Si de estos resultados hay que hacer una lectura inmediata, esa es la de que Hillary Clinton no gusta a los estadounidenses. Se ha repetido hasta la saciedad desde antes de su campaña: no es capaz de conectar, de empatizar con la gente. Ni con las mujeres, ni con los latinos. Los ciudadanos de EEUU no han visto en ella a la líder que necesitaban para hacer frente a Donald Trump. Les ha podido que, en definitiva, cómo su persona se vincula con toda una vida en política y cómo está ligada al establishment de Washington. También que su marido es quien es: un expresidente. La suma de todos estos factores ha hecho que la ex secretaria de Estado se haya quedado si su sueño, el de alcanzar la presidencia, y que este sea, previsiblemente, el final de su carrera.
«Hillary Clinton ha hecho un trabajo increíble y todavía no está terminado, hablaremos mañana, ahora id todos a dormir», ha dicho John Podesta, jefe de la campaña electoral democrática, desde el cuartel general de Hillary en Nueva York. Trataba de dejar claro que, dado que el resultado era muy ajustado, Clinton no iba a comparecer para admitir públicamente que ha perdido. Pero lo que sí ha hecho la demócrata ha sido llamar a su rival para reconocer su derrota. «Nos felicitó por nuestra victoria, y yo la felicité a ella y su familia por esta campaña muy muy dura», ha explicado Trump durante su discurso de la victoria.