Entonces a veces nos quedamos sin palabras. Nada qué decir, nada qué pensar, nada para proponer cuando la indignación lo copa todo y el dolor se mete en las entrañas y se nos vuelve náusea
Por: Yolanda Ruiz
A la pequeña Yuliana la mataron de manera brutal y paso la noche en blanco intentando meterme en su historia, en su piel. Yuliana de siete años, Yuliana nacida en el Cauca, Yuliana que acababa de izar bandera, Yuliana que iba a pasar a segundo de primaria. No logro imaginar su miedo, su terror, su dolor. No puedo ir más allá de las lágrimas porque de nuevo, como siempre, en todas las niñas veo a mi hija y me estremece pensar, me da miedo pensar, imaginar siquiera el horror que vivió.
Busco entonces ir más allá, como hago a veces, intento entender lo que nos pasa, buscar el por qué, el cómo, el camino, el rumbo y pienso en los cientos de niñas y niños abusados, maltratados pero solo veo la sonrisa de Yuliana en su camisa rosada, posando para una foto en la que la vi sonriente y viva cuando ya estaba muerta. Yuliana que existió para el mundo desde la atrocidad. Yuliana que se suma a una lista interminable, que nos avergüenza.
Escucho en el fondo los gritos de “no más”, “ni una más”, “ni una menos”, y las voces hablan de feminicidio, de cadena perpetua, de castración, de caminos jurídicos y de escena del crimen alterada pero nada de eso tiene sentido porque una niña secuestrada, violada y asesinada a sus siete años no puede tener sentido. Y los indignados tiran piedras para todas partes y nos acusan a todos y descargan su rabia por donde pueden y otros hacen política y unos más son incapaces de dejar lo suyo por un instante y pescan en el río revuelto del dolor que nos consume.
Y se repite un nombre una y otra vez que nos indigna y nos genera odio: Rafael Uribe Noguera, acusado de la brutalidad. Nos cuesta verlo como ser humano, lo linchan en las redes y varios abogados se niegan a asumir su defensa. La justicia es corta, no es suficiente, no es rápida y nos preguntamos si habrá castigo suficiente pero pronto el caso entrará a la historia. Y mientras Yuliana nace como símbolo después de muerta, mis palabras y mis ideas siguen caminando en un laberinto sin salida y pierdo este espacio para gritar algo que sirva.
De nuevo recuerdo que son más, muchos más, cientos, miles de niños arrancados por la fuerza de su infancia, agredidos, asesinados, otros vivos que quedan con la violencia sembrada. Son tantos que todo lo demás sobra, todo estorba, todo es superfluo cuando vivimos en una sociedad podrida que mata a sus niños, que los estalla con bombas, los manda a la guerra o los ve morir de hambre. Y el criminal es igual si es el violador estrato seis que queremos ver por siempre en una cárcel o el ladrón que se roba la plata con la que debemos alimentarlos. Agresores de niños, todos, que nos muestran la peor cara de nuestra especie.
Nada me sale coherente, no hay una idea que aporte, nada que sirva, nada de nada. Escribo, borro y lloro sin que pueda ponerle sentido a lo que no tiene sentido. La indignación está ahí, la siento, me camina por el cuerpo y por el alma pero es un grito ahogado que no encuentra salida.
Y es que hemos dicho tanto… son años y años de gritos y de debates, de propuestas fallidas, de batallas perdidas porque los niños siguen muriendo. En mi vida de periodista he informado tantas veces de niños violados, torturados, asesinados, que las palabras no bastan porque ya sabemos que no sirven. Lo único cierto es que Yuliana no está, que no volverá a su casa y el violador es responsable pero todos los demás también un poco por permitir que esto pase todos los días con nuestros hijos.
Teniendo en cuenta el objetivo del Concejo de Bogotá de luchar por la transparencia distrital y contra la corrupción en la administración pública, la corporación, mediante Acuerdo 654 del pasado 22 de noviembre, ordenó retirar las condecoraciones y reconocimientos a los concejales que hayan sido condenados por delitos contra la administración pública, con sentencia debidamente ejecutoriada. Como consecuencia, serán descolgadas de las paredes del salón de los presidentes las fotografías u óleos de los concejales que hayan ocupado cargos directivos y que hayan sido condenados por los delitos mencionados.
El presidente electo de Estados Unidos,Donald Trump,se ha enzarzado este miércoles por la noche en Twitter con un sindicalista que le acusó de mentir sobre los puestos de trabajo de la compañía Carrier que el republicano presumió haber salvado la semana pasada. «Chuck Jones, el presidente del sindicato Steelworkers 1999, ha hecho un pésimo trabajo representando a los trabajadores. ¡No es de extrañar que las empresas huyan del país!», tuiteó el presidente electo, que en un mensaje posterior llegó a aconsejarle que invierta «más tiempo trabajando y menos hablando».
El mensaje llegó después de que el sindicalista de la empresa de aires acondicionados Carrier denunciara que el republicano «mintió como un bellaco» cuando aseguró haber salvado 1.100 puestos de trabajo que la compañía planeaba deslocalizar a México. Según Jones, el número real de empleos que Carrier mantendrá en su planta de Indiana a raíz del acuerdo con Trump es de 730, más unos 70 de administración (una cifra que Carrier ha confirmado a The Washington Post), mientras que la compañía mantiene sus planes de trasladar unos 550 a México.
En un principio, Carrier había anunciado el traslado de 1.350 puestos de trabajo a México, una decisión que Trump criticó durante su campaña en la que prometió parar las deslocalizaciones a base de incentivos fiscales y proteccionismo. Gracias al acuerdo con Trump, Carrier dejará de pagar siete millones de dólares en impuestos durante los próximos 10 años.
Horas después del primer mensaje en Twitter, Trump escribió otro dirigido al sindicalista, en el que, directamente, responsabilizó al sindicato de la deslocalización de esos puestos de trabajo: «Si Steelworkers 1999 fuera bueno, habría mantenido esos empleos en Indiana. Que inviertan más tiempo trabajando y menos tiempo hablando».
Jones, el principal aludido, ha asegurado, en declaraciones a The Post que su primer pensamiento al conocer los mensajes del presidente electo fue que no había sido «muy agradable» y que, «igual no dormía mucho esa noche». El representante sindical también ha asegurado que su formación no participó en las negociaciones y que tampoco tiene mucho tiempo de preocuparse por los tuits de Trump, ya que está trabajando para levantar el ánimo de sus compañeros.
En un principio, Carrier había anunciado el traslado de 1.350 puestos de trabajo a México, una decisión que Trump criticó durante su campaña en la que prometió parar las deslocalizaciones a base de incentivos fiscales y proteccionismo. Gracias al acuerdo con Trump, Carrier dejará de pagar siete millones de dólares en impuestos durante los próximos 10 años.
Horas después del primer mensaje en Twitter, Trump escribió otro dirigido al sindicalista, en el que, directamente, responsabilizó al sindicato de la deslocalización de esos puestos de trabajo: «Si Steelworkers 1999 fuera bueno, habría mantenido esos empleos en Indiana. Que inviertan más tiempo trabajando y menos tiempo hablando».
Jones, el principal aludido, ha asegurado, en declaraciones a The Post que su primer pensamiento al conocer los mensajes del presidente electo fue que no había sido «muy agradable» y que, «igual no dormía mucho esa noche». El representante sindical también ha asegurado que su formación no participó en las negociaciones y que tampoco tiene mucho tiempo de preocuparse por los tuits de Trump, ya que está trabajando para levantar el ánimo de sus compañeros.
Tomado de:El País, de España
En un principio, Carrier había anunciado el traslado de 1.350 puestos de trabajo a México, una decisión que Trump criticó durante su campaña en la que prometió parar las deslocalizaciones a base de incentivos fiscales y proteccionismo. Gracias al acuerdo con Trump, Carrier dejará de pagar siete millones de dólares en impuestos durante los próximos 10 años.
Horas después del primer mensaje en Twitter, Trump escribió otro dirigido al sindicalista, en el que, directamente, responsabilizó al sindicato de la deslocalización de esos puestos de trabajo: «Si Steelworkers 1999 fuera bueno, habría mantenido esos empleos en Indiana. Que inviertan más tiempo trabajando y menos tiempo hablando».
Jones, el principal aludido, ha asegurado, en declaraciones a The Post que su primer pensamiento al conocer los mensajes del presidente electo fue que no había sido «muy agradable» y que, «igual no dormía mucho esa noche». El representante sindical también ha asegurado que su formación no participó en las negociaciones y que tampoco tiene mucho tiempo de preocuparse por los tuits de Trump, ya que está trabajando para levantar el ánimo de sus compañeros.
Cuando el país avizoraba un panorama en paz, alegre, tranquilo, claro y promisorio alimentado por la entrega del Premio Nobel de la Paz al Presidente Santos, la refrendación del acuerdo con las Farc y la esperanza de unas normas que a través de la ¨vía rápida¨, alias fast track permitieran blindar este proceso de una vez por todas, nos caen graves nubarrones que amargan la dulzura decembrina.
Un monstruo, de los millares que asechan a nuestros niños a lo largo y ancho de país, miembro de influyente familia, viola, atropella y asesina cruelmente a la niña Yuliana Samboní, hija de una familia que llegó a Bogotá, desplazada de una lejana región.
El desadaptado Rafael Uribe Noguera, subrepticiamente husmeaba a los niños de esa barriada, pero especialmente a Yuliana. A mansalva, la introdujo a su lujosa camioneta en la cual empezó su acoso, que luego terminó en un lujoso apartamento de Chapinero. Tras cometer toda suerte de depravaciones, la violó, la torturó y la asfixió. Con toda la frialdad, se amparó en la droga y el alcohol para justificar el execrable crimen. Contó con el macabro apoyo de familiares para esconder el crimen. Estos manipularon el cuerpecito inerte de Yuliana, lo empaparon de aceite para borrar huellas, desaparecieron sus ropas y cualquier huella que pudiera involucrar a su pariente. El asesino, entre tanto, embutido de droga salió recién bañado y perfumado rumbo a clínicas para esconderse y eludir la justicia. La policía extrañamente le puso ojo turbio durante varias horas al hecho, pero como nada hay oculto bajo el sol, todo quedó al descubierto.
El ¨monstruo de Chapinero¨, está preso, pero no ha aceptado cargos, mientras seguramente se amparará en reciente norma de la Corte Constitucional que reduce significativamente las penas a los violadores y acosadores de niños. Por ello todos los días desaparecen infantes y aumenta la violencia intrafamiliar por parte de padrastros y parientes.
Hay otros nubarrones: una reforma tributaria que quitará a los colombianos 6.2 billones de pesos, mientras el Contralor Edgardo Maya denuncia el saqueo de Reficar por 8 billones y permanecen impunes otras corrupciones como las de Dragacol, túnel de la línea, Invercolsa y tantas más. Y qué decir de los magistrados de la Altas Cortes que viven viajando e impiden definir fallos trascendentales.
Estamos pues con ese sabor amargo que opacan las luces de esta navidad y las cosas buenas que tenemos y recibimos.
BLANCO: ¡Cuidado con lo que dice! Es el nuevo libro en el que Yamid Amat consigna grandes enseñanzas.
Desde la alcaldía de Bogotá dedicó 10 años a políticas públicas a favor de las mujeres. Había integrado antes las filas del M-19. DW conversó sobre la paz con María Eugenia Vásquez, autora de “Escrito para no morir”.
Silenciar las armas no era sólo dejarlas ni abandonar su dinámica. Desmontar la guerra demandaba todavía más. Ellos y nosotros creíamos a medias. Intuíamos que la confrontación en el terreno político terminaría por hablar a través de las armas para que la ronda comenzara de nuevo”, escribió usted en «Escrito para no morir. Bitácora de una militancia”, publicado en el 2000. ¿Qué diferencias hay entre esa Colombia y ésta, entre el proceso de paz sobre el cual usted escribió y el actual?
En algunos aspectos es muy diferente. Creo que en este momento el espíritu de las negociaciones de paz es mucho más conocido por el país entero, aunque no todo el mundo conozca a profundidad cada uno de los puntos. Eso en los años 90 no sucedía.
Entre 1984 -cuando tuvo lugar la tregua y el diálogo nacional bajo el gobierno de Virgilio Barco- y el 2016, uno de los cambios fundamentales es que en la negociación de estos acuerdos con las FARC hubo una subcomisión de género. Con respecto a los 1980 y 1990, las mujeres han ganado mayor campo en la participación política.
Por otro lado, se enfrentan a una dificultad. El país en el que nosotros firmamos acuerdos en los 90 todavía entendía las causas que habían llevado a la insurgencia. En el polarizado país de hoy no se quiere ver diferencia entre insurgencia, bandas armadas –las «Bacrim”de hoy en día- y las paramilitares como fueron las Autodefensas Unidas de Colombia.
«Como estaría de mal el país que la guerrilla representaba una alternativa para un niño pobre”, dice en el libro. ¿Ha cambiado esto? ¿Qué garantiza ahora que esta paz sea sostenible, que no sea la historia de nunca acabar?
Creo que aunque entre las FARC y el gobierno ha crecido la confianza, ésta no es total en el conjunto de la población. Hay mucha intencionalidad de desvirtuar los acuerdos de paz. Esa es una dificultad adicional.
En cuanto a qué triste que este país tenga como alternativa la violencia para gente menos favorecida, la de estratos más bajos, sin educación… eso ha sido una constante en las causas del conflicto armado. Aquí el desequilibrio social, las brechas, la pobreza, el enriquecimiento de unas cuentas familias sigue siendo vergonzoso. Pero hemos reevaluado el lograr el equilibrio a través de las armas. El camino será el seguir exigiendo los derechos de todas y todos a través de la lucha social y del movimiento social. Creo que ésa es la única opción en este momento.
Usted estuvo en los diálogos de La Habana. ¿Qué aportó a esos cuerdos la experiencia de la mujeres excombatientes?
Efectivamente, fui a La Habana en los segundos diálogos, en nombre de la Red Nacional de Mujeres excombatientes de la insurgencia. Basadas en nuestras experiencias recomendamos incluir a las mujeres en todos los mecanismos que surjan a raíz de los acuerdos. También resaltamos la importancia de tener un enfoque diferenciado para las mujeres indígenas, las mujeres afro y las que están en situación de discapacidad y en el exilio. Nuestro énfasis estaba en la participación política de las mujeres.
«No había espacio para mí”, dice usted cuando describe el primer tiempo después de haber dejado las armas. ¿Cómo se prepara una sociedad que ha tenido tantas víctimas para acoger a quienes hicieron la guerra? ¿Es posible?
Las FARC están hablando de una reincorporación con esquemas de control organizativo. Por eso yo diría que, en este sentido, el problema para la fase posterior a los acuerdos no serán necesariamente los ex guerrilleros de las FARC y, posiblemente, también del ELN.
El problema es que éste es un país militarizado, donde la presencia de las fuerzas militares es numerosa, donde la presencia de las bandas criminales es numerosa, donde la presencia de bandas de derecha armada es numerosa. A eso se suman los y las excombatientes. Creo que el problema de este país es realmente la militarización que ha sufrido durante más de 50 años de guerra.
¿Qué actitud cabe esperar de las víctimas del conflicto después de la reincorporación de los ex guerrilleros? ¿Borrón y cuenta nueva?
En un país que ha vivido décadas en guerra hablar de víctimas y victimarios es de nuevo partir el mundo en dos, en blanco y negro, los buenos y los malos, la «gente de bien” como la llama el ex presidente Urib, y los malvados. Es una polarización con la que no estoy de acuerdo. En Colombia, la población está en medio de esta guerra a veces pasa la frontera, y son víctimas y a la vez son victimarios. La guerra no la han hecho solamente los que han estado en armas, aquí hay sectores económicos de donde salen las órdenes para los asesinatos de los líderes. Tenemos muchos «victimarios” en este país.
Con todo, hay que subrayar que las víctimas están en el centro de los acuerdos de paz. Las FARC han pedido perdón. Se habla de las comisiones de la verdad y se habla también de reparación económica. Creo que hay que mirar esto con otros ojos, abandonar el blanco-negro y hacer un análisis de grises, con las comisiones de la verdad, con justicia en caso de crímenes atroces.
Exceptuando a las excombatientes, se suele decir que las mujeres se encargan de la paz después de que los hombres han hecho la guerra. ¿Cómo se preparan las mujeres de Colombia para este proceso?
Creo que las mujeres nos hemos fortalecido en estos últimos años. Las organizaciones de mujeres, con liderezas populares, hacen una denuncia permanente de lo que sucede. Es cierto, las más desprotegidas son ellas, las defensoras de derechos humanos en los territorios rurales. A eso hay que ponerle especial atención. Son muchos los asesinatos.
¿No temen ustedes otra vez asesinatos selectivos como en procesos de paz anteriores?
Sí, Es más, en estos últimos días comunidades indígenas han sido atacadas. Creo que nuestra fortaleza está en lo organizativo. Pero también necesitamos todo el apoyo y solidaridad de los organismos internacionales, no sólo de Naciones Unidas. Para que estas denuncias pasen a hallar responsables y a la sanción.
¿Cómo conceptúa usted la paz para Colombia?
La paz es un proceso y es un camino, una utopía. Sé que va a ser muy difícil en un país donde se han dirimido los conflictos a través de la fuerza de las armas. Yo esperaría que esta paz como proceso la fuéramos construyendo desde lo cotidiano, poco a poco.
No hay que poner muchas expectativas en que sean los acuerdos los que nos resuelvan una situación estructural de país que lleva tantos años con una sociedad inequitativa y excluyente. Creo que tenemos que esforzarnos más por consolidar un país en donde la paz pase por la apertura democrática. Aunque sí se ha avanzado en la defensa de derechos, nuestra democracia es imperfecta, debe ser ampliada para que las luchas y los conflictos sociales puedan dirimirse de una manera distinta sin tener que matarnos.
Hay un premio Nobel al presidente Santos de por medio. ¿Lo percibe usted como un aporte a la paz de su país?
Creo que sí, a Santos el Nobel le dio un respaldo internacional que necesitaban los acuerdos. Sin embargo, en este país la polarización es tan fuerte y es tan fuerte el poder de las derechas consolidadas en los últimos diez años que todavía tenemos mucho que recorrer para que el apoyo sea más decidido, más masivo. Creo que no va a ser nada fácil. Todavía no es fácil siquiera refrendar los acuerdos para legitimarlos. Va a ser muy difícil sobre todo porque se viene la contienda electoral y las dos grandes fuerzas están en una pugna feroz.
Su libro acaba cuando usted decide dejar el M19. Poco después el movimiento guerrillero se convierte en fuerza política, en el partido Alianza Democrática-M19. ¿Cómo evolucionó su vida desde que dejó de ser combatiente?
Yo nunca sentí que los partidos fueran un espacio para mí, por su estructura patriarcal que empieza en el lenguaje. No me sentaba bien esa camisa de fuerza después de haber salido de un ejército. He hecho política desde la acción social, creo en la acción colectiva. Para mí fue muy importante salir de las filas y haber encontrado una nueva causa en la defensa de los derechos de las mujeres, de las mujeres populares fundamentalmente.
Un fantasma recorre Europa y el resto del mundo democrático tras el sorpasso que nunca existió en nuestro país, el Brexit en Gran Bretaña, el referendum colombiano y las elecciones estadounidenses que indicaban una ventaja de Hillary Clinton y que, finalmente, dieron la presidencia a Donald Trump: los ciudadanos han decidido que «no creen» en las encuestas.
Ahora, llévense las manos a la cabeza y santígüense, porque voy a hacerles una revelación que les va a llevar a plantearse su misma existencia: las encuestas tampoco creen en los ciudadanos. De hecho una buena encuesta incuirá varias preguntas de control para comprobar que el entrevistado no esté mintiendo. ¡Sí, amigos, las encuestas no creen en ustedes!
Segunda sorpresa: la razón de la existencia de una encuesta no es «acertar» con lo que va a pasar en las elecciones que se producirán dentro de dos meses, seis meses o un año. De hecho, la capacidad predictiva de una encuesta es inversamente proporcional al tiempo que falta para las siguientes elecciones.
Si me permiten la digresión, unas elecciones se parecen mucho a la compra de un coche. Si preguntamos a algún amigo que NO tiene previsto comprarse un coche en los próximos meses sobre el coche se se compraría, probablemente les conteste que le encantan los Mercedes o los Audi. En cambio, si hacemos esa misma pregunta a otro amigo que ya ha comenzado el proceso de compra y va a cambiar de automóvil en las siguientes semanas, le contestará que hay un modelo de Fiat y otro de Opel que realmente cumplen todas sus necesidades.
Las buenas encuestas que se hacen en EEUU, Gran Bretaña o España normalmente aciertan más de lo que ustedes creen.
De igual forma a dos años de unas elecciones, sin candidatos, programas ni equipos sobre la palestra, su amigo le dirá que le gusta mucho el PACMA o Vox, mientras que cuando se vayan acercando las elecciones, comenzará a comentarle, tímidamente, que los experimentos, mejor con gaseosa, y que está pensándose en votar al PSOE o al PP.
Pero volvamos a las encuestas para darles la tercera gran sorpresa, a pesar de que no son su función: las buenas encuestas que se hacen en EEUU, Gran Bretaña o España normalmente aciertan más de lo que ustedes creen. Y les voy a poner un ejemplo; en las últimas elecciones estadounidenses, las encuestas básicamente acertaron el resultado.
Sí, sí, deje ese tomate en la cesta y olvide esas ganas locas que le están invadiendo de tirármelo a la cara. En EEUU, las encuestas acertaron el resultado. Hillary Clinton ganó las elecciones a Donald Trump por más de dos millones de votos, eso sí, tan espantosamente repartidos que el enrevesado sistema electoral estadounidense dio finalmente la presidencia al candidato que menos votos consiguió reunir.
De igual forma, en nuestro país, en las elecciones del 20D de 2015, las grandes empresas encuestadoras alcanzaron tasas de cercanía al resultado de más del 85%, e incluso, y aunque les sorprenda, en las complicadísimas elecciones del 26J de 2016, una repetición electoral sin precedentes alguno desde el que tomar referencias -si excluimos la sobre-representación que otorgaban a Podemos, fruto de modelos estadísticos que trabajaban con porcentajes lineales de abstención en todos los rangos de edad en lugar de prever una mayor participación de los más mayores y una importante caída de participación de los jóvenes-, el resultado de las encuestas más serias estuvo lejos de ser un absoluto desastre.
Porque al final, miren, la misión de una encuesta no es predecir un resultado electoral, sino mostrar un estado de ánimo social del momento en el que se realiza. Si lo que quieren es adivinar resultados electorales, hay métodos mucho más baratos: El Tarot, la quiromancia, la bola de cristal y, sobre todo, la lectura de vísceras de animales, muy apreciada, por cierto, en tiempos del imperio romano.
Estamos a escasos 24 días de la fecha, en que la Noche de Paz, cumple 198 años de su estreno en Austria por el maestro de escuela Joseph Mophr. Y sigue tan campante, porque encarna el sentimiento de la humanidad: la PAZ.
Colombia viene persiguiéndola durante muchos años, casi desde que existimos. Curiosamente cuando se estrenó, ya aquí estábamos peleando entre nosotros. Ya la política nos asfixiaba con el odio, con las rencillas, la intolerancia, la falta de perdón, de convivencia.
“Noche de paz, noche de amor”, como inicia la eterna canción de navidad, parece tenernos sin cuidado; parece que la letra que inicialmente se escribió en alemán, no hubiera tenido traducción al español y menos al “espacolombiano”. Maquinalmente la cantamos, la tarareamos o la entonamos, pero no la entendemos, no la comprendemos y menos la practicamos. Instintivamente desechamos su significado.
Esa canción, que muchas veces convierten en villancico, nos invita cada año a reconciliarnos, a perdonar, a dejar las armas, las rencillas, la irritación.
Avanzamos a saltos de canguro hacia la navidad, a esa noche de paz, a esa noche de amor. Ya casi es 24 de diciembre, ya casi es el natalicio. Vale la pena hacer una pausa, desarmar los espíritus y recorrer nuevos caminos que le permitan a esta sufrida patria, avistar un nuevo panorama, un nuevo escenario y una nueva actitud que nos lleve de la mano hacia destinos que nunca hemos podido apreciar por falta de hermandad, de tolerancia y de humanidad.
Curiosamente se encuentra en esta población colombiana, un ánimo de convivencia de paz, de entendimiento. Se apunta hacia ese objetivo, pero cuando se emprende la marcha para lograrlo, surgen intereses, pasiones, inclinaciones, lucros, atracciones y seducciones que, como el delta de los ríos, divide en múltiples corrientes lo que parecía un destino común.
Y hasta ahí llegan los anhelos que se creían unificados. Hasta ahí alcanza el impulso de ese objetivo, porque la división de criterios de una sociedad polarizada, no resiste ese objetivo, fincado en permitir que todos pudiéramos pensar y actuar diferente, para alcanzar el bien común, la tranquilidad, la convivencia.
La noche de paz, la noche de amor para los colombianos, seguirá como una quimera, una fantasía, un sueño… por la intolerancia, el fanatismo, la estolidez de unos dirigentes.
BLANCO: Se adjudicó el nuevo canal de TV. Felicitaciones a Yamid, Daniel Coronell y Patricio Wills. Garantía de calidad y profesionalismo.
NEGRO: El accidente que costó la vida a los futbolistas brasileros y a varios colegas. Paz en sus tumbas.
Se nos vino encima la negociación de un nuevo salario mínimo para el año entrante. Otra vez los analistas más conspicuos desempolvarán sus sermones: unos defendiendo a los patronos y otros a los trabajadores, porque a eso se ha reducido la discusión.
Al final, el resultado es una nueva puesta en escena de “… una muerte anunciada”, porque en esa lucha patronos-trabajadores, el gobierno, que es la “tercera pata del cojo” en la mesa de negociaciones, camina en la misma dirección y compás de los patronos.
Todo este tejemaneje de fin de año se podría reducir a una simple ley que estableciera de una, un salario mínimo igual o superior al costo de la canasta familiar de productos básicos elaborada por el Dane y, de ahí en adelante, un incremento igual a la inflación más el 50% del índice de productividad nacional, igualmente avalado por el Dane.
Una comisión salarial que logre este acuerdo, puede irse de vacaciones.
Ahora, si ello es tan simple, ¿por qué no se procede en consecuencia? Ah, porque el gobierno necesita tener en las manos una zanahoria y un garrote para manejar a su conveniencia politiquera, tanto a los patronos como a los trabajadores: a unos porque pueden “tumbarlo” y a otros porque pueden elegirlo.
“Tumbar” aquí, no se toma como golpe de Estado, sino como hacer caer por el suelo la gobernabilidad del Presidente, sin la cual nada le sale bien. Para mantener buena imagen, el gobierno de turno tiene que estar “comprando” gobernabilidad todos los días, y de ahí su actitud proclive al interés de los empresarios, antes que al interés de los trabajadores, porque a estos solo los necesita cada cuatro años para hacerse elegir. Me explico: la elección la compra o se la roba cada cuatro años; la gobernabilidad, en cambio, que deviene de una buena relación con los empresarios, dueños de los medios y de las encuestadoras de opinión, tiene que comprarla todos los días: ¿si ven?
En este contexto queda claro, a quien quiera entenderlo, que la negociación anual de un incremento del salario mínimo es una farsa, un engaño, del cual participan, que es lo deplorable, las centrales obreras, dizque en representación de los trabajadores.
Por eso es que, frecuentemente, el bendito incremento ese tiene que darse por decreto, y si alguien saca tiempo y compara los incrementos del SM decretados, va a observar que siempre están más cerca de lo que ofrecían los patronos que de lo que pedían los trabajadores. ¿Pura coincidencia? No señor, pura conveniencia politiquera.
Que el gobierno tenga a la mano un garrote para darle a los trabajadores, no significa que trate a los garrotazos a sus dirigentes. No, también les deja saborear el ripio de la zanahoria, y con eso basta, porque en buena parte ellos se completan el sustento por dentro.
¿Por qué se dice, o se cree, que antes los dirigentes sindicales de Colombia eran más aguerridos? Eso también es una falacia. Antes, el gobierno y los patronos los trataban como a “niña bonita” con el fin de que mantuvieran a raya el empuje del sindicalismo comunista, que se decía…
Eran los tiempos de la Guerra Fría.
Ahora que el comunismo es un fantasma del pasado, ni el gobierno ni los patronos, necesitan para nada a los sindicalistas… Y si alguien saca tiempo también para ver la historia del sindicalismo desde la caída del Muro de Berlín, se encuentra con que en este tiempo ha quedado reducido a su mínima expresión.
Ya no es el tiempo de los sindicatos; es el tiempo de los grupos de presión como la ANDI, FENALCO, SAC, del lado patronal, que siempre han existido. Del otro lado, ya no hablemos solo de “trabajadores”, hablemos de grupos sociales marginados: los indígenas, los campesinos, los maestros, los estudiantes, los transportadores, los pensionados (unos ejemplos), orientados por líderes naturales, no por sindicalistas profesionales, vendidos y corrompidos.
–
Fin de folio.- Hasta un magnate como Trump ha puesto en entredicho el modelo neoliberal… Y en Colombia se está finalizando una revolución social armada que conviene con el gobierno neoliberal dejar inamovible el modelo económico (¿?).
Según los anuncios del Gobierno, el turismo será el sector más beneficiado con el acuerdo de paz suscrito con las Farc.
Por: Gonzalo Silva Rivas
Llegado el momento, tras su firma y próxima refrendación política, deberá ponerse en marcha la etapa de transición entre los discursos y la acción para que los augurios del presidente y sus ministros se vuelvan realidad.
Si en manos del turismo reposa una de las estrategias del desarrollo económico nacional, la agenda gubernamental deberá encaminarse hacia la expansión y diversificación de destinos y productos, teniendo como finalidad no solo la búsqueda de mayor flujo de visitantes extranjeros, sino la implementación de un modelo de ordenamiento turístico territorial, que incluya la recuperación de las regiones con vocación turística victimizadas por la insurgencia.
Por ahora, el incremento de turistas ya se viene dando. Durante el último quinquenio, en medio de la confrontación armada y la etapa de negociaciones en La Habana, registró avances cercanos al 60 por ciento y permitió sobrepasar el techo de los cuatro millones de visitantes. La sola firma de la paz conllevará dividendos adicionales para el país, por cuanto mejora su percepción internacional, le abre posibilidades de salir del listado negro de naciones peligrosas por cuenta de la violencia, y de contera lo coloca en el radar de la industria turística global.
El primer beneficio del acuerdo, en consecuencia, será el clima de confianza y seguridad que genera. Y dentro de este ambiente de menor riesgo, estimulará el mercado interno y externo, con la presencia de nuevos flujos de viajeros. Los cálculos del Gobierno, en torno a un repunte de turistas del 35% durante los primeros años del posconflicto, resultan viables.
Sin embargo, el principal reto que se viene ahora, tanto para garantizar esta proyección como para darle vuelo, está en la aplicación de estrategias que permitan ganarle al turismo las extensas zonas territoriales que durante medio siglo estuvieron secuestradas por las Farc. Estas regiones esperan recibir oxígeno oficial para cimentar una nación moderna e inclusiva que produzca desarrollo y empleo, multiplique inversiones y viajeros, y ponga a manteles incomparables atractivos perdidos para el disfrute turístico.
La paz, como lo dice el líder negociador del Gobierno, el ex ministro Humberto de la Calle, no se construye desde los escritorios de Bogotá, sino desde los entes territoriales. De ahí que el Gobierno deberá desplegar acciones que garanticen seguridad; prioricen inversión económica y social, y lideren una verdadera revolución en infraestructura vial, física, ambiental, logística y de servicios en aquellas zonas marginadas, donde el potencial de la industria es prometedor y se pueden alimentar alternativas turísticas competitivas y sustentables que armonicen con los entornos ambientales, locales, culturales y sociales de cada lugar.
Llega entonces la hora del Sí Se Pudo, como se coreó en el Teatro Colón. En la que todos los protagonistas de la industria, en los sectores oficiales y privado, sumen esfuerzos bajo el liderazgo del Gobierno Nacional para darle juego a propuestas turísticas de bajo impacto ambiental y socio cultural, integradas a cadenas productivas, que permitan cerrar la brecha entre el campo y la ciudad. En las entrañas de la Colombia olvidada florecen comunidades campesinas, indígenas y afrocolombianas, sumergidas entre variedad de ecosistemas que encierran la magia del trópico, donde el turismo puede ser el motor que facilite la convivencia social, consolide la paz, transforme las economías locales y atraiga la mirada del planeta.
El presidente Santos tendrá que poner a rodar la integración y el despegue regional, partiendo del modelo de desarrollo rural convenido con las Farc, con el mismo empeñó que dedicó a la desmovilización de este grupo insurgente. De lo contrario, sus buenas intenciones se quedarán a mitad del camino, mientras la paz terminará atollada en el barrial de la venidera campaña política, y confinada -con todo y paloma blanca- en el recuerdo del hasta ahora muy merecido premio Nobel.
ADENDA: Nuestro abrazo de solidaridad a los allegados de las víctimas del avión de la empresa boliviana Lamia, cuyo siniestro viste de luto al sector aéreo. [email protected]
Por el contrario, quienes la respetan solo les inspiran compasión a los matones que siempre les ganan, al menos en las esferas oficiales: prosperan las carreras de los personajes más cínicos del mundo político y judicial dominado por estos, sus protectores y, desde luego, sus protegidos, que los suceden para continuar su línea corruptora. Así ha ascendido un hombre de pasado oculto cuyos velos sellados aún tal vez esconden actuaciones perversas que lo harían impresentable ante los electores. Pero, ¿a quién le importa eso? Interesa tener éxito a costa de lo que sea, incluso, de la manipulación de las instituciones de la Justicia para beneficio propio. Un desconocido Alejandro Ordóñez saltó de la provincia al Consejo de Estado después de haber asistido a reuniones oscurantistas que —de acuerdo con noticias no desmentidas ni aclaradas— alguna relación tuvieron con los hechos conspirativos que precedieron el magnicidio de Álvaro Gómez Hurtado, una de las mayores tragedias del partido Conservador en su historia reciente.
Vea usted la paradoja: Ordóñez se proclama precandidato presidencial de la colectividad de Gómez Hurtado sin decirlo abiertamente, sino de manera estratégica, en la convención partidista del pasado domingo cuando en medio de un discurso populista de baja factura -esa que apela a las emociones primarias de la gente en lugar de su inteligencia-, se declaró como “un auténtico conservador” al que no le da “pena” reivindicar esa condición. Miente Ordóñez. Mintió en su discurso puesto que él no es un conservador decente como otros. Es un extremista que aprovechó el poder disciplinario que le concedieron dos cortes postulantes y un Senado elector (empeñados o “enmermelados” con los cargos que les entregó en la Procuraduría), para manosear las leyes y la Constitución con el fin de ponerlas a su servicio, tal como lo estableció el fallo del Consejo de Estado que anuló su segundo periodo en el Ministerio Público, justo por incurrir en esos vicios.
Vea usted la paradoja: el mismo Ordóñez se ha encargado de deslegitimar las inhabilidades y destituciones que impuso en la Procuraduría. En momentos en que el periodo para el que fue reelegido todavía no ha llegado a término, y cuando no han pasado tres meses de la sanción pública con que se le castigó, él no tiene empacho en presentarle al país —que vio el raponazo que les propinó a sus contradictores quitándoles sus derechos políticos y hasta laborales, y el gangazo que les regaló a sus amigos culpables con absoluciones y archivos—, su aspiración de político que no de juez, de ser presidente de la República. Cínico. Un sujeto como él, que tiene la cachaza de criticar a otros por “eliminar de la política la búsqueda del bien común”, no puede ser sino un adicto a la procacidad y vea usted la paradoja: ¡lo aplaudió una audiencia imbuida con la certezade que llegó la hora de la ultraderecha discriminadora sin considerar si también les resultará criminal!
En últimas, vea usted la paradoja del partido Conservador: está a punto de aclamar a un matón de corte más uribista que alvarista, más uribista que pastranista, más uribista que belisarista, por encima de figuras leales a su colectividad y, por sobre todo, impecables en su conducta, entre estas Juan Camilo Restrepo y Marta Lucía Ramírez. En cambio, vea usted la paradoja, permite que al lado del sancionado Ordóñez, culpable de violar la Constitución, también se presente como precandidato suyo otro anulado judicial: Francisco Ricaurte, igualmente violador de la Carta y reconocido clientelista y repartidor de puestos en los altos tribunales. Como si fuera poca la vergüenza que pasarán los convencionistas con quienes aspirarán, a su nombre, al máximo cargo del Estado, se subió al estrado uno más que parece tener calificaciones similares o si se quiere peores que las de Ordóñez: ¡Pablo Victoria! ¿Glorioso partido Conservador? ¡Hágame el favor!
No bien debilitó la ultraderecha las reformas que el Acuerdo de La Habana contemplaba, cuando volvió aquella a sus andadas.
Por: Cristina de la Torre
Tras 40 días de papelón dialogante, se caló el uribismo dos preseas: cambió lo que quiso en el Acuerdo; y lo que no pudo, le quedó como bandera desempolvada para seguir buscando votos contra la paz. Peló el cobre: no era su objetivo la paz, sino la campaña electoral que —confiesa Paloma Valencia— le devuelva a Uribe la Presidencia. Conejo descomunal para quienes creyeron que esta vez sí se jugaba el expresidente por causa noble. Moñona, dirán. Mas, sólo si el hastío de los colombianos con la guerra y la esperanza de un país mejor no convierten esta dudosa victoria en bumerán. Pero el Centro Democrático recibió como maná del cielo la negativa de las Farc a cambiar sus armas por cárcel y ostracismo político. Línea roja de toda guerrilla que se desmoviliza, a ella apuntó el uribismo, precisamente por no ser negociable. Y respiró aliviado con el previsible rechazo a su propuesta de rendición por una guerrilla a la que tampoco él pudo derrotar en el campo de batalla. Necesitaba Uribe mantenerla en armas y recuperar, así, su razón de ser política: sin Farc no hay paraíso.
Pese a que el nuevo acuerdo cooptaba casi todas las modificaciones y precisiones que el No formuló, inesperadamente la derecha sólo vio en ello maquillaje y la misma impunidad que le adjudicara al pacto original. Nada le sirve a Uribe. Ni siquiera los logros adicionales que pudiera apuntarse en los debates que signarán la implementación de los acuerdos. Su intransigencia reabre camino a la guerra, a la que nunca renunció. Y a la reconquista del poder, desde donde querrá desmontar un pacto de paz jamás soñado; y limpiarle el prontuario a su gente: a amigos, a civiles y uniformados responsables de atrocidades, al compadrazgo comprometido en desplazamiento y usurpación de tierras. No alcanzó la ultraderecha a estirar la renegociación hasta reventar la delgada cuerda de cese del fuego en nuevos estallidos de guerra. Y miró para otro lado cuando una campaña de exterminio político renacía con el asesinato de 70 líderes populares este año, siete de ellos en la última semana. Salvo para apoyar a Humberto Sánchez, alcalde de San Vicente del Cagúan por el CD, señalado de ambientar el asesinato del líder agrario Monroy la semana pasada.
La renegociación golpeó la pepa de las reformas que podían rescatar de la premodernidad a este país. Menguadas quedaron. Se debilitaron los mecanismos de participación política en las regiones. Se limitó la sindicación de civiles y militares responsables de delitos atroces. Se multiplicaron concesiones a terratenientes y protagonistas de la contrarreforma agraria. Hoy se sienten ellos más equipados para torpedear la restitución de tierras. Y, gravísimo, no habrá nuevo catastro: seguirá la ambigüedad en la propiedad agraria, la impunidad en la apropiación de baldíos, el escamoteo al impuesto predial de los ricos del campo.
En la sala contigua a este escenario se dibuja, sin embargo, su contrapartida. La del país que registra maravillado la concentración de guerrilleros por miles listos a entregar las armas; los otros 300.000 muertos y 60.630 desaparecidos que ya no serán, la transformación del campo. Acontecimientos sin precedentes en largo periplo de nuestra historia, que otra concentración multitudinaria de síes y noes y abstencionistas saluda hoy desde la Plaza de Bolívar. Jubilosa premonición de la lucha que la sociedad civil prepara en democracia contra los amigos agazapados o confesos de la guerra. Sí, la paz está andando y nadie podrá detenerla, escribió Enrique Santos Molano. Ni siquiera el conejazo del uribismo.
El pueblo cubano lamenta la noticia dolorosa de la muerte del Comandante en Jefe, y todos tienen algo que decir. Son muchos los recuerdos y agradecimientos que ha provocado en los cubanos, que no están listos —ni quieren— para decirle adiós. En todo caso un «Hasta siempre, Fidel».
Que un hombre como Fidel ya no esté entre nosotros no resulta nada fácil, aseguró al periódico Granma el artemiseño Plácido Núñez, combatiente de Revolución Cubana.
Por su parte, Maritsa Leyva, trabajadora de la unidad de alimentos Nuevo Éxito, en Las Tunas, muy afectada admitió: «Desde lo más profundo de mi corazón te digo que no me cabe en el pecho tanto dolor. Decir Fidel es decir Cuba, decir hermano, decir el mundo».
A Lázaro Castro Aguilera, director del Sitio Histórico Birán, Monumento Nacional, la muerte de Fidel le «causó un gran dolor. Me sentí el pecho muy apretado y me dirigí a la tumba de Lina, la madre. Imaginé una conversación con ella, para decirle que ya no estaría más entre nosotros ese hijo tan grande que dio para el mundo, aquel por el que ella tanto sufrió cuando lo vio padecer las vicisitudes de revolucionario».
Recordó, además, «las veces que Fidel visitó y narró con lujo de detalles su vida aquí. Me pareció verlo a caballo, loma arriba, con aires de cazador; lo sentí bañarse en el río cercano y haciendo cosas de niño y adolescente».
El colectivo que labora en la finca que viera nacer al Comandante en Jefe, está consternado por el fallecimiento del compañero Fidel, sin embargo, continuará atendiendo con esmero a los visitantes que arriben por estos días.
«Sobre Fidel hay que seguir investigando, de manera que se revele toda su grandeza y sabiduría. Esa es una forma de mantenerlo vivo, de hacer que siempre nos acompañe», añadió López.
Quienes acuden a Birán, agregó el director, vienen con mucho respeto, y la mayoría refleja sincero dolor. Allí se ha abierto un libro de condolencias ya firmado por todos los que pasaron por aquí. Está colocado junto a una foto de Fidel, al lado de la cual muchos depositan las flores que traen.
«Espontáneamente se han acercado a quienes trabajamos en el Sitio Histórico de Birán para hablar de lo hecho por Fidel a favor del pueblo, de lo importante que es respetar su pensamiento. La mayoría opina que la mejor forma de homenajearlo es mantener la unidad», contó a Granma Lázaro Castro Aguilera.