A los y las periodistas jóvenes les sugiero adoptar esas visiones hoy reconocidas mundialmente si desean desarrollar enfoques justos y modernos.
Un abordaje preciso y no sexista de las noticias es hoy un requerimiento absolutamente indispensable para comunicadores y periodistas. Desafortunadamente, sé que muy pocas facultades de periodismo o comunicación, por no decir ninguna, tienen cátedras de género durante la carrera. Y hoy quiero insistir sobre la importancia de la precisión en el vocabulario utilizado para ciertos temas sensibles culturalmente. Y lo quiero hacer porque a veces esta precisión es capaz de cambiar actitudes o imaginarios y mentalidades del público. Por lo reducido del espacio, les daré solo algunos ejemplos.
En cuanto a la interrupción voluntaria del embarazo (IVE), en lugar de hablar de bebé o de niño es imprescindible precisar que durante el primer mes se trata de un embrión y que un embrión mide cinco milímetros; al tercer mes, se trata de un feto y, de hecho, antes del embrión se habla del zigoto. O sea, zigoto, embrión y feto, y solo al nacer se trata de un recién nacido, un bebé, un niño o una niña. Esta es una precisión que tiene enormes consecuencias jurídicas.
Otro ejemplo: cuántas veces he leído en la prensa títulos así: ‘Aumento en Colombia del abuso sexual contra niños y menores de edad’. Leyendo el artículo se descubre que la gran mayoría de estos abusos sexuales son contra niñas. Me parece de una enorme importancia saberlo. Y después dirán que el enfoque de género es una ideología malsana y perversa.
Ahora bien, hablemos de prostitución, otro asunto en el cual el vocabulario es revelador e importante para entender mejor las implicaciones de políticas públicas o leyes relativas al tema: ¿qué conceptos o denominaciones encontramos en artículos dedicados a esta materia? Se habla hoy de trabajadoras sexuales, de personas en situación de prostitución o personas explotadas sexualmente.
Cada uno de estos términos o calificativos remite a imaginarios culturales y tiene consecuencias en la vida de estas mujeres. De hecho, existen enormes y significativas diferencias entre la denominación de ‘trabajadora sexual’ y la de ‘persona explotada sexualmente’. Mientras esta última expresión protege y apoya a las víctimas, previniendo la explotación sexual y criminalizando a proxenetas, la expresión ‘trabajadora sexual’ remite a una perspectiva de los Estados que despenaliza el proxenetismo y considera la prostitución un trabajo que, de alguna manera, dignifica a las mujeres, borrando la explotación y las distintas violencias que ejercen sus abusadores; es decir, el que paga por sexo o el que se beneficia de la vulnerabilidad de estas mujeres, adolescentes, niñas, gais y trans.
Por el contrario, con la expresión ‘ personas explotadas sexualmente’, o ‘personas en situación de prostitución’, se reconoce que la prostitución es una violencia basada en el género y otras formas de discriminación ejercidas por quienes pagan por sexo (hombres, 99 %), mientras que cuando hablamos de trabajadoras sexuales se considera normal que mujeres, niñas, adolescentes u hombres gais estén a disposición para satisfacer las necesidades de hombres que pagan por sexo. En este sentido, no hay que dudarlo, la expresión ‘ trabajadoras sexuales’ es una perversión de los Estados.
Todo esto habla de saber emplear los términos adecuados. A los y las periodistas jóvenes que tienen por misión dar cuenta de la realidad con precisión, les sugiero adoptar esas visiones hoy reconocidas mundialmente si desean desarrollar enfoques justos y modernos.
Florence Thomas
* Coordinadora del grupo Mujer y Sociedad