Carmen Liliana Luque es una de las 30 mujeres beneficiadas por el taller de costura iniciado por el Ministerio de Defensa y la Gobernación de Norte de Santander. / Cristian Garavito
Por:Susana Noguera /@011Noguera
“¡Muchachas, llegó el mesón para cortar la tela!”, dijo Gilma Obregón. Las catorce mujeres que estaban con ella en el taller de costura de la Asociación de Mujeres y Familias Zulianas (Asofazul), en Zulia, Norte de Santander, aplaudieron, se abrazaron. Llevaban tres meses esperando esa mesa para poder cortar los patrones con mayor precisión y agilizar el trabajo con el que 30 familias esperan mejorar sus ingresos.
Gilma, una mujer de ojos negros, rasgados, le sonrío a Roselino Obregón, su hermano, quien como ella tuvo que huir del municipio de El Tarra en el 2003, durante una incursión paramilitar. Ella ha liderado por más de 10 años proyectos con familias desplazadas y es una de las creadoras de la organización.
Asofazul montó el taller de costura en noviembre de 2016. Lo logró luego de 13 años de trabajo con la comunidad y de concientizar a la Alcaldía municipal y la Gobernación sobre la importancia de reparar a las víctimas. Después de tocar muchas puertas, el Ministerio de Defensa les dio ocho máquinas de costura y ocho fileteadoras, importantes para rematar los filos de los textiles. Luego participaron en una convocatoria de la Gobernación de Norte de Santander, y les entregaron algunas telas y el mesón. “La idea es que esto nos ayude financieramente, pero todavía estamos consolidando el negocio”, dice Gilma.
No ha sido fácil para las mujeres de El Zulia impulsar esta y otras iniciativas de reparación. Esa fue una de las conclusiones a las que llegaron las líderes mientras charlaban en el taller de costura que queda en una pequeña calle en el barrio Pueblo Nuevo, a 10 minutos del centro del municipio. Las máquinas y los demás implementos están en el último piso de la casa de Claudia Montes, una de las participantes de Asofazul. Unos plásticos evitan que la lluvia y el sol se metan por entre las tejas de zinc y los ladrillos desnudos.
Aunque las mujeres de Asofazul celebran estas iniciativas, explican que para que tengan un impacto real a largo plazo deben ponerse en marcha junto con otros proyectos empresariales, que solucionen los problemas de seguridad tanto en el campo como en el casco urbano, y se acelere así la reparación colectiva a las víctimas.
Afirman que es imperativo que municipios tan representativos como El Zulia reparen debidamente a las mujeres, niñas y jóvenes violentadas, no sólo para decir que se está aplicando el Acuerdo de La Habana, sino también porque es vital “para construir un país más equitativo y no perpetuar las violencias”, dice Gilma.
Ellas son el ejemplo de que, como dijo la Corte Constitucional en el 2008, el país ha fallado históricamente al no reconocer las violencias específicas que han padecido las mujeres en el conflicto armado y atender, así, su reparación.
Tomado de:El Espectador.com