La traición del sobrino querido de Iván Márquez que hundió a Santrich

22 Mayo 2019.

Acosado por las deudas, Marlon Marín llegó al campamento del Bloque Caribe en la Guajira y se ganó la confianza con su tío, que la DEA usó para convertirlo en el sapo mayor.

Por: Las2orillas

La familia Marín, empezando por su mamá Carmen Cecilia Arango, había perdido la pista del primogénito Luciano desde cuando regresó a la guerrilla en 1987 después de su efímero paso por el Congreso como representante a la Cámara de la Unión Patriótica. Fue en el Caquetá, donde además centró su actividad política legal, donde tomó la decisión de regresar al monte: no estaba dispuesto a terminar asesinado como estaba ocurriendo con los líderes de la recién creada UP como parte del fallido acuerdo de paz con el presidente Belisario Betancur.  Pasó por varios frentes hasta asumir la misión de estructurar el Bloque Caribe en Conejo, La Guajira, donde además cruzó su entrañable amistad con Jesús Santrich. Fue Florencia de donde salió Luciano Marín, dejando las selvas del sur de Colombia, su lucha sindical en la multinacional Nestlé y su militancia en la JUCO para empuñar las armas que solo dejó 31 años después con la firma de la paz en La Habana. No alcanzó a posesionarse como senador del partido que ayudó a armar como Fuerza Alternativa Revolucionario del Común, cuando ya estaba de regreso a las selvas que conoció en sus primeros años de guerra.

Su sobrino Marlon, hijo de su hermana Edna Maritza, movió cielo y tierra hasta que logró encontrar al tío guerrillero. A finales de 2009 llegó al campamento con una mano adelante y otra atrás y un costal de deudas adquiridas en Neiva, Huila, a donde se había trasladado la familia desde Florencia, donde Marlon trabajaba como profesor de un colegio técnico. La búsqueda de su tío tenía un propósito desesperado: conseguir recursos y de paso huirle a su mala racha que había dejado al menos veinte deudores que lo acosaban en todas las esquinas de Neiva. Pasó la prueba guerrillera y después de un veloz acomodo empezó la transformación de Marlon Marín como el contacto obligado para acceder al tío comandante. Su gusto por el confort, buena ropa y carros se convirtieron en su sello, unido a un carácter dicharachero que abría puertas a una guerrilla aislada en la clandestinidad. Se ganó la confianza del tío, pero también de su compañero de todas las horas: Jesús Santrich.

La familia Marín Arango se reencontró en julio de 2016 en el funeral de doña Carmen Cecilia Arango en Neiva. Después de veinte años reapareció el hijo pródigo Iván Márquez quien viajó desde La Habana en un avión dela Cruz Roja Internacional y con autorización oficial del Comisionado Sergio Jaramillo. Sorprendió a los asistentes vestido de lino, con la lectura en tono recitativo de un poema de Pablo Neruda, frente al féretro en el funeral que se llevó a cabo en la iglesia Nuestra Señora de Fátima en el barrio Las Palmas, que fue trasladado luego a Jardines del Paraíso en la capital de Neiva.

La metamorfosis del anónimo pariente mal vestido que llegó a Conejo, en La Guajira, en un personaje con ínfulas de negociante fue evidente. Se trasladó durante un tiempo a Maracaibo, la ciudad fronteriza de Venezuela donde se instaló en una cómoda casa y montó un negocio de compra-venta de carros. Con su cercanía intacta con las Farc, allí recibía militantes enviados por el tío, muchos incluso guerrilleros necesitados de tratamientos médicos o correos humanos que mantenían contactos con Venezuela. Eran los últimos años de Hugo Chávez llevando la batuta de la Revolución Bolivariana. Venezuela aún no sentía con todo el rigor la crisis.

En cinco años la vida le dio una nueva oportunidad. Marlon Marín se convirtió en una de las primeras personas externas al equipo negociador en tomar el avión rumbo a La Habana donde su tío fungía como poderoso jefe negociador de las Farc. Compartía la vivienda con Márquez y Santrich en una de las casas diplomáticas cedidas para los comandantes negociadores de la guerrilla y el gobierno Santos en el barrio El Laguito de la capital cubana. La confianza era total y los favores de Marlon Marín, que se trasladaba con fluidez entre Cuba y Colombia, no se redujeron a estos dos comandantes: llevaba desde Bogotá televisores, equipos de sonido, celulares y cuanto antojo le requirieran los acomodados negociadores. Aunque no puede afirmarse con certeza, es posible que ya en el último año de la negociación, en el 2016, estuviera infiltrado por la DEA, que le tenía la pita cogida por narcotráfico. Se estaba tejiendo la red.

Marlon Marín se hospedaba en La Habana en la casa donde vivía su tío Iván Márquez y Jesús Santrich

Iván Márquez nunca sospechó de su sobrino, al punto de delegarle, una vez firmado el acuerdo de paz, las relaciones con la Alta Consejería para la Reincorporación, entonces en cabeza de Rafael Pardo. De nuevo Marín actuó como un intermediario empoderado por el negociador mayor de la guerrilla, ahora encargado de los proyectos productivos y su financiación con recursos de la cooperación internacional. Al menos dos funcionarios de la alta consejería fueron judicializados por la Fiscalía por sus relaciones con Marín y el posible tráfico de influencias alrededor de los recursos para la paz de Fondo Paz.

Fue en ese episodio cuando salió a la luz pública el nombre del sobrino de Márquez. Después se destaparía el entramado, cuando a finales de 2017 se supo que el Gobierno de Estados Unidos lo investigaba por ser el supuesto puente entre las Farc y el Cartel de Sinaloa al mando del capo mexicano Rafael Caro Quintero. En abril del 2018 Marín viajó a Estados Unidos a buscar un acuerdo con las autoridades de ese país a cambio de entregar información.

Marín le posibilitó a la DEA la filmación del video que acaba de conocerse de una reunión ocurrida en noviembre de 2017 en la residencia de Jesús Santrich, en el barrio Modelia de Bogotá. En este aparece el supuesto enviado del capo mexicano Rafael Caro Quintero junto al excomandante de las Farc supuestamente cerrando un negocio de envío de cocaína por USD 15 millones, en el que Santrich direcciona toda la operación hacia Marlon Marín. Esta fue la prueba para justificar la detención de Santrich el 9 de abril del 2018, con solicitud de extradición incluida.

La traición había tomado forma y el primero en decidir alzar vuelo rumbo a la clandestinidad fue Iván Márquez, que se fue directo al campamento de El Paisa en Miravalle, Caquetá. Su sobrino querido se encargó de socavar su destino como senador y líder del naciente partido Fuerza alternativa del común. Con la suerte jugada, parecería que el negociador del proceso de paz está condenado a cerrar el círculo en el mismo lugar donde empezó su vida guerrillera hace más de 30 años: la selva del sur de Colombia.