23 julio 2020 –
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The New York Times –Todas las mañanas de los días hábiles de marzo, Noe Mercado conducía por las desoladas calles de Boston hasta un edificio alto de cristal en Blackfan Circle, en el corazón del centro de biotecnología de la ciudad. La mayoría de los residentes se había ido a resguardar del coronavirus, pero Mercado tenía un trabajo esencial: encontrar una vacuna contra este nuevo y devastador patógeno.
Después de aparcar en el estacionamiento subterráneo, se ponía un cubrebocas y subía por el ascensor vacío hasta el décimo piso, donde se reunía con un equipo elemental del Centro para la Investigación de Virus y Vacunas del Centro Médico Beth Israel Deaconess. Día tras día, Mercado se sentaba a la mesa de su laboratorio a buscar señales del virus en muestras nasales tomadas de decenas de monos.
Estos animales habían sido inyectados con vacunas experimentales que Mercado había ayudado a diseñar. Los monos habían estado expuestos al coronavirus, y ahora Mercado estaba descubriendo si alguna vacuna los había protegido. Una mañana, después de que ingresó todo los datos en un programa de software, una sola gráfica hizo que se le acelerara el corazón: parecía que algunas de las vacunas habían funcionado.
Mercado corrió por el laboratorio para compartir la noticia. Dadas las circunstancias, no hubo abrazos ni choques de manos. Tampoco se regodeó en su triunfo por mucho tiempo. Elaborar una vacuna exige paciencia, atención al detalle… y tolerancia a un amargo fracaso.
“Sí, estoy emocionado, pero también estoy pensando en la siguiente fase”, recordó Mercado después. “¿Qué tal si luego no resulta?”.
En todo el mundo, el coronavirus ha infectado a más de 15 millones de personas y ha causado la muerte de más de 600.000. Es posible que mueran millones más. La única esperanza para contar con una protección a largo plazo y, literalmente, la única manera de regresar a una vida normal es con una vacuna eficaz.
En enero, los investigadores del centro dejaron todo lo que estaban haciendo para encontrar una vacuna. La persona que encabezaba el trabajo era el jefe de Mercado, Dan Barouch, director del centro y uno de los creadores de vacunas más importantes del mundo.
Ahora están a punto de dar un paso importante. Janssen Pharmaceutica, una división de Johnson & Johnson, ha trabajado con el equipo del Beth Israel para elaborar una vacuna contra el coronavirus que se basa en un diseño iniciado por Barouch y sus colegas hace diez años.
Esta semana, empezarán los ensayos clínicos de la vacuna en Bélgica. El equipo de Barouch pronto pondrá en marcha un ensayo en Boston.
Los últimos seis meses han traído una mezcolanza de semanas largas y noches de desvelo, de medidas de seguridad estrictas y de pocos suministros de laboratorio. “Todos los pedidos han representado un mayor desafío que en los tiempos anteriores a la pandemia”, señaló Barouch.
Los investigadores de todo el mundo han trabajado en elaborar sus propias vacunas, algunos con virus muertos, otros con fragmentos de proteínas y cadenas de ADN. Hasta julio, hay más de 135 vacunas en pruebas preclínicas y más de 30 en ensayos clínicos con seres humanos.
Nunca antes tantas vacunas para una enfermedad han entrado tan rápidamente en ensayos.
Desde enero, el equipo de Barouch en Boston ha realizado experimentos en células y monos, mientras que los investigadores de Janssen en los Países Bajos han corrido para encontrar una receta para producir la nueva vacuna en grandes cantidades. Ya han comenzado a producir un lote para los ensayos clínicos.
Si se comprueba que la vacuna es segura en las pruebas iniciales, comenzará un ensayo de su eficacia en septiembre. Si ese experimento tiene éxito, Johnson & Johnson fabricará cientos de millones de dosis para su uso urgente en enero. En el transcurso del próximo año, la compañía planea producir hasta mil millones de dosis.
Si bien Johnson & Johnson es una de las compañías más grandes del mundo, con una capitalización de mercado de más de 370.000 millones de dólares, es un jugador bastante pequeño en el mercado de las vacunas. El 1 de julio, su vacuna contra el ébola recibió la aprobación de la Comisión Europea. Las vacunas de la compañía para otras enfermedades aún están en ensayos clínicos.
Aún así, el gobierno de Estados Unidos ha otorgado 456 millones de dólares a Johnson & Johnson, fondos de la Operación Warp Speed del gobierno de Trump; la compañía ha invertido otros 500 millones de dólares en el proyecto de vacuna contra el coronavirus.
Barouch y sus colegas ahora terminan las pruebas de la formulación final en monos. En los meses siguientes, empezarán a ver cómo reaccionan las personas a la vacuna.
Es una tarea monumental desarrollar tan rápido una vacuna contra un patógeno del que nadie había escuchado antes de este año. Pero Barouch dijo: “Ahora estoy incluso más optimista que hace varios meses”.