30 Mayo 2019.
Foto: Archivo.
En medio de la eucaristía, bajo una carpa y en una rústica estructura junto a la cual se levantaba la que sería la iglesia La María, en la zona de Pance que colinda con el exclusivo barrio Ciudad Jardín, un hombre vestido de camuflado que, además tenía en su traje lo que parecía ser manchas de sangre, interrumpió la ceremonia oficiada por el sacerdote Jorge Humberto Cadavid.
Tomado de: El Tiempo.
En ese domingo 30 de mayo de 1999, la misa había iniciado a las 10 de la mañana y habían transcurrido 40 minutos.
Mientras los 180 feligreses se preguntaban entre ellos qué pasaba y estaban ansiosos por saber sobre ese desconocido -que luego supieron le decían ‘Nicolás’-, surgió una supuesta amenaza de bomba. Desde adentro, los asistentes -ya callados y temerosos-, podían observar cómo decenas de jóvenes y hasta menores de edad, con atuendos similares a los del Ejército se bajaron de dos camiones para rodear el recinto religioso.
No hubo gritos de parte de los guerrilleros que obligaron a familias enteras, con niños y hasta adultos mayores, a salir hacia la zona donde tenían sus carros estacionados, algunos con sus escoltas y otros con sus conductores, a pocos metros de la inaugurada avenida Cañasgordas, en el sur de Cali.
Entre la confusión, el hombre con el camuflado manchado había asesinado a Yaslin Durán Córdoba, conductor y escolta de la familia Valencia, y quien estaba en la homilía. Ni siquiera los 180 feligreses se dieron cuenta de su asesinato, pues no hubo disparo. El escolta murió degollado.
Afuera, los 180 feligreses subieron con sus hijos a los dos camiones que emprendieron camino para llegar a un punto determinado en La Estrella, en zona rural de Jamundí. Allí poco a poco, empezaron a tomar conciencia de que iban a ser víctimas de lo que terminó siendo el mayor secuestro masivo que ha ocurrido en Colombia en los últimos 20 años.
Los hombres armados, del frente José María Becerra del Eln, empezaron a preguntar quiénes estaban enfermos y formaron grupos para separar a los niños de sus padres, y a mujeres y adultos mayores del resto de sus familias.
Luego hicieron transbordo en camperos y camionetas tipo platón para terminar adentrándose a pie por senderos de trocha en los Farallones, la cadena montañosa en inmediaciones de Cali y del vecino Jamundí.
En la vía y en un condominio, en la zona rural de Jamundí, las autoridades se enfrentaron con un grupo de guerrilleros, que cubrían la retirada. En ese momento, murieron dos de los hombres del Eln, según el Ejército, que fueron identificados como Gildardo Cardona Barrera y John Jairo Arango, mientras que Eleu Epe Vivas resultó herido y salió con las manos en alto. Epe Vivas fue detenido y procesado.
El 28 de julio de aquel 1999, el guerrillero se acogió a sentencia anticipada por rebelión. El Juzgado Primero Penal del Circuito Especializado lo sentenció a 50 años por secuestro extorsivo agravado, terrorismo, homicidio agravado y hurto.
Desde ese momento se activaron las alarmas en la Alcaldía de Cali y la Gobernación del Valle, y entre la Policía y el Ejército, mientras la noticia ese domingo ya daba la vuelta al mundo porque el Eln había secuestrado a toda una comunidad que asistía a una iglesia católica.
Un mes después, en junio de ese año, y ante el clamor insistente del inmolado arzobispo de Cali, monseñor Isaías Duarte Cancino, de ‘Los queremos libres, vivos y en paz’, se produjo la liberación de 33 feligreses en una vivienda en medio de la niebla, la lluvia y el lodo espeso de color naranja de las montañas de Jamundí, en el sector llamado El Cedro. Al tiempo, se hablaba de extorsiones a las familias que quedaron con la zozobra de esperar el regreso de sus seres queridos.
Isabella Vernaza, quien ha sido una líder luchadora y vocera de la Corporación La María, señaló que este ha sido uno de los momentos más duros en la historia de su familia y de un país desangrado por la violencia y por estos secuestros que desencadenaron más plagios masivos en el mismo Valle del Cauca, como el del kilómetro 18, el 17 de septiembre de 2000, y el de los 12 diputados del departamento, el 11 de abril de 2002.
El día del secuestro, el Ejército logró rescatar a más de 80 fieles de la iglesia La María, quedando secuestrada una cifra superior a 60. De ese número, más de una decena logró escapar de los sitios de cautiverio en los que los dividieron en los Farallones y los demás fueron siendo liberados, de manera fragmentada, hasta diciembre de 1999. En ese mes, ese doloroso capítulo se cerró con la liberación de Camilo Valencia y sus cuñados Harold Pino y Carlos Manjarrés
Hoy, 20 años después, la dolorosa historia sigue retumbando en el seno de estos hogares, algunas de las cuales se exiliaron porque las siguieron extorsionando y hasta las declararon objetivo militar por parte del Eln. Pero otros se quedaron y todos ellos harán un sentido homenaje a todas las víctimas del secuestro con un acto a las 5 de la tarde de este jueves 30 de mayo.
Será un acto promovido por estas familias y el Centro de Memoria Histórica (CNMH).
La conmemoración se realizará en la misma iglesia la María.
Según Darío Acevedo, director del CNMH, se trata de un trabajo conjunto en reparación simbólica y de memoria.
Así mismo, se presentará la exposición ‘Pintar para no olvidar. 20 años del secuestro en la iglesia La María’, realizada por Juan Daniel Otoya Vernaza, víctima de este secuestro cuando tenía 11 años.
“El Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) acompaña a los familiares en este acto de memoria y no olvido para no olvidar las memorias de las víctimas, incluyendo la de Yaslín Durán asesinado el día de los hechos”, dijo Acevedo.