El muy animado debate alrededor de la tecnología de los buses de TransMilenio resaltó la gran importancia de los temas ambientales para la opinión pública. Múltiples voces se unieron al pedido de mejores buses: redes sociales (por ejemplo, la campaña de Mesa Técnica Ciudadana por la Calidad del Aire, o del ingeniero Daniel Bernal); acción política de Concejales cómo María Fernanda Rojas, Diego Molano Aponte y Jorge Torres (entre otros), y senadores como Antonio Navarro; candidatos presidenciales de todo el espectro político; columnistas como Eduardo Behrentz, Daniel Páez y Pablo Ruiz Soto; incluso notas editoriales de El Tiempo, El Espectador y cubrimiento de La Silla Cachaca por Carlos Hernández, y debates en la radio y televisión, entre muchas otras cosas.
La administración distrital respondió con una dosis de pragmatismo y apertura a esta avalancha de opinión, y cambió las reglas de la licitación. Sí bien el distrito mantuvo su énfasis en la mejora de la calidad de servicio a precio asequible para los usuarios, ahora también promueve mejores tecnologías vía puntos en la adjudicación. Se sigue impulsando una flota de mayor capacidad con una alta participación de buses biarticulados (para acomodar la demanda hoy apretadita en los buses articulados), y se sigue pensando que debe existir un equilibrio financiero entre la tarifa al usuario y los costos de prestación del servicio. Pero ahora hay 20% de los puntos para mejores tecnologías. Otros puntos de adjudicación son “logrables”, así que ese 20% puede ser el factor decisivo.
Esto fue bien recibido en varias esquinas: los promotores de buses eléctricos y de GNV aplaudieron y agradecieron la decisión. Ellos han afirmado ser competitivos en costo total de propiedad, pero ven en los puntos adicionales la oportunidad de hacer más fáciles las apretadas cuentas financieras. Columnistas, Concejales y candidatos también celebraron el cambio.
Si la apuesta arriesgada del Distrito se consolida en ofertas de flota más limpia a precios razonables, todos ganamos. Además, no favorece de entrada a marcas específicas, lo cual es un aspecto negativo de poner cuotas de eléctricos o GNV. Amanecerá y veremos. Por ahora, deseo comentar unos temas que pueden servir de lecciones y oportunidades para nuevos procesos. El cambio no termina con la mejora de esta fracción de flota del transporte bogotano.
Una cosa es calidad de aire y otra el cambio climático
En el acalorado debate de redes y medios vi alguna confusión de temas, que estando relacionados no son lo mismo. Fotos de buses sacando mucho humo con la leyenda “nos estamos ahogando en CO2”. El CO2 (dióxido de carbono) es un gas común en nuestra atmósfera y una de las razones por las cuales la vida en la tierra se hizo posible. Gracias al efecto de invernadero, la temperatura en la tierra permite que exista agua en estado líquido. El CO2 no ahoga, no tiene impactos directos sobre la salud. En concentraciones mayores a las que tenemos aumenta el efecto de invernadero (que atrapa la luz solar en forma de calor) y genera cambios catastróficos: derretimiento de los casquetes polares y de nieves permanentes en las altas montañas, elevación del nivel medio del mar, y eventos extremos de clima: más sequías, más lluvias, más huracanes, tifones, y tormentas.
Si bien el CO2 (y otros gases y partículas con efecto de invernadero) provienen de la combustión, como otros gases y partículas con efectos nocivos para la salud, son cosas distintas. Los contaminantes del aire incluyen monóxido de carbono, óxidos de azufre y de nitrógeno, compuestos orgánicos, y material particulado. Este último es el más grave en nuestras condiciones: causa enfermedades respiratorias y muerte prematura. Y es lo que más importa atender.
Hay en el material particulado dos niveles: 10 micras , principalmente por polvo, y 2.5 micras, donde existe una alta participación de la combustión del diesel. Ambos niveles tienen efecto sobre la salud, aunque es claro que los efectos más graves son los de partículas ultrafinas (<2.5 micras). Las emisiones por combustión del diésel fueron declaradas cancerígenas por la organización mundial de la salud OMS en 2012 (como el tabaco, la carne roja, las cámaras de bronceado, fabricar calzado o muebles y las bebidas con alcohol, entre otros).
El cambio de flota de TransMilenio va a contribuir en reducción de emisiones de gases y partículas de efecto de invernadero y en reducción emisión de gases y partículas contaminantes del aire. En el primer caso vía mayor eficiencia energética de los motores (menor consumo de combustible por km), pero principalmente por mantener usuarios en el sistema (vía calidad) que se otra forma se trasladan a modos menos eficientes: la moto, el carro, el taxi y Uber. Está gráfica de ayuda a entender esto.
Fuente: @ElliotFishman via @PTUA
Pero la mayor contribución de la renovación de flota será en calidad de aire. El mínimo de Euro V en sí mismo ya contribuye en reducción de más del 80% en material particulado respecto a los buses que tenemos y que debimos reemplazar desde 2011. Con los puntos adicionales podremos tener reducciones aún mayores: 95%+ en caso de GNV o Diesel Euro 6 (que requeriría combustible especial con menos de 15 partes por millón de contenido de azufre, que hoy produce Reficar pero se mezcla con el producido por Barrancabermeja, de modo que queda alrededor de 30 ppm).
Con los buses son eléctricos no hay emisiones de tubo de escape. Nuestra producción de energía es predominantemente hidroeléctrica, lo que implica bajas emisiones, aunque hay también combinación de termoeléctricas de carbón y gas. Es decir, emisiones son en otra parte, y son mucho menores, eso sí. Se podrían usar trolebuses, pero es más flexible y de menor costo usar buses de baterías.
Tanto el tema de cambio climático como el de calidad de aire son preocupaciones nacionales. En este sentido, más que declaraciones pidiendo a las ciudades que adopten tecnologías más limpias, el gobierno nacional y nuestro congreso deberían apoyar su financiamiento. Para eso pueden incluso aprovechar fondos ambientales y financiamiento blando de banca multilateral. Tarea para el próximo gobierno porque el cambio de flota no acaba en los 1400 buses de fase 1 y 2 en Bogotá, y también hay que apoyar a otras ciudades. El anuncio de Bancoldex de no financiar buses diésel es una buna señal.
La participación privada es perversa
Repiten las redes la operación de TransMilenio es un negocio multimillonario para unos pocos, y que el distrito debería recibir mayor participación en la tarifa. Esto no deja de ser un contrasentido, con eco y aplausos, pero una proposición equivocada. Si sube la participación del distrito, sube la tarifa a los usuarios. Se convoca participación privada para que compre los buses, los operadore, contrate conductores, compré el combustible y haga el mantenimiento. En compensación se cubren sus gastos y se deja una utilidad. Se puede cuestionar la utilidad, que depende del riego del negocio y de posibles usos alternativos del dinero que ellos ponen. Allí está la clave de la estructuración. Al principio, en 1999 después de una recesión económica y frente a un proyecto desconocido, fue del 16% (en los contratos que se alargaron dos veces, aunque importante esclarecer que en los alargues no se mantuvo ese nivel de rentabilidad). Ahora está entre 10%-11%. Exigir menos puede resultar en no tener operadores privados.
Otra alternativa es operar los buses por una empresa pública. Esto ya se hace en Medellín, los buses de gas de Metroplús, los opera el Metro de Medellín, con un costo por kilómetro mayor que todos los demás sistemas en Colombia y con buses comprados por el municipio de Medellín. Y en el pasado tuvimos Empresa Distrital de Transportes Urbanos, que tenía 13 conductores por bus cuando la recomendación es 2.3-2.5. Esto no quiere decir que la operación pública sea perversa de por sí, pero es un riesgo a futuro. Basta mirar la reciente experiencia de recolección de basuras.
La evidencia de economía de transporte indica que antes que pedir un porcentaje a los usuarios para el gobierno, lo correcto es otorgar subsidios (sobre todo si son focalizados a personas de bajos ingresos, y grupos vulnerables). Esto es conveniente en la medida que existan fuentes permanentes para cubrirlos, como sobretasas y cobros de congestión, contaminación y estacionamiento a los carros y motos. Pero lo popular es exigir tarifas bajas, mejor calidad de servicio y negar cobros a los carros y motos. Esa intersección es un conjunto vacío, sirve para el aplauso y los RTs, incluso para conseguir votos, pero no es responsable.
Lo que viene
Cruzando los dedos, con buena probabilidad ahora que se ajustaron los puntos, vamos a tener mejores buses, más grandes, en TransMilenio en 2019. Se perdió mucho tiempo desde 2011 cuando debimos iniciar el cambio. Y quedan por lo menos 4,500 buses de SITP para reemplazar en los próximos 5 años, más los buses troncales de nuevos corredores cuya construcción sigue pendiente (Carrera 7ª, Avenida Cali, Avenida 68, Avenida Boyacá, y alargues Av Caracas Sur, Avenida Villavicencio). Hay que iniciar procesos, con el Gobierno Nacional, Bancoldex y la banca multilateral para que esos reemplazos e incorporaciones favorezcan aún más la entrada de flotas de muy bajas emisiones.
También hay que seguir la discusión para que baje el contenido de azufre del Diesel y se coloquen filtros en camiones y buses. El debate no se limita a la flota de TransMilenio, tenemos muchísimo más por hacer.
Y hay que mejorar la calidad de servicio de TransMilenio y comenzar el metro ¡Temas urgentes hace rato!
Nota tomada de La Silla Vacía