Las razones por las que persiste esta situación es por hábitos que favorecen las agresiones.
La transformación cultural
Por Martha Ordóñrz Vera*
Aunque tenemos que reconocer que las violencias contra las mujeres siguen teniendo niveles preocupantes y afectan de manera profunda sus vidas, queremos resaltar cómo la conmemoración del 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de las Violencias contra las Mujeres, demostró cómo sus voces están tomando cada vez más fuerza para reclamar sus derechos y hacer sentir que no están dispuestas a seguir callando frente a cualquier situación de maltrato o de violencia.
Lo que vimos este viernes, con marchas, jornadas académicas, tendencias en redes sociales, campañas, es una demostración de solidaridad y unión de mujeres, sororidad, en términos feministas, que las invita y motiva a trabajar juntas para cambiar la realidad de violencia y discriminación, pero, sobre todo, que envía un mensaje contundente a toda la sociedad y a las instituciones del país, para no seguir tolerando y naturalizando cualquier expresión de maltrato.
Una de las principales razones por las que persiste esta situación la podemos explicar en el mantenimiento de hábitos, actitudes, percepciones y prácticas culturales que legitiman, favorecen, soportan y dan continuidad a las agresiones y los daños contra las mujeres.
Estas actitudes se fundamentan en imaginarios nocivos. Se pueden citar algunos ejemplos que sustentan lo anterior, afirmaciones como: “Las mujeres que siguen con sus parejas después de ser golpeadas es porque les gusta” o “los problemas familiares se resuelven solo por los integrantes de la familia”, o “el papel más importante de las mujeres es cuidar de su casa y cocinar para su familia”.
Esto permite evidenciar que sigue existiendo una postura autoritaria y patriarcal fundamentada en la exclusión y en la falta de reconocimiento de la individualidad y las diferencias como seres humanos, que sigue relegando a las mujeres a posiciones de subordinación y desventaja.
La transformación de patrones sociales y culturales, así como de imaginarios y prácticas discriminatorias que toleran las violencias contra las mujeres, debe iniciarse desde la familia, y ampliar su incidencia en la sociedad y en las instituciones.
Enumeramos algunos aspectos en los que desde la Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer consideramos es posible y fundamental incidir: primero, la transformación de las masculinidades tradicionales; es decir, desde el hogar, la escuela, el trabajo, las relaciones personales, es pertinente replantear la relación entre la masculinidad y la fuerza, la dureza, la protección, el reconocer al hombre como proveedor del hogar, como el tomador de decisión en espacios públicos y privados.
Segundo, como lo señalaba anteriormente, es necesario erradicar la “aprobación” que existe frente a la violencia contra las mujeres; cada vez que usamos afirmaciones como “las mujeres que se visten de manera provocativa se exponen a que las violen” o “una buena esposa debe obedecer a su esposo así no esté de acuerdo” estamos, por un lado, legitimando la violencia contra las mujeres, y, por el otro, reproduciendo estereotipos sociales que perpetúan la propiedad y supremacía que tienen los hombres sobre las mujeres.
Desde el Gobierno Nacional consideramos la conmemoración del 25 de noviembre un momento estratégico también para fortalecer en nuestras entidades, y con nuestras servidoras y servidores públicos, una cultura de cero tolerancia frente a cualquier tipo de violencias hacia las mujeres.
MARTHA ORDÓÑEZ VERA
Consejera Presidencial para la Equidad de la Mujer