Foto: nosoyasistenta.com
Por: EDITORIAL |
Urge avanzar hacia una igualdad plena de las mujeres, sobre todo en materia laboral.
El 8 de marzo debería ser una fecha para conmemorar el final de una lucha. Pero no es así. Esta es la certeza que queda luego de observar todo lo que falta por hacer, en Colombia y el mundo, para que las mujeres alcancen una igualdad plena.
Mientras tal objetivo siga lejano (la meta, según Naciones Unidas, es un planeta 50/50 en el 2030), mientras la misoginia continúe escondida entre líneas en los discursos de los líderes mundiales, mientras los hombres sigan siendo mayoría en las instancias donde se toman decisiones cruciales que impactan la vida de millones, mientras los indicadores que dan cuenta de las violencias contra ellas no caigan en picada, mientras diversas formas de agredir al género femenino gocen aún de un arcaico estatus de normalidad en nuestra cultura, hoy debe ser un día para reflexionar antes que para celebrar.
Un día, y en esto hay que ser enfáticos, en el que ellas esperan recibir noticias sobre esfuerzos para garantizar sus derechos, sobre avances concretos en el debido reconocimiento de su trabajo antes que, aunque bien intencionados, insuficientes gestos y detalles. En pos de este objetivo, millones de mujeres en más de 30 países suspenderán hoy por varias horas sus actividades para, entre otros actos, demostrarle al mundo el verdadero valor de su fuerza laboral.
Por supuesto que lo anterior no impide hacer también una pausa y mirar hacia atrás para observar con satisfacción la senda ya recorrida, sobre todo en Colombia. Pasos que van desde el derecho a administrar sus bienes hasta el acceso a métodos anticonceptivos, pasando por la posibilidad, durante mucho tiempo negada, de estudiar una carrera y desempeñarse en el mundo laboral. Esto sin olvidar la Ley 1257, que busca prevenir y sancionar la violencia y la discriminación contra la mujer, ni la 1761, más conocida como Rosa Elvira Cely, que sanciona hasta con 50 años de cárcel los feminicidios.
También es esta la fecha propicia para rendir justo y sentido tributo al coraje de mujeres como Jully Andrea Mora, la joven que recibió este martes el premio Cafam a la Mujer por su incansable labor de construir tejido social entre los pescadores artesanales del Magdalena Medio santandereano, ceremonia en la cual también se le rindió un muy merecido homenaje a la periodista de este diario Jineth Bedoya, por su fortaleza y liderazgo en la defensa de los derechos de mujeres víctimas de violencia sexual.
Los logros en igualdad son muy valiosos, aunque los opaca el panorama crítico que hoy muestra el país en materia de violencias que tienen por víctima a la mujer. No solo hoy. Todos los días hay que advertir que estamos ante un flagelo vergonzoso que requiere atención urgente. A diario, 118 mujeres son agredidas por su pareja; la cantidad de casos de violencia sexual, en lugar de disminuir, aumenta, así como los asesinatos y los episodios de agresiones intrafamiliares.
Alcanzar una igualdad plena –sobre todo en materia laboral–, una transformación cultural que le dé a la mujer una real paridad con el hombre, es el camino para acabar con este flagelo. En este sentido hay que avanzar, haciendo oídos sordos a quienes hoy, sin pena alguna, invitan a retroceder.