Quién lo creyera, Señor, pero a veces pecas y empatas: pusiste a vivir en el mismo país a Walt Whitman y a Trump.
Señor, los polacos dicen que la vejez te salió mal. En lo de Trump, tampoco te fue mejor. No había necesidad de incurrir en un lapsus con nombre de pato para notificarnos, ‘urbi et orbi’, que haces lo que quieres.
Sospecho que tomaste compensatorio el día que se aprobó el articulito aquel de la Constitución gringa, que le permite a gente como Trump ser presidente con dos millones de votos menos que Hillary. A veces tienes un sentido del humor que te envidiarían Mark Twain, Groucho Marx y Woody Allen juntos.
Si en algún momento de su eterno mandato de cuatro años se te ocurre decirle “estás despedido”, gracias mil.
Quién lo creyera, Señor, pero a veces pecas y empatas: pusiste a vivir en el mismo país a Walt Whitman y a Trump.
Por una vez, lamento que me hubieras negado la condición de suculenta fémina, de caderas hechizas hechas en el quirófano, para no darle ni la hora de la semana pasada en caso de que me echara los perros.
Pregunta: ¿podrías sacar de la manga algún escandalito que nos permita ahorrarnos al señor Trump? Ya nos diste la mano con Nixon.
Al lado de Nixon, Trump es un aprendiz con el sartal de mentiras que suele ensartar. El caballero se saca de la boca una hamburguesa para decir ‘posverdades’, el nuevo nombre de las mentiras. Señor, no es por molestar con jota, pero esta vez se te fue la mano en gallina. Puedes rectificar.
Menos mal Trump todavía ignora quiénes somos nosotros. En esto te damos unas cataratas del Niágara de agradecimientos.
Mafalda, retirada del bullicio, diría que el mundo está enfermo de los Estados Unidos.
¿Será que es mucho pedirte que le escondas el Twitter al hombre que se ha casado tres veces y detesta los números impares?
Si ya como presidente, posesionado este viernes, insiste en construir el nefasto muro en la frontera con México, te sugiero repetir el episodio de la torre de Babel y confundir a los trabajadores. Cuando pidan un ladrillo, que les alcancen una caja de condones.
Ah, recuerda esconderle el cuarto donde bosteza el botón nuclear.
Óscar Domínguez
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