De este avión nos bajan muertos (Segunda Parte)

23 julio 2020 –

Por: Gustavo Castro Caycedo – Socio del CPB –

A propósito de la crónica del diplomático y pintor Fabio Abella, que publicamos hace pocos días, titulada, “De este Avión nos bajan muertos”, le pedimos a Gustavo Castro Caycedo, que nos contara el resto de su aventura en la guerra de Nicaragua, y  de sus momentos frente al peligro.

Él dice:
El hombre nace solo una vez, pero si sufre una adversidad y tiene «Su segunda oportunidad», vive dos veces. En mi caso personal, haber podido sortear con fortuna mis momentos adversos, multiplicó mi fe en Dios, porque él me ha permitido salir bien librado y seguir viviendo hasta hoy.

 No me he caracterizado por ser muy valiente; en varias ocasiones el miedo paralizante ha sido compañero de mis malos ratos: sí, he sentido miedo de perder la vida; pero uno va cambiando. Y hoy, aunque les tengo respeto, ya no me aterran ni el coronavirus ni  la muerte, porque me preparé para afrontarla. ¿Cómo? He sabido disfrutar las segundas oportunidades que Dios me ha dado; he aprendido a vivir, y he vivido intensamente, con la gran fortuna de no haber basado mi felicidad ni en el poder ni en el dinero, ante los cuales he sido irreverente, lo cual me han hecho libre,  y me ha permitido ser independiente, de disfrutar las cosas elementales de la vida, al lado de mis hijos, de mis hermanos, y ahora de mi nieta quien vino  a revivir mis sueños e ilusiones.

Y claro está, sigo sintiendo un inmenso y permanente deseo de vivir, porque con las segundas oportunidades que me ha otorgado Dios, me ha permitido seguir siendo joven por dentro, y mantener mis sueños intactos.

Llegué a la conclusión de que antes de la primera vez que estuve cerca de la muerte, (lo cual se ha repetido siete veces), no había sabido disfrutar la vida. Hoy sé que la felicidad está implícita en  las cosas elementales que uno tiene a mano día a día. Aprender a apreciar el amor y las cosas que tengo cerca, y que me  alegran el alma, es realmente volver a nacer, es un nuevo comienzo. Salvarse del peligro, es tomar conciencia de que, como dicen: “cuando la noche está más oscura, es porque va a amanecer”. Y que, “el mejor momento para ser feliz: es siempre ahora”.

Mi primer gran susto lo viví el  26 octubre de 1970, luego de llegar de México a Bogotá, en el Vuelo 370, de Avianca. Antes de aterrizar me tomé una pastilla de Desenfriol, y al llegar a mi apartamento me tomé un medicamento, (no recuerdo su nombre), para el riñón. Lo cierto es que eran dos remedios que no se podían mezclar. Me tuvieron que llevar de urgencia a la clínica Palermo, donde supe que había sufrido una: “severa interacción adversa, medicamentosa”.

Cubría una carrera para la Revista Cromos en el Autódromo de Yahuarcocha, en Ecuador, el domingo 9 de marzo de 1978. A eso de las 11 de la mañana, un carro se salió de la pista en una curva, y nos envistió a un periodista Japonés y a mí. Por suerte logramos lanzarnos hacia atrás rodando por un desnivel, y el carro accidentado pasó volando por encima de nosotros. Al japonés se le rompieron dos costillas, a mí no me pasó nada. Pero una de las dos emisoras colombianas de radio que transmitían la carrera, (porque competían nuestros pilotos, Honorato Espinosa y  su equipo del Botero Racing Team, dijo que salí herido de gravedad.

“La muerte está tan segura de su victoria, que nos da toda una vida de ventaja”, he sido afortunado de mis segundas oportunidades, nacidas de situaciones adversas, pero que hoy son apenas anécdotas, de las que no quedó dolor, ni drama, ni secuela; ¡No! … Solo la felicidad de poder seguir viviendo

El periódico El Espectador del 5 de agosto  de 1994, tituló: “Accidentado Castro Caycedo en zona franca. “El periodista Gustavo Castro Caycedo, sufrió ayer un accidente durante la inauguración de las obras de la zona franca de Bogotá, ubicada en el sector de Fontibón. Se encontraba con el Alcalde Jaime Castro, los periodistas Germán Santamaría y Marcia Martínez Guerra, y 200 personas, más,. De pronto el techo se desplomó, y uno de los rieles le cayó en la cabeza.

“Los hechos se presentaron hacia medio día. Castro fue llevado a la Clínica del Country, donde después de una exhaustiva revisión, los médicos dictaminaron que había sufrido una triple fractura en el cráneo, y una lesión en la base cervical”.

Hubo otras tres situaciones graves, pero me invitaron a hablar de mi aventura en la Guerra de Nicaragua, que esta semana cumple 41 años, pocos días después de la muerte del Comandante Cero, Edén Pastora, y vivida seis días antes del derrocamiento del dictador nicaragüense Anastasio Somosa Debayle.

Cuando el avión Hércules de la Fuerza Aérea Española toco pista
El Tiempo, del domingo 15 de Julio de 1979, tituló: “De este avión nos bajan muertos”. Y dijo: “Esta crónica exclusiva para El Tiempo, es la primera conseguida por un periodista colombiano en el centro de Managua. Gustavo Castro Caycedo, quien viajó indocumentado con el camarógrafo Gustavo Barrera a esa ciudad en guerra, para realizar un especial de televisión, entrevistó a los asilados en la Embajada colombiana y recorrió la destruida capital”.

Yo escribí: Cuando el avión Hércules de la Fuerza Aérea Española toco pista en el aeropuerto Las Mercedes de Managua, tuve una sensación similar a la de mi primer aterrizaje allí, cuando fui a cubrir el terremoto del 22 de diciembre de 1972, que asoló a esa ciudad. El comandante de la nave nos recordó, a Gustavo Barrera, mi camarógrafo, y a mí, que muestro regreso en el Hércules resultaba imposible porque su misión era evacuar refugiados, no periodistas.

Un hombre obeso y mal encarado grito: “ustedes dos, ¡vengan acá!”. Sus ojos recorrieron la cámara de Barrera y el maletín con película que yo cargaba. Sin decir nada más, nos condujo a un salón, a pocos metros del muelle. A través de los cristales pudimos ver centenares de personas, más que todo, mujeres y niños, que aplanaban sus narices contra los vidrios, mirando con ansiedad el avión español, y adivinamos en su mirada triste y angustiada la esperanza de salir de ese infierno. Pero solo 100 privilegiados lograrían dejar a su destruida Managua.

“¿Dónde están sus visas?, preguntó con voz arrogante el antiestético funcionario de inmigración. En Colombia no están dando visas y creíamos que no eran necesarias por las circunstancias”, dijimos ingenuamente. La verdad es que al salir de Bogotá no habíamos intentado obtenerlas, porque esa misma semana yo había hecho el segundo programa Nicaragua S.O.S., que seguramente fue visto por el cónsul y por el embajador de ese país en Bogotá. Y con lo que en él dije y mostré, sobre las barbaridades del general Somoza, resultaba imposible conseguir la visa.

“Ustedes están cometiendo un delito al venir sin papeles. Esperen aquí”, dijo el hombre de inmigración. Teníamos dos alternativas. Regresar al avión o fugarnos del aeropuerto. En cosa de segundos lo decidimos. Y tomamos rápidamente el camino que ya habíamos elegido, desorientados y asustados. A 200 metros había una puerta por donde sale la carga del aeropuerto y llegamos allí tratando de no reflejar lo que sentíamos por dentro. El corazón me palpitaba con mucha fuerza. En la puerta un guardia nos preguntó para dónde íbamos. Barrera le dijo que el capitán Ramírez (¿?) nos esperaba afuera para llevarnos al centro de la ciudad. Lo dijo con tanta seguridad que el guardia sin preguntar más, nos dio vía libre. Providencialmente nos encontramos con quien luego supimos que era el Cónsul de Colombia en Nicaragua, quien en una crónica extensa relató las aventuras que con su apoyo, vital, vivimos en la Managua donde las ejecuciones de los sandinistas se sucedían continuamente, y donde los bombardeos de los aviones somocistas, nos alimentaban el miedo.

Después de tres días y habiendo cumplido nuestra misión en Managua, donde presenciamos y filmamos con parte de los rollos de película, (la otra la habíamos dejado en San José para cuando pasáramos la frontera de Costa Rica y Nicaragua),  de nuestro lío por la falta de visas, y de la difícil situación para salir de Managua se encargó el Cónsul Fabio Abella, quien resultó un verdadero héroe. La verdad es que Fabio, arriesgándose a cada momento, lo solucionó todo. Un avión  suizo, de la Cruz Roja, despegaría pronto y teníamos que lograr el regreso en él.

Abella hizo varias llamadas, y logró establecer que el martes estaría allí el avión, a las 9 de las mañana. Arregló todo y después de las ya familiares inspecciones de los guardia somocistas en la vía al aeropuerto, a las 10 de la mañana, cuando estaba a punto de partir la aeronave, cruzamos la puerta de carga en el campero del Cónsul, que tenía permiso de ingresar a la pista.

Fueron 30 segundos de angustia. Fabio tomó la pista a gran velocidad, y nos descargó frente a la angosta escalera de aluminio. Cuando la tuve frente a mí, la cogí como si fuera mía, me parecía que iban a separarse del avión; el pánico desapareció cuando estuvimos  dentro del mismo, pues ya habían encendido sus turbinas. La Cruz Roja no transportaba gente sino medicamentos y alimentos. El piloto se puso de mal genio y ordenó que nos bajáramos. En  inglés, le dijimos que de allí solo nos bajarían muertos….¡Y estamos vivos!

Al llegar a San José de Costa Rica, sentimos un gran alivio. Nos esperaba una nueva aventura, un poco menos complicada que la de entrar ilegalmente a Managua en plena guerra, y salir por una puerta destinada a los militares somocistas, y a todo tipo de autoridades, pero no a dos periodistas “fugitivos”.

“Terror en conferencia de prensa con bombardeo somosista”

El mismo día viajamos a las Vueltas, a 300 kilómetros de San José de Costa Rica, en la frontera con Nicaragua. Habíamos conseguido una entrevista con Edén Pastora, el famoso “Comandante 0”, en Peñas Blancas, un pueblo fronterizo.

Prefiero que siga el relato de los periódicos de, La Prensa Libre y La República, de Costa Rica, y de un cable Internacional publicado en Bogotá el jueves 12 de julio de 1979, seis días antes de que cayera el dictador Anastasio Somoza.

El periodista Carlos Monge, de La Prensa Libre, ese tituló su crónica: “Terror en conferencia de prensa con bombardeo somosista”, y narró: “Habiéndose anunciado que el alto mando del guerrillero Frente Sandinista de Liberación Nacional dictaría la conferencia de prensa, un pequeño grupo de periodistas nacionales y extranjeros, se desplazaron hacia Peñas Blancas.

“El coronel Sider Ulate, dictó la orden determinante de no dejar pasar a los periodistas el puente Cabalzeta, en la población de Las Vueltas. El coronel Ulate sospechaba el peligro que se cernía sobre los hombres de prensa, en ese trecho del territorio costarricense, en la frontera con Nicaragua.

Al fondo,  al lado de la carretera Interamericana estaba el puente sobre el río Las Vueltas; y a su lado, el grupo de periodistas que portaban cámaras de televisión y fotografía, grabadoras y libretas. Al lado izquierdo, había tres ambulancias, unas pocas casas humildes, y el puesto de la Cruz Roja. De pronto, el cielo dejó ver un helicóptero de la fuerza Aérea Nicaragüense, que se deslizó sobre la altura en el sector de Peñas Blancas. El fuego de artillería pesada del FNLS, fue intenso.

“Siendo casi las once y quince de la mañana, uno de los helicópteros de Anastasio Somoza desapareció para dar paso a un avión que volaba más veloz que el sonido. Era un caza bombardero que desaparecía tan rápido como reaparecía, y que soltó cohetes bombas, y barril tras barril, bombas, la primera caracterizada porque suelta esquirlas con gran fuerza, y la segunda, porque el caer causa un gran incendio en un radio de aproximadamente de cien metros.

“El calor es sofocante, los del Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN, que están cerca, contestan el fuego con una ametralladora calibre cincuenta (antiaérea), y con otras armas.

“Alguien advierte a grandes voces: el avión vuelve otra vez, viene en picada, ‘tírense al suelo’. Las miradas se enfrentaron con el firmamento

“El avión llega muy pronto y lanza un cohete dirigido al puente donde estábamos los periodistas, y este, y  otro, repiten su acción varias veces.

“Luego del bombardeo, los pobladores de Las Vueltas y San Dimas, y los periodistas, nos alijamos donde pudimos, en la escuela y otras propiedades del Estado, y en algunas casas.

“Todo esto ha ocurrió el día en que Somoza conmemoraba la llegada al poder del Partido Liberal Nacionalista”.

“Ataque aéreo criminal a dos poblaciones ticas”
Arturo Sánchez, del periódico, La República, de Costa Rica, tituló su crónica: “Ataque aéreo a dos poblaciones ticas”, y narró:

“Aviones de la Fuerza Aérea de Nicaragua violaron espacio aéreo costarricense y bombardearon ayer las poblaciones de las vueltas y Zonzapote, en un ataque criminal, cuyas consecuencias por fortuna, no resultaron fatales.

“La operación alevosa de la aviación somocista, comenzó poco después de las diez de la mañana, cuando la única situación normal que había ocurrido, era que unos periodistas  se movían libremente en la zona fronteriza.

“Un grupo de 11 reporteros costarricenses, mexicanos y colombianos, habían llegado a Las Vueltas. Cuando intentaban alcanzar la zona nicaragüense de Peñas Blancas, para cumplir una cita-conferencia de prensa que habían programado con el Comandante Edén Pastora, del Estado Mayor del Frente Sandinista de Liberación Nacional.

“A las 10:15 horas, aparecieron cerca de Peñas Blancas, y luego directamente sobre esta población, violando la frontera de Costa Rica, dos helicópteros volando a más de 2.500 pies de altura y circunvalando la zona, en aparente misión de observación. Las aeronaves recorrieron el este y Oeste de Las Vueltas. Sobrevolaron muy alto por sobre el río Cabalceta, y se retiraron.

“Aproximadamente a las 11.15 horas, de la mañana volando al norte de la zona donde los seguíamos los corresponsales de guerra, apareció un avión “Push and Pull”, cuya altitud estimada era de 3.500 pies, y cuyo propósito no parecía el de un ataque inminente. Nosotros comentamos que irían a lanzar bombas y “rockets” sobre las posiciones guerrilleras en Peñas Blancas, donde opera la columna Ramón Raudales, del comandante Alejandro  Martínez Sáenz.

“Otro avión apareció tras las nubes al lado sur de las Vueltas, y fue entonces cuando el primero cambio su curso de vuelo y nos embistió, en picado, a nosotros, y comenzó a ametrallarnos y bombardearnos.

“Yo Atiné a gritar al fotógrafo Sigurd Pérez, y a dos compañeros colombianos, que había ataque frontal y nos guarecimos junto al puente del río, bajo la fronda de un árbol, acurrucados junto al tronco.

“Y comenzó la angustia. Una bomba de 50 kilos cayó a 100 metros al noroeste del puente, en la falda de una colina, al lado de donde estábamos.

Otra bomba cayó en la misma dirección, pero más cerca de nosotros, y una ráfaga de ametralladora barrio la calle principal del caserío, la misma donde está el puente. Estábamos a unos 40 metros, y entonces comenzó la desbandada de todos, presas del pánico”.

“En Nicaragua a punto de morir dos periodistas colombianos”
Un cable internacional, publicado en Colombia, con el título: “En Nicaragua a punto de morir dos periodistas colombianos”, el jueves 12 de Julio de 1979, decía: “Dos periodistas colombianos, Gustavo Castro Caycedo y su camarógrafo Gustavo Barrera,  y otros 10 corresponsales extranjeros, fueron atacados con bombas de 500 libras, disparadas desde aviones de la Guardia Nacional de Somoza,  en territorio costarricense.

“Los periodistas se disponían a entrevistar a Edén ¨Pastora, el “Comandante Cero” del Frente Sandinista de Liberación Nacional, quien encabeza la lucha contra las fuerzas somocistas en la ciudad de Rivas. El hecho se produjo cerca de Peñas Blancas, en la frontera entre Nicaragua y  Costa Rica. Los periodistas iban a atravesar un puente fronterizo.

“Cuando iniciaron la marcha, los helicópteros nicaragüenses empezaron a sobrevolar la zona. Luego los aviones de combate lanzaron bombas de 500 libras.

“Castro Caycedo y Barrera, durante su permanencia en Managua, filmaron los cuerpos sin vida de 14 jovencitos ametrallados con las manos atadas, los cuales fueron fusilados por la Guardia Nacional de Somoza por ser presuntos miembros del Frente de Liberación Nacional.

“El periodista colombiano informó que en la embajada de Colombia en Managua se encuentran asiladas 43 personas, tres de las cuales son altos oficiales de la Guardia Nacional, y reportó que entre los asilados, hay un herido grave”.