Todo incluido

1 julio 2020 –

Por: Gonzalo Silva Rivas, Socio del CPB – El Espectador –

Este 2020 pintaba ser el superaño de Airbnb, el gigante de las plataformas de hospedaje en internet, muy utilizado en nuestro país. El positivo arranque del primer trimestre y el anuncio de su debut en bolsa, con una valoración superior a los US$50.000 millones, presagiaban que su explosivo crecimiento no tendría freno en el corto plazo. Pero las cosas se dieron al contrario. La prohibición de alquileres, vigente en muchos destinos hasta tanto no se resuelva la prolongada crisis sanitaria provocada por el coronavirus, puso en la cuerda floja su andamiaje empresarial y financiero.

Como sucede con la hotelería y en general con todos los actores de la economía global, la start-up, una de las empresas tecnológicas más valiosas de EE. UU., enfrenta la fuerte sequía de estos tiempos y sufre el impacto de las pérdidas experimentadas en el último cuatrimestre. En días pasados, el CEO, Brian Chesky —después de enviarles a sus empleados una sentida carta en la que les anunciaba la decisión de despedir al 25% de su plantilla, unos 1.900 trabajadores de los 7.000 que tiene en el mundo—, aseguró que la exitosa construcción empresarial, levantada en 12 años, se había desbaratado en tan solo seis semanas.

Las plataformas de hospedaje en internet irrumpieron en la última década y se convirtieron en una revolucionaria herramienta de la economía colaborativa, gracias a su rápido crecimiento y aceptación. Pero todas ellas, algunas dueñas de grandes tajadas del mercado, como HomeAway, FlipKey, Wimdu, Couchsurfing o OneFineStay, hoy día experimentan los sinsabores de la emergencia.

Airbnb no solo es la pionera, sino la de mayor expansión, extendida por casi todos los rincones del mundo, con un mercado de cuatro millones de viviendas y más de 500 millones de arribos de huéspedes. Su oferta habitacional supera en varios millares la de las cuatro cadenas hoteleras más importantes del mundo sumadas juntas —Marriott, Hilton, IHG y Wyndham—, gracias a un modelo de servicio que le ha permitido llegar a millares de anfitriones, propietarios de casas, apartamentos, bed and breakfast y hoteles boutique, quienes —desde que se fundó la start-up— han recibido más de US$65.000 millones por concepto de alquileres.

La aplicación es un promisorio negocio comercial. En 2019, su año de mayor crecimiento, la cantidad de habitaciones disponibles en hoteles boutique bed and breakfast aumentó un 160% y su oferta habitacional en otros espacios, como complejos y hostales, se duplicó. Su revolcón a las bases del hospedaje lo muestran las cifras: cada medio segundo tres personas hacían check-in en un alojamiento de la plataforma.

Sin embargo, el arranque de este año, con seis millones de anuncios de alojamiento antes de la pandemia, se frenó ahí, desencadenando la incertidumbre que se proyecta en toda la industria del turismo, la más afectada en el mundo, cuyo desenvolvimiento será lento y tardará un par de años en recobrar la normalidad. Durante un buen tiempo muchos usuarios no querrán subirse a los aviones, ni cruzar fronteras y preferirán quedarse en casa o viajar en automóvil cerca a su residencia.

Siguiendo la Ley de Murphy, la Corte de París acaba de emitir un veredicto que compromete su responsabilidad editorial en relación con el contenido publicado en su web y le impone una multa económica por no verificarlo, en razón a que fue utilizado por uno de sus usuarios, quien durante año y medio subarrendó un piso, sin permiso de sus propietarios. El hecho no fue ajeno a las principales asociaciones hoteleras del mundo, que replicaron la noticia para reforzar sus cuestionamientos a este tipo de hospedaje, que en muchos países funciona sin estar regulado ni pagar impuestos.

Las acusaciones de comercializar decenas de miles de camas turísticas sin conocimiento o sin permiso de autoridades locales ha enredado a la plataforma en pleitos jurídicos, y en Colombia enfrenta fuerte cuestionamientos de Cotelco, gremio que la acusa de fomentar la ilegalidad en el sector hotelero nacional. “No pretendemos que desaparezca, sino que genere competencia justa dentro de la formalidad”, ha dicho su presidente ejecutivo, Gustavo Toro.

En ese proceso de formalidad entró en febrero pasado, después de meses de negociaciones, al lograr un acuerdo con el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo y la DIAN para su inscripción en el Registro Único Tributario y el tributo efectivo del IVA. Este primer paso le permite obtener mayor legitimidad en su operación en el país y equilibrar las responsabilidades y cargas con el turismo tradicional.

Las plataformas digitales, ha dicho el viceministro de Turismo, Julián Guerrero, son bienvenidas como herramientas de promoción del turismo nacional y la comercialización de productos y servicios asociados a los viajes, pero siempre y cuando cumplan con la normatividad del país y se garantice el ejercicio de la sana y leal competencia en toda la cadena de valor del sector.

La recuperación y el desarrollo del turismo en Colombia requerirán de la presencia y el compromiso de todos los actores del comercio y de los servicios en la economía digital, y esta start-up sería una aliada necesaria en la promoción del segmento turístico vacacional, donde ejerce fuerte competencia, siempre y cuando —una vez sorteada la tempestad— se acomode a una política socialmente responsable, en un país en el que la hotelería se caracteriza por el “todo incluido” y donde bien vale la pena ponerles el tatequieto a hospedajes de mala muerte.

Posdata. En el sector de la hotelería formal en Colombia, como consecuencia de la parálisis de operaciones, cerca del 50% de los hoteles han cerrado de manera temporal, 1.100 empleos están en riesgo y las pérdidas sobrepasan los $2 billones.

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