29 Julio 2019.
Más de 2300 especies de flora y fauna convergen en la Amazonía colombiana y deslumbran a propios y extraños. Un paraíso captado en imágenes.
Por: Antonio José Paz Cardona / Las 2 Orillas.
La travesía se dio en la cuenca media y alta del río Apaporis, en la zona comprendida entre Dos Ríos (confluencia de los ríos Ajaju y Tunia), también conocida como Cerro de la Campana o Cerro Azul; y el sector de Jirijirimo y río Cananarí (departamento de Vaupés), bordeando los límites de los departamentos de Guaviare, Caquetá y Amazonas.
Detrás de una planta descubierta hace más de 70 años
Detrás del éxito de una expedición científica se encuentran cientos de dificultades y hazañas que los investigadores deben sortear pero que, finalmente, quedan olvidadas con la satisfacción que trae el ampliar el conocimiento sobre una especie o descubrir un animal o una planta que hasta el momento eran desconocidos por la ciencia.
El solo hecho de empezar el viaje por el río Apaporis ya era un desafío. “El río tiene muchos chorros o cascadas. Eso hace que su navegabilidad para grandes tramos sea muy limitada. De hecho tuvimos que sacar muchas veces nuestro equipaje, el mercado, los materiales y echarnos las embarcaciones al hombro hasta encontrar el lugar donde pudiéramos continuar con la navegación”, cuenta Dairon Cárdenas, coordinador científico de la expedición y líder de la parte botánica.
El reto era enorme pero había mucha expectativa. Los únicos registros de flora que existían de la parte alta del río Apaporis eran de mediados de 1940, cuando Richard Evans Shcultes, biólogo estadounidense enviado por el gobierno norteamericano en búsqueda de árboles de caucho, recorrió esa zona durante varios años.
El científico extranjero hizo sus primeros registros en el cerro de la Campana, donde marcó miles de árboles de caucho que, más de 70 años después, fueron observados por los científicos de Bio Apaporis.
Cárdenas y quienes trabajaron en la parte botánica encontraron 1149 especies de flora, entre las que hay 10 especies nuevas para la ciencia, 226 nuevos registros para Colombia, 51 especies endémicas y 9 amenazadas. Además de esto, durante la expedición, el investigador colectó su ejemplar 50 000, correspondiente a una especie de zamia (Zamia jirijirimensis) descubierta por el estadounidense Schultes en el siglo pasado y que se encuentra en amenaza.
“Un día me tomé la tarea de caminar mucho y buscarla, ‘si él estuvo aquí y por acá la colectó, por acá tiene que estar’. A las 2 de la tarde, ya muy agotados, encontré un ejemplar de la especie. Tomé fotografías, empecé a describirlo y luego busqué individuos que tuvieran flora o fruto”, recuerda Cárdenas.
Llevaba consigo muchas otras especies pero esta zamia era especial y quería que su registro 50 000 fuera icónico. Además es el único botánico colombiano en tener este récord en trabajo de campo en la Amazonía. El científico que le sigue se aproxima a los 23 000 registros y Cárdenas duda que lo alcance pues, dice entre risas, tienen casi la misma edad. “Todo ha sido producto de estar en una profesión que uno escogió por vocación y tener la fortuna de trabajar en la Amazonía, donde puedes hacer tu ejercicio como botánico de colectar por todas partes”.
Un trabajo para madrugadores
“Llegar a Cerro Campana fue lo más difícil, la única manera posible era en helicóptero. Pero ahí no acabó el desafío: en ese sitio no hay población. Primero tocó buscar agua, pero para ir a cualquier lugar había que abrir trochas en medio de un terreno pedregoso y con muchos huecos. Nos alimentamos de muchas nueces y de raciones de campaña (como las utilizadas por los militares)”, le comenta el ornitólogo Esteban Carrillo a Mongabay Latam.
Recuerda que a este cerro no pudieron llevar a las personas de las comunidades que les ayudaban a hacer el muestreo y no había guías conocedores. “Éramos nosotros solos en un sitio donde nunca llega nadie. Ahí estuvimos una semana”, dice.
El investigador también recuerda cómo para acceder a los tepuyes de Cerro Morroco tuvieron que hacerlo desde abajo, subiendo por las escaleras que los indígenas, que les servían de guías y ayudantes de campo, iban haciendo con los palos que encontraban en el camino. “Eran unos escarpes rocosos imposibles de escalar de otra forma”.
Una vez superados estos obstáculos, lo que Carrillo encontró lo sorprendió. “Registramos una especie endémica, el colibrí de Chiribiquete que sólo había sido registrado en tepuyes más al sur y al oriente. Lo encontramos en Cerro Campana pero también puede estar asociado a Cerro Morroco y eso implica una ampliación de su distribución”, dice.
También encontraron un par de especies donde al menos la mitad de su distribución está exclusivamente en Colombia, en sectores muy cercanos al área del escudo guayanés. Hallaron cerca de 15 especies bajo algún grado de amenaza de extinción, muchas de ellas importantes para la alimentación de las comunidades locales.
A partir de las observaciones, que empezaban desde las 5 de la mañana, Carrillo dice que pudieron registrar 25 especies que no habían sido documentadas en el área y varias de ellas son nuevos registros para el departamento de Vaupés. También encontraron una especie de tucán que no había sido registrada en Colombia desde hace mucho tiempo. “Se le veía en Venezuela y podría ser casi como una especie nueva para el país”, afirma.
El ornitólogo dice que el éxito que tuvo en el registro de aves se debió en gran medida a que Miguel Portura, un hombre de orígen tucano (indígena) muy reconocido como guía en el departamento de Vaupés, fue su coinvestigador y lo acompañó en la expedición. También contó con la ayuda de un indígena auxiliar de campo que estaba muy interesado en las aves.
La mayoría de pájaros se liberaban luego de atraparlos y en algunos casos, cuando la especie era rara, implicaba una ampliación de su distribución o podía tener efectos sobre procesos de conservación, era colectada. También se hicieron grabaciones que luego eran comparadas con colecciones de campo para poder identificar la especie.