Crculo de Periodistas de Bogot
Coronavirus | Paul Mason: «La alternativa para los próximos 20 años es una forma sostenible de capitalismo. Seguirá siendo capitalismo, pero no se verá como tal»

19 mayo 2020 –

Foto: Getty Images –

Tomado de: Juan Carlos Pérez Salazar – BBC Londres

Un gran signo de interrogación se cierne sobre el mundo: ¿qué ocurrirá después de la pandemia por el coronavirus?

Y el interrogante recae sobre las más cosas más cercanas y concretas (¿cuándo volveremos a darnos la mano con nuestros amigos?) pero también las más abstractas y, solo aparentemente, lejanas: ¿se verán afectadas nuestras libertades individuales?, ¿es el fin de la globalización?, ¿qué pasará con el capitalismo?

Esta última pregunta parece ir al corazón mismo de lo que ocurre. ¿Es el capitalismo una víctima más de la crisis o su directo instigador? ¿En qué deberá cambiar el sistema para adaptarse a la nuevas realidades? ¿Hay apetito para ese cambio entre las clases dirigentes y empresariales?

Alguien que ha dedicado buena parte de su vida a reflexionar sobre el capitalismo y a criticarlo desde un punto de vista progresista es el periodista e intelectual británico Paul Mason.

Cómo periodista ha cubierto las crisis económicas y los movimientos sociales de las últimas dos décadas.

Como intelectual -aparte de una novela y una obra de teatro- ha escrito libros sobre los mismos temas: la clase trabajadora, la crisis financiera de 2008 y las diferentes protestas globales como la Primavera Árabe, Ocuppy Wall Street o los indignados de España.

Pero son sus dos últimas obras, «Postcapitalismo: hacia un nuevo futuro» y «Por un futuro brillante: una defensa radical del ser humano», las que lo han dado a conocer a nivel internacional e involucrado en numerosos debates sobre el estado actual del capitalismo y su futuro.

Hablamos con Paul Mason en Londres, donde reside.

En un artículo reciente usted hace un interesante paralelo entre lo que ocurre ahora y lo que pasó después de la epidemia de la pestenegra, en el sigo XIV, porque de hecho significó el cambio de Feudalismo a Capitalismo.

Uno de los temas de mi trabajo es que -como el Feudalismo- el Capitalismo tiene un comienzo, un medio y un final.

Y en mi último libro (Clear Bright Future: A Radical Defence of the Human Being) digo que el final de un modo de producción de un sistema económico es con frecuencia una mezcla de sus debilidades internas combinado con lo que a menudo llamamos «shocks extremos» o exógenos.

Entonces, para nosotros el cambo climático se siente como un shock exógeno porque el único capitalismo industrial que conocemos está basado en la extracción de carbón y la destrucción de la biósfera.

Es posible que, en un universo paralelo, el capitalismo se hubiera desarrollado con energía producida por el agua y en armonía con la naturaleza. Pero no fue así.

También está el envejecimiento de la población, que iba a hacer entrar en bancarrota a posiblemente un 60% de los países para mediados de este siglo porque no va a haber suficiente gente para sostener una población envejecida.

El coronavirus es otra cosa que parece un shock externo, porque probablemente se originó en un murciélago y es el último en una serie de virus zoonóticos que han saltado a los seres humanos.

Pero mi argumento es que, aunque parecen shocks externos, en realidad son producidos por el capitalismo.

Ese es el problema: el tipo de capitalismo que tenemos destruye los bosques tropicales y crea las condiciones para que millones de personas vivan en barrios marginales.

Y en el mundo desarrollado -probablemente no tan obvio para algunos de sus lectores en América Latina- ha creado «enfermedades de la pobreza». Entonces mucha de la gente muriendo en Londres es obesa, tiene diabetes tipo B o enfermedades de los pulmones porque han fumado toda la vida.

El paralelo que hago con la peste negra es limitado, pero vale la pena explorarse, porque hizo dos cosas: interrumpió el modelo económico del Feudalismo porque no había campesinos para cultivar la tierra.

Y en la ciudades no había suficientes personas que supieran trabajar lo que era la materia prima principal en esa época, la lana. En las revueltas que se produjeron después de la peste negra siempre hubo trabajadores de la lana.

El otro impacto -y mayor- es que interrumpió la ideología. Porque hizo que la gente se dijera: esto (el modelo) no está funcionando.

Entre quienes han estudiado la época hay un libro brillante que se llama «Lust for liberty» (Deseo de libertad), de Samuel K. Cohn. El título lo dice todo: al final de la peste negra la gente se dio cuenta de que el sistema no la estaba protegiendo.

Si piensa en el Feudalismo -y en América Latina creo que todavía guardan la memoria de esos grandes señoríos de los terratenientes, pues las revoluciones anticoloniales fueron también contra los grandes terratenientes-, la cultura dentro de esos grandes señoríos es el paternalismo. El dueño esta ahí para explotarte, pero también te protege.

Y lo que pasó en el siglo XIV es que la gente dijo «un momento, esto no nos está protegiendo», Entonces la palabra «libertad» empezó a diseminarse y a ser usada.

Nosotros pensamos en la palabra «libertad» en relación con la Revolución francesa, pero en 1360 y en adelante tenemos la palabra «libertas», en latín usada por revolucionarios.

Algo que me llama la atención en esta comparación es que la peste negra marcó el paso del Feudalismo al Capitalismo, lo que de alguna manera dio paso al Renacimiento y a lo que conocemos como Edad Moderna. Y desde hace unos 40 años se viene hablando del fin de esa Edad Moderna y de lo que, por falta de una expresión mejor, se llama Postmodernismo. Como si de nuevo una epidemia estuviera marcando el paso a una era distinta….

Es interesante, pero no lo veo así. Hay varias cosas en juego. Mi posición es que tenemos a nivel global un sistema económico que no funciona. Y es un sistema que depende de que el mundo rico bombee dinero en el más pobre y, a su vez, este mundo pobre bombee de vuelta ganancias al rico.

Es una simplificación extrema, pero así funciona.

Eso ha creado enorme desarrollo en el sur global -algo bueno para la región- pero a la vez crea barrios marginales, pobreza y desigualdad. Y en el mundo desarrollado también ha creado tanta desigualdad que el sistema no es sostenible.

En 2008, dijimos: hay demasiada deuda. Y la razón fue que los bancos centrales imprimieron demasiado dinero y la gente lo usó para especular. Y la solución fueron 75 billones extras en deuda y más dinero por parte de los bancos centrales.

Entonces tratamos de curar la enfermedad… con más enfermedad. Y la enfermedad es el capitalismo financiero.

¿Y cuál es la cura que se está ofreciendo para la crisis del covid-19? Más dinero desde los bancos centrales, más deuda.

Entonces, antes de hablar de Modernidad, debemos hablar de algo mucho más reciente: del modelo económico Neoliberal, que es basado en alta desigualdad, especulación financiera extrema y salarios bajos. Un modelo que en algún momento funcionó pero que ya no lo hace.

Dejemos a un lado el tema de la deuda. Si piensas en una franquicia de Starbucks, trabaja a un margen de ganancia muy pequeño porque los costos siempre están bajo presión para que se reduzcan.

Si Starbucks trata de aumentar el precio del café, McDonald’s lo reduce de inmediato. Entonces estamos en algo que ha sido llamado «just in time Capitalism«, donde no hay inventarios ni existencias.

Es lo que tenemos en el servicio de salud británico: lo operamos a su capacidad total, entonces no hay camas ni respiradores de repuesto. Y eso no puede continuar así. Lo que se necesita es capacidad.

En el futuro tendrá lógica que Starbucks posea vastas bodegas con granos de café en cada país. Tendrá lógica que los empleadores tengan trabajadores adicionales, porque esto va a continuar y tendrán un 10% de fuerza de trabajo enferma en todo momento.

Y lógicamente, el servicio de salud británico debería tener más camas, doctores y enfermeros.

Pero si todo eso ocurre, el modelo entero del neoliberalismo va a caer. Entonces ese es mi punto. Tenemos un modelo que ya explotó y creo que la tarea para aquellos que están involucrados en política es pensar en una solución.

Porque la respuesta no puede ser la misma que la mayoría de los países dio en 2008, ¿no? Austeridad, recortes en sistemas como el de salud. Eso va al corazón de todo lo que está mal ahora.

Por supuesto. Tenemos que rechazar la austeridad, no sólo porque golpea más fuerte a los que menos tienen sino porque si la combinas con más dinero impreso por los bancos centrales…

Piénsalo en términos de la cantidad de dinero circulando: si un gobierno pone a circular más dinero, pero al mismo tiempo le está quitando dinero a la economía (bajando salarios y reduciendo el gasto público), el único lugar hacia el que ese dinero puede fluir es hacia los más ricos.

Entonces, esa combinación de imprimir mas billetes mientras se reduce el Estado sólo va a producir más desigualdad.

Y de hecho le digo lo siguiente a sus lectores: cualquier gobierno en América Latina que proponga hacer estas dos cosas al mismo tiempo está a sabiendas llenando los bolsillos de la clase alta de ese país.

¿Qué cree entonces que va a ocurrir? Porque estamos ante cambios que nunca se pensó que pasarían con tal rapidez: países aprobando un salario básico universal o la nacionalización de aspectos clave de la economía… ¿Va eso a continuar?

No. Mire, es posible pensar en tu cabeza que el libre mercado funciona perfectamente y que va a corregir todo en circunstancias normales pero lo que ahora necesitamos es una fuerte intervención estatal.

Lo estamos viendo con Trump o con los conservadores en Reino Unido que están tomando las medidas correctas aunque con lentitud: cerrar la economía y la compra estatal de compañías.

Pero, ¿que va a pasar cuando la gente se dé cuenta de que la normalidad no va a regresar? Creo que necesitamos tres cosas:

Que el gobierno tenga una participación en todos los negocios estratégicos. Esto no es lo mismos que rescatarlos. Se les da algún dinero pero con condiciones, como que mantengan toda la fuerza de trabajo que puedan; en los casos de aerolíneas y petroleras se les pide que empiecen a cambiarse a tecnología verde. Y que el Estado sea dueño de una parte de la empresa.

Usted mencionó renta básica. A largo plazo, la mejor manera de que esto funcione es a través de algo llamado servicios básicos universales.

Es decir, usar el dinero de los contribuyentes no para garantizarle un salario a todo el mundo, sino para proveer servicios gratis: salud, educación a nivel universitario, viviendas muy baratas y transporte muy barato o incluso gratis en las ciudades.

El problema en esta crisis es que nada de eso va a ayudar porque lo que la gente necesita ahora mismo es efectivo. Entonces si, en el corto plazo necesitamos en cada país un esquema de salario básico universal.

Finalmente, la tercera cosa que creo que necesitamos es que los bancos centrales compren deuda del gobierno, si es necesario de manera directa.

Esto es anatema para la economía de libre mercado porque básicamente es el gobierno diciendo que es el fin de la independencia de los bancos centrales (algo que era una ficción, de todas maneras). Es el gobierno prestándose a sí mismo.

Para muchos no tiene sentido, pero tendríamos que pensarlo de esta manera: nos estamos dando un «préstamo puente» (un préstamo especial que conceden algunas entidades financieras cuando sus clientes tienen una necesidad inmediata de financiación) del futuro.

Eso van a tener que pagarlo quienes estén vivos dentro de 50 a 100 años. Porque si nosotros pagamos los costos ahora, no es solo que la gente va a morir de una enfermedad. Creo que la misma democracia va a morir.

Ya estaba muy frágil -fíjate en Trump, en Bolsonaro- y si permitimos una caída en la escala de 1929 creo que en muchos países la democracia se va a evaporar.

Algo que usted analizaba hace casi cinco años en «Postcapitalismo», su libro anterior, es que el capitalismo ha perdido su capacidad de adaptarse, en especial neoliberalismo. ¿Lo sigue pensando?

El capitalismo se puede adaptar a esta crisis, pero tendrá una forma muy diferente. Se verá tan diferente que mucha gente no lo entenderá como capitalismo.

Ahora mismo hay muchas oportunidades para inversión privada. Por ejemplo en diferentes maneras de educación, entretenimiento.

Los ingresos de Netflix está aumentando, su problema es que no puede hacer programas. Pero está la oportunidad para que las personas creativas los hagan. Por ejemplo, creo que la animación se volverá de nuevo muy popular.

No estoy diciendo que esta crisis vaya a significar el fin del capitalismo. El punto en mi libro era diferente: que el capitalismo había perdido su capacidad de adaptarse a los cambios tecnológicos.

Sí, es verdad.

En esencia, en todas las revoluciones tecnológicas previas, las tecnologías nuevas destruían los viejos trabajos.

Por ejemplo, las personas que usaban caballos y carrozas se quedaron sin trabajo a principios del siglo XX con la creación del automóvil. Pero nuevos trabajos fueron creados en las fábricas de autos.

Así es como se adapta el capitalismo. El problema es que la tecnología de la información actual destruye trabajos más rápido de lo que los crea y siempre lo hará. Y en particular destruye trabajos bien remunerados.

Por supuesto, crea el puesto de desarrollador de software bien pagado, pero ahora mucho del desarrollo en software está automatizado.

El clásico trabajo manual bien pagado era el de fabricante de herramientas para maquinaria. Entonces tenías un ingeniero muy talentoso que era capaz de diseñar y fundir en metal algo que era tan preciso que podías hacer aviones con ello. Ahora lo hace un computador.

Ese es la idea que trato de explicar cuando hablo de que la no adaptabilidad del capitalismo, pero esta crisis de covid-19 es un problema más.

¿Y sigue creyendo ver las semillas de ese postcapitalismo en mucho de lo que vivimos ahora, como Wikipedia?

La tecnología de la información hace que sea muy difícil obtener ganancias fáciles. También crea la posibilidad de automatización rápida. Crea un efecto de redes que produce nuevo material.

Por ejemplo: cuando descubramos una vacuna para el coronavirus, ya sea que los dueños la proporcionen gratis o no, el hecho es que podría ponerse a disposición de todo el mundo al día siguiente. Y gratis. Ahora es muy fácil fabricar la vacuna por la tecnología de la información.

Básicamente, la tecnología de la información está haciéndole muy difícil al capitalismo ser capitalista. Ahora, dentro de eso tenemos unas maneras alternativas de posesión, como Wikipedia, el movimiento open source, plataformas de cooperación.

En «Postcapitalismo» yo argumento que a todo esto le tomará mucho tiempo para madurar en un sistema alternativo, entonces el punto es si los Estados quieren hacerlo.

¿Quieren los Estados entender que vastas proporciones de lo que hacemos puede hacerse por fuera de un sistema de ganancias?

Y creo que el hecho de que ahora mismos estemos en una crisis de funcionalidad del modelo existente debería hacer que las personas piensen en qué alternativas tenemos.

Y para mí, la alternativa para los próximos 20 años es una forma más sostenible de capitalismo. Es decir, más verde, sin barrios marginales, sin especulación financiera.

Seguirá siendo capitalismo, pero no se verá como tal.

Pero las tendencias geopolíticas que vemos ahora no apuntan hacia ese tipo de cooperación: ascenso de nacionalismos, de la figura del hombre fuerte. De hecho, algunos pensadores creen que lo que pasará al final de esta crisis será similar a lo que vimos tras la Primera Guerra Mundial, más fragmentación y división… Entonces las cosas pueden empeorar.

Sí, es verdad, existe la amenaza de gobiernos autoritarios de derecha colaborando con el ascenso de fascismo real.

Están interactuando. Esa amenaza se verá fortalecida pero debes recordar algo: usaste el ejemplo de la Primera Guerra Mundial y lo que también vimos en ese entonces fueron levantamientos de trabajadores, gobiernos de izquierda en Austria, Alemania…

Sí, bastante cortos…

Sí, claro pero es que la historia es…

Hay una gran frase de un poema de un inglés que peleó en la guerra civil española, John Cornford, quien la escribió cuando estaba literalmente sentado en una trinchera, esperando la muerte. Siempre pienso en ella en momentos como este, dice: «La historia no es plastilina sino rugientes arenas».

Es una muy buena analogía. No podemos moldear la historia con nuestras manos como si fuera plastilina, son como arenas que fluyen, siempre puedes darles dirección. No es inevitable que esas arenas te van a aplastar. Puedes hacer algo.

En el período que viene, mucha gente se va a aferrar al recuerdo de lo que fueron los últimos 20 años. Y todo lo que querrán es volver a lo mismo.

Y lo sé por lo que pasó con la generación de mi padre: cuando la vieja estabilidad posterior a la Segunda Guerra colapsó, se aferraron a los recuerdos de los 60. Lo único que querían era volver a eso. Pero me temo que ahora, como entonces, no hay marcha atrás.

Creo que los países más exitosos serán los que se den cuenta de que no hay manera de regresar, que habrá desglobalización -no es algo bueno, no lo celebro-, pero en un mundo desglobalizado quienes lo entiendan primero serán los que menos sufrirán.

Franklin Delano Roosvelt se dio cuenta en 1933 de que la manera de salir de la Gran Depresión eran una intervención estatal masiva y programas de empleo. En ese momento, Estados Unidos tenía partidos fascistas, pero perdieron.

Para 1933 era muy tarde para detener el fascismo en Alemania porque la sociedad civil había colapsado bajo el peso de un enorme desempleo.

Entonces, ahora los exitosos serán quienes entiendan primero que habrá una formas limitadas de desglobalización, que el Estado necesita asumir un papel más fuerte, que el sistema de bienestar necesita también ser fortalecido.

Y tendrá que haber un nuevo acuerdo social entre trabajadores, propietarios de la tierra y jefes de compañías.

Porque si quieres manejar un Estado -estoy pensando en Brasil y Bolsonaro- como si fuera una entidad partisana en tiempos de guerra, constantemente en conflicto con la mitad de tu población, el país no prosperará.

La economía y el coronavirus: los negocios ganadores y los sorpresivos perdedores durante la pandemia

14 mayo 2020 –

Foto: GETTY IMAGES –

Tomado de: BBC –

La pandemia del coronavirus ha puesto de rodillas a la economía global, pero las medidas de confinamiento que restringen nuestros movimientos también han ayudado a prosperar a algunos negocios.

Sin embargo, incluso en las historias de éxito hay que leer la letra pequeña.

Por ejemplo, muchos han usado internet para hacer sus compras, lo cual debería ser una noticia aparentemente fabulosa para el comercio electrónico.

Bien, sin duda, eso ha favorecido a algunas empresas, pero las cifras del gigante estadounidense Amazon cuentan una historia diferente.

Bajo el ala del hombre más rico del mundo, Jeff Bezos, la compañía protagonizó titulares a mediados de abril como uno de los claros ganadores en la crisis del coronavirus, con clientes rebosando su sitio web y gastando cerca de US$11.000 por segundo.

En respuesta, las acciones de Amazon registraron una subida histórica.

Pero dos semanas después, los contables del grupo estaban en una sintonía diferente. Se ha dicho que la compañía pronto podría ver una pérdida por primera vez en cinco años cuando se revelen sus datos entre abril y junio.

Gastos en tiempos de coronavirus

Pese a haber producido mucho más dinero entre enero y marzo, Amazon se enfrenta a costos crecientes para manejar el aumento de pedidos, que le han obligado a contratar a 175.000 trabajadores más.

La compañía dice que tendrá que gastar US$4.000 millones para lidiar con la propagación de la covid-19, lo cual incluye proporcionar a sus trabajadores de equipos de protección personal y realizar operaciones de desinfección en sus gigantescos almacenes.

Esa cantidad supera las ganancias de Amazon durante el primer trimestre de 2019 (US$2.500 millones).

Amazon se ha resistido durante mucho tiempo a reconocer a los sindicatos, argumentando que prefiere hablar directamente a sus empleados sobre cualquier preocupación que tengan.

Antes de su anuncio sobre el costo de los gastos derivados de la covid-19, Amazon había recibido críticas por el tratamiento de su fuerza laboral durante la pandemia por motivos de seguridad.

Netflix liderando el auge del «streaming»

La industria del entretenimiento en casa ha sido una clara ganadora en el confinamiento, asentándose sobre una tendencia creciente que venía de antes.

Durante los últimos años, el streaming (o emisiones por internet) se ha vuelto cada vez más popular.

A pesar de que el número de personas que fueron al cine en todo el mundo creció un 18% en los últimos dos años, las suscripciones a Netflix aumentaron un 47% durante el mismo periodo.

No sorprende que el sector del entretenimiento doméstico prospere cuando tantas personas no tienen otra opción que quedarse en casa.

«En Italia y en España, por ejemplo, las nuevas instalaciones de la aplicación de Netflix aumentaron un 57% y un 34%durante el confinamiento (respectivamente)», le dijo a la BBC la analista de tendencias Blake Morgan.

«La gente necesita el entretenimiento y el escapismo ahora más que nunca».

Netflix anunció el 22 de abril que tuvo casi 16 millones de clientes nuevos entre enero y abril.

Preocupaciones de producción

Pero esta historia tiene otra cara que no pinta tan bien.

Las condiciones del confinamiento han paralizado en gran medida la producción de nuevas series y películas.

Además, muchas divisas nacionales han perdido valor a causa de la pandemia, lo cual significa que los clientes internacionales más recientes de Netflix no están aportando tanto dinero a la compañía estadounidense.

Otra gran empresa estadounidense de entretenimiento que ha tenido algunas ganancias pero también pérdidas durante la pandemia es Disney.

La compañía ha tenido que cerrar sus parques de diversiones cuando se pusieron en práctica las medidas de confinamiento. Eso le ha supuesto a Disney un costo de al menos US$1.400 millones, según su director ejecutivoBob Chapek.

Pero al mismo tiempo la demanda de los servicios en streaming de Disney se han disparado.

La plataforma Disney+, que se lanzó en noviembre, tiene ahora cerca de 55 millones de suscriptores, una cifra que a Netflix le costó cinco años obtener.

Logísticas inviables

Uno podría esperar que el creciente comercio electrónico también reporte buenas ganancia para las empresas de reparto que dejan los paquetes en la puerta de tu casa.

Dos de las mayores compañías de reparto del mundo, Fedex y UPS, con base en Estados Unidos, han pedido apoyo al gobierno estadounidense por los problemas logísticos causados por las restricciones del confinamiento.

Aunque ha habido un aumento de clientes particulares comprando por internet, las operaciones más rentables son las interempresariales, y la demanda de éstas ha caído porque muchos negocios han tenido que cerrar sus puertas o reducir sus actividades durante la pandemia.

Hasta ahora, las ganancias de UPS han caído más de un 26% este año.

Entrega de comida

Del mismo modo, el confinamiento ha tenido pros y contras para los servicios de entrega de comida a domicilio.

Algunos restaurantes han podido abrir para hacer comida para llevar en algunos países y ciudades de todo el mundo.

Pero si bien la demanda de compras de alimentos por internet se disparó, los pedidos de comida a domicilio no parecen haber experimentado la misma suerte.

La agencia de noticias Reuters indicó que las compañías de reparto de comida en mercados europeos clave como Just Eat o Uber Eats han experimentado caídas consistentes en usuarios diarios, contrariamente al crecimiento porcentual -en cifras de dos dígitos- en el reparto de tiendas de alimentación.

El sexo vende, pero ya no tanto para los trabajadores sexuales

Desde Colombia hasta Dinamarca, se ha registrado un incremento en la venta de juguetes sexuales durante el confinamiento.

Es un gran negocio con un mercado que movió casi US$27.000 millones en 2019.

La covid-19 parece haber dado un empuje a la industria de los juguetes sexuales, con compañías especializadas en dispositivos de alta tecnología que ofrecen «experiencias para larga distancia» beneficiándose del distanciamiento social.

Pero el coronavirus ha generado pérdidas de ingresos -y aumentado los riesgos para la salud- de los trabajadores sexuales.

En muchos países, los trabajadores sexuales no tienen derechos legales y no pueden optar a los programas de ayuda del gobierno, lo cual les sitúa en una situación de pobreza e incluso de falta de vivienda durante la pandemia.

Japón es una excepción, al ser un país que ha ofrecido ayuda financiera a los trabajadores sexuales durante esta crisis.

Ejercicio en confinamiento

Las restricciones de movimientos y viajes han supuesto malas noticias para los gimnasios, pero la venta de equipos de entrenamiento a quienes se ponen en forma en casa ha aumentado.

En Australia, por ejemplo, hubo compras de pánico de artículos de fitness, desde pesas hasta esterillas de yoga.

También ha aumentado el llamado sector del «fitness digital».

Las ventas de relojes inteligentes crecieron un 22% a comienzos de 2020, en comparación con el mismo período de 2019, según un informe de la consultora Strategy Analytics.

«Muchos clientes han estado usando smartwatches para monitorear su estado de salud y ejercicios durante el confinamiento», le contó a la BBC Steven Waltzer, analista de esa firma.

Los entrenadores personales tratan de usar internet para reemplazar las sesiones tradicionales, pero esta situación resulta difícil para muchos profesionales del sector y varios gimnasios han tenido que cerrar sus puertas.

Comunicación en línea

Con millones de personas en todo el mundo trabajando desde casa, las herramientas de comunicación en línea han ganado popularidad.

La empresa que lidera el negocio de las videoconferencias es Zoom.

La aplicación tuvo más de 131 millones de descargas en todo el mundo en abril, según la firma de investigación Sensor Tower, 60 veces más que el mismo periodo el año anterior.

En India se realizaron más del 18% de esas descargas, y el segundo país en la lista es Estados Unidos, con un 14%.

Zoom se ha convertido en la elección preferida de muchos negocios y de miembros del público.

Teletrabajo

Aunque la mayoría de las personas usan la versión gratuita de la aplicación, que tiene restricciones como límites de tiempo en una llamada, Zoom gana dinero de los usuarios que pagan por sus funciones premium y en los primeros tres meses de 2020, la compañía ganó US$122 millones, duplicando lo que logró en el mismo período del año pasado.

Otro ganador de la tendencia al «teletrabajo» ha sido Slack.

La plataforma de mensajería instantánea que usan las empresas para comunicaciones internas dijo que sus suscriptores casi han duplicado su número entre enero y marzo.

Acciones de PayPal

Una de las compañías de pagos digitales más grandes del mundo, PayPal, se ha visto gravemente afectada por la covid-19. Sus ganancias netas durante los primeros tres meses de 2020 se redujeron a US$84 millones, casi ocho veces menos que en el mismo período del año pasado.

Pero al mismo tiempo, las acciones de PayPal alcanzaron su valor más alto el 7 de mayo.

¿Cómo explican eso los analistas de mercado?

Muchas personas enfrentan dificultades financieras y pueden estar inclinadas a gastar menos durante el confinamiento, pero la misma situación también puede alentarlos a migrar a servicios de pago digital, una señal potencialmente positiva para el futuro de PayPal.

PayPal registró 10 millones de cuentas nuevas entre enero y marzo y procesó hasta US$199.000 millones, un aumento de $161.500 millones en el mismo período en 2019.

«Creemos que estamos llegando a un punto de inflexión en todo el mundo donde la gente está viendo lo simple y fácil que es usar pagos digitales para servicios», dijo el CEO de PayPal, Dan Schulman, a los inversores en una conferencia telefónica el 6 de mayo.

«Una encuesta tras otra muestra que las personas ahora están más inclinadas a comprar por internet que a volver a la tienda», agregó.

Sanofi da prioridad a EEUU en una vacuna contra la covid-19 y crea una polémica

14 mayo 2020 –

Foto: Archivos / Eric Piermont –

Tomado de: AFP.

Francia protestó este jueves tras el anuncio del gigante farmacéutico francés Sanofi de que dará prioridad a Estados Unidos en caso de hallar una vacuna contra la covid-19 y el presidente Emmanuel Macron estimó que la vacuna contra este virus que ha dejado cerca de 300.000 muertos en todo el planeta deber ser «un bien público mundial».

«Los esfuerzos realizados en los últimos meses muestran la necesidad de que esta vacuna sea un bien público mundial, ajena a las leyes del mercado», dijo Macron después de que Sanofi afirmara que podría destinar a Estados Unidos las primeras vacunas contra el coronavirus, puesto que las autoridades de este país han invertido en su desarrollo.

El gobierno estadounidense tendrá «derecho a los pedidos más grandes», puesto que este país «ha invertido» y «comparte el riesgo», dijo el miércoles director general del grupo farmacéutico, Paul Hudson, en una entrevista a la agencia Bloomberg.

El británico, que asumió el cargo el año pasado, instó este jueves a Europa a «compartir los riesgos» para fabricar una vacuna.

Sus comentarios desataron una ola de indignación del gobierno francés y expertos en salud, que hicieron hincapié en las decenas de millones de euros que Sanofi ha recibido para la investigación por parte del Estado francés.

«El acceso igualitario a esta vacuna para todos no es negociable», sostuvo el primer ministro francés, Edouard Philippe, en Twitter, un argumento con el que coincidió la Unión Europea que estimó que el acceso al tratamiento debe ser «universal».

«Para nosotros sería inaceptable que hubiera un acceso privilegiado a tal o cual país por razones financieras», dijo a la radio la secretaria de Estado para la Economía, Agnès Pannier-Runacher.

La presidencia francesa anunció que mantendrá conversaciones con los ejecutivos de Sanofi en el Palacio del Elíseo a principios de la próxima semana.

– ‘Los estadounidenses han sido eficaces’ –

El director de Sanofi en Francia, Olivier Bogillot, trató de sofocar la polémica y aseguró el jueves que «el objetivo es que esta vacuna esté disponible a la vez en Estados Unidos, en Francia y en Europa de la misma manera».

Pero, en los hechos, esto será posible «si los europeos trabajan igual de rápido que los estadounidenses», añadió Bogillot.

«El gobierno estadounidense se movilizó fuertemente de manera financiera desde muy pronto», subrayó, y agregó que Estados Unidos ya había previsto pagar «varios cientos de millones de euros».

«Los estadounidenses han sido eficaces en este periodo. La UE tiene que serlo también para ayudarnos esté disponible rápidamente», instó.

En un comunicado, Sanofi precisó que «la producción en suelo estadounidense estaría principalmente dedicada a Estados Unidos y el resto de (sus) capacidades de producción se destinaría a Europa, a Francia y al resto del mundo».

La empresa también se comprometió a que esta posible vacuna «sea accesible a todos».

En una carta abierta, más de 140 personalidades, entre ellas el presidente sudafricano Cyril Ramaphosa y el primer ministro paquistaní Imran Khan, pidieron que las futuras vacunas o tratamientos contra el coronavirus sean distribuidas «gratuitamente a todos».

Sanofi, uno de los especialistas en vacunas más poderosos del mundo, se lanzó en la búsqueda de una vacuna en febrero y firmó un acuerdo de cooperación con la Autoridad de Investigación Biomédica Avanzada y de Desarrollo (BARDA), que depende del ministerio estadounidense de Salud.

En cuanto a la investigación propiamente dicha, Bogillot confirmó que el objetivo seguía siendo el desarrollo de una vacuna utilizable en un plazo de 18 a 24 meses. Este plazo es extremadamente acelerado en comparación con el plazo normal de unos 10 años, señaló.

La Agencia Europea de Medicamentos (EMA), dijo que es posible que algunas vacunas estén «listas para ser aprobadas de aquí a un año», pero añadió que este plazo es «optimista».

En este momento existen más de cien proyectos de vacunas en desarrollo contra la covid-19 en todo el mundo, ocho de los cuales ya se encuentran en ensayos clínicos en Estados Unidos, China y Europa, según el Instituto Jacques Delors.

INTERNET | RSF urge a las grandes plataformas a prevenir el acoso online a los periodistas que cubren el Covid-19

14 mayo 2020 –

Foto: Pixabay.

Tomado de: RSF –

En un momento en el que los medios cumplen una función crucial en la publicación de información fiable sobre la epidemia de Covid-19, Reporteros Sin Fronteras (RSF) expresa su alarma por el aumento del acoso en internet a periodistas, en todo el mundo y a menudo a instancias de políticos y partidos políticos. La organización pide a las plataformas digitales que intensifiquen sus esfuerzos para proteger a los periodistas.

En muchos países, los periodistas están siendo sometidos a campañas de acoso digital, diseñadas para silenciarlos, porque cuestionan la información que las autoridades proporcionan sobre la epidemia de Covid-19. Los casos examinados por RSF muestran que estas campañas de odio en línea -ya sean emprendidas por ejércitos de troles, individuos aislados o partidarios de formaciones políticas-, suelen estar alentadas por los políticos y no reciben una respuesta adecuada por parte de las plataformas.

En el subcontinente indio hay muchas campañas de este tipo. En India, la periodista Vidya Krishnan ha sido objeto de constantes insultos sexistas y amenazada con agresión, violación y asesinato en las redes sociales desde que escribió un artículo que describe la «insensibilidad» de la respuesta del gobierno indio a la Covid-19.

En la vecina Bangladesh, los medios progubernamentales han estado acusando al bloguero bangladesí exiliado en Francia Pinaki Bhattacharya de difundir noticias falsas sobre el gobierno desde que señaló la respuesta del ejecutivo bangladesí a la epidemia. A finales de marzo, perdió dos veces el acceso a su perfil de Facebook durante varios días porque lo dieron por muerto.

Después de que el periodista afgano Mortaza Behboudi cubriera la situación en los campos de refugiados en la isla griega de Lesbos para el canal de televisión franco-alemán Arte, el líder del partido Recrear Grecia, Thanos Tzimeros, lo acusó de difundir «mentiras monstruosas» y desde entonces lo han amenazado en Twitter con agredirle físicamente.

Europa no se ha salvado. En algunos casos, los políticos han alentado los ataques online. El periodista y corresponsal de RSF en Eslovenia, Blaž Zgaga, que presentó oficialmente una solicitud de información sobre la pandemia de Covid-19 ante las autoridades de Liubliana, ha sido víctima de amenazas alimentadas, entre otros, por el primer ministro esloveno.

Ana Lalić, periodista del diario digital serbio Nova.rs, ha sido blanco de una campaña de odio similar. Comenzó cuando un hospital local la demandó por informar de que carecían de equipo médico. Desde entonces, ha sido amenazada y perseguida en las redes sociales, y el primer ministro serbio la acusó de difundir noticias falsas. El hostigamiento fue un paso más allá el 15 de abril, cuando se encontraron anuncios pagados con su nombre, su foto y una descripción de ella como «Enemiga pública número 1» en la tienda de descarga de aplicaciones de Google Play Store.

En España, en el corazón de la Unión Europea, el partido de extrema derecha VOX ha intensificado su hostigamiento en internet contra periodistas críticos, especialmente contra Ana Pastor, presentadora del canal de televisión La Sexta. Los verificadores de datos españoles también se han visto atacados desde el comienzo de la crisis del coronavirus.

Criticar a los grupos del sector privado que sacan provecho de la pandemia también está resultando peligroso. Desde que Salvo Palazzolo, periodista del periódico italiano La Repubblica, informase de que el hermano de un jefe de la mafia encarcelado estaba utilizando la pandemia para aumentar su influencia en los distritos de bajos ingresos de Palermo, Palazzolo ha sido objeto de una ola de mensajes de odio en las redes sociales, en las que ha sido llamado «periodista repugnante» y «bastardo», y todos los periodistas han sido descritos como «peores que el coronavirus».

«Es muy alarmante ver a los políticos fomentando el odio en internet contra los periodistas solo porque no están cubriendo la crisis de Covid-19 como a ellos les gustaría», denuncia el secretario general de RSF, Christophe Deloire. “Las campañas de odio en línea resultantes representan una seria amenaza para la seguridad de los periodistas y para las propias democracias. Esta pandemia sin precedentes es una oportunidad única para resolver un problema sistémico en las plataformas digitales. Además de la crisis de la Covid-19, las plataformas deben comprometerse a una mayor transparencia en la forma en la que moderan el contenido y lo que hacen para combatir el acoso a los periodistas».

Varias plataformas –entre las que se cuentan Twitter, Facebook y YouTube-, anunciaron a finales de marzo que, como medida de seguridad para sus empleados, estaban intensificando el uso de sistemas automatizados para detectar y eliminar contenido de este tipo (lo que infringe sus reglas de moderación) y para desactivar las cuentas implicadas.

Sin embargo, estas decisiones podrían tener un efecto negativo en los periodistas y en el acceso a la información y a las noticias fiables. La capacidad limitada de la inteligencia artificial para identificar contenido claramente ilícito subraya la importancia de los moderadores humanos. Además, como resultado de la reducción del número de sus moderadores, algunas plataformas han dicho que solo podrán examinar el contenido potencialmente más dañino.

En el contexto de la pandemia, RSF hace un llamamiento a las plataformas para que:

  • Se comprometan públicamente a detener exclusivamente la moderación de contenido impulsada por Inteligencia Artificial (IA) después de la crisis sanitaria. Los algoritmos pueden ser una ayuda en la moderación del contenido, pero no deben tomar decisiones sobre la eliminación de contenidos, ya que no pueden evaluar el cumplimiento de las normas sobre libertad de expresión y el contexto del contenido y, por lo tanto, son propensos a identificar erróneamente el contenido legal.

  • Establezcan mecanismos para notificar contenidos ilegales y aumentar la visibilidad de dichos mecanismos. Los procedimientos de notificación deben ser transparentes, fáciles de usar y de entender.

  • Fortalezcan los mecanismos de recurso contra la decisión de eliminar contenidos. Estos mecanismos también deben ser transparentes, de uso sencillo y fácilmente comprensibles.

  • Los procedimientos de notificación y de apelación no deberían alargarse para disuadir a los usuarios de recurrir a ellos.

  • Publiquen un informe de transparencia tras la pandemia de Covid-19. Este informe debe incluir datos sobre las operaciones de moderación realizadas a petición de los gobiernos, los usuarios o por iniciativa propia.

Laura Zommer: “Chequeado funciona para aumentar el costo de la mentira”

14 mayo 2020 –

Foto: Estudio Tecla.

Tomado de: Laboratorio de Periodismo –

El Laboratorio de Periodismo conversó con la Directora ejecutiva del medio digital de la Argentina, que se dedica a la verificación del discurso público y a la lucha contra la desinformación. A raíz de la infodemia relacionada al coronavirus, lanzaron un proyecto colaborativo para verificar datos dentro de la red de Latam Chequea, en la que participan dos organizaciones de «fact checking» de España. En esta entrevista, Zommer cuenta los retos que enfrentan los chequeadores de noticias; explica el método de trabajo que aplica el equipo que dirige, para responder a la alta demanda de la audiencia; y sostiene que los medios periodísticos deben darle prioridad a la información de calidad.

En febrero, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la “infodemia”. En la práctica, quiere decir que la desinformación y las fake news sobre temas relacionados al Covid-19 pueden desorientar y confundir a las personas y hasta distorsionar políticas públicas. Incluso, pueden llegar a poner en riesgo vidas.

En medio de esta crisis sin precedentes, los periodistas que chequean noticias enfrentan su mayor desafío: luchar contra las noticias erróneas sobre el coronavirus. La finalidad: que la sociedad tenga información de calidad y esté más preparada para tomar decisiones. 

En América Latina, la red de Latam Chequea está más activa que nunca. Los chequeadores de Latinoamérica, más dos verificadores de España (Maldita.es y Newtral.es) y otros dos de Portugal, se aliaron para compartir y republicar la información que producen. La coordinación de estas 33 organizaciones de fact checking está a cargo de Chequeado, el medio digital argentino no partidario y sin fines de lucro que en 2014 creó la red y lanzó esta iniciativa colaborativa.

Laura Zommer
Laura Zommer es periodista y abogada. Forma parte del Consejo de Administración de la International Fact Checking Network (IFCN) Crédito: Estudio Quiroga-Caraffa

Para conocer los nuevos retos que persigue esta comunidad de chequeadores, conversamos con Laura Zommer, directora ejecutiva y periodística de Chequeado, que este año cumple 10 años. En esta entrevista, afirma que la demanda de la audiencia para que verifiquen contenidos aumentó. “El principal reto ahora es el aumento del compromiso. Porque uno siente que efectivamente tiene que poder responder a esa demanda genuina que existe”, asegura Zommer. 

Para responder a esa demanda, la abogada y licenciada en ciencias de la comunicación cuenta que el equipo planificó estratégicamente cómo abordar los temas sobre Covid-19. Por lo que nos brinda detalles acerca del método que aplican para verificar contenidos virales y desinformación. Además, identifica a las redes sociales y a las aplicaciones de mensajería instantánea como los canales donde es más común encontrar fake news.

Mientras que en relación a los medios que republican ese tipo de contenidos, aconseja que “tengan ediciones con cuidados en la calidad de contenido y que prioricen la información de calidad versus tener más clics”.

(P) ¿Qué retos durante la pandemia deben enfrentar como medio especializado en el chequeo de datos?

(R) Todo el equipo de por sí está comprometido con que mejore la calidad del debate y que la gente tenga mejor información disponible. El principal reto ahora es el aumento del compromiso. Ahora sabemos que la desinformación cuando se vincula a cuestiones de salud es mucho más peligrosa porque puede poner en peligro la vida. La persona que administra el Whatsapp de Chequeado recibe muchísimas más consultas y pedidos de chequeos que en el pasado. Encima esas consultas están vinculadas, por ejemplo, a falsos tratamientos. Eso es probablemente el principal reto: el aumento del compromiso, porque uno siente que efectivamente tiene que poder responder a esa demanda genuina que existe. Esto enfocado sobre todo en las desinformaciones.

(P) Cuando reciben las consultas de la audiencia, ¿cómo las clasifican para luego decidir la urgencia del tratamiento?

(R) Nosotros dividimos las desinformaciones en cuatro tipologías. No son propias de Argentina, se confirman en toda América Latina. Y en la red global que estamos también las encontraríamos. Una primera línea de desinformaciones tiene que ver con teorías conspirativas sobre el origen del virus. La segunda es cómo se transmite y expande el virus. La tercera categoría es la más preocupante: la desinformación vinculada a falsas curas o tratamientos. Cuando nos llegan o por Whatsapp o por chequeos colectivos, es de las primeras que analizamos. Y la última tiene que ver con falsas medidas de las autoridades o alcances de las medidas distintos a lo que decretos o resoluciones dicen. Con la red Latam Chequea creamos una base con las medidas que se toman en toda la región, para hacer más rápido cuando hay que chequear una información que circula transfronterizamente. Sabemos que la desinformación se propaga mucho más rápido que la información. Ante esa desventaja, los chequeadores cuanto antes desmintamos un contenido, más chances tenemos de que esa desmentida use los mismos canales que la desinformación. 

(P) ¿Qué contenidos priorizan al momento de elegir uno para chequear?

(R) Tomamos en cuenta viralización y daño. Los contenidos que ponen en riesgo la vida, que son los de salud, y los que pueden generar radicalización, como los que buscan perseguir a determinado grupo o etnia, esos son los primeros que chequeamos. Lo segundo es la afectación al sistema democrático. En elecciones, lo que tiene que ver con falsas boletas, por ejemplo. El tercero es daño al sistema económico. En Argentina cada vez que hay alguna crisis reaparecen contenidos que dicen que se reinstauró el corralito. Y luego están los que minan la confianza de la gente en el sistema político y en el prójimo.

(P) Sumaron a una editora de ciencia. ¿Fue a partir de la pandemia? ¿Cómo tomaron esta decisión?

(R) Para nosotros era importante tener a una editora especialista en ciencia. En Chequeado ninguna nota sale sin doble edición. Todas las notas tienen al menos un redactor y dos ediciones. En el tema de Covid-19, nos parecía que dado que ninguno de nosotros es experto en periodismo científico, sobre todo para las notas que tienen componente en las desmentidas de algún tratamiento médico, vacuna o hallazgo, necesitábamos una lectura extra de alguien que sí tuviera ese conocimiento específico. 

(P) ¿Cómo es el método que aplican al momento de verificar un contenido viral?

(R) Primero le prestamos atención al grado de viralización y al posible daño. No nos alcanza que el usuario o el afectado lo desmienta. Aparece la consulta a la persona como un extra para darle lugar como si fuera una especie de réplica o explicación, pero las desmentidas se hacen de manera independiente a esa persona. Y se hacen con la metodología que usamos todos los chequeadores: consultamos a fuentes oficiales, que son las autoridades públicas, de cualquier nivel del Estado; a fuentes alternativas, que son expertos de universidades, ongs, cámaras empresarias, organismos internacionales, etcétera. En pandemia no sirven las fuentes indirectas. Cuando terminamos de hacer eso, lo más importante es la puesta en contexto. Muchas desinformaciones no es que son mentira de punta a punta, usan un elemento verdad y lo sacan de contexto. Suele pasar con las imágenes. Después confirmamos o desmentimos y le ponemos la calificación. Sumamos herramientas tecnológicas que ayudan al trabajo.

(P) En la Argentina, ¿quiénes crean la mayoría de las fake news?

(R) No tenemos estudios suficientemente sólidos como para decir: son estos actores. La desinformación tiene oculto o no transparente al autor original o a quienes son los que están motorizando esos contenidos. Sí hay hipótesis. En algunos temas, por ejemplo, la necesidad de hacer más tests o las comparaciones que al principio se hacían con Chile, que tenía menos casos, vos podías ver por cómo estaban circulando, que estaban asociadas a cuentas en general opositoras. Pero eso no significa que nosotros desde Chequeado podamos hoy decir ese contenido lo creo Juan o María, porque no tenemos esa investigación todavía hecha de manera concluyente.

(P) ¿Cuáles son los canales que más se usan para difundir o viralizar?

(R) No hay una investigación profunda en la Argentina de la desinformación. Sí puedo decirte que no hay ninguna red social que se salve. No es que es solo Facebook o es solo Twitter o es solo YouTube. En Instagram también hay desinformación, puede ser que menos por ahora por el tipo de manera en la que circula, que es más visual que textual. Y también circula muchísimo por WhatsApp. 

(P) ¿Y en los medios?

(R) Cuando un medio publica una desinformación, como pasó con lo del origen del virus, aumenta el alcance de la desinformación y la valida tanto que aumenta muchísimo su daño. Lo que suele pasar es que algunos de estos medios crearon equipos que trabajan con “virales internacionales”, que básicamente es pensar cómo consigo clicks. Entonces, el desafío de nosotros como chequeadores y de las plataformas que empiezan a hacerse más cargo de cómo circulan sus contenidos, es cómo generamos incentivos positivos para que los medios no quieran publicar un viral flojo de papeles y no le convenga hacerlo. Cuando nos preguntan para qué funciona Chequeado, decimos que es para aumentar el costo de la mentira. Lo que queremos es ayudar a generar incentivos y que los editores se pregunten “esto me va a traer un montón de tráfico pero si después tengo que salir a rectificarme, mi audiencia me castiga porque publiqué algo que era peligroso”.

(P) ¿Un momento extraordinario como una pandemia es propicio para las “fake news”?

(R) Sí, propicia que haya un terreno más fértil a la desinformación. Esto de la tormenta perfecta: existen vacíos y existen emociones exacerbadas. Los vacíos son de información y de evidencia, porque es una enfermedad nueva, porque la ciencia todavía no tiene respuestas para todo. Y por otro lado existe esta angustia en muchos, miedo en otros, pánico en otros, ansiedades, etcétera, que exacerban la necesidad de querer saber. Además de lo que le pasa a la gente, está la complejización en lo que nos pasa a nosotros como periodistas. En general fuimos seteados para llevar certezas. Y ahora informar es en parte decir “de esto no se sabe, este nuevo tratamiento no sé si va a ser efectivo, este experimento de vacuna no sé si va a llevarnos a la vacuna que nos salve.

(P) ¿Para los medios el chequeo de información debería ser un formato que tendrían que incorporar en sus redacciones?

(R) Depende de las audiencias y el tipo de medios. A mí no me preocupa especialmente que todos los medios tengan equipos de chequeadores necesariamente para generar formato de chequeo, sino que me encantaría que tengan ediciones con cuidados en la calidad de contenido. Y que prioricen la información de calidad versus el llegar primero o tener más clics. Pero eso también depende mucho de la lógica o la filosofía de cada medio.

10-4: El coronavirus tiene un punto débil y este modelo lo explota

14 mayo 2020.

Foto: Amir Cohen/Reuters –

Por:  Uri AlonRon Milo y 

Las personas podrían regresar a trabajar en ciclos de dos semanas: acudir por cuatro días y después estar en confinamiento diez días, el período de latencia del virus.

Si no podemos reanudar la actividad económica sin causar un resurgimiento de infecciones de la COVID-19, enfrentamos un futuro sombrío e impredecible al abrir y cerrar escuelas y negocios.

Podemos encontrar una salida a este dilema aprovechando una propiedad clave del virus: su período de latencia, el lapso promedio de tres días entre el momento en que una persona se infecta y el momento en que puede infectar a otros.

Las personas pueden laborar en ciclos de dos semanas, ir al trabajo durante cuatro días y después, para cuando pueden volverse infecciosos, pasar diez días confinados en casa. La estrategia funciona aún mejor cuando la población se divide en dos grupos de hogares que trabajan en semanas alternas.

Las autoridades escolares austríacas adoptarán una versión simple —con dos grupos de estudiantes que asistirán a la escuela por cinco días cada dos semanas— a partir del 18 de mayo.

Los modelos que creamos en el Instituto Weizmann de Israel predicen que este ciclo de dos semanas puede reducir el número reproductivo del virus —el número promedio de personas infectadas por cada persona infectada— por debajo de uno. Por lo tanto, un ciclo 10-4 podría suprimir la epidemia al tiempo que permite una actividad económica sustentable.

Incluso si alguien está infectado, y sin síntomas, él o ella estaría en contacto con personas fuera de su hogar durante solo cuatro días cada dos semanas, no 10 días, como con un horario normal. Esta estrategia tiene otro impacto: disminuye la densidad de personas que acuden al trabajo y la escuela, lo que reduce la transmisión del virus.

Las escuelas pueden hacer que los estudiantes asistan por cuatro días consecutivos cada dos semanas, en dos grupos alternativos, y usar métodos de educación a distancia los otros días de escuela. Los niños pueden ir a la escuela los mismos días que sus padres van al trabajo.

Las empresas operarían casi de forma continua, alternando entre dos grupos de trabajadores para una producción regular y predecible. Esto incrementaría la confianza de los consumidores, apuntalando la oferta y la demanda al mismo tiempo.

Durante los días de confinamiento, este enfoque requiere adherencia solo al nivel de distancia ya demostrado en los países europeos y Nueva York. Evita los costos económicos y psicológicos de abrir la economía y luego tener que restablecer el confinamiento total cuando los casos inevitablemente resurjan. Dar esperanza y luego quitarla puede causar desesperación y resistencia.

Una rutina 10-4 proporciona por lo menos un empleo a tiempo parcial para millones que han sido despedidos o enviados a casa con licencia sin sueldo. Estos trabajos evitan los impactos devastadores, mentales y físicos del desempleo, que a menudo son duraderos. Para quienes viven del día a día, habría cuatro días para trabajar, reduciendo la necesidad económica de ignorar el confinamiento por completo. Las quiebras de los negocios también se reducirían, acelerando la eventual recuperación económica.

La estrategia cíclica es fácil de explicar y hacer cumplir. Es equitativa en términos de quién puede volver al trabajo. Se aplica en cualquier escala: una escuela, una empresa, una ciudad, un estado. Una región que usa la estrategia cíclica está protegida: las infecciones que llegan de fuera no se pueden propagar ampliamente si el número de reproducción es menor que uno. También es compatible con todas las demás medidas compensatorias que se están desarrollando.

Los trabajadores pueden, y aún deben, usar mascarillas y distanciamiento mientras estén en el trabajo. Sin embargo, esta propuesta no se basa en pruebas de larga escala, por lo que aún no está disponible en todas partes de Estados Unidos y quizás nunca estará disponible en grandes partes del mundo. Puede comenzar tan pronto como una disminución constante de casos indique que el confinamiento ha sido efectivo.

La estrategia cíclica debe ser parte de una estrategia de salida integral, incluyendo la auto cuarentena de quienes tienen síntomas, el rastreo de contactos y aislamiento, y la protección de grupos de riesgo. La estrategia cíclica puede probarse en regiones limitadas por periodos de prueba específicos, incluso un mes. Si la tasa de infección aumenta, puede ajustarse a menos días de trabajo. Por el contrario, si las cosas van bien, se pueden agregar días adicionales de trabajo. En ciertos escenarios, solo cuatro o cinco días de confinamiento en cada ciclo de dos semanas podrían prevenir el resurgimiento.

La epidemia del coronavirus es un enemigo formidable, pero no es invencible. Al programar nuestras actividades de manera inteligente, de una manera que tome en cuenta las dinámicas intrínsecas del virus, podemos derrotarlo más rápidamente, y acelerar un retorno completo al trabajo, la escuela y otras actividades.

La dieta del coronavirus

14 mayo 2020.

Foto: Getty Images –

Por:  New York Times.

América Latina está recurriendo a comidas procesadas durante la pandemia. Es precisamente lo que no deberíamos hacer: estos alimentos han provocado aumentos en enfermedades que nos exponen más al virus. Esta crisis puede ser una oportunidad para pensar mejor en qué comemos.

Las últimas horas de la vida anterior al confinamiento por la pandemia las pasé en el supermercado, agolpada en una muchedumbre que buscaba cloro. Como yo, había muchas personas concentradas en puntos clave: las góndolas de limpieza y alacena. Los carritos de compras rebosaban de desinfectantes, antibacteriales, jabones de todo tipo y, claro, papel higiénico. También latas de carne, atún, garbanzos, fideos, harina, galletitas, jugos, comestibles congelados.

La ansiedad y el miedo son contagiosos. Actúan juntos y provocan reacciones que nos lleva de la acumulación de cortisol y adrenalina a la acumulación de las cosas que creemos que nos darán protección ante la amenaza. Y en la crisis por la COVID-19 esas cosas han sido alcohol en gel y comida ultraprocesada: productos enlatados, con nutrientes agregados, que en lo posible duren hasta 2024.

Paradójicamente estas compras del miedo que se dispararon ante la emergencia podrían tener resultados muy diferentes a los buscados: las comida procesadas y ultraprocesadas —que tienen altas cantidades de azúcar, sal y aceites agregados, harinas refinadas, aditivos y nutrientes artificiales— a las que estamos recurriendo estos días no son la solución. Son responsables de obesidad y de enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, hipertensión y cáncer, condiciones que aumentan la mortalidad ante el coronavirus. Al mismo tiempo, la falta de alimentos frescos debilita la inmunidad dejándonos más expuestos.

Las compañías que fabrican bebidas azucaradas y comida chatarra de larga duración llevan décadas librando una batalla por cambiar nuestros hábitos alimenticios, y su éxito innegable se acentúa en esta situación. En otra forma de resistencia colectiva y cuidado mutuo nos toca volver a optar por alimentos naturales, sustentables y frescos. De ese modo no solo estaríamos mejorando nuestras defensas ante el coronavirus sino también —a futuro— las de la naturaleza.

La COVID-19 se ha producido de manera similar a los nuevos patógenos zoonóticos que fueron catalogados en los últimos treinta años: por la acción humana que combina la degradación ambiental —en un solo año, por poner un ejemplo, la deforestación en los territorios reservados para las comunidades indígenas en la Amazonía ha aumentado un 74 por ciento— y la producción de carnes y derivados en granjas industriales, en condiciones de hacinamiento.

Tal vez esta sea la oportunidad para cambiar finalmente nuestra relación con lo que comemos y cómo producimos nuestros alimentos.

Hasta ahora no ha sido así. “El coronavirus nos está mostrando que somos humanos y nos comportamos igual en todo el mundo”, me dice por teléfono desde Londres Scott McKenzie, líder de Inteligencia Global de la consultora Nielsen. Ellos se han dedicado a registrar la conducta de los consumidores en supermercados de países afectados por la pandemia y el confinamiento y han recogido datos asombrosos en el transcurso de dos semanas. En Argentina, las ventas de postres congelados aumentaron un 860 por ciento y la carne en lata, el 198 por ciento. En Perú compraron un 405 por ciento más de pescado congelado y un 203 por ciento más de pescado enlatado. La salsa de tomates se vendieron un 139 por ciento más en Brasil, y la carne congelada, 115 por ciento más. En casi todos los países encuestados los consumidores parecieron perder el interés por frutas y verduras y, en muchos casos, hasta disminuyeron su compra.

Un estudio científico en marcha ahora en Argentina que ya lleva evaluado el comportamiento de más de 2500 personas está arrojando resultados en la misma línea: un 63 por ciento de quienes incorporan carne a sus dietas, no consumen ni dos porciones de verdura al día desde que están confinados en sus domicilios; y un 24 por ciento de ellos asegura haber reducido el consumo de frutas a una o dos porciones. ¿Qué consumo aumentó para toda la población? Golosinas, embutidos, aperitivos y bebidas azucaradas y alcohólicas.

Parece que, en el imaginario colectivo, los productos procesados y ultraprocesados —diseñados en laboratorios y fabricados en establecimientos de última tecnología— resultan hoy más “sanitizados” que los tomates, las manzanas o las nueces de las huertas. Es, por supuesto, una equivocación (las superficies, de vegetales o de productos enlatados, pueden hospedar al virus, pero ambos tienen maneras sencillas de desinfectarse).

Habría que deconstruir una idea que lleva casi un siglo. Muchos de los productos que nutren las góndolas hoy han acompañado a la humanidad en otras crisis. Los enlatados se desarrollaron a pedido de Napoleón, el chocolate Hersheys fue parte de las raciones de combate del ejército de Estados Unidos desde 1943 hasta 1991, Coca Cola hizo que todo soldado estadounidense pelando en la Segunda Guerra Mundial pudiera comprar sus productos por solo 5 centavos de dólar. Es razonable que también hoy esos productos logren evocar el espíritu de resistencia y triunfo.

Pero lo que no se muestra es que cada vez que escogemos alimentos establecemos relaciones con las plantas y los animales. Elegimos entre granjas industriales o campos regenerativos; entre monocultivos que terminan en productos que reproducen una y otra vez los mismos ingredientes (azúcar, jarabe de maíz, harina, aceite) o entre huertas que ofrecen más diversidad de ingredientes para una alimentación saludable y culturalmente adecuada.

En las últimas semanas han empezado a surgir las muestras de que es posible un sistema alimentario que no esté reñido con nuestra salud ni con la naturaleza. En varios países de América Latina se están organizando repartos de bolsones con frutas y verduras recién cosechadas, legumbres, cereales y productos de almacén, muchos de producción sin agroquímicos.

“Todos los días recibimos unos mil pedidos”, me dijo el ingeniero agrónomo Lalo Bottesi, a cargo de la cooperativa de productores Iriarte Verde que, ahora vestido con barbijos y munidos de alcohol en gel, distribuye productos agroecológicos en Buenos Aires. “Es imposible que alcancemos a satisfacer esa demanda pero nos da un buen indicio: si se sostiene, va a ser la plataforma que necesitábamos para que haya más productores”.

Al inicio de la crisis, México fue uno de los pocos países de Latinoamérica que asoció el mal estado de salud de la población con la mala alimentación —la diabetes es una de las mayores causas de muerte en la población mexicana— y lo presentó como una desventaja ante el coronavirus. Y es, acaso, una de las razones por la que las dimensiones de la pandemia podrían ser especialmente duras en ese país.

Es urgente que los gobiernos de América Latina tomen en serio la relación directa entre la mala alimentación y la salud de sus habitantes. Esta pandemia es, en este sentido, una oportunidad: o seguimos favoreciendo la saturación de comida ultraprocesada que nos enferma y nos deja más vulnerables a nuevos virus o hacemos el cambio necesario para que los alimentos frescos que producimos en la región puedan llegar a la sociedad toda.

Sin respirador artificial

14 mayo 2020 –

Por: Gonazalo Silva, Socio CPB / El Espectador.

Después de dos largos meses, empezó esta semana en el país la flexibilización del confinamiento y la progresiva reactivación de la economía, siguiendo una tendencia mundial, y solo el paso del tiempo, más pronto que tarde, nos revelará si el costo-beneficio económico y social de la medida adoptada por el Gobierno Nacional ha sido acertado y coincide con el momento apropiado para darle respiro a la prolongada cuarentena, pese al aumento exponencial que se registra en la cifra de contagios del coronavirus.

La decisión oficial, presionada desde numerosos frentes que sufren la asfixia producida por la crisis, busca reducir las graves consecuencias económicas que pueda provocar un encierro prolongado y replica las políticas de reapertura que han venido imponiendo algunas naciones duramente golpeadas por la epidemia, como España o Italia, que, pese a la compleja situación que viven, le han apostado al funcionamiento de algunos sectores económicos.

Uno fundamental para la economía doméstica es el de la aviación comercial, que pide pista para sortear el difícil momento que afronta, con aviones en tierra, finanzas postradas y aerolíneas en el pico de la quiebra. El sector, determinante para la competitividad económica y el aumento de la productividad, es un facilitador que contribuye con más de US$7.500 millones y genera 600 mil empleos, entre ellos 170 mil directos, según la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA).

En reciente sesión virtual en la Comisión de Ordenamiento Territorial (COT) del Senado de la República, el gerente de la IATA para Colombia reveló que la industria por estas tierras podría estar alcanzando pérdidas -las más actualizadas- de US$481 millones para los sectores directos y de US$3,1 mil millones para los conexos.

Mientras en algunos países las aerolíneas cuentan con salvavidas oficiales y privados por cientos de miles de millones de dólares, como es el caso de American Airlines, Delta, KLM o Lufthansa, las que tienen sello colombiano han recibido ayudas económicas menores, como líneas de crédito, ampliación de pagos tributarios y parqueo gratis de aeronaves en los aeropuertos, que, aunque facilitan en algo su liquidez inmediata, no les garantizan la recuperación plena de las pérdidas acumuladas.

La dura parálisis las viene dejando sin oxígeno y requerirán de mayores apoyos como reducción de impuestos y nuevos créditos con períodos de gracia y largo plazo, con el fin de ajustar finanzas y pensar en un abaratamiento en los costos de los tiquetes, una vez se retomen las operaciones comerciales. El llamado de auxilio preocupa al Gobierno, que ya tiene preparada una hoja de ruta para reanudar el servicio a través de una agenda compuesta por cinco fases, con activación selectiva a nivel doméstico desde los aeropuertos de mayor capacidad, entre ellos los de Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla.

Las operaciones de impacto regional, que conectan a municipios medianos y pequeños, en la que juegan papel importante los aerotaxis, se irán abriendo de manera gradual, de acuerdo con las condiciones epidemiológicas del país, en tanto que las internacionales quedarán suspendidas indefinidamente, pues su reactivación para el futuro cercano es incierta y dependerá de factores externos, determinados por los Estados con los que se tienen convenios aéreos. Empero, la apertura de vuelos internacionales, a juicio de especialistas, podría retrasarse hasta el 2021.

El hecho real es que el futuro de la aviación comercial en Colombia depende de un sólido apoyo financiero o, en su defecto, de un pronto reinicio de operaciones. Si el Gobierno no tiende la mano para mantener las aerolíneas en pie, algunas podrían aterrizar definitivamente, con consecuencias perturbadoras para la conectividad nacional. Su escenario de supervivencia es corto y aunque se confía en que para diciembre se pueda restablecer el 60% de los vuelos, tomará por lo menos un año volver a la demanda de ocupación existente antes de la crisis.

La inquietud, sin embargo, radica en la fecha en que se deberían reactivar las operaciones aéreas teniendo en cuenta que la pandemia en el país no alcanza su pico ni aplana su curva ni garantiza los test masivos necesarios para determinar el verdadero avance del coronavirus. Sin las condiciones adecuadas, el servicio aéreo podría ser factor incidente en la propagación del virus, como sucedió con el inicio del brote, extendido por los mismos viajeros por todos los paralelos terrestres. De abrirse una fuente de contagio masivo, se echaría al traste con los resultados obtenidos durante los dos meses de sacrificio.

Colombia se encuentra aún en la ola expansiva y se deberá ser rigurosamente responsable en la fijación de la fecha de reinicio de la actividad aérea, pues como dice el refrán, no por mucho madrugar amanece más temprano. La apertura deberá ser prudente, gradual e inteligente, con aplicación de medidas estrictas para que la actividad aérea ni estimule ni facilite un irremediable crecimiento de la curva.

En aeropuertos y aviones se tendrán que garantizar protocolos especiales de bioseguridad y distanciamiento social para que el sector -que pese a su incidencia económica no ha tenido corona en la oferta de ayudas financieras durante esta oscura crisis- no vaya a capotear sus turbulencias con la pesada carga del coronavirus. Es lo mínimo que se espera de una industria que, por ahora, aguanta -lastimosamente- la neumonía sin respirador artificial.

Posdata. De acuerdo con el Gobierno Nacional, en Colombia, hasta la semana pasada, todavía había 900 municipios sin COVID-19, lo que lleva a determinar el no restablecimiento de transporte aéreo de media y larga distancia.

El colapso de la realidad

14 mayo 2020.

Por: Arturo Guerrero, Socio CPB / El Colombiano –

¿Qué día de la semana es hoy? ¿Cuándo habrá un domingo o un festivo? Sí, se borró la singularidad del tiempo. A medida que avanza la cuarentena, el horizonte que entra por las ventanas se hace homogéneo, los mismos edificios que no hablan, el arbolito de la esquina que no se alborota con el viento.

El ritmo que separaba días laborales de días de ocio entró en una monotonía que desquicia las costumbres del cerebro. Cuesta trabajo amanecer y comprender cómo esta cinta de Moebius se devora a sí misma de modo inmarcesible. La irrealidad se ha apoderado de la gente.

Lo pinta mejor una tuitera afro que habla con los dedísimos de sus manos bailarinas. “Mirá ve, dizque mayo -irrumpe en video @Kathe_OrtizS-, se descompuso este mundo. Yo que estoy todavía por allá en febrero y se metió fue mayo. Dios mío, y ni fu ni fa ni fle por ningún lado. Esto no tiene sentido, hasta el sueño lo tengo descontrolado. Llegan las tres de la mañana y yo haciendo nada. Me voy a bañar con cilantro y jabón azul. No hay más”.

Kathe hace reír, sus ojos se comen la pantalla, su cintura bulle. Formula el diagnóstico acertado. Se le derrumbó la realidad, no pudo “romperla” en el Petronio como soñaba. Su baño ancestral le funcionará a ella, porque nadie le quita lo heredado. Pero su gracia acierta.

Como a ella, a muchos encerrados se les agotaron los puntos de referencia que ayudan a saber dónde, cuándo y cómo están. Entonces la mente, o lo que quede de ella, se escapa en la brisa sin amarras. El universo se instala en la imaginación a la que ahora con razón se le asignaría el alias de la loca de la casa.

Los almanaques mienten, los relojes no indican si es por la mañana o por la tarde, el panorama de las calles enmudece. No hay agarraderos válidos. Ingresamos al reino de la irrealidad donde cada cosa es relativa y la incertidumbre se destaca como el nuevo paradigma del porvenir.

¿Qué ocurrirá si el confinamiento se alarga otro mes o dos meses? Averígüelo Vargas. Si actualmente el transcurrir es borroso, entonces quizá será oscuro como hueco debajo de un puente. Kathe se perderá su navidad caleña y tendrá que vestir escafandra de astronauta para comunicarse con Houston. “Aquí, Houston”, le contestará mintiendo un marciano. En el espacio gaseoso ella no sabrá dónde queda arriba ni dónde queda abajo.

Las reaperturas marcan una nueva fase: el ‘ensayo y error’ global

11 mayo 2020.

Foto: Alessandro Grassani para NYT-

Por: The New York Times.

A medida que los países relajan las reglas del confinamiento, sociedades enteras se están convirtiendo en conejillos de indias de lo que funciona y de aquello a lo que están dispuestas a renunciar.

El mundo está entrando en un periodo de experimentación de alto riesgo, en el cual ciudades y países sirven como laboratorios al aire libre para saber cómo poner fin a la cuarentena con mayor seguridad y eficacia en medio del coronavirus.

Los gobiernos, incapaces de esperar indefinidamente a que la ciencia responda a cada enigma sobre qué hace que las infecciones se disparen en algunas circunstancias y no en otras, están impulsando políticas basadas en una comprensión creciente pero imperfecta del virus.

Y con poco consenso sobre la mejor manera de equilibrar la salud pública y las necesidades sociales y económicas, las sociedades se abren camino con ayuda de soluciones intermedias, que serían desgarradoras incluso con mejor información sobre los posibles costos de cualquier política en las vidas y el modus vivendi.

“Estamos en medio de un periodo de ensayo y error a nivel mundial para tratar de encontrar la mejor solución en una situación muy difícil”, explicó Tom Inglesby, director del Centro de Seguridad Sanitaria de la Universidad Johns Hopkins.

La primera ola de reaperturas, principalmente en Asia y Europa, nos da atisbos de lo que podría convertirse en un proceso continuo de experimentación y recalibración.

Cada política, como el distanciamiento de los estudiantes en las escuelas danesas o los controles de temperatura en los restaurantes de Hong Kong, si bien se basa en el conocimiento científico y en la relación costo-beneficio calculada, también es una prueba de lo que funciona, de lo que vale la pena y de lo que la gente aceptará.

Aunque la experiencia adquirida en la vida convertirá algunas incógnitas en conocimientos, muchas preguntas pueden quedar sin respuesta durante la que se espera que sea una crisis de uno a dos años.

Eso incluye la que puede ser la pregunta más difícil, pero la más urgente de todas: ¿cuál es el valor de una vida salvada?

Los países no tienen más remedio que adivinar los cálculos éticos que les revuelven el estómago. ¿Cuántas vidas deberían arriesgarse para salvar a mil personas del desempleo? ¿Para evitar que una generación de niños se atrase en la escuela? ¿Para salvaguardar una sensación de normalidad?

Aunque Inglesby enfatizó que “hay muchos principios basados en la salud pública y el sentido común” que les sirven como guía, “no hay un plan de acción para esto”.

A los clientes se les toma la temperatura en un restaurante de comida rápida en Hong Kong.
Credit…Lam Yik Fei para The New York Times

Muchos países han modelado sus políticas, en parte, con base en la forma en que sortean las lagunas de conocimiento sobre el virus.

Por ejemplo: ¿estar al aire libre limita drásticamente la transmisión?

Lituania, en la creencia de que así es, está cerrando las calles de la capital para permitir que los restaurantes y bares abran sus puertas para dar servicio solo al aire libre.

Otros están poniendo a prueba esta hipótesis con mayor moderación. Bangkok está reabriendo los parques, pero prohíbe la mayoría de las actividades colectivas. Sídney reabrió las playas para nadar y surfear, pero no para tomar el sol ni socializar.

Algunos países están reabriendo las escuelas, tomando un riesgo calculado con base en los indicios de que los niños podrían estar relativamente seguros, mientras imponen restricciones para los casos en que no lo estén.

Dinamarca abrió las escuelas a los niños más pequeños, quienes se cree que corren menos riesgo, pero con restricciones en cuanto al número de alumnos por grupo.

Alemania, mientras tanto, está invitando a volver a la escuela a los niños mayores que, según se piensa, podrían presentar un mayor riesgo de transmisión pero que cumplirán mejor con las normas sobre el uso de cubrebocas y distanciamiento.

Hay otro conjunto de incógnitas: aquellas relacionadas con el comportamiento de las personas.

El gobierno de Corea del Sur está apostando por ciudadanos que observan voluntariamente una letanía de pautas sobre interacciones cotidianas, como inclinarse en lugar de abrazarse en los funerales.

En otras áreas es menos confiado, y se aplican multas y monitoreo digital para hacer cumplir las cuarentenas obligatorias a aquellos que se cree tuvieron contacto con una persona infectada.

California permitirá que algunos negocios ofrezcan servicios en los que los clientes podrán recoger los productos en las aceras, con la esperanza de que suficientes trabajadores y consumidores lo acepten y con la suficiente seguridad como para detener la caída libre de la economía sin el resurgimiento de infecciones.

Georgia, mientras tanto, levantó las restricciones a las empresas solo para descubrir que los clientes no estaban dispuestos a regresar.

Las escuelas reabrieron en Dinamarca pero los estudiantes deben a mantener distancia social.
Credit…Emile Ducke para The New York Times

Cualquier medida de reapertura tiene como objetivo “equilibrar al menos tres cosas distintas”, dijo Ezekiel J. Emanuel, presidente del Departamento de Ética Médica y Política Sanitaria de la Universidad de Pensilvania.

Estas son: mantener bajas las infecciones para evitar la saturación de los servicios de salud; mantener bajas las muertes, lo que implica detener las infecciones de mayor riesgo, y controlar las cargas económicas y sociales.

Sin embargo, incluso si esperamos que una política determinada mejore una medida y empeore otra, las lagunas en el conocimiento sobre el coronavirus hacen que no sepamos por cuánto.

“Es evidente que encontrar el equilibrio correcto es el principal problema. Es muy difícil”, comentó Emanuel.

Por ejemplo, los funcionarios alemanes que reabrieron parcialmente las fábricas no tienen forma de prever cuántas personas se enfermarán ni cuántos empleos se salvarán como resultado.

La única manera de saber con seguridad si los beneficios de una política valen sus costos es, en muchos casos, ponerla a prueba y observar lo que sucede.

Entonces, cada paso hacia la reapertura también es un conjunto de experimentos con sociedades enteras que sirven como conejillos de indias o, si lo prefieren, como exploradores que se adentran audazmente en lo desconocido. De cualquier manera, pocos esperan que el proceso sea inocuo.

“Creo que es poco probable que consigamos el equilibrio correcto al principio, ya que es la primera vez que hacemos algo así”, explicó Inglesby.

Por supuesto, las cifras de contagios de Alemania aumentaron, aunque de manera lo suficientemente modesta para que el país continúe su lenta reapertura.

India, en cambio, experimentó un aumento más marcado después de que se levantaron algunas restricciones, lo cual aumentó la posibilidad de regresar al cierre, como ya ha sucedido en algunas ciudades chinas.

Incluso los experimentos fallidos pueden ofrecer lecciones duramente ganadas permitiendo, en teoría, que cada reapertura sea más segura que la anterior.

“¿Hay un resurgimiento de casos a partir de patrones particulares de flexibilización del distanciamiento social?”, preguntó Inglesby. “¿Descubrimos que hay casos que ocurren en el transporte público? ¿Funcionan las medidas que Hong Kong está implementando con los restaurantes?”.

Pero hay un inconveniente: las ciudades y naciones tienden a cambiar varias cosas a la vez, y eso dificulta aislar lecciones específicas. Una política puede parecer fracasar en algunas circunstancias y ser exitosa en otras, lo que hace más lenta la capacidad de los países de aprender de otros.

Empleados en una tienda de ropa en Berlín, el miércoles
Credit…Emile Ducke para The New York Times

Incluso si el mundo pudiera cuantificar con certeza en qué medida afecta una política determinada tanto al virus como al bienestar social, no existe una fórmula para equilibrar ambos elementos.

Eso ha obligado a los líderes mundiales a enfrentar una interrogante con la que los especialistas en ética han luchado durante años: ¿cuánto debe la sociedad estar dispuesta a sacrificar para salvar una vida?

En otras palabras, ¿cuántas personas deberían quedarse sin trabajo para salvar una vida, sabiendo que el desempleo prolongado está asociado con la reducción de la esperanza de vida? ¿Cuántas muertes deberían permitirse si con ello una comunidad puede mantener la fábrica local en funcionamiento?

“Una de las cosas que es nueva aquí es el sacrificio del futuro a largo plazo de la gente”, comentó Emanuel, especialista en ética médica.

Sin fórmulas o respuestas fáciles, dijo: “Alguien tiene que hacer esos sacrificios. No sé qué más hacer”.

Para el presidente de Estados Unidos, Donald Trump —más que para cualquier otro líder hasta ahora—, las ventajas de la reapertura superan incluso el riesgo más extremo: también se encuentra entre los pocos líderes que presionan para reabrir a medida que los casos continúan al alza en muchas partes del país. Eso, advierten los expertos, podría traer más daño que alivio económico.

Otros cursos de acción exigen sopesar la vida humana contra las libertades civiles, la inequidad social e incluso el valor cultural.

Corea del Sur está tomando medidas para reiniciar su liga de béisbol, que es tanto un negocio como una fuente de diversión para millones. Hong Kong está permitiendo algún acceso a las bibliotecas.

Y los estadounidenses ya están debatiendo si hay un punto en el cual la aplicación del distanciamiento social, a través del monitoreo, multas o coerción directa, conlleva costos inaceptables a la libertad individual.

La gente espera para recibir asistencia financiera del gobierno en Bangkok.
Credit…Adam Dean para The New York Times

Las que en un principio son cuestiones económicas o de salud pública se convierten rápidamente en cuestiones de filosofía y valores, pues no hay otras maneras de responderlas.

¿Qué tan agresivas deben ser las escuelas en la reapertura? Los nuevos brotes podrían poner en peligro a los adultos mayores o a las personas con enfermedades preexistentes. Pero un año de escuela perdido puede rezagar a un niño de por vida.

¿El valor de reabrir parcialmente un sitio cultural como Broadway se mide solo en términos económicos, o también en términos de la felicidad que trae a los espectadores y su contribución a la cultura? ¿Es eso suficiente para poner vidas en riesgo?

Las concesiones en la libertad y la privacidad, que ya se están haciendo en la individualista Corea del Sur, quizá perduren después de que la pandemia haya terminado. Las decisiones que se tomen podrían sumarse a las sociedades reconfiguradas en torno a los valores que las informaron.

A medida que las consecuencias de esas elecciones aumenten, los costos de la lucha contra la pandemia se harán más claros cada semana.

“Va a ser un acto de equilibrio muy difícil”, afirmó Inglesby.

Max Fisher es un reportero internacional y columnista que reside en Nueva York. Ha reporteado desde cinco continentes sobre conflicto, diplomacia, cambio social y otros temas. Escribe The Interpreter, una columna que explora las ideas y el contexto detrás de los grandes sucesos mundiales. @Max_Fisher • Facebook

CPB: denuncias de los periodistas se deben reflejar en resultados de los organismos de control

11 mayo 2020 –

De dos lastres que ha padecido Colombia, la corrupción y la impunidad, no se ha salvado ni siquiera en un momento tan crítico como es el de la pandemia. Los entes de control tienen puesta la lupa sobre contratos de suministro de implementos para las instituciones de salud y sobre los mercados que se entregan a los hogares, adquiridos con recursos públicos.
Por primera vez actúan como una unidad la Contraloría, la Procuraduría y la Fiscalía para hacerle frente a la corrupción rampante, que sin escrúpulos se mueve a sus anchas en algunas entidades del ámbito nacional, departamental, territorial y municipal, buscando apropiarse de los recursos del erario público. Estos organismos de control han examinado cerca de ocho mil contratos, la mayoría celebrados bajo la figura de urgencia manifiesta.
Dentro de este contexto, el Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB) destaca la labor que desarrollan periodistas en todo el país, denunciando estos hechos de delincuencia, trabajo que adelantan con rigor y ética periodística y que, en buena medida, sirven de base a las autoridades para iniciar sus procesos de investigación.
Fueron los periodistas quienes en forma reiterada, al poco tiempo de que se iniciara la cuarentena, empezaron a denunciar el abuso de contratistas que pretendían hacer su agosto con la entrega de los kits de alimentos a las poblaciones vulnerables. Demostraron mediante una detallada y rugidora comparación de precios los sobrecostos. Fue así como se evitó la peor de las bajezas y abusos por parte de personas sin escrúpulos. Hoy los mercados son mejor monitoreados, sin embargo, no hay que bajar la guardia.
De igual forma, son los periodistas quienes están sirviendo de canales, de voz de los que no tienen voz, para las denuncias del sector de la salud sobre anomalías en la entrega de suministros médicos por parte de algunos contratistas.
También por los periodistas conocemos las cruzadas y acciones de colombianos solidarios, que durante este difícil
momento, han dado muestras de gran solidaridad para ayudar a los más vulnerables.
Medios grandes, medianos, pequeños, alternativos, comunales e independientes, con sus periodistas, han asumido como propias las campañas y medidas de seguridad que han expedido el gobierno nacional y los gobiernos departamentales y municipales, para transmitirlas a la comunidad una y otra vez, de modo que la pandemia cause el menor estrago posible a la población.
El CPB al tiempo que destaca la importancia del trabajo del periodista en la sociedad y la valentía para desenmascarar a los corruptos, en muchos casos arriesgando su vida, lamenta que buena parte de los temas de corrupción denunciados en Colombia se encuentren en la más absoluta impunidad.
Es apremiante que este cerco que ha tendido la Contraloría, la Procuraduría y la Fiscalía, para darle caza a los corruptos no sea flor de un día, sino una acción sostenida y continuada, que arroje resultados y pueda el país por fin creer en la efectividad de sus instituciones y que el esfuerzo del periodismo porque se conozca la verdad no sea en vano. Gloria Vallejo, presidenta CPB.
El periodismo colombiano está desprotegido y en riesgo en la pandemia

11 mayo 2020.

Por: Ánderson Villalba – La Silla Vacía.

Ser colombiano también es un riesgo laboral para los periodistas, valientes hasta donde los nervios aguanten en un Estado que hostiga a sus vigías, que aprovecha esta especie de estado de sitio para hacer lo que le apetece, que estira su sombra cuando las luces bajan.

En las últimas semanas, tres noticias especialmente relevantes y unidas por el azar de todas las cosas hicieron que algunos volviéramos a hablar de periodismo, de sus matices en estos días, de sus riesgos, condenas y virtudes en un escenario que amenaza la libertad de expresión — otra vez— y la estabilidad del negocio —otra vez—.

La primera fue la revelación para nada sorprendente de que el Ejército continúa con su infame tradición de desviar los recursos que tanto servirían para otros asuntos y usarlos para crearles carpetas de seguimientos a opositores, defensores de derechos humanos, pero sobre todo a periodistas, a varios periodistas. La segunda es la decisión de la Corte Constitucional de impedir que los jueces nieguen la entrada de los periodistas a una audiencia preliminar y levantar la reserva de estos procedimientos. Y la tercera es el nombramiento de la profesora Catalina Botero, decana de la facultad de derecho de la Universidad de los Andes y ex relatora especial de libertad de expresión de la Cidh como miembro del nuevo Consejo Asesor de Contenido de Facebook, una iniciativa de Mark Zuckerberg para mejorar la regulación de contenidos en su plataforma.

Fue una buena oportunidad para plantear — otra vez— los temas que casi siempre se discuten cuando el periodismo es noticia. La posverdad y la falta de rigor. El maridaje entre conglomerados económicos y medios de comunicación. Los dilemas de contenido y las líneas tenues de la censura. Detrás de la mayor crisis social de las últimas décadas, el trabajo periodístico carga, a veces con más silencio del deseado, el peso de su condena de hace años y, además, el de su responsabilidad pública.

Este oficio que se reconoce en la adversidad y entiende que la crisis es un escollo previsible frente a esa otra gran crisis previa de la que no se para de hablar en foros y charlas, en facultades y seminarios: la crisis de los despidos, de los lectores que bajan, de la amenaza de la pauta oficial, de la violencia en las regiones, de la censura y la autocensura. “En un país como Colombia, la importancia del periodismo se redobla pues la emergencia del coronavirus se superpone a otras dinámicas que, al parecer, ni la peor pandemia lograría detener”, escribió el documentalista y periodista Ramón Campos Iriarte en un artículo reciente para El Espectador. La importancia del periodismo se redobla, sí, pero el riesgo y el abandono siguen siendo la norma. Como si nada cambiara.

Y como si persistiéramos en las lógicas que tanto manchan el oficio. Quizá ese sea el mayor riesgo del periodismo en estos días: el de caer, deliberadamente o no, en los vicios de la masividad a toda costa, a veces incluso de la verdad misma, en los excesos de la “dictadura del clic” de la que hablaba Yolanda Ruiz en El filo de la navaja. En un escenario ideal, y por lo mismo imposible, no deberían existir tantas secciones en los medios dedicados a apagar los incendios de la mentira y la distorsión que van de pantalla en pantalla sin demasiado tiempo de margen, y el fact-checking sería una herramienta de uso extremo.

Pero no, todavía no: muchos periodistas siguen invirtiendo tiempo valioso para hacer buen periodismo en desmentir lo que a otros les pareció bien echar a andar como un hecho real, cuando se trataba de falsedades. Le llaman “un reto”, “un desafío”: combatir la desinformación y defender la verdad es una obligación del periodismo, su llamado moral, así como ofrecer una perspectiva de los hechos alejada de los lugares comunes, consciente de los matices y recelosa de los absolutos.

Se sabe ya que, como dicen quienes conocen, vivimos tiempos paradójicos, complejos: lo último que se necesitaría ahora es darles vueltas a las mismas generalizaciones, a las mismas esquinas de los hechos. “Es importante que los periodistas adopten la complejidad y se resistan a comprender instintivamente la explicación obvia”, dijo Craig Silverman, el editor de BuzzFeed, en un artículo de la revista de periodismo de la Universidad de Columbia.

El riesgo aquí se multiplica y toma formas tan ligeras como indignantes: el contexto cede ante el conteo diario de contagios, muertos y recuperados, la línea que separa la información del amarillismo ramplón se disuelve sin muchas dificultades, y el trabajo sobre el terreno sigue siendo una confirmación del relato oficial que poco trasciende. Además de enfrentarse a sus propios lugares comunes, y de paso al virus que debe cubrir con nuevas medidas, movilizando nuevas formas del ingenio y cambiando las maneras de asomarse a los hechos, el periodismo se encuentra con criticas diarias y columnas como esta que por lo general desconocen el movimiento subterráneo. No hay llamados morales ni reflexiones deontológicas: el riesgo en este punto se asume con la vida misma, con el vértigo diario de encontrarse en un negocio vulnerable y sujeto a todo tipo de chantajes, de presiones y de bolsillos.

En Colombia la crisis fue analizada por las academias, puesta en práctica por los medios casi al mismo tiempo, y ahora se subrayan más sus golpes: la prensa regional agoniza y alarga sus esfuerzos con la amenaza de los cierres en la nuca, desde el inicio de la cuarentena, la Flip ha contado cerca de cuarenta violaciones a la libertad de prensa que van desde el acoso hasta el espionaje, los despidos que se contaban mes a mes ahora son rutina, las estrategias se desmoronan y las plantillas y colaboradores se reducen, como sucedió con el despido reciente de tres caricaturistas de Vanguardia. Ser colombiano también es un riesgo laboral para los periodistas, valientes hasta donde los nervios aguanten en un Estado que hostiga a sus vigías, que aprovecha esta especie de estado de sitio para hacer lo que le apetece, que estira su sombra cuando las luces bajan y nadie ve: el Conde Orlok de Nosferatu que tanto atemoriza.

A pesar de las ligerezas, de las agendas dictadas por los poderosos de todo tipo, de los reveses del rating y las presiones de la viralidad, es justo reconocer la valentía y la resistencia de los periodistas. Pero no basta con las buenas intenciones, ni con la solidaridad efímera de los tweets y los mensajes: hay que protegerlos. Por principio y por lógica: porque los beneficios son mutuos, pero sobre porque no hay de otra. Salvo la oscuridad, claro, y la incertidumbre, que hasta donde se entiende nadie quiere. ¿O sí?