El falso equilibrio

Hay muchos que van a insistir en vender un populismo barato e irresponsable disfrazado de progreso.

Por:  ADRIANA LA ROTTA

¿Cuál es el imperativo de los medios de comunicación? ¿Abrirles espacio a todas las voces, por más extremas que sean, y dejar que el público tome sus propias decisiones? ¿Implementar decisiones editoriales con un ojo en los estudios de audiencia para asegurar la estabilidad económica de la empresa, sus dueños y sus empleados? ¿Alinearse con los poderosos de turno para mantener el statu quo y garantizar que la torta se siga repartiendo entre los mismos privilegiados?

La prensa en las democracias es hoy, más que nunca, el cuarto poder. Y la responsabilidad o la ligereza con que ejerce ese poder tiene un impacto que es peligroso subestimar, por más que se hable todos los días de la crisis del periodismo y de la inviabilidad de su modelo de negocios dependiente de los anunciantes.

La prensa es una de las últimas –si no la última– frontera en la defensa de la democracia, y en ningún lugar eso es tan evidente como en Estados Unidos, donde la trivialidad con que los medios actuaron frente a la improbable candidatura del actual presidente ayudó a elevarlo, validarlo y, en última instancia, a elegirlo. Lo que parecer haber empezado como una táctica para hacerles publicidad gratuita a sus negocios particulares terminó en un presidente en la Casa Blanca rodeado por un grupo de asesores interesados en imponer ideas extremas en todos los ámbitos, desde cómo se debe ordenar la economía mundial hasta lo que las mujeres pueden o no pueden hacer con sus cuerpos.

Quienes todavía consumimos telenoticieros y programas de opinión vimos con desaliento cómo durante un año y medio los medios le ofrecieron al ahora presidente una plataforma gratuita y en prime time porque lo encontraban ocurrente y entretenido, y además les daba rating. Por codicia, frivolidad o por practicar una especie de falso equilibrio en el que todo el que decide lanzar su candidatura merece un altavoz para sus ideas, los medios contribuyeron de manera decisiva al resultado de las elecciones de noviembre. Esa lección, que está siendo ahora duramente aprendida, debe servirles de ejemplo a otras democracias y a quienes ejercen el oficio del periodismo en países que, como Colombia, calientan motores para las próximas elecciones presidenciales.

Porque la verdad es esta: hay muchos que se van a aprovechar de ese clima de escepticismo y desconfianza en las instituciones que permea a la sociedad. Hay muchos que, explotando el rechazo por quienes han hecho de la política una industria lucrativa, van a insistir en vender un populismo barato e irresponsable disfrazado de progreso.

Personajes como un cierto excontralor que andaba hablando esta semana en la radio, que van a tratar de convencer a los votantes de que el presente es caótico y el futuro, apocalíptico, a menos que creamos en sus promesas de redención condimentadas con ofertas de aumento del salario mínimo.

Para llegar a la presidencia en una democracia como la nuestra hay varios filtros. Los partidos son uno, pero este no es suficiente ni tampoco es siempre el más legítimo. Hoy, mucho más que en las décadas pasadas, la prensa tiene que jugar ese papel de filtro juicioso y responsable, quitándole el altavoz al populismo fácil y oportunista, cuidándose de la codicia y la frivolidad, evitando crear un falso equilibrio que legitima cuando debería más bien depurar a nombre de la sociedad que pretende servir.

La tentación populista va a ser una de las marcas de la campaña que apenas arranca, y la oferta de espejitos y baratijas que va a circular será motivo de deslumbramiento. Por eso, mucho ojo. Ya sabemos cómo empieza todo esto. Y lo que es peor, también sabemos cómo acaba.
ADRIANA LA ROTTA

Tomado de:El Tiempo.com