15 julio 2020 –
Por: Carl Zimmer – Infobae – Argentina –
Hace unos 3.000 años, algunas personas en el extremo oriente de Asia comenzaron a navegar hacia el este y cruzaron miles de kilómetros de océano hasta llegar a unas islas deshabitadas. Sus descendientes, unos 2000 años después, inventaron la canoa de doble casco para viajar aún más al este y llegaron a lugares como Hawái e isla de Pascua (Rapa Nui en lengua nativa).
Los arqueólogos y los antropólogos han debatido durante mucho tiempo: ¿hasta dónde los llevaron las canoas polinesias? ¿Acaso llegaron hasta América?
El resultado de un nuevo estudio sugiere que sí. Hoy, las personas de Isla de Pascua, y otras cuatro islas polinesias llevan pequeñas cantidades de ADN heredado de personas que vivieron hace unos 800 años en lo que hoy es Colombia. Una explicación: los polinesios llegaron a América del Sur, y luego llevaron a los sudamericanos en sus botes para el viaje de regreso.
Este nuevo informe refuerza el trabajo que los arqueólogos y antropólogos han hecho durante años. Estudios genéticos previos también habían insinuado que las personas en Rapa Nui tenían algunos antiguos ancestros sudamericanos. Pero el nuevo estudio ofrece un caso más convincente, porque los investigadores analizaron a más de 800 personas utilizando una serie de nuevas y sofisticadas herramientas estadísticas.
“Esta es la evidencia más convincente que he visto”, dijo Lars Fehren-Schmitz, genetista antropológico en la Universidad de California, Santa Cruz, que no participó en el estudio.
El nuevo estudio surgió de un proyecto de una década para crear un mapa de la diversidad genética en los latinoamericanos modernos. Después de que los asiáticos cruzaron el puente de Beringia hace 16.000 años, se esparcieron por América, y llegaron al extremo austral de América del Sur hace unos 14.000 años.
Desde entonces, las poblaciones de América Latina han adqurido mutaciones genéticas únicas, que se han mezclado a medida que se reproducen. Cuando los colonos europeos trajeron africanos esclavizados a la región, el panorama genético de América Latina cambió una vez más.
Andrés Moreno Estrada, genetista, y su esposa, Karla Sandoval, antropóloga, han trabajado con poblaciones indígenas en América Latina para comprender su composición genética. Debido a que la mayoría de los estudios genéticos están basados en personas de ascendencia europea, a menudo se pasan por alto variantes que podrían ser médicamente importantes para otras poblaciones.
El año pasado, por ejemplo, Estrada, Sandoval y sus colegas publicaron un estudio sobre el asma. Descubrieron mutaciones en un gen que coloca a ciertos grupos de latinoamericanos en mayor riesgo de desarrollar la enfermedad.
En 2013, Estrada y Sandoval comenzaron a colaborar con científicos chilenos para estudiar Rapa Nui. La isla, que se encuentra a más de 3300 kilómetros al oeste de Chile, fue anexada por el país en 1888.
Estrada y Sandoval viajaron a Rapa Nui y se reunieron con los residentes para describirles el proyecto. Ochenta isleños eventualmente se unieron a la investigación, curiosos por conocer su ascendencia.
“Estaban interesados en saber si realmente pertenecían a las islas polinesias”, dijo Sandoval, quien ahora trabaja con Estrada en el Laboratorio Nacional de Genómica para la Biodiversidad en Irapuato, México.
En un estudio anterior sobre Rapa Nui, dirigido por Anna-Sapfo Malaspinas de la Universidad de Lausana, los investigadores analizaron el ADN de 27 isleños. Encontraron evidencia de que los participantes tenían una mezcla de ascendencia polinesia y nativa americana.
Al parecer, parte de su ADN nativo americano había sido heredado de inmigrantes recientes de Chile. Pero otras piezas eran diferentes, lo que sugiere que se originaron de los nativos americanos muchas generaciones antes.
Para probar ese hallazgo, Estrada, Sandoval y sus colegas compararon el ADN de 809 personas de Rapa Nui y otras islas polinesias, así como de países a lo largo de la costa del Pacífico, desde México hasta Chile.
Los investigadores descubrieron que la mayoría de las personas en Rapa Nui tenían algunos antepasados chilenos recientes. De ellos heredaron tanto el ADN nativo americano como el europeo.
Pero seis personas no tenían ninguna ascendencia europea. Su ascendencia nativa americana tenía una fuente distinta: la población zenú de Colombia. Luego, los científicos hallaron algunas de las mismas piezas de ADN en personas en otras cuatro islas al este de Polinesia.
“Cuando vi eso por primera vez, pensé que algo iba mal y que necesitábamos corregir lo que hacíamos”, dijo Alexander Ioannidis, investigador postdoctoral en la Universidad de Stanford y coautor del estudio. “Entonces nos sumergimos más profundamente. Llevó un tiempo darnos cuenta de que esto era real”.
Los investigadores pudieron entonces estimar cuánto tiempo atrás vivieron esos ancestros nativos americanos, midiendo el tamaño de los fragmentos de ADN. Las extensiones de ADN compartido se hacen más pequeñas con cada generación que pasa.
Los investigadores hallaron que todos los tramos de ADN tipo zenú en los polinesios tenían aproximadamente el mismo tamaño. Calcularon que provenían de parientes zenú que vivieron hace unos ocho siglos.
“Es bastante sorprendente que puedan encontrar esta evidencia del contacto entre estas poblaciones”, dijo Malaspinas.
Lisa Matisoo-Smith, antropóloga biológica de la Universidad de Otago en Nueva Zelanda que no participó en el nuevo estudio, advirtió que la historia de Polinesia es tan compleja que los nuevos resultados podrían no reflejarlo con precisión.
“¿Es posible? Sí, ciertamente lo es”, dijo. Pero, agregó, “no estoy convencida”.
Matisoo-Smith dijo que el estudio habría sido más sólido si los investigadores hubieran comparado a los polinesios con otras poblaciones, como las personas en China continental. Eso ayudaría a descartar la posibilidad de que lo que se parece a la ascendencia de nativos americanos en Polinesia sea en realidad solo ADN heredado de los ancestros comunes en Asia de ambos dos grupos.
Si la investigación se sostiene frente a un examen más exhaustivo, muchos expertos dijeron que la mejor explicación sería que los polinesios llegaron a América del Sur y luego llevaron a los sudamericanos en sus barcos para navegar de regreso.
Malapinas dijo que dado que los polinesios ya habían viajado tan lejos a través del Pacífico, no había razón para pensar que no podrían ir a América del Sur. “Este último paso habría sido más fácil para ellos”, dijo.
Patrick Kirch, arqueóloga de la Universidad de Hawái, dijo que este escenario encaja con otras líneas de evidencia, incluida la comida que consumen los polinesios.
Un alimento básico importante en toda Polinesia es el camote (también llamado batata), que se originó en América del Sur. Kirch y sus colegas encontraron restos de camote de siglos antes de que los europeos llegaran al Pacífico.
Pero los autores del nuevo artículo enfatizaron otra posibilidad: que los sudamericanos viajaran por su cuenta a una isla polinesia, donde los polinesios que navegaban desde el este los encontraron.
Estrada argumentó que la corriente Ecuatorial del Sur podría llevar a los botes fácilmente lejos de la costa del Pacífico de Colombia.
“Sucede hoy”, dijo. “Tenemos muchas historias de pescadores en México que deben ser rescatados por barcos pesqueros japoneses”.
En su artículo, Estrada y sus colegas trazan paralelos entre este escenario y las afirmaciones de Thor Heyerdahl, el explorador noruego que navegó en una balsa en 1947 desde América del Sur a Polinesia. Heyerdahl defendió la idea de que Polinesia fue colonizada por sudamericanos.
En un correo electrónico, Haunani Kane, investigadora postdoctoral en la Universidad de Hawái, criticó a los científicos por defender tales ideas “obsoletas”.
Kane ha navegado miles de kilómetros en canoas de doble casco como coordinadora científica de la Sociedad de Navegación Polinesia. Ella estaba en desacuerdo con la “suposición del autor de las capacidades o la falta de ellas, de los pueblos de las islas del Pacífico para migrar deliberadamente a través del Pacífico”.
Kirch también descartó el escenario de un naufragio. Si los sudamericanos terminaron en las islas Marquesas, habrían traído consigo algunas cosas que los arqueólogos podrían haber descubierto más tarde. “No hay evidencia de eso”, dijo.
Una forma de resolver esta disputa puede ser encontrar ADN en los primeros restos humanos en las islas del este de Polinesia. Un hijo de padres polinesios y sudamericanos tendría una clara firma genética.
El ADN antiguo de América del Sur también podría ayudar. Fehren-Schmitz ha buscado ADN polinesio en los antiguos restos humanos en los Andes que ha estudiado. “Pero nunca he visto ningún rastro”, dijo.
Es posible, dijo Fehren-Schmitz, que otros lugares en América del Sur sean mejores para buscar a los polinesios perdidos. Es concebible, por ejemplo, que algunos polinesios que llegaron a América del Sur hayan optado por vivir en las islas cerca de la costa.
Uno de esos lugares es la isla Mocha, justo frente a la costa de Chile. En 2010, Matisoo-Smith y Jose-Miguel Ramírez de la Universidad de Valparaíso publicaron un estudio sobre cráneos que fueron desenterrados en la isla. Los cráneos, dijo ella, “lucían muy polinesios en su forma”.