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Golpe al fuselaje

Golpe al fuselaje

La centenaria constructora aeronáutica Boeing no pasa por un buen momento. Las dos tragedias aéreas ocurridas en menos de cinco meses con aviones de su reciente modelo 737 MAX la tienen contra las cuerdas. El desenlace se veía venir. La totalidad de las grandes aerolíneas del mundo que se han hecho a los servicios de esta moderna aeronave ordenaron mantenerla en tierra mientras se determinan las causas de los accidentes, decisión que repercutió en la estruendosa caída en bolsa de la compañía, superior incluso a la ocurrida tras los ataques terroristas del 11-S en 2001.

Boeing es una emblemática empresa multinacional estadounidense fundada en Seattle, en 1916, por William Boeing, un empresario maderero, aficionado a la actividad aeronáutica y experto en diseño y construcción de aviones. Incursionó en la industria como Pacific Aero Products, pero un año después cambió el nombre por el de Boeing Airplane Company. De inmediato, surtió el mercado de esa nación como influyente proveedora de hidroaviones durante la Primera Guerra Mundial.

En la década de los 30, su fundador fue acusado de prácticas monopolísticas; dividió en tres la compañía, preparó el camino para su despegue con innovadoras líneas de aviones militares y comerciales, y vendió sus acciones. La fábrica aceleró motores e inició la construcción de aeronaves en serie, priorizando las de su propia aerolínea filial, United Airlines. En los años 50 surgió su icónico prototipo Boeing 707 —el primer jet de pasajeros en los Estados Unidos—, que se popularizó en el mercado y marcó el preámbulo de un período de crecimiento y expansión de la compañía que la llevó a tomarse el mercado global.

Boeing asume posición de liderazgo en la industria, en la que ha alcanzado logros significativos, como la adquisición de McDonnell Douglas, un curtido competidor que se le aflojó y se desvaneció financieramente en 1996. Su historia, sin embargo, no está exenta de altibajos, entre ellos los provocados por esporádicos pero sonoros accidentes, poco comunes en una industria de máxima seguridad, donde el año pasado se contabilizaron cerca de 40 millones de vuelos comerciales por todo el mundo.

Una de sus pesadillas la vivió a comienzos de esta década, con la puesta en servicio de su llamado avión del futuro, el 787 Dreamliner, una innovadora estructura para pasajeros, capaz de utilizar 20% menos de combustible que cualquier otro avión de su tamaño. Las demoras —hasta por años— en la entrega de los primeros aviones vendidos a las aerolíneas, sumadas a una serie de incidentes aéreos, desestimularon las compras y generaron preocupación por la seguridad de ese modelo de aeronave, que finalmente sorteó con éxito los desafíos.

Ahora, el revés repite tanda con el más joven miembro de la familia 737, el MAX 8, una versión popular, rediseñada con tecnología de punta, motores más eficientes y de mayor empuje. Desde su primer vuelo comercial en 2017, el avión se ha multiplicado por centenares en el espacio aéreo y tiene en cola de fabricación millares de pedidos hasta por nueve años. Pero su estreno no fue el esperado. Los dos accidentes en los que se vio involucrado en menos de cinco meses y en circunstancias similares lo obligaron a aterrizar, y pusieron en punta los pelos de fabricante y aerolíneas.

Los últimos acontecimientos son un duro golpe al fuselaje financiero del gigante aeronáutico. La cuarentena o en varios casos la cancelación definitiva de muchos de los pedidos pendientes, las potenciales demandas de las aerolíneas por verse obligadas a tener sus aviones en tierra (un avión parado puede superar costes de millón y medio de euros por día) y los golpes accionarios en bolsa la amenazan con poner en riesgo millones de sus dólares.

La coyuntura pinta nubarrones en el horizonte de Boeing y despeja la ruta para su sólido rival europeo, Airbus, con el que disputa un fuerte pulso por el liderazgo mundial. Los dos accidentes debilitan la imagen reputacional, el gran activo del gigante estadounidense, que por décadas ha sostenido imponente vuelo entre las altas cumbres, pero que no es inmune a desintegrarse con las alas derretidas rumbo al sol, como sucedió con el desventurado y ambicioso Ícaro.

Sabía que… en 2018 Boeing registró pérdidas por USD25.000 millones por cancelación de pedidos de aviones, en tanto que Airbus perdió USD14.000 millones por el mismo concepto.

 

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@Gsilvar5

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