26 junio 2020 –
Por: Guillermo Romero Salamanca, Comunicaciones CPB –
Febrero de 1980. Mañana gris en el barrio Quinta Camacho de Bogotá y el profesor Élker Buitrago observa el paseíllo de unos 20 jóvenes estudiantes de Comunicación Social-Periodismo del INSE, Instituto precursor de la Universidad de La Sabana.
Toma una tiza blanca –de esas redondas y de completa cal—y escribe, de lado a lado en el tablero de madera y pintado de verde: Legislación de Prensa.
De inmediato les lanza una pregunta: ¿Saben ustedes qué es Libertad de Expresión?
Ante ese primer muletazo, alguno responde: “poder decir lo que quiera”. Otro más, “hablar sin restricciones”.
“Muy bien, comenta el catedrático. Como decía Suetonio, en un Estado verdaderamente libre, el pensamiento y la palabra deben ser libres”.
–Me imagino que deben saber quién era Suetonio, les pregunta a los nóveles estudiantes.
Silencio en el aula.
–Suetonio era un historiador romano, conocido por sus libros sobre los emperadores y por sus frases. Pero hoy vamos a iniciar esa clase analizando la Ley 51 de 1975.
Abre uno de sus tres libros que lleva para la clase y les lee:
ARTÍCULO 1º. Reconócese como actividad profesional, regularizada y amparada por el Estado, el ejercicio del periodismo en cualesquiera de sus formas. El régimen de la profesión de periodista tiene, entre otros, los siguientes objetivos: Garantizar la libertad de información, expresión y asociación sindical; defender el gremio y establecer sistemas que procuren al periodista seguridad y progreso en el desempeño de sus labores.
Proseguía así su clase, entre preguntas, charlas, anécdotas.
Unas semanas atrás, Eugenio Gómez, profesor y decano en ese momento de la Facultad de Comunicación del INSE, se lo encontró en la Avenida Chile, conversaron varios minutos y le propuso dictar clases. Élker había estudiado Periodismo en la Universidad América y ahora estudiaba Derecho en la Universidad Santo Tomás.
Le pareció interesante el ofrecimiento y la aceptó de inmediato. Ese encuentro le cambió la vida. La materia propuesta por el profesor Eugenio, Legislación de Prensa, le caía muy bien. Unos meses atrás había presentado su tesis de grado sobre “La situación jurídica de la prensa en Colombia”.
Era una oportunidad y una expectativa para combinar la Comunicación Social, el Periodismo y el Derecho. Era recibir la alternativa.
Muy pronto comprendió que mientras preparaba la clase, podía ir escribiendo libros al tiempo y de allí la vasta experiencia sobre Derecho a la Información, Legislación de prensa, Derechos de Autor y Libertad de Expresión.
Años después, cuando laboraba en el Ministerio de Comunicaciones como jefe de prensa, en el gobierno de Virgilio Barco, el entonces titular de la cartera Pedro Martín Leyes, lo destituyó por haber permitido la publicación de un expediente en el cual se investigaba al Ministro de Desarrollo, Carlos Arturo Marulanda Ramírez por tener una emisora clandestina.
“Yo demandé y gané. Me tuvieron que reintegrar al Ministerio. Yo ya pertenecía al Círculo de Periodistas (CPB) de Bogotá y Germán Santamaría, presidente en ese momento del CPB generó una circular donde me calificaba, por esos hechos, como defensor de la libertad de expresión.
SEGUNDO TERCIO
Julio de 1994. Tarde soleada en el barrio la Soledad y el profesor Élker Buitrago es decano de la Facultad de Comunicación Social del Inpahu y catedrático.
Con un marcador con tinta negra escribe, de lado a lado, en un tablero de acrílico blanco: Derecho a la Información.
Les habla entonces de los derechos fundamentales; los sociales, económicos y culturales; los colectivos y de ambiente; los complementarios y los de aplicación inmediata.
“No se pueden confundir –eso sí– los derechos fundamentales con los principios fundamentales. Entre estos últimos se encuentran, por ejemplo: la primacía del interés general sobre el particular; el respeto por los credos y la pluralidad ideológica; el respeto por el manejo y buen uso del idioma castellano en los medios de comunicación, entre otros”.
Luego toma la Constitución y les lee el Artículo 20: “Se garantiza a toda persona la libertad de expresar y difundir su pensamiento y opiniones, la de informar y recibir información veraz e imparcial, y la de fundar medios masivos de comunicación. Estos son libres y tienen responsabilidad social. Se garantiza el derecho a la rectificación en condiciones de equidad. No habrá censura”.
Élker –bautizado así por el amor que le tenía don Pedro Buitrago Franco a la milicia prusiana—tiene, además del Derecho y las Comunicaciones, varias pasiones: el deporte, la música y el arte de cuchares.
Sus clases llevan el ritmo que le indica una partitura. Es un cultor del acordeón de piano. Tiene tres Honner, porque “a veces se desafinan y se debe tener un reemplazo, explica. Se sabe de memoria unas 17 canciones y con pentagrama podría desarrollar un concierto.
Le encanta ejecutar melodías francesas, italianas, vals, polkas y pasodobles.
Lleva diez años en esta labor porque “es una manera de oxigenar el cuerpo y la mente. Con un instrumento musical se hace una catarsis para obviar dificultades, quitar el estrés, contribuir con la concentración y ayuda a la esencia del alma”.
–¿Por qué un acordeón y no una trompeta o una guitarra?
–El acordeón es muy versátil, es casi una orquesta, da una cantidad de notas al piano, a la trompeta, al clarinete o al saxo.
–¿Cuál tema ha practicado más?
–Son varias. Ondas del Danubio de Johan Strauss, Bajo el cielo de París y pasodobles del maestro español Luis Morales.
Los vecinos de la Alambra en el norte de Bogotá le escuchan en las mañanas cuando interpreta esas melodías. “Hasta el momento no se han quejado, lo que indica que lo debo estar haciendo bien”, cuenta y suelta su carcajada.
Pero claro, escuchar los pasodobles le trae incontables recuerdos de su niñez, cuando acompañaba a su padre a la plaza de Toros La Santamaría. De allí también su amor por la tauromaquia.
Son años de tardes arreboladas viendo chicuelinas, gaoneras, verónicas, revoleras y maestría de personajes como Paco Camino, Francisco Rivera, El Viti, Manzanares, Teruel, Pepe Cáceres –y su inmortal cacerina—Jairo Antonio Castro, El Cali, Antoñete, El Juli, el Puno, Gitanillo, decenas más y desde luego el maestro de maestros César Rincón.
Es tal su pasión por el toreo que en una oportunidad se vistió de luces y se le enfrentó a un astado. Estar allí frente a un miura no le hizo perder el miedo y de allí su experiencia de centenares de clases y de enfrentarse a juzgados, conferencias y clases.
Cuentan que una vez quedó en medio de una manifestación de muchachos que pedían acabar con la tauromaquia porque sacrificaban a los animales. Se quedó mirando a un joven que golpeaba con tesón un tambor de cuero, miró su chaqueta de piel de ternero…No entendió y prosiguió su camino.
Una vez puso su nombre a consideración para el Concejo de Bogotá, pero no obtuvo las mayorías. Donde sí ganó fue en el Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB) donde fue elegido como presidente. “Manejar al gremio trae satisfacciones y tristezas. Se aprende bastante, pero hay que entender también los pensamientos de todos los colegas”, cuenta.
TERCER TERCIO
Mayo de 2020. Noche nublada en La Alambra y el profesor Élker Buitrago se reúne con alumnos que investigan el tema de Comunicaciones. La clase es virtual. Hoy, por medio de Zoom se dirige a unos 45 expectantes aprendices de sus conocimientos.
Son más de 40 años de pedagogía, que empezara en el INSE, luego fueron 17 años en la Universidad Pontificia Javeriana, ocho años en el Externado de Colombia e igual número en la Universidad del Rosario. Decano del Inpahu. Asesorías empresariales, conferencias aquí y allá. “He pasado por casi todas las universidades”, dice ahora.
Autor de varios libros sobre el tema, como Derecho de las Comunicaciones, Derecho Intelectual, Derecho Publicitario, Derecho de la Información en
Iberoamérica; El Periodismo y su Régimen Legal; Legislación de Medios de Comunicación Social en Colombia, entre otros. Es asesor y consultor de Jurídica, un bufete de abogados especializados en el tema de la Legislación de medios.
–¿Gratas impresiones de la cátedra?
–Una vez estaba en Madrid, iba caminando por La Castellana y se me acercó un señor, gordito y de barba, no lo reconocí, pero me dijo que yo le había dictado clases en Bogotá. Ellos si me identifican, pero hay montones que se pierden en el horizonte de la enseñanza. He visto a muchos como directores de noticieros, grandes investigadores, profesionales a carta cabal. Me gusta que se acuerden de la Libertad de Expresión.
–¿Cuáles han sido las estocadas que le han dado al Periodismo colombiano?
–El periodismo está en crisis. Primero, el exmagistrado Carlos Gaviria le dio un puntazo de muerte que fue terminar con la Tarjeta de Periodismo. Se perdió el estatus. Fue un cambio para mal. Fue fatal. Le dio un giro radical al dejar esta profesión como un simple oficio. Este tratamiento dejó sin buenos salarios ni prestaciones a los Periodistas. La segunda estocada ha sido la tecnología con el internet que dejó sin trabajo a cientos y la tercera, que es la más fuerte, la utilización de los bots para originar noticias.
–¿Cuál es el futuro, profesor?
–El Periodismo es el mejor fiscal que tiene la sociedad, por medio de esta profesión se pueden descubrir las anormalidades. Es, desde luego, una tarea altruista de alto riesgo, que se debe tener vocación para sacar la verdad y denunciar. Se debe trabajar más en el tema de Derechos de Autor. La noticia no se concibe como un derecho autoral, se vive “fusilando”, copiando tanto textos como fotos.
Acaba de leer “Ser feliz en Alaska” de Rafael Santandreu. “Es un libro que hace una reflexión a la paz interior, es recomendable para adquirir fortaleza en la parte emocional. Enseña, en definitiva, a no amargarse en la vida”, explica el catedrático que ha formado a varias generaciones de periodistas.
–¿Cómo le ha ido en temas de cocina en esta pandemia?
—Jajajajajajaja. Muy mal. No sé hacer un tinto. Gracias a Dios que me dio un ángel, Luz Stella Forero. Si no fuera por ella, graves.