Meter golazos

Al Mundial de Rusia le sonó el pitazo final. Treinta y dos días de emociones sacudieron el planeta, donde miles de millones de personas se colocaron frente a los televisores para disfrutar de un entretenido menú deportivo. Tras la fiesta del gol, los futbolistas tomaron vuelo y varios de ellos, los idolatrados por la fanaticada, seguirán mojando prensa, algunos por aquellas excentricidades que les permite darse el caudal de dinero que reciben por sus generosos contratos.

Basta recordar la colección de automóviles que estaciona en sus mansiones Cristiano Ronaldo, cuyas marcas no bajan de la Rolls Royce, Lamborghini, Maserati o Ferrari; o la exclusiva casa de la pulga Messi en Castelldefels, aislada del mundanal ruido que le ocasionaban los molestos vecinos, a quienes por cifras astronómicas les compró las suyas para eludirlos y disponer a plenitud del inmenso espacio circundante.

Pero el lujo más ostentoso que distingue a estos auténticos cracks son sus aviones privados, una nueva pero exclusiva moda que empieza a imponerse en la galaxia de las grandes estrellas del balompié. Sus inmensas fortunas les abren las puertas del cielo, donde pueden movilizarse a sus anchas entre ciudades y países, sin la terrenal necesidad de someterse a los horarios de vuelos comerciales incumplidos, o a la horda de hinchadas ansiosas, atravesadas en los pasillos de los aeropuertos para pedir sus autógrafos.

Recientemente el diario inglés The Sun publicó el Top 10 de los aviones privados más caros del mundo del fútbol y tal como sucede en las canchas de las competidas ligas europeas, el mano a mano entre Cristiano y Messi trasciende hasta la cúspide de esta industria, en cuanto a modelos y precios se refiere. Cristiano suma a sus propiedades un extraordinario jet Gulfstream G650, valorado en 32 millones de euros, con capacidad para 18 pasajeros y autonomía de 7.000 millas náuticas. Messi dispone de un Embraer Legacy 650, que vale 28,3 millones de euros, cuenta con trece sillas y un alcance de 4.000 millas náuticas.

El tercero, en precio, que vuela por las canchas aéreas es un Cessna Citation Longitude de 23,8 millones de euros, propiedad del sueco Zlatan Ibrahimovic, delantero del Barcelona y hoy titular de Los Angeles Galaxy en la Major League Soccer de los Estados Unidos. Le sigue un Bombardier Challenger 350, valorado en 21 millones de euros, de David Beckham, el exfutbolista inglés que reinó en la Era Galáctica del Real Madrid y hoy ejerce como exitoso ejecutivo.

Jugadores como el delantero inglés, Wayne Rooney; el centro campista francés, Paul Pogba, o la estrella brasilera, Neymar, también le apostaron al avión personal, con inversiones inferiores pero significativas, ubicadas en la escala de veinte a diez millones de euros. Los menos solventes, o quizás los más modestos, se la juegan por jets económicos pero con lujos agregados. Es el caso del artillero galés, Gareth Bale, y de los brasileros Kaká y Ronaldiño, este último al timón de un Embraer Phenom 100, valorado en 2,9 millones de euros.

Viajar por los aires con pompa y boato es un privilegio que pocas personas en el planeta pueden darse y este puñado de deportistas de élite lo logró, gracias a una suma de factores que van desde talento y mentalidad hasta sacrificio y disciplina. Muchos de ellos salieron del asfalto, de la pobreza y la guerra, subieron a los coches de alta gama y ahora vuelan entre nubes, gracias a la potente industria global del fútbol, que mueve cerca de 40.000 millones de euros anuales, y donde los contratos para quienes se convierten en leyendas y apetecidas marcas comerciales son considerablemente jugosos.

Entre los miembros de este club de nuevos ricos, Cristiano, a sus 33 años, recibirá de la Juventus, un salario de 33 millones de euros por temporada, en tanto que Messi recoge del Barcelona 46 millones. Alrededor suyo varias decenas de grandes figuras, del corte de Neymar, Hazard y Tevez, ganan salarios superiores a los treinta millones de euros, y otros, como Ibrahimovic, Bale, Rooney, Suárez, el Kun Agüero y el británico Karry Kane, están cerca a esa área de candela. Son ingresos salariales que en varios casos se multiplican con premios y multimillonarios contratos de publicidad.

Los futbolistas de alto vuelo se montan en la glamurosa industria de la aviación, y terminada la vitrina del Mundial -que a muchos revalorizará- seguirán siendo noticia. Pero por su riqueza y extravagancia, también despertarán una que otra envidia. Especialmente la de ciertos políticos nuestros -pasados de aviones-, que ganan mucho menos, pese a que en el arte de meter golazos superan en talento a Cristiano y Messi juntos.

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@Gsilvar5

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