La credibilidad del periodista es la credibilidad del medio

30 Mayo 2019.

Foto: Pixabay.

Lo aceptemos o no, el asunto del periodismo es de credibilidad. Y la credibilidad es como un enorme trozo de vidrio que, una vez roto, no hay pegante en el mundo que vuelva unirlo.

Tomado de: Semana.

La crítica no es mala ni buena, pues parte de criterios personales y busca poner sobre el tapete las acciones de una institución, una obra o, en el mejor de los casos, de una persona. La autoevaluación es otra forma de crítica, dado que permite saber si el trabajo que se está realizando mantiene la balanza en equilibrio o cumple con los objetivos trazados. Ningún acto que cuestione una información tiene como propósito, en realidad, socavar los cimientos institucionales o personales. La razón: la crítica, como la argumentación, tiene, necesariamente, que sostenerse sobre premisa fiables. De manera que, si la fiabilidad de las pruebas es cuestionable, es decir, carece de peso, las razones que se expongan serán tan débiles como las bases de un edificio construido sobre un terreno de arenas movedizas.

En este sentido, la crítica camina siempre sobre los hechos, y en argumentación los cuestionamientos no radican en los hechos mismos, sino en la mirada o interpretaciones que se tienen de estos. Cuando lo anterior no se cumple, entonces es como si se caminara por el borde de una cornisa, exponiéndose, de esta manera, a una posible caída. En el periodismo, la verificación de las fuentes es el equivalente a la fiabilidad de las premisas en los procedimientos argumentativos. Esta verificación permite al periodista y al medio para el cual trabaja la confiabilidad que se traducirá en credibilidad, y la credibilidad es la razón de ser del periodismo.

La imagen de Juan Gossaín llorando después de informar en directo que había sobrevivientes en aquel recordado accidente de uno de los aviones de la desaparecida línea aérea Sam en mayo de 1993 en el Cerro del Burro, suroeste antioqueño, donde tanto la tripulación como los 132 pasajeros habían muerto, era, ante todo, la imagen de un hombre que había perdido su credibilidad de periodista, ganada a punta de un trabajo serio en la radio y otros medios. Sus lágrimas fueron la muestra de que “errar es humano”, y que ante la equivocación de una información tan seria, pues, en términos menos retóricos les aseguró a los familiares de los muertos que estos aún vivían, lo más sensato fue reconocer el error de la información y así enderezar las cargas.

Lo anterior le dio al periodista un nuevo aire, y, por lo tanto, dejó claro que la veracidad de la información es el sostén del buen periodismo y que, ante el error, hay que salir a corregirlo de inmediato. Este acto de corrección es visto, sin duda, por los oyentes, lectores o televidentes, como una acción de transparencia informativa, porque, lo aceptemos o no, el asunto del periodismo es de credibilidad. Y la credibilidad es como un enorme trozo de vidrio que, una vez roto, no hay pegante en el mundo que vuelva unirlo.