Por: Gabriel Ortiz
Rápidamente la palabra corrupción adquiere la resonancia que los corruptos necesitan, para esconder sus fechorías. Para ello se están utilizando las redes sociales y los medios de comunicación tradicionales, y la gente se está tragando semejante sapo. Se acude a la posverdad –palabra que algunos se niegan a admitir o a acreditar como el mal de la época- para agigantar, o minimizar lo que está por fuera de la Ley.
Quienes detestan al actual gobierno, ven corrupción por todas partes. Para ellos, todas las actuaciones, todas las adjudicaciones, todo lo que tenga una firma gubernamental, todas las obras, todos los contratos, llevan coimas. Eso se utiliza como escudo para ocultar los despilfarros, malos manejos, enriquecimientos ilícitos, corruptelas y demás desafueros de quienes antes manejaron el Estado.
Es claro que en todas las administraciones se ven casos de corrupción, porque tradicionalmente en Colombia existe aquello de que “hecha la ley, hecha la trampa”. Y esa trampa, se incluye en las propias leyes, que dentro de los innumerables “micos”, conlleva uno, o varios que legalizan la corrupción. Muchas normas están dentro de la ley, para facilitarla. Muchos de nuestros legisladores, y seguramente muchos de nuestros funcionarios, mantienen celosamente los “micos”, durante los debates, para cobrar más adelante para sí, o para terceros los beneficios de una corruptela. Los lobistas son expertos en esto.
Causa hilaridad, escuchar en ciertos medios de comunicación, especialmente en los que se atrincheran en las redes sociales, pregonar a los cuatro vientos la galopante corrupción que existe en nuestro país. Pero lo hacen a partir de una fecha fija. Cuando se inició el mandato que los despojó de sus canonjías.
Hay otros que van más allá: ventilan sin sonrojarse, las corrupciones que cometieron, como si fueran de sus sucesores. Por ejemplo, hablan de Reficar, de la Ruta del Sol y de tantas corruptelas suyas, como si hubieran sido cometidas por el gobernante actual. Su propia “mermelada”, nunca existió. No hubo despilfarro, por ejemplo en el famoso plan 2000, que tanto dinero saqueó a las arcas del estado, sin que se viera siquiera un camino de herradura.
Estamos recorriendo el camino de una corrupción, entre real y prefabricada, que se enreda en declaraciones de aquí y allá, que acusa a unos y a otros y que al final busca beneficiar a quienes están por fuera del poder, buscando regresar a las arcas que tanto añoran.
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