En defensa de las redes
Foto: Moisés Wasserman/Revista semana

Hay quienes temen que las redes sean el fin de los medios, pero creo que no deben preocuparse.

Por: Moisés Wasserman/El Tiempo

Son muy frecuentes las condenas a las redes sociales por la forma desconsiderada como nos tratamos en ellas y por la cantidad de rumores y chismes que difunden. Pero hay que reconocer que, no obstante su gran tamaño, todavía son jóvenes y están en los dolores de parto: Facebook nació en el 2004; Twitter, en el 2006; e Instagram, en el 2010.

Siempre que me enfrento a algo así de novedoso pienso en el profesor Howard Rochester. Tomé con él, en la Universidad Nacional, el año de 1965, dos maravillosos cursos sobre Shakespeare. El profesor Rochester era una figura excepcional. Se paseaba por la universidad, en la década de los sesenta, siempre vestido con impecable traje, corbata, chaleco, sombrero y paraguas. Era un lord británico-jamaiquino, monarquista declarado. Inteligente y cultísimo, discutía con nosotros, jóvenes acalorados.

Una vez nos dijo que entendía que fuéramos tan conservadores porque éramos muy jóvenes. Pueden imaginar el zafarrancho. Un monarquista aristocrático diciéndonos a nosotros, que estábamos en la frontera del progreso y del cambio del mundo, que éramos conservadores. Él defendía a Los Beatles mientras nosotros teníamos claro que eran una manifestación del capitalismo decadente. Hablaba de pintores como Jackson Pollock mientras nosotros admirábamos los (horrorosos) murales del realismo soviético.

Nunca tuvimos tan fácil acceso a ideas diferentes (no nos pueden obligar a escucharlas, pero ahí están para el que se arriesgue)

Desde entonces miro con simpatía anticipada los fenómenos nuevos (no los reinventados). Me pasa hoy con las redes sociales. Nunca antes la gente corriente había tenido oportunidades como las de hoy para decir lo que opina ante un público amplio, para discutir las ideas de los poderosos, para denunciar lo que cree falso, o inconveniente, o injusto. Nunca tuvimos tan fácil acceso a ideas diferentes (no nos pueden obligar a escucharlas, pero ahí están para el que se arriesgue). Las redes sobrepasaron las fronteras locales y nacionales. Con ellas nos acercamos a la utopía ética de “toda la especie, una sola tribu”.

Hace un par de meses, Mark Zuckerberg, creador de Facebook, lanzó la declaración ‘Construyendo una comunidad global’. Dice que su propósito es desarrollar la infraestructura social para darle a la gente el poder de construir una comunidad que funcione para todos. Plantea estrategias para construir comunidades de apoyo que sean seguras, informadas, civilmente comprometidas e incluyentes. Trae algunos ejemplos prácticos. Uno es el de una mujer llamada Cristina, quien sufre de epidermólisis ampollosa, enfermedad rara que la hace muy infeliz. Hoy recibe y da apoyo a 2.400 personas en una comunidad virtual de todas las que sufren esa enfermedad en el mundo.

Sin duda, hay peligros. Uno de ellos, el de los llamados ‘filtros de burbuja’, en los que usando algoritmos presentan a la persona la información que quiere ver (de acuerdo con su historial) y le ocultan ideas contrarias, aislándola de parte de la realidad. Otro es el de las ‘fake news’: noticias inventadas; y uno más, el de las posibles agresiones, engaños y matoneo. Problemas que deben resolverse. Al primero yo lo neutralizo siguiendo a personas de las más diversas posiciones y sin bloquear a nadie. Al segundo, leyendo la buena prensa y visitando las fuentes. Para contrarrestar los engaños se están desarrollando iniciativas tecnológicas que espero no le resten a la libertad de expresión.

Hay quienes temen que las redes sean el fin de los medios, pero creo que no deben preocuparse. El cine no acabó con la novela, ni la televisión con el cine ni internet con la televisión. La buena prensa podrá fortalecerse entendiendo y usando las redes. La prensa tiene la capacidad para generar información confiable, las redes la tienen para potenciar su difusión e impacto.

MOISÉS WASSERMAN