Por Fernando Navas Talero
El Círculo de Periodistas de Bogotá, en el auditorio de la Universidad Central, realizó un Foro para discutir los traumas que se derivan de la divulgación de información mentirosa y agresiva, principalmente en relación con el debate político que el país enfrenta.
Los ponentes aludieron al complejo acontecimiento extendiendo su observación no solo en cuanto a Colombia corresponde sino, también, internacionalmente y, en ese orden, aludieron a lo ocurrido en los EE.UU., durante la campaña de la elección del señor Trump.
Ciertamente, hay que reconocer que la información tanto interna como internacional se ha trastornado y la duda ha invadido la credibilidad, a tal punto que la regla general es desconfiar de lo que los medios formales o informales reportan.
El hecho no es nuevo, ha sido una tradición. Los juglares, en la antigüedad, divulgaban sucesos reales o fantasiosos y de esa forma fue surgiendo una ocupación que trascendió y en la medida en que la civilización fue transformándose por el descubrimiento y la cultura, esa actividad se convirtió en un factor de poder como lo es ahora. Su protección constitucional es justificada; es una razón de libertad pública y ahí radica el conflicto. El abuso de la libertad es una tendencia natural por parte de quien no tiene ética.
Y es este último aspecto el que hay que examinar. Muchas noticias, en estricto sentido, y conceptos u opiniones que se divulgan en los medios, no se someten a la ética. Y sus causas son variadas. Una, la más común, es que el comunicador es un empleado que se interesa por el sueldo y no por la verdad en su oficio. La verdad a medias es la peor de las mentiras. Otros, en la T.V, satisfacen su egolatría narcisista y no pocos se valen de su instrumento para adular a “Dioses” y recibir de ellos bendiciones.
Que solución es posible? Así como a los abogados se les exige cumplir principios éticos consagrados en la ley, de la misma manera debe hacerse en ese oficio. La doctrina constitucional, sostiene que el periodismo es una función pública, pues su ejercicio etiológicamente vincula a la comunidad. En ese orden, establecer unos principios éticos mínimos que reglamenten su ejerció no será nunca una restricción a la libertad de expresión. Su efecto, debe extenderse a compilar la presión social como garantía de respeto a la opinión del público.
Las escuelas de periodismo deben promulgar ese valor. Igualmente hacerlo en el campo comercial que explota este oficio (Rupert Murdoch). Pedagógicamente, educar con “sopa de letras” al aprendiz, advirtiéndole que no sostenga como periodista lo que no pueda defender como caballero. Esa fue la lección que mi padre me inculcó y practicó a lo largo de su vida, siendo corresponsal de guerra en épocas de la tragedia política de este país.
Murieron los colegas ecuatorianos, asesinados por el estimulo de los enemigos de la paz. ¡Quienes luchan para sostener la guerra!
Esta opinión es responsabilidad única del autor, y no compromete al Círculo de Periodistas de Bogotá.