19 junio 2020 –
Por: Guillermo Romero Salamanca, Comunicaciones CPB –
Doña Gloria Valencia Diago es sinónimo de modestia. Sin lugar a dudas, es la periodista que más ha escrito sobre cultura en Colombia. O mejor, sobre alta cultura, por esa excelencia en el gusto por las bellas artes y las humanidades.
Aunque laboró por más de 20 años en El Tiempo y estuvo al lado de las más destacadas figuras culturales de ese periodo ―escritores de altísimo nivel, grandes exponentes de las artes plásticas, connotados directores de orquesta, solistas internacionales e impulsores del arte― no posee un álbum de fotografías suyas con los personajes.
Ella sabe que la modestia es el complemento de la sabiduría.
En su casa paterna se respiraba arte y el gusto por la literatura y la prensa. Su padre, don Julio Valencia, además de haber sido administrador del diario La Razón, escribía para varios medios, en especial para la revista Mundo al Día. Desde niña vivió la costumbre de desayunar con El Tiempo. Aún tiene suscripción y explica: “no lo cambio por las páginas de internet, una pantalla no tiene el sabor de un diario impreso”.
Decidió estudiar periodismo en la Universidad Javeriana e inicialmente colaboró con la revista Semana. Un día el decano, padre Rafael Arboleda, informó que había una propuesta para laborar en El Tiempo y ella estaba disponible para atender el llamado. El padre Arboleda le dio su bendición y una tarjeta de presentación para don Enrique Santos Castillo, quien le encargó algunas colaboraciones. Poco después ingresó a la nómina del periódico que en esos momentos tenía sus oficinas en la Avenida Jiménez con carrera Séptima y contaba con una nómina de periodistas de muy alto nivel.
DE LLENO EN LA CULTURA
Fue don Roberto García Peña, director del periódico, quien le pidió que se encargara de los temas culturales. “José Ignacio Libreros hacía el noticiero Agenda Cultural en un principio, pero luego me encargaron esa responsabilidad. La columna registraba día a día la cultura de Bogotá y del país, y muchas personas organizaban sus programas de acuerdo con ella”, recuerda.
“Eran muy importantes los conciertos de la Orquesta Sinfónica de Colombia. Tenía un director magistral, el maestro Olav Roots, quien estuvo al frente de esa institución desde 1948 hasta su muerte en los comienzos de los setenta. Los conciertos de los viernes eran un acontecimiento social y cultural de Bogotá. Presentaban solistas nacionales y extranjeros y les daban oportunidad a los compositores colombianos para estrenar sus obras”, agrega.
Gloria Valencia Diago vivió con pasión el periodismo cultural. Desde un comienzo prestó su apoyo al músico Saúl García en su intento de montar una orquesta filarmónica para Bogotá. “A punta de esfuerzo, de ir de oficina en oficina, buscar patrocinadores, convencer a funcionarios de la Alcaldía, logró sacarla adelante. Me extrañó, eso sí, que cuando la Filarmónica cumplió 50 años de labores no lo tuvieran en cuenta en las celebraciones”.
Por entonces no existía un Ministerio de Cultura como tal, sólo había una dependencia manejada por el Ministerio de Educación. Hacia 1968 se creó el Instituto Colombiano de Cultura por iniciativa del poeta Jorge Rojas, el antecedente del actual Ministerio.
DE LA ÓPERA A LAS ARTES PLÁSTICAS
Doña Gloria también registró el nacimiento de la Ópera en Colombia. “Fue todo un acontecimiento, no sólo cultural sino de alta relevancia para el país”, señala.
Mientras cubría información musical, también divulgaba el trabajo de pintores y escultores. “Me correspondió una bella época en que las artes plásticas tenían mucha importancia con figuras como Alejandro Obregón, Fernando Botero, Gonzalo Ariza, Beatriz González, Enrique Grau, Omar Rayo, David Manzur, Antonio Barrera y Juan Antonio Roda, entre otros muchos”.
Tuvo la oportunidad de ver la gestación y desarrollo del Museo de Arte Moderno, obra de la inolvidable Martha Traba y dirigido luego por Gloria Zea durante cuatro décadas. Y también el desarrollo del teatro. “Estaban Santiago García, fundador de La Candelaria, Víctor Mallarino, declamador de primera línea, Jorge Alí Triana y tantos otros”.
Eran frecuentes sus entrevistas con poetas y escritures como Jorge Rojas, Eduardo Carranza, Gabriel García Márquez y Manuel Zapata Olivella. Toda esta labor le valió, en 1979, el Premio Simón Bolívar de Periodismo Cultural.
SU VINCULACIÓN AL CPB CAMBIÓ SU VIDA
“Llevaba poco tiempo en el periódico cuando don Enrique Santos me dijo que asistiera al almuerzo que organizaba el Círculo de Periodistas de Bogotá en el Hotel Tequendama todos los 9 de febrero, Día del Periodista. Era una ceremonia muy elegante. Desde entonces comenzó mi vinculación con el gremio. Ese día también conocí a Pedro Acosta, con quien empezamos una bonita amistad que luego terminó en matrimonio”.
Don Pedro Acosta Borrero trabajó en El Espectador y El Tiempo, y fue jefe de redacción de El Liberal. Laboró en radio y en televisión, donde dirigió Diario Visión, Controversias y Tele Noticias. Fue Jefe de Información y Prensa durante el gobierno del presidente Alfonso López Michelsen. También se desempeñó como profesor de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, editor de su revista y director de su programa de televisión “Nuestro Recursos”. Integró la Junta Directiva del Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB) en varias ocasiones. Escribió libros de investigación histórica y dos novelas, “El cadáver del Cid” y “La noche de Cristo”. Su biografía sobre Alfonso López Pumarejo fue publicada después de su fallecimiento, con el patrocinio de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.
DEL PERIODISMO A LA GALERÍA
Luego de su paso por El Tiempo, con su esposo decidieron montar una Galería de Arte que se llamó Acosta Valencia. Estaba localizada en la carrera 11 con calle 99, al norte de Bogotá. “Era un lugar muy especial. Me quedaba cerca de la casa y podía estar pendiente de mi hijo Lorenzo que estaba muy niño. Allí se exhibieron pinturas y esculturas tanto de jóvenes artistas como de las grandes figuras del momento”.
–¿Su hijo heredó también el amor por el periodismo?
–Por supuesto, dice sonriente doña Gloria. Él es abogado, trabaja en la Universidad del Rosario como profesor de pregrado y maestría en Derecho, tiene un Doctorado en Historia y escribe regularmente en El Espectador. Además, es guionista de documentales.
–¿Cómo analiza el cubrimiento cultural en la actualidad?
–Lo veo con tristeza. Se confunde la cultura con el espectáculo. Son dos temas diferentes. Ponen la imagen de un reguetonero y dicen que eso es cultura. No. Hay que diferenciar lo uno de lo otro para restituirle a la cultura la dignidad que merece y que tantos hemos ayudado a construir a lo largo de los años.
–¿Qué recuerda con mayor cariño de su paso por Lecturas Dominicales?
–Fue una excelente época. El director era Eduardo Mendoza Varela y el subdirector Jaime Paredes Pardo, ambos escritores quienes cumplieron una excelente labor de divulgación y estímulo de las letras colombianas.
–¿Por qué su amor por el CPB?
–Por tantos recuerdos, por las personas que han pasado por allí. Mientras haya periodistas habrá CPB. La calidad del periodismo ahora está amenazada por el abuso de las redes sociales, pero la verdad siempre saldrá a flote y se requiere de periodistas para registrar los hechos que hacen la historia.