Nació El Espectador en circunstancias muy difíciles, hace mañana 130 años. Hombre muy importante Rafael Núñez en el siglo XIX, sin embargo no era amigo de la libertad de prensa. La fórmula de “prensa libre pero responsable”, que se adoptó en la Constitución de 1886, no le gustaba. “La responsabilidad es y será una palabra hueca y sin sentido práctico”, le declaró a su confidente Máximo Nieto. Y eso lo dijo a pesar de que ese mismo Estatuto, en sus disposiciones transitorias (artículo K), señalaba: “Mientras no se expida la ley de imprenta, el gobierno queda facultado para prevenir y reprimir los abusos de la prensa”. Y como la tal ley solo se expidió en 1898 (Ley 51), la libertad de prensa no existió en Colombia sino a partir de ese año.
Como si lo anterior fuera poco, el Consejo Nacional Legislativo aprobó la Ley 61 de 1888, que don Fidel Cano, fundador de El Espectador, llamó la Ley de los Caballos, la cual, de una sola plumada, borró todo el título III de la Constitución sobre derechos civiles y garantías sociales. Daba ella facultades al presidente de la República para prevenir y reprimir administrativamente los delitos y culpas contra el Estado que afectaren el orden público.
En esas circunstancias tan difíciles nació El Espectador en una destartalada, oscura y húmeda casucha de la calle de El Codo de Medellín. Según cuenta don Gabriel Cano, hijo de don Fidel, en la Autobiografía de un periódico, ese primer número era una pequeña publicación de cuatro páginas, cada una de ellas del tamaño de un cuarto de pliego. Con muchas dificultades y con cierres decretados por el gobierno, el periódico logró sobrevivir y con el impulso de los hijos del fundador (Luis y Gabriel) El Espectador comenzó a circular en Bogotá, en donde también fue víctima de la dictadura, de las presiones económicas y del narcotráfico, que asesinó a uno de sus directores, Guillermo Cano.
A pesar de todo ha sido espectador y protagonista y es el de…Cano de la prensa nacional.