Barack Obama, el presidente que sacó a EE. UU. de la recesión
Recibió un país con la peor crisis económica y financiera en 80 años. En su mandato se crearon más de 17 millones de empleos.
Ni siquiera los 10 grados centígrados bajo cero de temperatura bastaron para apagar la efervescencia de los más de dos millones de personas que asistieron en Washington DC a la posesión de Barack Obama como presidente de Estados Unidos el 20 de enero de 2009.
Con el lema de ‘Esperanza’, el nuevo presidente simbolizaba ese cambio que pedían los estadounidenses después de dos devastadoras guerras en Irak y Afganistán con sus centenares de muertos, y sobretodo, una crisis económica que después fue reconocida como la otra ‘Gran Depresión’.
(Lea: La incierta presidencia del magnate republicano Donald Trump).
Eran tiempos sombríos, de estrés, desesperanza, incertidumbre, temor y ansiedad para los habitantes de la primera potencia económica mundial que experimentaban día a día la pérdida de su propiedad raíz y empleos, mientras los grandes ejecutivos y el Gobierno luchaban contra la crisis financiera del 2008, el PIB caía aceleradamente, Wall Street se desplomaba hora tras hora, la quiebra de la industria automotriz y la quiebra de bancos como Lehman Brothers.
La situación era tan desesperante que una reunión con el congreso en la mañana del 18 de septiembre de ese año, el secretario del Tesoro, Henry Paulson, les aseguró que para las dos de la tarde de ese mismo día, se podrían desaparecer unos 5,5 billones de dólares de riqueza del país y pidió, junto con el presidente de la Reserva Federal, Ben S. Bernanke, 700.000 millones de dólares en un término máximo de tres días para salvar la economía del país.
(Colombia, el segundo país más vulnerable ante las políticas de Donald Trump).
Consciente de la grave crisis económica, Obama se puso a trabajar inmediatamente el día posterior a su elección (4 de noviembre de 2008). Durante el 2009, la administración de Obama sufrió la pérdida de unos ocho millones de empleos, con una tasa de desempleo que rondó el 10 por ciento, la economía se contrajo 2,7 por ciento, mientras que hasta el 2010, más de 11 millones de personas perdieron sus casas y apartamentos.
Apenas un mes después de su posesión, el Congreso estadounidense aprobó un paquete de estímulo económico por 787.000 millones de dólares, con el cual se redujeron los impuestos, se extendieron beneficios para los desempleados y se iniciaron innumerables obras públicas en todo el país.
El 30 de marzo de 2009, el Gobierno federal rescató a la industria automotriz tomando el control de General Motors y Chrysler salvando tres millones de trabajos, forzando a las empresas a ser más eficientes y globalmente competitivas, lo mismo que a la banca con unos siete billones de dólares.
La recesión terminó seis meses después cuando el PIB volvió a positivo por primera vez desde el 2008, a comienzos del 2010 ya llegó a 3,9 por ciento. Para el 30 de marzo de 2010, ya se habían gastado 633.500 millones de dólares del paquete de estímulo.
El 23 de marzo de 2010, el presidente estadounidense revolucionó el sistema de salud del país, uno de los peores del mundo, con el popularmente conocido como ‘Obamacare’, un seguro de salud universal de bajo costo.
El mandatario vio la necesidad de crear un seguro de salud obligatorio, ya que la dificultad para pagar los altos costos médicos ocasionaban el 50 por ciento de las quiebras del país. Para el 2014, el 95 por ciento de la población estadounidense ya estaba bajo este esquema de salud mientras que las visitas al hospital y los costos se redujeron.
En julio del 2010, y como parte de las reformas para evitar otra crisis financiera, la administración promovió la ley Dodd-Frank, una legislación para regular a los grandes bancos y proteger financieramente al consumidor, que incluía tarjetas de crédito y cuotas inmobiliarias.
En cuanto a los bancos se estableció un control más exhaustivo a las entidades demasiado grandes para quebrarse, a las cuales, entre las principales medidas se les prohibió estar muy involucrados con los fondos hedge, derivados riesgosos, intercambios de créditos impagos y materias primas. De la misma manera a las agencias de calificación como Moody’s y Standard & Poor’s se les exigió volverse más estrictas en sus sistemas de evaluación.
En diciembre de 2010 y como parte de las medidas para sacar al país de la crisis, el Congreso aprobó un recorte de impuestos por 858.000 millones de dólares para personas naturales y empresas.
Desde ahí, el desempeño económico del país ha sido calificado entre ‘bueno y aceptable’ por gran parte de los economistas durante el resto de la administración Obama, la cual termina este viernes.
Todos los indicadores muestran números positivos: una baja inflación, crecimiento del PIB, PIB per cápita, disminución del déficit federal en dos tercios, aumento de las exportaciones, ventas récords de automóviles, minoristas y sector inmobiliario, las ganancias en Wall Street promediaron el 150 por ciento, ganancias de las compañías y comercio, pero sobre todo, la recuperación del empleo: durante la presidencia de Barack Obama se crearon 17 millones de empleos.
Sus detractores le achacan la baja tasa de crecimiento y el incremento de la deuda nacional.
Pedro Vargas Núñez
Subeditor Portafolio