó 40 años –entre 1967 y 2007– como corresponsal de AP para Colombia y América Latina.
Opina que el cubrimiento noticioso de mayor impacto para su vida fue la destrucción de Armero, municipio que fue barrido del mapa por la erupción del volcán Nevado del Ruiz en 1985.
Él le imprime pasión al relatar cómo fueron esos momentos.
“La noticia comenzó a conocerse en la noche del miércoles 13 de noviembre de 1985, pero solo al día siguiente con las primeras luces del amanecer un piloto que sobrevoló la zona comunicó por radio que Armero ya no existía y probablemente habían muerto casi todos sus 25.000 habitantes. Esa fue la noticia que transmití el jueves 14 hacia las 8 de la mañana. En pocas horas había en Bogotá centenares de periodistas, camarógrafos y fotógrafos de diversos países. Esa noticia fue publicada en todos los medios del mundo y leída o escuchada por cientos de millones de personas. Un solo ejemplo: El jefe de la oficina de la AP en Tokio me envió la primera página del periódico Asahi Shimbun totalmente dedicada a la tragedia de Armero. Obviamente en el idioma japonés. Lo único que yo pude entender fue mi nombre que encabezaba la historia. El Asahi Shimbun tenía en esa época una circulación de 11 millones de ejemplares. Sin sonrojarme puedo decir que fui el periodista colombiano más leído en el mundo gracias a que tenía como base a Colombia en donde se produjeron estremecedores acontecimientos y estaba al servicio de la AP, la mayor agencia noticiosa del mundo, en una época en que era el medio de comunicación por excelencia con unos 12.000 suscriptores”.
La Embajada Dominicana, Palacio de Justicia y Armero
–¿Cómo vivió la toma de la Embajada Dominicana?
–La serie de grandes noticias mundiales originadas en Colombia comenzó el 27 de febrero de 1980 cuando guerrilleros del M-19 se tomaron a sangre y fuego la embajada de la República Dominicana en Bogotá para secuestras a 16 embajadores, entre ellos Diego Ascencio de los Estados Unidos y el Nuncio Papal Ángelo Acerbi.
Fue un trabajo de 61 días que duró el secuestro y la ocupación de la sede diplomática. Igualmente recibí recortes de diarios de muchos países que publicaron esta noticia que tuvo un desarrollo tan prolongado.
Otro hecho de impacto mundial fue el asalto al Palacio de Justicia, el 6 de noviembre de 1985, una semana antes de la tragedia de Armero. Esta nueva acción de los guerrilleros del M-19 durante 27 horas infernales significó la muerte de alrededor de 100 personas, incluyendo 11 magistrados de la Corte Suprema de Justicia. Noticia que prácticamente apagó el suceso de la explosión del volcán Nevado del Ruiz y la destrucción de Armero.
Al hacer una recopilación de estas dos tragedias, escribí una nota titulada: Noviembre negro en Colombia. Nunca un país había sufrido tanto en tan pocos días”, recuerda.
–En los 80 se vivió también la guerra del narcotráfico….
–Desde luego. Entre 1980 y 1991 cubrí la guerra terrorista de Pablo Escobar contra el Estado colombiano. La mafia del narcotráfico estaba empeñada en impedir la extradición de sus cabecillas a los Estados Unidos y finalmente lo logró influyendo sobre varios miembros de la Asamblea Nacional Constituyente y amedrantado a otros que no se dejaron seducir del dinero manchado de sangre.
La constitución del 91 prohibió la extradición de colombianos. En este torbellino de violencia cayeron asesinados ministros, candidatos presidenciales, otros altos funcionarios del Estado y naturalmente periodistas valerosos como Guillermo Cano y Jorge Enrique Pulido. Penosamente otros colegas prefirieron el dinero a las balas y se volvieron mensajeros de los capos de la droga.
Esos años trágicos atrajeron a decenas de corresponsales de diversos países. Fundamos la Asociación de Prensa Extranjera, de la cual fui su presidente durante algunos años. El propósito era organizarnos para protegernos mutuamente y explorar las vías menos riesgosas de llegar a las fuentes del crimen organizado y los grupos alzados en armas.
En momentos en que Pablo Escobar buscaba un acuerdo con el gobierno, recibimos una invitación del cartel de Medellín para una conferencia de prensa en una finca en el Magdalena Medio. Mi decisión fue no aceptarla pues la invitación era con todos los gastos pagos y una suntuosa fiesta para ganar puntos con los periodistas.
También me tocó el mayor escándalo político del siglo XX: el financiamiento de la campaña presidencial de Ernesto Samper por parte del cartel de Cali que afloró en abril de 1995. Fue un periodo de tensión con un final inesperado: la absolución del mandatario en la Cámara de Representantes, mientras sus principales alfiles fueron a la cárcel.
Su comienzo, en El Espectador
–¿Recuerda cómo fue su ingreso a El Espectador?
–Transcurría el año 1959 y comenzaba mi carrera de periodista como redactor de Ultima Hora Caracol. Allí también trabajaba Mike Forero Nogués, el gran maestro del periodismo deportivo, quien simultáneamente era el director de las páginas deportivas de El Espectador que en esa época tenía ediciones matinales y vespertinas. Necesitaban periodistas jóvenes y Mike me invitó a trabajar allí. Fue un periodo breve pero muy interesante y de intenso aprendizaje de la mano de otro grande del periodismo: José Salgar.
–¿Se retiró de Prensa Latina cuando asumió el poder Fidel Castro?
–No. Yo llegué a Prensa Latina en 1960, un año después que de Fidel Castro se tomó el poder en Cuba. Lo que más me interesó del trabajo fue la figura de Gabriel García Márquez, mi jefe en el turno nocturno, quien para entonces figuraba como un promisorio escritor, pero ya era un famoso periodista, autor en El Espectador de las célebres crónicas del naufragio de un barco de la Armada Nacional, que luego se publicó como libro con título de “Relato de un náufrago”. Sin embargo, no conseguí nutrirme de las enseñanzas de Gabo. Su tiempo en la oficina de Prensa Latina en Bogotá lo consumió leyendo y fumando. También fue breve mi paso por la agencia cubana de noticias pues recibí una oferta de Caracol para ser el jefe de redacción de Última hora, el noticiero de la cadena radial.
Antonio Pardo, su gran maestro
–¿Quién lo llevó a Caracol Radio?
–Antonio Pardo García, que fue primer maestro.
–Vivió toda la guerra de Vietnam, recibiendo información de allá. ¿Pensó en escribir un libro sobre esa guerra?
–Es imposible escribir un libro sin haber estado en el teatro de los acontecimientos. Pero esa guerra y otras como la del Golfo Pérsico las seguí con mucho interés, especialmente por los escándalos que desataparon los corresponsales de guerra. En Vietnam y en Irak hubo falsos positivos (asesinatos extrajudiciales), fuego amigo (enfrentamiento entre tropas de un mismo ejército) y daños colaterales, que son las masacres de poblaciones bombardeadas por error o proximidad a los sitios de combate. Eso me sirvió para organizar en la Facultad de Comunicación de La Sabana un curso de corresponsales de guerra que dicté durante cuatro años, con la ayuda de corresponsales de guerra como Marko Álvarez y Ricardo Mazalán, que han cubierto para la AP todos los conflictos bélicos durante 30 años.
Su trabajo desde el télex y el teléfono público
–¿Extraña el télex?
–El ruido de los teletipos y del télex es música para mis oídos. Me acompañó durante unos 30 años durante los cuales leía las noticias que llegaban de todas partes del mundo. Al principio queda uno fascinando viendo maquinas que escriben solas y que hacen sonar campanitas d alerta cuando suceden noticias urgentes. Después vino Internet y desaparecieron estos aparatos que fueron una maravilla de su tiempo. Lo negativo es que me dejaron lesionado el oído izquierdo.
–¿Qué fue lo maravilloso de los años sesenta?
–En la década de los años 60 y hasta los 70 nos acostumbramos a hacer periodismo con las uñas. No había teléfonos celulares ni buscadores de Internet. Los teléfonos públicos eran de gran ayuda. Las monedas estaban siempre en los bolsillos para transmitir la noticia.
Aprendí que sin comunicaciones no hay noticia. Y eso me sirvió en 1972 cuando estuve cubriendo el terremoto que destruyó a Managua. Llegué el día de la Navidad en un avión con ayuda humanitaria. Obtuve valiosos registros de la tragedia, relatos conmovedores, pero las líneas de comunicación estaban cortadas por el impacto del violento sismo. De casualidad vi que una chica de la Cruz Roja tenía un radioteléfono y le dije: por favor déjeme usarlo para dictar la noticia de la tragedia que ha ocurrido aquí. Yo trabajo para la mayor agencia noticiosa del mundo, la información se conocerá de inmediato y la ayuda fluirá con rapidez. Me prestó el teléfono 5 minutos y lo mantuve casi media hora. Así pude transmitir la noticia de la enorme tragedia que había azotado a Nicaragua con más de mil muertos y centenares de heridos. Había más de un centenar de periodistas y ese día no pudieron transmitir la noticia. La mía difundida en todo el mundo logró que la ayuda llegara a manos llenas. Los aviones tenían que esperar turno para aterrizar en el pequeño aeropuerto de Managua.
–¿El Periodismo le cambió su vida?
–El periodismo es una pasión. Recordando tantos hechos trascendentales de los que fui testigo, aunque casi todos trágicos, doy gracias Dios por haberme permitido escribir una buena parte de la historia de Colombia y de algunos países latinoamericanos. Un colega argentino Jorge Covarrubias, gran editor de AP, en una conferencia que dictó a mis alumnos en Universidad de La Sabana, les dijo que se estaban preparando para ejercer un oficio único e interesante con el cual no hay esperanza de hacerse rico porque el periodismo es la forma más divertida de ser pobre. En mi caso personal fui bien remunerado por las empresas a las que serví, pero cuándo el trabajo más que una obligación, es un placer, el dinero se vuelve secundario.
El “lead”, su especialidad
–¿A quiénes admira redactando un buen lead?
–A don Antonio Pardo García.
–¿Cómo se enseña a escribir un buen lead?
–Hay que distinguir en el hecho noticioso lo fundamental y algunos elementos accesorios que sean de impacto y con eso desarrollar la noticia dando respuesta a la mayoría de las preguntas básicas: Que pasó, cuándo pasó, dónde pasó, quien o quienes fueron los protagonistas, cómo sucedieron los hechos y por qué sucedieron. Al final debe ir la fuente o citarse al comienzo del segundo párrafo.
–¿El lead es un el mismo Twitter?
–El Twitter es la manera abreviada de transmitir una noticia en 140 caracteres, pero sin la elegancia del lenguaje que caracteriza un buen lead que no solo debe informar lo sustancial de una gran noticia en tres renglones de tal forma que el lector quede informado de lo que pasó y se interese en continuar leyendo los detalles, sino de escribirlo con la mejor calidad literaria. La gran virtud es que el periodista tiene solo pocos minutos para confirmar la exactitud de la noticia y sus fuentes y revisar la gramática y la ortografía. Algo distinto de los escritores que se pueden gastar días o semanas para redactar un párrafo.
–¿Qué “lead” le hubiera gustado redactar y cuál no?
–Hace unos años visitaba con mi esposa el Palacio de Cecilienhoff, en las afueras de Berlín, en donde se reunieron el 17 de julio de 1945 José Stalin, secretario del Partido Comunista Soviético, Winston Churchill, primer ministro inglés y Harry Truman, presidente de los Estados Unidos para firmar el reparto de Alemania y las condiciones de la rendición de Japón. Recorriendo ese museo con los documentos y mobiliario utilizados por los 3 grandes, me dije: cómo me hubiera gustado estar aquí cubriendo este histórico acontecimiento.
Retrocediendo en el tiempo haber escrito la noticia del fin de la guerra con este lead: “La II guerra mundial, que dejó 50 millones de muertos y a Europa y Japón en ruinas, finalizó hoy con la rendición de Alemania”.
El lead que escribí con pesadumbre fue en la noche del 18 de agosto der 1989 que decía: El líder liberal Luis Carlos Galán, favorito en todas las encuestas para ganar las próximas elecciones presidenciales, fue asesinado esta noche durante un mitin electoral, informó la policía.
–¿Cómo ve la situación actual del Periodismo en Colombia?
–Con preocupación y tristeza. Muchos medios tradicionales han desaparecido, cunde el desempleo y la única ventana de oportunidad está en los medios digitales que sufren la feroz competencia de seudoperiodistas dedicados a difundir noticias falsas.
El contexto y la revisión en la noticia
–¿De qué adolece el periodismo actual?
–Aunque el periodismo está en permanente evolución empujado por la revolución tecnológica, hay unas leyes que siempre habrá que respetar. Sin importar el tipo de periodismo –noticia, crónica, reportaje o entrevista–, el periodista siempre tendrá que poner en escena a los personajes, describirlos, relatar los hechos que los hacen merecedores de una nota periodística y colocarlos en un tiempo y un espacio con una buena dosis de suspenso. Además, presentar el contexto que rodea los hechos de la narrativa que generalmente son la respuesta a una de las preguntas básicas: ¿Por qué? Editar dos o tres veces el texto para corregir errores y mejorar la redacción.
Especialmente en televisión veo reporteros que a veces olvidan explicarle al público porqué sucedieron los hechos o los sitúan al sur de Bogotá, en donde puede haber más de cien barrios con millones de habitantes. La precisión informativa es básica.
Hay también que superar el síndrome de la chiva y profundizar las investigaciones. Una sola fuente no es suficiente. Muchas veces se necesitan tres o más. Se requiere más periodismo de investigación. Los grandes escándalos de corrupción han sido descubiertos por los periodistas. Sin su fiscalización del poder los políticos, funcionarios de poderes públicos y los poderosos quedan con las manos libres para ejecutar toda clase de fechorías.
–¿Cuántos años en el CPB?
–En el CPB soy más bien nuevo, con apenas diez años, cuatro en su junta directiva y otros dos en la Comisión de Ética.
–¿Cuántas veces como Jurado? ¿Qué trabajo ganó cuando fue jurado?
–He estado dos veces como jurado y otras cinco como prejurado. En el premio que se entregó en febrero fui prejurado y una de las diez publicaciones de prensa que recomendé al jurado fue la ganadora.
–¿Qué consejo le da ahora las nuevas generaciones periodísticas?
–Para ser un buen periodista hay que ser una buena persona, decía el maestro polaco Rayzard Capuchisky. Hay que despojarse de odios, rencores o prevenciones. No ser un activista político. Eso nos aproxima a ver con objetividad los hechos y transmitirlos con veracidad. Hay que leer, investigar y estar bien informados.
–¿Cuál ha sido el día más espectacular en su carrera como periodista?
–El 15 de noviembre de 1985 recibí un mensaje de José Domingo Abreu, jefe de la mesa latinoamericana del servicio mundial de AP. En él me felicitaba por el cubrimiento de la tragedia de Armero. La noticia estaba en primera página en muchos diarios y copó amplios espacios en la radio y la televisión del mundo. Dijo que nunca había visto un cubrimiento periodístico de tanto éxito.
Un alumno que luego fue su jefe
–¿A cuántos periodistas ha formado?
–Durante los 10 años que estuve dictando las clases en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Sabana ayudé a formar a unos 900 estudiantes.
–¿Qué alumnos recuerda con especial cariño por su interés en la carrera?
–Hay uno que me sorprendió. Se llama Juan Camilo Hernández. Fue el único se mereció un 5 en el examen final durante la década que estuve de profesor. Lo recomendé para hacer prácticas en la oficina de AP en Bogotá y fue contratado de planta cuando terminó su entrenamiento. Simultáneamente fue nombrado profesor de periodismo en La Sabana. En los dos últimos años en que estuve allí fue mi jefe pues fue nombrado Decano de Periodismo y Comunicación. Es el sueño de todo profesor: que sus alumnos lo superen profesionalmente.