Por Octavio Quintero, El Satélite
Publicado el 12/01/2016 en ANALISIS
Se nos vino encima la negociación de un nuevo salario mínimo para el año entrante. Otra vez los analistas más conspicuos desempolvarán sus sermones: unos defendiendo a los patronos y otros a los trabajadores, porque a eso se ha reducido la discusión.
Al final, el resultado es una nueva puesta en escena de “… una muerte anunciada”, porque en esa lucha patronos-trabajadores, el gobierno, que es la “tercera pata del cojo” en la mesa de negociaciones, camina en la misma dirección y compás de los patronos.
Todo este tejemaneje de fin de año se podría reducir a una simple ley que estableciera de una, un salario mínimo igual o superior al costo de la canasta familiar de productos básicos elaborada por el Dane y, de ahí en adelante, un incremento igual a la inflación más el 50% del índice de productividad nacional, igualmente avalado por el Dane.
Una comisión salarial que logre este acuerdo, puede irse de vacaciones.
Ahora, si ello es tan simple, ¿por qué no se procede en consecuencia? Ah, porque el gobierno necesita tener en las manos una zanahoria y un garrote para manejar a su conveniencia politiquera, tanto a los patronos como a los trabajadores: a unos porque pueden “tumbarlo” y a otros porque pueden elegirlo.
“Tumbar” aquí, no se toma como golpe de Estado, sino como hacer caer por el suelo la gobernabilidad del Presidente, sin la cual nada le sale bien. Para mantener buena imagen, el gobierno de turno tiene que estar “comprando” gobernabilidad todos los días, y de ahí su actitud proclive al interés de los empresarios, antes que al interés de los trabajadores, porque a estos solo los necesita cada cuatro años para hacerse elegir. Me explico: la elección la compra o se la roba cada cuatro años; la gobernabilidad, en cambio, que deviene de una buena relación con los empresarios, dueños de los medios y de las encuestadoras de opinión, tiene que comprarla todos los días: ¿si ven?
En este contexto queda claro, a quien quiera entenderlo, que la negociación anual de un incremento del salario mínimo es una farsa, un engaño, del cual participan, que es lo deplorable, las centrales obreras, dizque en representación de los trabajadores.
Por eso es que, frecuentemente, el bendito incremento ese tiene que darse por decreto, y si alguien saca tiempo y compara los incrementos del SM decretados, va a observar que siempre están más cerca de lo que ofrecían los patronos que de lo que pedían los trabajadores. ¿Pura coincidencia? No señor, pura conveniencia politiquera.
Que el gobierno tenga a la mano un garrote para darle a los trabajadores, no significa que trate a los garrotazos a sus dirigentes. No, también les deja saborear el ripio de la zanahoria, y con eso basta, porque en buena parte ellos se completan el sustento por dentro.
¿Por qué se dice, o se cree, que antes los dirigentes sindicales de Colombia eran más aguerridos? Eso también es una falacia. Antes, el gobierno y los patronos los trataban como a “niña bonita” con el fin de que mantuvieran a raya el empuje del sindicalismo comunista, que se decía…
Eran los tiempos de la Guerra Fría.
Ahora que el comunismo es un fantasma del pasado, ni el gobierno ni los patronos, necesitan para nada a los sindicalistas… Y si alguien saca tiempo también para ver la historia del sindicalismo desde la caída del Muro de Berlín, se encuentra con que en este tiempo ha quedado reducido a su mínima expresión.
Ya no es el tiempo de los sindicatos; es el tiempo de los grupos de presión como la ANDI, FENALCO, SAC, del lado patronal, que siempre han existido. Del otro lado, ya no hablemos solo de “trabajadores”, hablemos de grupos sociales marginados: los indígenas, los campesinos, los maestros, los estudiantes, los transportadores, los pensionados (unos ejemplos), orientados por líderes naturales, no por sindicalistas profesionales, vendidos y corrompidos.
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Fin de folio.- Hasta un magnate como Trump ha puesto en entredicho el modelo neoliberal… Y en Colombia se está finalizando una revolución social armada que conviene con el gobierno neoliberal dejar inamovible el modelo económico (¿?).