Al diablo las redes sociales! Foto: Javier de la Torre
Aunque muchos creen que el éxito laboral depende de qué tanto suene su nombre en Facebook o Twitter, un experto dice todo lo contrario: hay que abandonar la vida digital para tener una gran carrera profesional.
Cal Newport es un millenial formado en ingeniería de sistemas. Dada su especialidad y su edad, debería estar en Facebook, Instagram y Twitter, pasar horas consumiendo contenidos allí, y actualizar sus trinos y mensajes cada 15 minutos. Pero no. Newport no tiene cuentas en redes sociales, y no solo eso, acaba de publicar un libro, Deep Work, para convencer a otros de que sigan su ejemplo.
La razón es sencilla: las nuevas tecnologías (y aquí incluye Facebook, pero también correos electrónicos, mensajes de texto y sitios que mezclan información y entretenimiento como Buzzfeed y Reddit) disminuyen la capacidad de concentrarse, “la habilidad de la cual depende el salario de la mayoría de personas”, dice. Por eso, la idea de introducir un servicio diseñado para fragmentarla “es tan espantosa como sería la idea de fumar para un atleta de alto rendimiento”, escribió recientemente el catedrático en un editorial del diario The New York Times. Y asegura que debería ser así para quienes quieran tener éxito laboral.
No es la primera voz crítica frente a este tipo de aplicaciones. Psicólogos, educadores, neurólogos y otros expertos advierten a diario sobre la necesidad de controlar el tiempo que se pasa en línea, porque creen que estos sitios roban el espacio que antes se otorgaba a leer, jugar, hablar, en fin, a la vida real. Otros lo hacen ante la evidencia de que están generando una epidemia de distracción muy seria. Newport coincide con ellos, pero en su libro hace énfasis en la habilidad opuesta a la distracción. “Que la gente vea en la concentración un valor agregado”, dijo el experto a SEMANA.
Las redes sociales obstaculizan el camino para llegar a esa profundidad. Sin embargo, hoy muchos creen que su presencia en ese mundo virtual es crucial para construir una marca mediática con la cual acceder a oportunidades que de otro modo se perderían. Bajo esta creencia, se sienten obligados a actualizar su blog o su página en Facebook constantemente y esa presión los deja exhaustos. “Creen que sin la red de contactos serán invisibles en el mercado laboral”, dice Newport. Pero lo cierto es que nada les pasará, pues en una economía capitalista, de oferta y demanda, en la que los productos más escasos se pagan mejor, vivir en las redes sociales no es raro ni valioso. “Cualquier niño de 16 años con un teléfono inteligente puede inventar un ‘hashtag’ o compartir un artículo”, señala.
Por el contrario, la concentración es escasa y valiosa y para Newport sobresalir depende de qué tanto foco se ponga a un oficio útil e interesante para la gente. En otras palabras, ser muy bueno hasta lograr que los demás lo reconozcan. “Si usted hace eso, el resto funcionará sin importar el número de seguidores que tenga en Instagram”. Newport agrega que hoy no gana más dinero la gente que usa Facebook, sino la que lo programa, una tarea que requiere de largas horas de enfoque continuo.
Esa misma lógica llevó hace más de un año al caricaturista Vladdo a tener un teléfono celular sin redes sociales y restringir así el tiempo que pasaba en línea. Lo hizo porque se distraía y “quería darles más calidad a las otras cosas que hago”, dice. Con ese sencillo cambio logró ahorrar mucho tiempo porque “media hora de chat en WhatsApp equivale a medio minuto de una llamada telefónica”. “No pasa absolutamente nada”, responde cuando se le pregunta qué sucede si no actualiza cada momento su página de Facebook o su Twitter. “Decidí actualizarme, pero en el mundo real, y ahora estoy gozando de mi recién instalada Vida2.0”.
El problema de las redes sociales es que están hechas para distraer y ese es un lujo que hoy la gente no puede darse, porque según él “la concentración es el nuevo coeficiente intelectual en la economía del conocimiento”. Aquellos que puedan cultivar esa capacidad de trabajar horas y horas sin dispersarse prosperarán. Para demostrarlo basta observar su carrera. Newport, de 34 años, es doctorado de MIT, ha publicado 20 trabajos revisados por pares, ha sido profesor y ha escrito dos libros en apenas tres años y sin necesidad de trabajar más allá de las 5:30 de la tarde. Su estrategia es asignarle un tiempo a cada proyecto, incluido el trabajo administrativo de la oficina, y nunca usar internet para darse descansos mentales ni como medio de entretenimiento en las noches.
La epidemia de distracción es seria y en su libro incluye evidencia científica para sustentarlo. Las interrupciones, por más pequeñas que sean, incrementan sustancialmente el tiempo total requerido para completar una tarea, según descubrió en un experimento Gloria Mark, investigadora de la Universidad de California, en Irvine. Otros estudios muestran que hacer varias cosas a la vez
(multitasking) reduce la calidad del trabajo. Un estudio reciente realizado por Sophie Leroy, de la Universidad de Minnesota, señala que saltar de una actividad a otra disminuye la eficiencia debido al residuo de atención, un concepto que describe cómo la mente continúa pensando en la otra tarea aunque haya pasado a otro asunto.
Las redes sociales no son las únicas culpables de la epidemia de distracción, dice Newport. También han ayudado las oficinas abiertas y las constantes reuniones que ocupan el tiempo de la gente. Pero estar ocupado no es sinónimo de ser productivo. Un estudio de la Universidad de Virginia mostró que la gente gasta entre el 70 y el 80 por ciento de su jornada en reuniones virtuales o presenciales, administrando su correo electrónico o hablando por teléfono, a tal punto que muchos deben terminar el trabajo real en sus casas en la noche.
Para expandir la capacidad de concentración y sacar de ahí provecho profesional hay que ingresar en el modo de trabajo profundo, y eso solo se logra al cortar con las distracciones. El gran dilema es cómo hacerlo. Newport dice que “lo primero es entrar en un ayuno de 30 días de redes sociales”. El error de muchos es pensar que simplemente deben reducir a apenas una hora el tiempo que pasan allí. “Corte definitivamente”, dice. Y en lugar de pausas de distracción, haga pausas de concentración. El punto clave es no decirle a nadie que está haciéndolo. Al cabo de un mes hay que hacerse dos preguntas: ¿alguien notó que no estaba en línea? ¿Mi vida habría sido significativamente mejor en esos días si hubiera estado en esos servicios? “Si no puede contestar a esto con un enfático sí, corte con eso inmediatamente”.
No se trata de volverse un adicto al trabajo. Entre las sugerencias están dedicar varios días a la semana a las labores que requieren concentración o definir algunas horas cada día para ello. Cuando se logra, el cambio es total porque al centrar la atención se transforma el resto del tiempo, y así tendrá más presencia en su vida y más eficiencia en su trabajo. “Si de verdad quiere producir un impacto con su carrera y su vida personal, apague el celular, cierre el navegador, remánguese y trabaje”.
Consejos para salir de la red
• No conteste los mensajes si nada bueno sucederá si responde y nada malo sucederá si no lo hace.
• No use internet para tener pausas mentales del trabajo ni como forma de entretenimiento en las noches.
• Entre en un ayuno tecnológico, pero hágalo sin anuncios.
• Permita el aburrimiento en su vida, aun si eso significa no jugar con el teléfono celular cuando está haciendo una fila.
• No responda correos electrónicos, excepto los que en realidad sean importantes.
• Tenga espacios de tiempo asignados para usar internet. El resto del día manténgase alejado.