8 Octubre 2019.
Durante los últimos tiempos el sector turístico ha sido determinante en el crecimiento de la economía mundial. Suma ocho años consecutivos de expansión y tiene la cuerda y el espacio suficientes para seguirle poniendo el pie al acelerador. Ha salido avante de las recientes crisis económicas y, más aún, perfila una línea de proyección ascendente, que le confirma su papel protagónico. El año pasado generó la suma, nada despreciable, de 8,8 millardos de dólares.
Dentro del mapamundi, por lo menos 125 países cuentan con esta industria como punta de lanza de sus economías; algunos de ellos —como es el caso de Croacia, Malta, Tailandia, Islandia o ciertas islas caribeñas—, con marcada dependencia, por cuanto su PIB se encuentra estrechamente ligado al ingreso de divisas por este concepto. Esta actividad encadena sectores heterogéneos, desde servicios comerciales hasta financieros, pasando por telecomunicaciones, transporte, construcción, manufacturas, artesanías y agricultura, en los que promueve empleo e inversión y con los que suma sinergias para configurar tanto el producto como la experiencia turística final.
Pero, sin duda, uno de sus principales aportes se canaliza en la creación de empleo, indicador de desarrollo en el que destaca un incalculable potencial. Es en la actualidad el mayor generador de empleos a nivel mundial. Proporciona la décima parte de los trabajadores del planeta, y de acuerdo con la Organización Mundial del Turismo (OMT), por cada puesto de trabajo directo que provee, promueve 1,5 empleos indirectos. La OCDE, en su reporte Apoyando la creación de empleos de calidad en el turismo, revela que por ser una actividad altamente intensiva en mano de obra, supera en plazas laborales a cualquier otra industria.
Su apertura a la mano de obra intensiva hace del turismo un sector incluyente en la materia. En él encuentran medios de subsistencia grupos sociales que enfrentan barreras para conseguir empleo, como campesinos, indígenas o inmigrantes. Y a nivel de género, en los países que conforman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) —a la que Colombia se vinculó el año pasado—, las mujeres y los jóvenes dominan la nómina. Las primeras conforman la tajada grande de la fuerza laboral, con un 60%, mientras los segundos, entre 15 y 24 años, componen el 21%.
De acuerdo con la presidenta de la World Travel & Tourism Council (WTTC), Gloria Guevara, el turismo emplea hoy en día a más de 320 millones de personas en el mundo; pero lo más relevante es el estratégico e imparable comportamiento mostrado en los últimos cinco años: de cada diez empleos nuevos, dos han sido creados por el sector.
El empleo fue, precisamente, el tema que este año puso sobre la mesa la OMT para conmemorar el Día Mundial del Turismo, con el que desde los albores de los años 80 se busca visibilizar la llamada industria sin chimeneas y destacar sus beneficios económicos y sociales. La fecha —27 de septiembre— marca el final de la alta temporada del hemisferio norte y el comienzo de la del hemisferio sur y es celebrada en la mayor parte del mundo, como sucedió en Cartagena de Indias, donde el alcalde Pedrito Pereira realizó un tradicional panel de discusión.
Con una tasa de desempleo de dos dígitos —y en aumento consecutivo a lo largo del último año, según el DANE—, esta industria podría darle la mano al país y convertirse en una estratégica alternativa de empleos. En Colombia, el turismo genera 1,3 millones de puestos de trabajo, incluyendo los indirectos, y de acuerdo con la dinámica del crecimiento turístico actual, se estima que para 2028 alcance la suma de 1,5 millones, de ellos 650.000 directos. Un guarismo que puede superarse, pues aunque el sector se paralizó por la violencia durante largo tiempo, registra avance continuado desde 2012, a raíz del inicio de los diálogos de paz con las Farc, y tiene un horizonte promisorio, suficientemente amplio para expandirse, dada la portentosa biodiversidad y el impredecible potencial turístico del país.
Habrá, entonces, que pasar del discurso a las acciones para hacer del turismo un protagonista clave en la recuperación de las economías regionales. Centrar esfuerzos en materia de seguridad, ampliar y mejorar la infraestructura turística y reforzar campañas de promoción deberán ser frentes prioritarios de trabajo. Y si se le quiere aprovechar como herramienta para atenuar las necesidades básicas de las comunidades, en particular las de aquellas regiones donde sus ingresos cabalgan sobre la línea de la pobreza, también habrá que frenar la informalidad hotelera, que según se estima puede estar en niveles del 70%, capacitar en habilidades empresariales a los habitantes y promover emprendimientos empresariales.
Gobierno y empresarios tienen la responsabilidad de trabajar juntos y hacer la tarea que les corresponde para contribuir de manera decisiva en la promoción de un turismo sostenible, que genere y multiplique puestos de trabajo, enfatizando su presencia en las zonas rurales y en los antiguos epicentros de violencia. Ese es el quid del problema. ¡Es ahí donde está el camello!
Posdata. China ocupa 80 millones de trabajadores —casi el doble de la población colombiana— en actividades turísticas; por encima de India, el segundo aportante en el mundo, con 42 millones; seguidos de Estados Unidos, con 13,6; Indonesia, con 12,2, y México, con 8,5 millones.