Por: Cecilia Orozco Tascón
Entre el momento en que escribo y el de la publicación de esta columna, se sabrán muchas más noticias de las que se han conocido en las últimas horas acerca del caso Odebrecht. Así estamos: en presencia de una especie de partido de fútbol en que los hinchas, con el alma en vilo, siguen con meneos de derecha a izquierda lo que sucede en la cancha, se paran y gritan o se sientan, respiran hondo y, sin pestañear, siguen con ojos del tamaño de su tensión el desarrollo del espectáculo. Sale el fiscal Martínez con su aire de dueño de los destinos de los demás y suelta un pedacito del escándalo, pero con suficiente capacidad de daño como para que abramos la boca. Se deja sentir el procurador Carrillo, apenas recién sentado en su silla, con citaciones estruendosas. Un par de días después, el fiscal vuelve al plató y añade una dosis de nombres de bandidos mezclados, para lograr un efecto más dramático, con los de personas que gozan de buena reputación y quienes quedan, irremediablemente, compartiendo picota con los primeros. Y responde el procurador, ansioso, con el aviso de una diligencia a una figura famosa…
Poco después se reinicia el ciclo de primeras páginas, extras, exclusivos y últimas horas con Martínez y Carrillo en el rol de figuras centrales de la película de moda: la lucha contra la corrupción. Ellos, Néstor Humberto Martínez y Fernando Carrillo, protagonizan el papel de visitantes de otro planeta, incontaminados, nada que ver con lo que ha ocurrido en la esfera del poder de la que han gozado durante años de años. “28 investigados” es el más reciente balance de la Fiscalía; “Citada la exministra Parody ”, riposta —casi al tiempo— la Procuraduría.
Con un equilibrismo que produce escalofrío puesto que la justicia imparcial no supone igualar las cargas de los afectados por razones extrajudiciales, Martínez Neira anunció, sin ninguna diferencia de grado, los descubrimientos que perjudicaban la campaña del candidato uribista de 2014 y las dudas que ensombrecían la campaña del candidato presidente. “La Fiscalía asegura que Odebrecht asumió gastos de las (dos) campañas presidenciales”, es el título escueto y sin matices que provocó el rey del trueno (Martínez), con lo cual aseguraba tener en sus manos a sus amigos de los bandos contrarios pues ha trabajado para los dos: que el candidato Zuluaga, su hijo y su principal asesor —por entonces ya empleado de Odebrecht— hubieran visitado Brasil en un viaje organizado por la firma sobornadora es igual, penalmente, a que esa constructora hubiera pagado una encuesta electoral “con el fin de lograr una aproximación al Gobierno Santos…”; para Martínez tiene el mismo nivel de condena judicial el alto funcionario uribista que adjudicó la Ruta del Sol, siendo viceministro y por una coima de seis millones y medio de dólares, que un narcopolítico, Otto Bula, en similar oficio delictivo, pero sin conexión directa con la administración santista. En la balanza en que mide el daño político Martínez, si aparece el publicista Duda contratado por Zuluaga, es “justo” mencionar rápido a Sancho BBDO, aún cuando este hubiera sido pagado por una agencia panameña cuya relación con la campaña del gobernante no está probada.
De su parte, el procurador, con un afán mediático que desconocíamos, no se quedó atrás. Estuvo a punto de montarse en el avión del fiscal hacia Brasil, pero este —más vivo— no se lo permitió. Carrillo, sin pelo de tonto, citó a las exministras Álvarez y Parody con quienes se disputaría los titulares que produce la Fiscalía. A fe que lo consiguió. Ellas, el director de la ANI, el del Fondo de Adaptación llamado por una obra que no se ha adjudicado aún, desfilarán por los despachos de Martínez y Carrillo junto a los delincuentes Bula y García y también junto a 26, 28, 30 0 50 más, unos culpables, otros chivos sacrificados en el matadero del show. Colombia quiere saber la verdad del escándalo Odebrecht. Como dice la frase de cajón: caiga quien caiga. Pero señores fiscal y procurador: no apuntalen sus aspiraciones presidenciales con los procesos que tienen en sus despachos. La justicia al servicio de futuros objetivos electorales: ¡solo eso nos faltaba!