8 abril 2020 –
Foto: El Espectador –
Tomado de: El Espectador- CECILIA OROZCO TASCÓN –
Cuando Felipe López Caballero, hijo del presidente Alfonso López Michelsen, revivió, hace 38 años, el nombre Semana -de antigua propiedad del también presidente Alberto Lleras Camargo-, para denominar, así, una revista moderna que respondiera a las necesidades de información y análisis de los convulsionados acontecimientos de los años 80, muy pocos creyeron en el futuro de ese proyecto: juzgaban que, por pertenecer al pariente cercano de un exmandatario con aspiraciones de regresar a la jefatura de Estado, Semana sería un órgano de propaganda política sin valores periodísticos o económicos sostenibles. No contaban con la inteligencia de Felipe. Este, si bien no era ajeno a los intereses de su familia, logró mantener, casi siempre, el equilibrio cuando decidía que se publicaran columnas que afectaban a su padre o investigaciones que revelaban la conducta pecaminosa de algunos miembros de su alta clase social. López Caballero también supo rodearse de buenas plumas para analizar los sucesos, y de periodistas incisivos, audaces e independientes para descubrir y relatar los hechos. La combinación entre su olfato y un gran equipo de redacción que se modificó varias veces sin disminuir su estándar profesional, rindió frutos: Semana llegó a ser, en estas cuatro décadas, una de las más prestigiosas revistas de Colombia y Suramérica y, sin duda, la más influyente en el mundo de las noticias y el poder nacional.
Hace poco más de un año se supo que López le vendió el 50 % de Publicaciones Semana, convertida ya en un emporio, a Gabriel Gilinski, joven hijo de la multimillonaria familia de banqueros residenciada en el exterior, una de las cinco más ricas de Colombia. Extrañamente, y a pesar de provenir de un grupo económico, la llegada del socio de Felipe o, tal vez, de quien es, hoy, el nuevo propietario único de esa empresa, significó la destrucción de lo edificado. A una velocidad sin precedentes, Gilinski, en lugar de “disparar” la marca con sus presuntas novedades tecnológicas y la inyección de importante capital como muchos vaticinaban, derruyó los pilares en que se basó la riqueza del conglomerado Semana: prestigio y creatividad. De estos dos tesoros que cualquier medio de comunicación busca tener, ya no quedan sino los escombros y, de entre ellos, solo sale humo amarillista y olor politiquero.
El bochornoso despido del reputado periodista Daniel Coronell (*), mediante un mensaje de celular de una empleada de Semana sin “mérito” diferente al de haber sido la subalterna del jefe de la ultraderecha colombiana, y la consecuente renuncia-por-dignidad de otro famoso comunicador, Daniel Samper Ospina, confirma la decadencia de Semana y la hondura del abismo en que ha caído, profundizada desde cuando el nuevo dueño llegó con su bolsillo a reordenar la casa a su acomodo: desprecio absoluto por la revista impresa, sus redactores, sus columnistas y sus creativos (incluso por Felipe López y por el director Alejandro Santos), y su consiguiente desaparición, no obstante que ese era el medio y el equipo que respetaba el país; e imposición de un modelo digital del cual nadie ha podido conocer todavía su objeto ni qué pretende, salvo el de imponer sus deseos de niño rico pero ignorante de lo que es y para qué sirve el periodismo en las democracias.
Probablemente Gilinski no se ha dado cuenta o no le importa, da lo mismo, que esta mano de pobretones que ocupa el país en que invirtió, no es tan sometida como en tiempos de la colonia. Y que no es por decreto del propietario que se ordenan las buenas famas de las presentadoras de noticias o el éxito de sus programas. Tampoco debe haberse enterado de que acercarse al poder político reinante que lo usa y no al contrario, puede proporcionarle satisfacción a su vanidad personal, pero no respeto ni dinero de retorno de los anunciantes. Si se preocupara por leer algo de historia, debería examinar cómo empezó y qué hizo Felipe López cuando tenía su edad.
(*) Por respeto con los lectores, la autora de esta columna aclara que tiene un contrato de prestación de servicios con NTC TV, uno de cuyos socios es Daniel Coronell.