Nota tomada de Medium.com
Por: José Alberto García Avilés
El periodismo es una profesión, no una ciencia exacta. Los métodos para obtener y elaborar la información y las formas de presentarla son tan variados como el número de periodistas. Además, la práctica y la ciencia del periodismo están cambiando a un ritmo vertiginoso. Surgen nuevos modos de contar, tecnologías que facilitan el trabajo, canales y plataformas de distribución, procesos productivos y vías de negocio que hasta hace poco eran impensables. Lo que nos está pasando no es una crisis pasajera. Estamos metidos en el ojo del huracán de una verdadera revolución, un tsunami que arrasa todo lo que encuentra a su paso. Sólo sobrevivirán quienes se atrevan a entregarse con pasión y exploten con rigor las posibilidades del nuevo escenario. Quienes sepan aprovechar las oportunidades y acierten en la interpretación de las nuevas reglas.
Se habla de un periodismo dron, ubicuo, digital, de datos, de investigación, móvil, robotizado, de redes sociales, lento, cívico, algorítmico, social, hiperlocal o especializado, con decenas de etiquetas adosadas, como si la profesión no pudiera bastarse por sí sola y necesitara de otra palabra que la adjetive. Con lo bonito que es el eso del periodismo a secas, que incluye a todos los anteriores y muchos más, porque el periodismo, si es auténtico, no precisa de aditivos ni edulcorantes.
De todas las etiquetas que lastran al periodismo quizá la más perniciosa sea la de ciudadano. Ahora, nos dicen algunos, cualquiera puede convertirse en “periodista ciudadano”. ¡Voilá! Basta con que publique una foto o un tuit sobre algo que sucede a su alrededor. La información ya se ha democratizado, argumentan, y miles de “periodistas ciudadanos” en todo el mundo ejercen su derecho a comunicar lo que les viene en gana, con una fuerza imparable, reemplazando incluso a la actividad de medios y profesionales.
Del mismo modo que nunca habitaría en una casa construida por un “arquitecto ciudadano”, ni mucho menos pondría mi salud en manos de un “médico ciudadano”, tampoco me fiaría de lo que cuenten esos autoproclamados “periodistas”. Se trata de valorar la diferencia entre el profesional y el amateur, quien tiene la formación y capacidad necesaria para ejercer una actividad de forma competente, y el que carece de esa capacitación, aunque la practique ocasionalmente, por gusto o afición.
Cuando debatimos en la Facultad sobre la identidad del periodista y su trabajo, suelo argumentar que la formación que una persona recibe durante su carrera universitaria es lo que en el fondo le capacita como profesional en esto del periodismo. Entiéndase bien: los cientos de horas de lecturas, estudio, prácticas, trabajo duro, aprendizaje, conocimientos, conexión con la realidad profesional, destrezas y aptitudes demostradas de forma consistente son las credenciales que le permiten a alguien adquirir el bagaje y los estándares profesionales necesarios para desempeñar la actividad periodística de modo solvente. Ni más, ni menos.
Por eso, en los tiempos que corren no está de más detenerse a pensar cuáles son los estándares profesionales que conforman el “núcleo duro” de la actividad periodística. Al hilo de estas reflexiones, propongo seleccionar de forma sintética doce verbos que compendian la esencia del periodismo. Así, periodismo a secas, en cualquier plataforma y con cualquier etiqueta que luego queramos añadirle. ¿Por qué doce? Honestamente, la cifra es arbitraria. Al principio pensé en diez, por aquello del número redondo. Luego me salieron 16, y al final me quedé con estos 12. Estoy convencido de que hay otros muchos verbos que podrían figurar en esta lista y espero que tú puedas quitar o añadir los que quieras y, de hecho, te hagas tu propia lista. Ahí van los míos:
Observar: hemos de fijarnos en lo que nos rodea, prestar atención a los detalles. Ante un suceso cualquiera, conviene preguntarse: ¿qué es lo que hace que este suceso sea diferente? Si miramos con ojos curiosos, descubriremos las personas, matices e historias que yacen agazapadas a nuestro alrededor. Ver más allá de lo que aparece a simple vista es todo un arte.
Preguntar: Nuestro conocimiento es el resultado de las preguntas que formulamos. El periodista es un profesional de la pregunta: hemos de aprender a formular preguntas relevantes que nos permitan averiguar lo que alguien no quiere que se sepa. Nos pagan para saber lo que los demás ignoran y la mejor técnica para ello es preguntar. Toda historia empieza con un por qué y una buena entrevista se basa preguntas certeras.
Verificar: El objeto del periodismo es informar sobre lo que sucede. Por tanto, creemos que existe una verdad, una realidad que se conforma con los hechos ocurridos. Nuestra meta es llegar tan cerca de la verdad como podamos. Como argumenta Marilín Gonzalo, los periodistas hemos olvidado nuestro objetivo de buscar la verdad. Para ello, hemos de comprobar la exactitud de todo lo que nos dicen. En estos tiempos de bulos, “fake news” y desinformación resulta aún más necesario verificar cualquier contenido antes de publicarlo. De ello depende nuestra credibilidad.
Investigar: Aunque suene de Perogrullo, todo periodismo debe ser investigación. Es decir, el periodista se adentra en la superficie de la realidad y profundiza en ella con el tiempo y los recursos disponibles, hasta llegar al fondo de los asuntos. Se trata de ir quitando las distintas pieles, como las capas de una cebolla, que recubren –y a menudo encubren- lo sustancial, lo verdaderamente relevante. La investigación exige esfuerzo, dedicación y dinero pero sin ella nuestra actividad pronto se reduce a reproducir comunicados de prensa,teletipos de agencias y poco más.
Sintetizar: En la era de los 140 caracteres, los totales televisivos y los mensajes de WhatsApp, la capacidad de síntesis es un valor añadido fundamental. Hemos de sintetizar al máximo nuestras piezas, pues el lector nos lo agradecerá. Si podemos decir algo con 20 palabras, no usemos 30. Si una información cabe en un breve de quince líneas, no la alarguemos innecesariamente. Esta habilidad nos permitirá identificar en seguida el titular de una información, el lead y los elementos destacados, sin andarnos con rodeos.
Editar: Este verbo alude a toda una serie de verbos implícitos (revisar, reescribir, recortar, seleccionar, ampliar, pulir, retocar…) que aluden a los procesos que permiten mejorar cualquier contenido periodístico de cara a su difusión. El periodista selecciona el material de todo lo que ve, escucha, graba y anota; de esa selección escoge los materiales que sirven para elaborar la pieza y construye el relato. Esta mentalidad de editor sirve para cualquier información; implica examinarla concienzudamente hasta depurar todos los errores y deficiencias.
Interpretar: En un océano de contenidos que se multiplican continuamente, cuando nos sentimos desbordados por la cantidad de datos e informaciones -y cada vez más mentiras- que nos llegan a tan solo un clic, resulta necesario más que nunca que el periodista sea capaz de analizar vastas cantidades de información y señalar los aspectos más relevantes para la vida de sus audiencias. Ello implica tener criterio para distinguir lo importante de lo accesorio, lo jugoso de lo banal y jerarquizar los temas frente a la lógica del gran contenedor, en la que se presentan con el mismo enfoque y al mismo nivel la cumbre del cambio climático, una crisis de gobierno, la lesión de un futbolista o la ruptura amorosa de una conocida pareja. El periodismo, hoy más que nunca, debe encontrar el sentido de lo que ocurre.
Contar: Quien maneja la cámara, el móvil o el ordenador no debe conformarse con saber lo que va a decir, sino que además debe saber la mejor forma de contarlo. Dominar el lenguaje equivale a ser equilibrista de la palabra, artesano de la imagen y escultor del sentido. Hace años la CNN, en una campaña promocional de sus informativos, acuñó el lema: “te ponemos en primera fila de lo que sucede”. Junto con los datos, las declaraciones y los hechos, hay que saber transmitir, contar bien la información. Carlos del Amor dice que al espectador hay que seducirle con las palabras e imágenes. Se trata de impregnar la historia de sentido, ordenarla, conectar las partes y tratar de cautivar.
Anticiparse: Ante la avalancha informativa y la aceleración de los acontecimientos, en un entorno de cobertura instantánea y competencia voraz, el profesional ha de anticiparse a los hechos. José Manuel Rodríguez, periodista de El Confidencial, relaciona la innovación con ‘El arte de la guerra’ de Sun Tzu: “En un pasaje dice que el ejército que llega antes tiene tiempo de descansar, mientras que el que llega el último ha de pelear cansado. Con lo cual, si eres el primero en cambiar, tienes ese margen hasta que los demás cambien y ellos tendrán que hacerlo más rápido que tú. Y si eres el primero, dispones de margen para aplicar ese cambio”. Es clave por tanto anticiparse a los competidores, identificar oportunidades y arriesgar.
Innovar: Como afirman los periodistas que saben de esto, innovar consiste en detectar un problema o necesidad, encontrar una solución original y desarrollarla de forma exitosa. Se trata de implementar un nuevo concepto, producto o servicio en un mercado concreto, de modo disruptivo, es decir, que esa innovación altere cómo se venían haciendo las cosas hasta ahora. Hemos de ser capaces de imaginar productos periodísticos que todavía no existen y que nos ayuden a ser más eficientes, a superar nuestros problemas, a encontrar nuevas vías de ingresos o a explicar mejor lo que sucede. Imaginemos un futuro distinto y si a la primera no sale, sigamos intentándolo.
Sacrificarse: Ese periodista que se cuela donde haga falta hasta conseguir la noticia, que está dispuesto a dedicar horas extra si su tarea lo exige, que aguanta la lluvia, el frío o el calor, que cubre temas incómodos y sucesos desagradables, renunciando a lo que sea necesario por sus lectores, sin desesperarse. Intenta dar su voz a quienes no la tienen porque son víctimas de la guerra, de un conflicto o una tragedia natural. Es una persona independiente y humilde en el ejercicio cotidiano de su oficio, pero se vuelve implacable ante las intromisiones del poder, ante quienes tratan de sobornarle, intoxicarle o atosigarle, mediante consignas de cualquier pelaje ideológico. Nadie dijo que este fuera un trabajo fácil.
Rendir cuentas: El único verbo entre los seleccionados que se compone de dos palabras. Implica estar dispuesto a responder de todo lo que hacemos, porque somos conscientes de que nuestras acciones siempre tienen consecuencias. Hay palabras e imágenes que hieren y causan mucho sufrimiento. Sabemos que no somos infalibles. De hecho, nos equivocamos más a menudo de lo que nos gustaría admitir. Por eso hemos de tener la magnanimidad para ser responsables y transparentes, admitiendo nuestros errores y rectificando cuando sea necesario. Quien sabe decir “me equivoqué” nunca fracasa, sino que crece y se fortalece porque se muestra íntegro y honesto.
Estos doce verbos representan mi visión del periodismo. Hay otros que sin duda pueden engrosar la lista. Como te decía, me encantaría que pienses tu propia lista y me hagas llegar tus sugerencias. En el fondo, mi tesis es que el periodismo no puede asimilarse a las reglas habituales del mercado de la comunicación. Porque la información no es una mercancía cualquiera. Los periodistas nos debemos a las empresas que nos contratan, pero también y al mismo tiempo, nos debemos a nuestros lectores. Lograr un equilibrio posible entre estas dos fidelidades y utilizar toda la potencia de las tecnologías y herramientas será la clave para la supervivencia y el éxito de nuestro trabajo.