Monumentos de paz

Por: Gonzalo Silva Rivas, socio CPB

Las Farc organizaron un particular recorrido turístico hacia un potencial destino, el más simbólico y representativo de su existencia como grupo insurgente. Mediante una cautelosa presencia en redes sociales promovieron la “Gran ruta turística e histórica de Marquetalia” —como la bautizaron—, convocando a los colombianos a echarse la rodadita por esta accidentada zona rural del municipio tolimense de Planadas, epicentro de su alzamiento revolucionario en la primera etapa de los años 60.

La concurrencia no fue masiva, tan solo unos cuantos profesionales de izquierda que hicieron camping durante cuatro días, entre agotadoras jornadas a pie, recorriendo sus fríos y densos parajes naturales, colmados de flora y fauna nativa y rodeados de montañas. En el caserío, los campesinos relataron las amargas experiencias dejadas por la guerra, la discriminación sufrida y la ausencia estatal que —sumada a la presión guerrillera— los mantiene en la pobreza. El viaje resultó una oportunidad excepcional para conocer espacios y personas, amurallados por el conflicto, como lo definió un asesor del movimiento Voces de Paz.

Marquetalia posiblemente se convertirá en uno de los tantos monumentos conmemorativos de la violencia colombiana, que atraerá la atención de turistas durante el posconflicto. Es una de las huellas dejadas en la memoria por la crueldad de la violencia, en donde perdurarán recuerdos de grandes y numerosas heridas. Refundida entre la escarpada cordillera Central, inspiró la lucha del movimiento insurgente, que desde mediados del siglo pasado llenó de sangre y dolor buena parte de la geografía nacional.

Durante el siglo pasado, el fanatismo de los partidos tradicionales sembró las semillas de las guerrillas comunistas e hizo que el caserío se convirtiera —a finales de los años 50— en el refugio de las autodefensas de Tirofijo. En 1964, el presidente Valencia, decidido a poner fin a lo que el senador Álvaro Gómez definió como la República Independiente de Marquetalia, emprendió una costosa y sofisticada operación militar. El puñado de bandoleros escapó ileso y agrupado kilómetros más allá, en Riochiquito, concibió su nueva estrategia de lucha, que dos años después formalizó con la creación de las Farc. La operación fue un discutido revés para el Gobierno, cerró las puertas del diálogo y abrió el trágico escenario que enfrentó el país por medio siglo.

Aunque el tour a Marquetalia fue programado por las Farc para celebrar el quincuagésimo tercer aniversario de su nacimiento en esta región, la agreste y abandonada vereda con su caserío, sin duda, podrían estar en la mira de un proyecto de turismo alternativo, incorporado dentro de esa nueva modalidad que se abre paso en la industria, amarrada a los paquetes temáticos de violencia, conocida como turismo negro o de dolor. Son varios los ejemplos consolidados como alternativas de viaje por su simbolismo. Entre ellos, los castillos y campos de batalla de Culloden, en Escocia, o los de Poneari, en Rumania.

Marquetalia marcará como referente de la violencia política y social colombiana, y ahora, firmada la paz con el grupo guerrillero, podría despertar de su pesadilla y sacudirse de su estigmatización, si el Estado hace presencia en sus contornos y centra su atención en los mismos requerimientos exigidos hace 53 años: trazarle vías y construirle la infraestructura pública más elemental. Es decir, una escuela, un puesto de salud y el puente que comunica al municipio de Progreso con Villanueva.  

Cerrado el ciclo de guerras, deberá esperarse que haya reparación para esta y muchas otras poblaciones rurales sacudidas por el terror, a fin de voltear la oscura página de la barbarie que las asoló durante décadas. El turismo es alternativa para descubrir e impulsar el desarrollo de esa Colombia profunda y desconocida, que solo se referencia por su miseria. Convertir los territorios de violencia en monumentos de paz y oportunidades turisticas permitiría aprender de sus tragedias y formar conciencia colectiva para no repetirlas.

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Tomada de: El Espectador.