30 abril 2020 –
Foto: Archivo particular Semana.
Por Guillermo Romero Salamanca-comunicaciones CPB.
Cuando tenía 15 años Carlos Alfonso Pinzón Moncaleano se fue de su casa para nunca más regresar. En una pequeña maleta empacó dos mudas completas y parte de sus sueños.
Quería, desde ese momento, conquistar al mundo, ver nuevos paisajes, escuchar otras melodías y aprender de la vida. Se fue con su amigo Alfonso Rey. Pidieron aventones a los camiones Ford de esos años cuarenta. Cuando llegaron a Santiago de Cali, su compañero de travesía le comentó que no podía seguir porque estaba enamorado de Carmencita, la hermana de Carlos.
La reacción del presentador no fue otra que la de enviar de regreso a Alfonso para que preparara su matrimonio.
Carlos siguió su recorrido y paró en Ecuador. Allá trabajó en un restaurante lavando platos.
Así comenzó su vida de conquistador del mundo.
A su regreso a Colombia buscó en el boxeo una oportunidad para destacarse en el mundo. En una pelea de semiprofesionales en la Plaza de toros La Santamaría, le dieron más de un golpe, situación que no agradó al joven y determinó colgar los guantes para siempre.
Debía buscar otra forma para vivir.
Meses después su hermano Julio Eduardo, un reconocido locutor en Tunja, lo invitó a conocer la tierra boyacense y a dar las primeras voces en los micrófonos de la radio.
Eso sí le gustó y antes del primer año de labores, ya era el director. De allí salió a buscar suerte en Manizales, Girardot e Ibagué. Programaba, entre otras cosas, música clásica, temas que le gustaron y que le quedaron grabados en su memoria para siempre.
El 9 de abril de 1948 les anunció a sus oyentes en Barranquilla el asesinato del líder Jorge Eliécer Gaitán. Sus planes artísticos de teatro con Hugo Pérez debieron cancelarse y optó por regresar a Bogotá donde encontró oficio como reparador de máquinas de escribir.
El tecleo y los aceites le cansaron y determinó presentarse como locutor a las Emisoras Nuevo Mundo. La magistral Teresa Gutiérrez le dio camino a la joven promesa de la locución.
SU CHARLA CON MAO TSÉ TUNG
Una de sus ideas fue la de montar el programa “Monitor”, situación que le abrió las puertas en muchas oficinas nacionales e internacionales. Un día le llegó una invitación muy especial: entrevistar a Mao Tsé Tung.
En esa época no había muchas grabadoras y la única que encontró se la prestaron en la Embajada de los Estados Unidos. “Había que darle manivela y era un encarte”, contaba siempre la anécdota.
Con su hermano condujo también el musical “Colombia sin fronteras”, en el cual presentaba lo más granado del pentagrama de esos congestionados años cincuenta.
Era un creativo permanente. Fue el pionero de las transmisiones radiales del Concurso Nacional de la Belleza en Cartagena y viajó a Israel para emitir desde allí una procesión.
Creo también la connotada Asociación Colombiana de Locutores con personalidades de la voz como Juan Harvey Caicedo, Otto Greiffenstein, Julo Sánchez, Eucario Bermúdez, Gloria Valencia de Castaño, Alberto Piedrahita Pacheco y Magda Egas, entre otros.
Era un permanente innovador y sus jingles son aún retrasmitidos por algunas emisoras. En uno de sus viajes escuchó una canción de Los Isleños “Goticas de dolor” y de allí sacó la canción famosa “Señor locutor, por favor diga usted qué hora es…Gracias, muchas gracias, muchas gracias señor locutor”.
En los maravillosos años sesenta el rock resplandeció en el mundo y Carlos Pinzón no podía estar alejado de ello. Con doña Gloria Valencia de Castaño montó la primera gran discoteca juvenil de Colombia: “La bomba”, donde los grupos yeyé y gogó del momento hacían las delicias para las muchachas que comenzaban a exhibir sus minifaldas.
Un día el maestro Fernando Gómez Agudelo le dijo claramente: “Carlitos, deja la radio y vente para la televisión. Su primer programa fue “Desfile de éxitos” con las canciones más populares del momento.
Luego presentó “El precio es correcto” y después causó sensación con el concurso “Usted vale lo que pesa”.
Los quinceañeros gozaron también con la ronda musical de “Domingos espectaculares”. Los baladistas del momento y los conjuntos tropicales comenzaron a desfilar por el programa de Carlos. Era el furor del momento.
EL HOMBRE DEL CLUB DE TELEVISIÓN
En 1971 presentó un espacio benéfico para el Instituto Franklin Delano Roosevelt. Fue el primer evento de servicio social que le originara a Carlos la sensacional idea de organizar “El Club de la Televisión”. ¡Qué no hizo allí Carlos! Por ahí desfilaban reinas, modelos nuevas promesas de la canción. Era el certamen esperado de lunes a viernes a las 6 de la tarde.
En el Club de la Televisión surgieron proyectos como Solidaridad por Colombia, Navidad de los Reclusos, El concurso Nacional de presentes, Colombia para el niño, El Día de la banderita, Festival de la Primavera para la Cruz Roja y se entregaban ayudas en mercados y máquinas de trabajo para las personas damnificadas en diversas tragedias.
Allí se dieron a conocer las primeras vivencias de las personas en situación en discapacidad, tema que hasta el momento no era analizado con propiedad. Así fue dando paso a las primeras Teletón.
Pero también organizó los famosos C-100 en los cuales reunía a un centenar de figuras de la televisión, se iban en bicicletas por las calles de Bogotá y reunían patrocinios para alguna obra benéfica. Miles de personas salían a las calles para aplaudirlos, tomarse fotos y solicitarles algún autógrafo.
Para celebrar el programa número mil del Club de la Televisión organizó La Batalla de los Sexos. A Los Ocho de Colombia los puso contra la Tuna Femenina Javeriana, Pacheco contra Janeth Cifuentes en un partido de ping-pong, Claudia de Colombia versus Óscar Golden.
Durante el gobierno del presidente Julio César Turbay Ayala promovió la idea para que Colombia tuviera televisión a color. Y a punta de notas y sueños, lo logró.
EL HOMBRE EN LA LUNA
En medio del frío y con una altura de 3.106 metros sobre el nivel del mar, en la casa de los transmisores de la televisora nacional en el Cerro de Jurisdicciones, en Norte de Santander, el 20 de julio de 1969 los hermanos Julio Eduardo, Leopoldo, Germán y Carlos Pinzón le dieron la noticia a los colombianos sobre la llegada del primer hombre a la luna: Neil Armstrong.
La sintonía fue total. En las casas las personas miraban la pantalla chica y salían a los patios o a las terrazas tratando de divisar el Apolo que había alunizado. Algunas personas lloraban, otras se santiguaban y más de uno, presagiaba el fin del mundo.
Se emitía desde el Cerro de Jurisdicciones porque en ese momento era el punto ideal para recibir la señal de Cabo Cañaveral y para difundirla en Colombia.
Si para los Estados Unidos fue la gran noticia, en el país lo era mucho más. Eran los tiempos de un par de canales, que transmitían en blanco y negro y que tenían una programación que arrancaba a las cuatro de la tarde e iba hasta las once de la noche.
Carlos y sus hermanos comentaban cada suceso de lo que ocurrió en el alunizaje y luego, los primeros pasos de Neil Armstrong por la luna. Fue un momento histórico, único.
SU ZIPACÓN DEL ALMA
Cuando todos pensaban que Carlos Pinzón dejaría a un lado sus programas y su innovación, creó en Zipacón, un municipio a una hora del centro de Bogotá, a El Festival de Música Clásica.
Fueron 30 años de encuentros donde se disfrutaba de las mejores creaciones artísticas del mundo. Organizó el Museo del Disco e impulsó la construcción de un escenario con una capacidad para 3 mil personas. Los zipacones no dudaron un segundo para bautizar la obra como La Concha Acústica Carlos Pinzón.
Este 30 de abril del 2020 les deja un sinsabor a los colombianos: la partida al más allá de uno de los grandes hombres de la radio y la televisión, pero, sobre todo, un ser que se dio por los demás y que soñó para que todos fueran felices.
El Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB) expresa profunda tristeza por el deceso del gran filántropo de Colombia, por el periodista que amó a todos y trabajó por todos y que deja un invaluable legado para las actuales y futuras generaciones. QEPD.