7 Mayo 2019.
Sustituir las clásicas bolsas de plástico por sus hermanas biodegradables quizá no sea la solución más efectiva contra la contaminación. Tras permanecer enterradas durante 3 años, un estudio demuestra como algunas de las llamadas bolsas de plástico biodegradable han resistido casi intactas al paso del tiempo.
Tomado de: National Geographic España.
El problema ante la contaminación por el plástico es una guerra con muchos frentes abiertos. En esa guerra se libran muchas batallas. Y las armas que en ella se emplean adoptan multitud de variantes. Una de estas es la lucha desde la instituciones y la modificación de la legislación. Ejemplos de ello podemos encontrarlos en las iniciativas llevadas a cabo por países como Australia, Nueva Zelanda, España o incluso la Unión Europea con la prohibición del uso de bolsas de plástico o cubiertos y pajitas de plástico de un solo uso. Otras apuestas, por lo general promovidas por la conciencia ciudadana como la iniciativa #trashtag, o por entidades privadas como el proyecto The Ocean Clean Up están enfocadas a la limpieza in situ del plástico que contamina los ecosistemas, ya sean terrestres o marinos.
A la hora de enfrentarnos a un problema, cuando el ser humano de verdad tiene voluntad de enfrentarse al mismo, las ideas pueden llegar desde cualquier lugar y pueden resultar esperanzadoras. Por ejemplo, al respecto de la contaminación por plástico, desde el campo de la química se busca mejorar o modificar la composición de los plásticos, o bien buscar una alternativa que sustituya a los que tradicionalmente venimos usando y ya han dado cuenta de lo perjudicial que pueden resultar para el medio ambiente: son los conocidos como bioplásticos oplásticos biodegradables.
Los bioplásticos, con sus luces y sombras, se presentan como una potencial alternativa de futuro que acabe sustituyendo al plástico convencional. No obstante, un estudio reciente titulado Environmental Deterioration of Biodegradable, Oxo-biodegradable, Compostable, and Conventional Plastic Carrier Bags in the Sea, Soil, and Open-Air Over a 3-Year Period publicado en la revista especializada Environment, Science and Tecnology, acaba de poner en tela de juicio la eficacia con la que creíamos que las denominadas bolsas biodegradables cumplen con la función para la que fueron diseñadas.
3 años después de ser enterradas, las bolsas biodegradables permanecían prácticamente intactas
Así, el experimento llevado a cabo por Richard C. Thompson, autor principal del estudio, y sus alumnos de la Universidad de Plymouth, consistió en enterrar 5 tipos diferentes de bolsas de bioplástico para comprobar como estas se veían afectadas por el paso del paso del tiempo. La sorpresa ha llegado cuando trascurridos 3 años, tanto Thompson como sus alumnos han podido comprobar que, si bien las bolsas no habían desaparecido, todavía permanecían prácticamente intactas. Estas, además, mantenían incluso la capacidad de transportar hasta 2 kilogramos de peso en su interior sin romperse.
Dos experimentos distintos
Otras variables del experimento también expusieron las bolsas a la acción de aire o las sumergieron en agua, concluyendo que ninguna de ellas, incluso las denominadas como compostables -es decir las susceptibles de ser desechadas junto a la materia orgánica- se habían degradado lo suficiente en el transcurso de 3 años como para marcar una diferencia medioambiental respecto a las bolsas de plástico tradicionales.
El estudio pone de manifiesto como el término biodegradable, como en este caso, puede ser objeto de confusión
El estudio pone de manifiesto como el término biodegradable, como en este caso, puede ser objeto de confusión. Aunque no queramos presuponer mala fe por parte de los fabricantes de las bolsas estudiadas, si que cabe hacerse la pregunta de que, hasta que punto, con el reclamo de palabras como sostenible, biodegradable u ecológico, aceptamos sin apenas cuestionarnos algo que realmente puede no ser coherente con la idea que pretenden transmitir esas palabras. O en defitinitiva, hasta que punto podemos ser víctimas del fenómeno conocido como Greenwashing.