15 Noviembre 2019.
Por: Arturo Guerrero, Socio CPB.
La semana pasada concluyó en la Universidad Nacional de Bogotá un ciclo de seis conferencias a propósito de los 120 años del nacimiento de Jorge Luis Borges. No hubo seis conferencistas. Hubo uno solo, el poeta William Ospina quien cada día durante dos horas mantuvo absorto a un auditorio de estudiantes, profesores y público libre.
Los blandos auditorios de dos edificios nuevos, Enfermería, y Ciencia y Tecnología, se volvieron glóbulos flotantes en el éter tóxico de la realidad nacional. Los asistentes acudieron día tras día, atraídos por una ceremonia de lenguaje, filosofía e inspiración.
La tesis central se emparejó con el reciente bicentenario de la Independencia. Borges reconoció que sus versos provienen del modernismo, esa tendencia inaugurada por el nicaragüense Rubén Darío a finales del XIX. “Nadie como ellos merece el título de libertadores”, llegó a proclamar, pues al lado de Darío, Gutiérrez Nájera, Lugones, Silva, Martí, Herrera y Reissig, los poetas modernistas conquistaron la segunda Independencia latinoamericana.
Se trató de una Independencia mental, espiritual, que hizo de nuestro castellano una lengua propia. Francia, en especial Verlaine, fue la nación que más contribuyó a ello, ya que España se mantenía en una Edad Media tardía de la que todavía no hemos salido del todo. Borges, nutrido con estas influencias y gracias a su inmersión en las literaturas europeas del momento, dio pie a exaltarnos como una de las literaturas más creativas del mundo en el XX. Por eso sin él no habría habido Boom.
Pero Borges, más allá de la literatura, se pregunta por el lugar del hombre hoy. Define al poeta como quien advierte lo poético en cada instante de la vida. Cree con Chesterton que el mundo ha perdido el sentido del milagro, de lo prodigioso y fascinante. Y concluye que el verdadero milagro es lo real.
El discurso de Ospina sobre Borges es un surtidor interminable con el que la maestría en Escrituras Creativas de la Nacional publicará un libro, y que entre tanto puede escucharse en audio en su página web. Más allá del contenido, eso sí, brilla una suerte de subgénero literario cercano a la elocuencia y a la disertación. Es un arte combinatorio de palabras en que la recitación de memoria de fragmentos de poemas, a modo de alabanza y música, sostiene en vilo el espíritu de los asistentes.