24 ENE 2017 – 10:57 PM
En medio del cúmulo de escándalos que se conocen en Colombia, suelen perderse de vista los que son más relevantes.
Por: Cecilia Orozco Tascón
Y no porque unos casos de corrupción sean menos graves que otros sino porque algunos son protagonizados por delincuentes comunes que pretenden ser diferentes a quienes rapan celulares en la calle, porque se visten con ropajes de alto mundo. Son idénticos pero con distinta responsabilidad: los personajes de sociedad expanden el daño porque los ciudadanos ven en ellos lo que quisieran ser: hombres de éxito que conquistan la cima del poder. Odebrecht involucra, hasta el momento, a un viceministro consentido de un ministro que, a su vez, era consentido del presidente de la República de la época en que se adjudicó el contrato de infraestructura más valioso del país; a un excongresista que fue compañero de listas electorales y de aventuras en negocios controvertidos, del pariente predilecto del mismo presidente. Ese excongresista tenía, además, magníficas relaciones con senadores actuales de la U —expartido de Álvaro Uribe y partido del presidente Santos— y con quien fuera el secretario general más poderoso que ha tenido el Senado en época reciente. Y los que faltan…
En otro ámbito de la corrupción, el que tiene infraalimentada a la Guajira, esta semana se conoció la condena de 55 años en prisión que un juez le impuso por tres homicidios a la figura política dominante de las elecciones en ese departamento durante muchos años: Kiko Gómez, un sujeto de la peor ralea asociado con un narcotraficante, y cuyos favores electorales se conquistó para sí, no obstante su fama, Cambio Radical. Y hace unas horas supimos que otro juez condenó al segundo procesado por el hondo lío penal y moral que enlodó a la Corte Constitucional: la coima de $500 millones de pesos que el magistrado titular de esa corporación, Jorge Pretelt Chaljub, habría pedido para incidir en el sentido de un fallo de tutela, de tal manera que favoreciera a la empresa Fidupetrol. $500 millones no era nada para esa firma si, a cambio, la Corte le suspendía la obligación de devolverle al Estado $26 mil millones de pesos que le birló a Casanare con la complicidad de su gobernador, el liberal Whitman Herney Porras, quien también fue condenado a 18 años de cárcel por este y otros robos ocurridos entre 2006 y 2007.
Por motivos que aún no se establecen (probablemente porque lo sacaron del juego y de las ganancias que se producirían si se completaba el cometido), el abogado Víctor Pacheco confesó la conspiración que se estaba tramando en la Corte. Él había sido contratado por Fidupetrol para hacer lobby en la Corte por su comprobada amistad con Pretelt y con Alberto Rojas Ríos, otro controvertido abogado que alcanzó silla en la Constitucional. Revelado el entuerto, Pacheco aceptó su participación, en el intento de desviar la justicia, ante la Fiscalía y paga pena en su domicilio por los beneficios que recibió al contar, con detalles, la identidad de los involucrados y los desarrollos que alcanzó a tener el ilícito. Hace un par de días, otro juez condenó al principal accionista de Fidupetrol, (vale decir, su propietario) Helbert Otero, quien también negoció con la Fiscalía rebajas al monto de su condena.
En resumen, Otero admitió que: 1. Contrató a Víctor Pacheco para que este contactara a sus magistrados amigos con el fin de que estos influyeran en los otros magistrados. 2. Contrató a Rodrigo Escobar Gil, tercer procesado de cuello blanco en este caso, y a solicitud de quien pidió la coima, para que apoyara el lobby ante la Corte. 3. Supo, efectivamente, de una petición de coima y de su monto.
Entre tanto, el principal implicado, extogado Jorge Pretelt, sigue su vida privada tranquilo y sin problemas. Ciertamente, fue suspendido del cargo por decisión mayoritaria del Senado de la República en el juicio político que se le adelantó. Su suerte está ahora en manos de la Corte Suprema. Pero allí no ha pasado nada, que se sepa. Mientras tanto, hablemos de otros escándalos ¿A quién le importa, hoy, lo que hizo –o dejó de hacer- Pretelt?