Por: Lisandro Duque Naranjo
Hace un mes escuché por radio al arzobispo de Cali, Darío de Jesús Monsalve, refiriéndose al tema del cura William Mazo Pérez, condenado a 33 años por la violación de cuatro niños de entre nueve y diez años. Me pareció juicioso que, como lección del episodio, les pidiera a los padres de familia no permitir que sus niños durmieran en casas curales. El “dejad que los niños vengan a mí” como que se quedó por allá en la biblia.
Esa alerta justa de monseñor Monsalve, sin embargo, algunos medios y redes sociales la tergiversaron, convirtiéndola en la supuesta aseveración de que “los padres también pueden ser responsables por los abusos sexuales que sufren sus niños fuera de casa”. Y de buenas a primeras, el respetable pastor fue puesto en la picota pública, al mismo nivel de Miguel Uribe, el secretario de Gobierno de Bogotá, para quien el crimen por empalamiento y violación que sufrió Rosa Elvira Cely fue culpa de la propia víctima, “por salir con un desconocido de noche, en una moto”.
Obvio que quien azuzó ese equívoco deliberado fue el abogado Montaña, apoderado de los padres de los niños, quien para justificar una indemnización de 9.000 millones ha convertido en “víctimas indirectas” de las violaciones a una red insaciable de tíos, sobrinos, abuelos y hasta al gato. Una piñata completa. Demasiada gente “traumatizada” que en su momento no le vio problema a que cuatro niños jugaran con frecuencia a la guerra de almohadas con el párroco Mazo Pérez. Por supuesto que el arzobispo Monsalve, como representante de la Arquidiócesis, está en su derecho de litigar respecto a esa cuantía.
Y así como el abogado pelecha con astucia frente a la avidez escandalosa de los medios y las redes sociales, la oligarquía goda de Cali, que detesta al arzobispo, aprovecha con insidia la malévola distorsión para tratar de deshacerse de él. Un columnista caleño de este diario, entre los títulos que cita para demeritarlo, está el de “paisa”. No creo que ser antioqueño le signifique a monseñor cargar propiamente con un piano. Y ese columnista debiera saber que hasta en Cali la Iglesia es interdepartamental e incluso transnacional. No es “Caliwood”.
¿Y por qué la bronca contra este prelado? Pues porque él no forma parte del gregarismo eclesiástico colombiano, y contrariando a la ladina conferencia episcopal —como se lo exigía su conciencia pastoral—, pidió a su feligresía votar por el Sí en el plebiscito. Fue también quien denunció que la muerte de Alfonso Cano fue un crimen a sangre fría, en estado de indefensión, algo que también dijo el padre Darío Echeverri y lo demuestra la autopsia.
Para colmos, monseñor Monsalve ofició una misa en La Ermita a la memoria de Camilo Torres, en el cincuentenario de su muerte. Y cuando fue obispo de Medellín, fue una piedra en el zapato para el gobernador aquel de las Convivir. La parlamentaria valluna Susana Correa, del CD, le pide “despojarse de la sotana y ponerse el camuflado”, motivo por el que Álvaro Uribe le pidió una cita a Monsalve, que éste consideró innecesaria.
Suficiente ilustración, como para entender por qué este arzobispo de tan alta credibilidad moral está recibiendo amenazas. Él no acepta escoltas, porque sin duda está rezado. Aún así, hay que apoyarlo con todo.