9 mayo 2020 –
Por: James Jeffrey – BCC Londres –
El humilde apretón de manos abarca desde lo mundano a lo potente: desde un simple saludo entre extraños que nunca se volverán a encontrar hasta el cierre de acuerdos por miles de millones de dólares entre titanes de los negocios.
Hay varias ideas sobre cómo se originó el apretón de manos. Puede haberse originado en la antigua Grecia como un símbolo de paz entre dos personas, al mostrar que ninguna llevaba un arma.
La parte de agitar las manos durante un apretón puede haber comenzado en la Europa medieval, cuando los caballeros sacudían la mano de los demás en un intento de soltar cualquier arma oculta.
A los cuáqueros se les atribuye la popularización del apretón de manos después de haberlo considerado más igualitario que inclinarse.
El apretón de manos es un «gesto literal de conexión humana», un símbolo de cómo los humanos han evolucionado para ser animales profundamente sociales y táctiles, dice Cristine Legare, profesora de psicología de la Universidad de Texas, en Austin, Estados Unidos.
Con una historia que se remonta miles de años, el apretón de manos podría estar demasiado arraigado como para dejar de hacerlo fácilmente.
«El hecho de que optáramos por realizar un golpe de codos como alternativa muestra cuán importante es el contacto, no queríamos perder esa conexión física», dice la profesora Legare.
No solo los humanos
Ese impulso biológico de tocar y ser tocado también se encuentra en otros animales. En la década de 1960, el psicólogo estadounidense Harry Harlow demostró cuán vital era el contacto y el afecto para el desarrollo de los jóvenes monos rhesus.
Otros ejemplos del reino animal incluyen a nuestros primos más cercanos: los chimpancés suelen tocarse las palmas, abrazarse y, a veces, besarse como una forma de saludo.
Las jirafas usan sus cuellos, que pueden alcanzar los dos metros de longitud, para participar en un tipo de comportamiento llamado «necking» (apriete), en el que los machos de la especie se entrelazan entre sí, se balancean y se frotan para evaluar la fuerza y el tamaño del otro y así establecer quién domina.
Dicho esto, existen numerosas formas de saludo humano en todo el mundo que evitan el riesgo de la transmisión.
Alternativas
Muchas culturas se saludan presionando las palmas de sus dos manos juntas con los dedos apuntando hacia arriba, mientras realizan una leve reverencia, siendo el saludo tradicional hindú de Namaste uno de los más conocidos.
En Samoa existe el «flash de cejas» que consiste en levantar las cejas mientras le sonríes a la persona a la que estás saludando.
En los países musulmanes, una mano sobre un corazón es una manera respetuosa de saludar a alguien a quien no estás acostumbrado a tocar.
Y está el signoshaka hawaiano, adoptado y popularizado por los surfistas estadounidenses, hecho al curvar los tres dedos medios y extender el pulgar y el dedo más pequeño mientras agitas la mano hacia adelante y hacia atrás para enfatizar.
El contacto físico no siempre se ha considerado tan vital. Durante la primera mitad del siglo XX, muchos psicólogos creían que mostrar afecto a los niños era simplemente un gesto sentimental que no tenía ningún propósito real, incluso advirtiendo que las muestras de afecto conllevaban el riesgo de propagar enfermedades y contribuir a problemas psicológicos en los adultos.
En su libro «Don’t Look, Don’t Touch» (No mires, no toques), el científico del comportamiento Val Curtis, de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, dice que una posible razón por la que los apretones de manos y los besos en las mejillas han durado como forma de saludo, es porque indican que la otra persona es de confianza suficiente como para arriesgarse a compartir sus gérmenes.
De ahí que estas prácticas hayan entrado y salido de estilo dependiendo de los problemas de salud pública.
Desaconsejado
En la década de 1920, aparecieron artículos en el American Journal of Nursing (Revista estadounidense de enfermería) que advertían que las manos son agentes de transferencia bacteriana y recomendaban a los estadounidenses adoptar la costumbre que se usaba en China en ese momento: apretar tus propias manos cuando saludabas a un amigo.
Ha habido objeciones más recientes a los apretones de manos, anteriores al brote de coronavirus: en 2015, un hospital de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) estableció una zona libre de apretones de manos en su unidad de cuidados intensivos (política que solo duró seis meses).
Mientras tanto, muchas mujeres musulmanas en todo el mundo se han opuesto a los apretones de manos basándose en motivos religiosos.
Pero a pesar de tales reservas y objeciones a los apretones de manos, a medida que avanzaba el siglo XX, el gesto se convirtió en un símbolo casi universal e inexpugnable de saludo profesional.
Los estudios científicos del ritual han identificado cómo un buen apretón de manos activa la misma parte del cerebro que procesa otros tipos de estímulo de recompensa, como la buena comida, la bebida e incluso el sexo.
¿Un futuro sin apretones de manos?
A medida que algunos estados en EE.UU. comienzan a aflojar sus restricciones, el futuro del apretón de manos sigue siendo incierto.
«No creo que debamos volver a estrecharnos la mano nunca más, para ser honesto», dijo en abril el doctor Anthony Fauci, un miembro clave de la unidad especial de coronavirus de la Casa Blanca.
«No solo sería bueno para prevenir la enfermedad por coronavirus; probablemente disminuiría dramáticamente los casos de influenza en este país».
Es probable que las pautas de distanciamiento social se mantengan vigentes durante mucho tiempo, de acuerdo con las pautas del gobierno estadounidense para reabrir el país, especialmente para las personas vulnerables como los ancianos y las personas con comorbilidades médicas, como enfermedades pulmonares, obesidad y diabetes.
Esto podría llevar a lo que Stuart Wolf, presidente asociado de Integración Clínica y Operaciones en Dell Medical, llama una «distopía de ciencia ficción» donde la sociedad se dividiría entre aquellos que pueden tocar y ser tocados, y aquellos que deben permanecer aislados.
Eso podría generar graves consecuencias psicológicas, señala el doctor Wolf.
«Ya le damos tanta importancia a la juventud y al vigor en nuestra sociedad, y esta distinción artificial forzada entre los ancianos y los enfermos, y los jóvenes y sanos probablemente golpeará muy duro a algunas personas».
La necesidad de tener contacto físico está profundamente arraigada en nosotros. Hay una razón por la cual se estima que un presidente de EE.UU. se da la mano con 65.000 personas por año.
«Los hábitos son difíciles de desarraigar», dice Elke Weber, profesora de psicología y asuntos públicos en la Universidad de Princeton, quien estudia cómo las personas toman riesgos.
«Por otro lado, los hábitos y las costumbres sociales pueden cambiar, y lo hacen, cuando cambia el contexto social y económico y, en este caso, de salud. [Piensen en] el vendaje de pies en China, que también era una antigua costumbre».
Yaexisten muchas opciones de saludos sin contacto. La reverencia, por ejemplo, se practica ampliamente en todo el mundo, y a ella se le atribuye menos muertes por coronavirus en Tailandia.
También se puede mover una mano de un lado a otro, asentir con la cabeza, sonreír, y realizar todo tipo de señales con las manos que no requieren contacto físico.
Pero la profesora Legare señala que una de las ironías crueles del covid-19 es que es precisamente cuando los humanos se enfrentan a circunstancias estresantes cuando más dependen del contacto humano.
«Piensa en las formas en las que respondemos cuando las personas están afligidas por una muerte o algo malo que sucedió, es con un abrazo o podría simplemente ser sentándote a su lado y tocando su hombro».
Las formas de saludo que hemos adoptado durante la crisis sanitaria, como los golpes de puños o de codos, simplemente no alcanzan cuando se trata de conectividad humana.
Cada vez que los realizamos existe un conocimiento cómplice internalizado de cómo van contra la corriente de la amistad intuitiva, señala Steven Pinker, profesor de psicología en la Universidad de Harvard, en un artículo que escribió para The Harvard Gazette, el sitio web oficial de noticias de la universidad.
«Eso explica por qué, al menos en mi experiencia, las personas acompañan estos gestos con una pequeña carcajada, como para mostrarse mutuamente que las exhibiciones superficialmente agresivas son nuevas convenciones en un momento de contagio y se ofrecen en un espíritu de camaradería», dice Pinker.
Momento incómodo
Debido a su trabajo en salud pública, incluidas las enfermedades infecciosas, Deliana García ya estaba dejando de usar los apretones de manos con la mayoría de las personas. Pero algunos hábitos son más difíciles de romper que otros.
«Soy una fanática de los abrazos», dice García, señalando que el distanciamiento social con su madre de 85 años ha sido particularmente difícil.
«Ella está muy cerca, y solo quiero acercarme a ella, tomar su carita y darle un beso y decirle que la amo».
Este poderoso impulso choca con las preocupaciones sobre la transmisión, lo que resulta en un «baile incómodo» entre los dos, dice.
«Incluso mientras se acerca puedo sentir mi ansiedad… ¿y si la enfermo?», dice García. «Así que me retiro, pero si ella comienza a alejarse, la sigo. Necesito el tacto para sentirme segura y, sin embargo, no puedo dejar que se acerque. Nos repelemos unos a otros como dos imanes del mismo polo».
Por más difícil que sea un futuro sin apretones de manos o caricias, es mejor que la alternativa, dice la profesora Weber. «No creo que la gente esté exagerando en este momento, todo lo contrario».
«La supervivencia o el intento de mantenerse con vida es otro impulso humano básico importante. La alternativa es volver a la vida tal como la conocíamos e ignorar el hecho de que un gran número de personas mayores, con sobrepeso y personas con comorbilidades morirán hasta que establezcamos la inmunidad colectiva, lo que llevará un tiempo considerable».
Pero todavía no descartes al humilde apretón de manos.
Si bien evitar la enfermedad es una parte esencial de la supervivencia humana, también lo es vivir una vida social plena y compleja, dice Arthur Markman, profesor del departamento de psicología de la Universidad de Texas en Austin.
«Tal vez comencemos enfocándonos en un lavado de manos más rutinario, desinfectantes de manos y estrategias para evitar tocarse la cara, en lugar de dejar de tocar a otros por completo», dice.
«La verdadera preocupación es que desarrollaremos una nueva normalidad en la que no hay contacto, por lo que no nos daremos cuenta de lo que nos estamos perdiendo al no tener ningún contacto táctil con las personas en nuestra red social».